China va a la guerra comercial contra EEUU y apuesta por reforzar su poderío económico global
Trabajadores en una fábrica de Hefei, en China. REUTERS/Stringer

Pekín rechaza la extorsión arancelaria de Trump, promete “luchar hasta el final” y opta por aprovechar la crisis para cambiar a su favor el orden comercial mundial.

08/04/2025. Al contrario que otros centros económicos de poder internacionales, como la Unión Europea, donde el pánico ha hecho ya claudicar a la mayor parte de los Gobiernos, China no se aviene a dialogar con Estados Unidos sobre el chantaje del presidente Donald Trump. Lo ha interpretado como una “extorsión” y una declaración de guerra comercial total para imponer la hegemonía estadounidense. 

“Esto no es diplomacia. Es una coerción directa disfrazada de política. La postura de Washington refleja una peligrosa forma de intimidación económica que va en contra de los principios de igualdad soberana y respeto mutuo”, publicó este martes la agencia oficial china Xinhua, que refleja la posición oficial del Gobierno del presidente chino, Xi Jinping.

Pero Pekín está dispuesto a afrontar el desafío y “luchar hasta el final”, según su Ministerio de Comercio. Y, al mejor modo clásico chino, el gigante asiático apuesta por darle la vuelta al desastre que ya ha volatilizado 9,2 billones de euros en las bolsas mundiales, y aprovechar la oportunidad que la crisis puede ofrecer al creciente liderazgo económico de Pekín en el mundo y acelerar a su favor el cambio del sistema comercial internacional, inclinando la balanza de una vez por todas de Occidente a Oriente.

Aranceles de más del 100% a China

Al torpedear las exportaciones chinas y por tanto su capacidad industrial, disparando los aranceles a productos chinos más allá del 100% a partir de este miércoles, Trump pretende con su ofensiva arancelaria impulsar manu militari la producción manufacturera estadounidense. Pero esta estrategia de asegurarse el mercado al destruir al competidor es muy peligrosa en un mundo totalmente conectado y más aún si se hace pensando que el contrincante se va a quedar de brazos cruzados mientras esto ocurre.

Y eso no va a pasar con Pekín, cuyo régimen sabe muy bien que, si cede a la violencia comercial de EEUU y no se puede negociar desde una igualdad de condiciones con Washington, China podría verse sacudida por una crisis que, en la actual situación de grave presión económica interna por la caída del consumo, sería peor que la debacle desatada por la epidemia de covid y el confinamiento, que estuvieron a punto de llevar al gigante asiático al colapso tras agravar la persistente crisis inmobiliaria y el desempleo juvenil.

Por eso, la primera reacción de Pekín a la penalización por Washington de las importaciones chinas y ante la falta de voluntad de Trump para un diálogo entre iguales fue prepararse para el impacto, apostar por una respuesta contundente y ver las salidas comerciales del conflicto. Inmediatamente, China puso la mirada en los hasta ahora aliados de EEUU en su proceso hegemónico global, primeros perjudicados por la cruzada arancelaria de la Casa Blanca: Corea del Sur, Japón y la Unión Europea.

A Corea del Sur, el mayor bastión del Ejército estadounidense en Extremo Oriente y hasta ahora aliada acérrima ante la amenaza de Corea del Norte, Trump la ha castigado con una subida arancelaria del 25%. Japón, por su parte, ha recibido un impacto tarifario del 24%, a pesar de que es el amigo más leal de Washington en Asia. La UE ha visto incrementado los aranceles en un 20%. Estos tres “colegas” de Washington andan negociando contrarreloj con EEUU y están dispuestos a concesiones que nunca antes habrían considerado.

La opción china

Con la tormenta bursátil desatada tras los anuncios de los aranceles de Trump, las pérdidas multimillonarias en los mercados internacionales y con el retumbar aún lejano, pero presente, de una eventual recesión, hasta los más enconados enemigos ideológicos de China ya andan considerando las posibilidades que este país podría ofrecer para salir del aprieto. La sustitución del dólar por el yuan en Asia es más que nunca una posibilidad real para los ministerios de Economía de muchos países.

La crisis con China alcanzó un hito cuando el miércoles pasado, en medio de la ofensiva arancelaria global, Trump anunció un arancel del 34% adicional a las exportaciones chinas. Subida que se sumaba al 20% ya impuesto anteriormente, por lo que el impacto sería de un 54% total.

Los chinos respondieron, apenas 48 horas después de que Trump lanzara su guerra comercial contra el planeta entero, con un incremento tarifario a los productos estadounidenses del 34%. Trump montó en cólera ante el desafío chino y prometió otro 50% que entrará en vigor este miércoles, hasta llegar a un disparatado 104%, al no agachar China la cabeza y no retirar esos gravámenes de represalia contra los bienes estadounidenses.

Además, China dictó restricciones a la exportación de “tierras raras”, los apreciadísimos minerales imprescindibles para las tecnologías punta y que se exportan también a EEUU, y a la capacidad de operación de numerosas compañías estadounidenses que actúan a nivel mundial como si tuvieran patente de corso de Washington para llevar su supremacismo económico a cualquier rincón del mundo empezando por Asia y el propio territorio chino.

China además abrirá investigaciones antimonopolio y “antidumping” contra firmas y productos de EEUU, una medida que viene a resaltar ante la opinión pública internacional el carácter corsario del comercio exterior estadounidense.

Rivalidad económica y geopolítica

Por mucho menos se declararon guerras reales en el pasado. Ya veremos dónde desemboca esta agresión económica estadounidense sin parangón que resalta si cabe más las rivalidades geopolíticas entre Washington y Pekín, agudizadas en los últimos años, con el anterior presidente de EEUU, Joe Biden.

Así, la pugna sino-estadounidense en los mercados mundiales aviva la creciente tensión en el este de Asia, en torno al estrecho de Taiwán y al apoyo cada día más cerrado económico y militar de Washington a esta isla rebelde, desgajada de la República Popular China en 1949.

Como prueba de la seriedad del asunto, fue el Partido Comunista Chino el que respondió al anuncio de Trump y su eco se dejó escuchar en los últimos días en todo el país de manera reiterada para intentar calmar el nerviosismo que ha cundido entre las empresas chinas. “Los aranceles estadounidenses tendrán un impacto, pero (China) ‘no se derrumbará'”, según publicó el Diario del Pueblo, el órgano oficial del Partido Comunista este domingo.

El rotativo recordó que ya en 2017, en su primer mandato, Trump lanzó una dura ofensiva arancelaria contra China, por un valor de 370.000 millones de dólares anuales, aunque no le sirvió de mucho, salvo para reafirmar a Pekín en su desconfianza hacia EEUU y para dejar claro que era el auténtico contrincante de Washington en la arena global.

“Cuanto mayor es la presión, más fuertes nos volvemos”, insistió en portada el Diario del Pueblo este lunes.

El error de menospreciar a China

El mayor error de Trump y sus adláteres, como ya ocurrió con Rusia tras la invasión de Ucrania, ha sido despreciar de nuevo a sus rivales, pensando que todos son iguales y que están dispuestos a arrodillarse ante la mínima presión, como están haciendo los europeos a pesar de sus grandilocuentes discursos a favor de medidas económicas conjuntas que nunca tendrán efectividad contra EEUU.

Con China no ocurrirá eso y las consecuencias pueden ser mucho peores que las derivadas de la confrontación de Washington con Moscú animada por Biden durante su mandato y que estalló con la mayor de las virulencias tras la invasión rusa de Ucrania.

El desprecio gratuito e incluso cargado de racismo está ahí. El ejemplo lo puso el vicepresidente estadounidense, J. D. Vance, que una vez más hizo uso de su florido discurso para demostrar su escasa preparación política y menos aún diplomática.

En unas declaraciones a un noticiero de la cadena Fox, Vance se preguntaba sobre los beneficios que había conseguido su país de la economía de la globalización. “Endeudarse enormemente para comprar productos que otros países fabrican para nosotros”, se respondió a sí mismo Vance. Y añadió: “Para que quede más claro, pedimos dinero prestado a los campesinos chinos para comprar los productos que ellos mismos fabrican”.

Ese calificativo de “campesinos” no gustó nada en China, donde las redes se llenaron de respuestas, unas airadas y otras burlonas ante tal capacidad de desprecio expresada por la segunda personalidad política más importante de EEUU hacia un país que se sitúa a la cabeza tecnológica del planeta y cuyos sistemas electrónicos de última generación inundan todos los mercados mundiales para pavor de las empresas estadounidenses.

El matón estadounidense

En una rueda de prensa ofrecida este martes, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Lin Jian, lamentó esas expresiones “tan ignorantes e irrespetuosas” contra el pueblo chino. Para Pekín, en estos momentos hay poco espacio para la tolerancia ante la extorsión estadounidense, pues ello conllevará a nuevas coerciones. “Apaciguar a un matón solo envalentona nuevas agresiones”, indicó Xinhua en su editorial oficial.

En declaraciones al canal de televisión estadounidense CNN, Ju Jiandong, profesor y experto en finanzas de la Universidad Chinghua, subrayó que en estos momentos queda evidente que su país y EEUU se encuentran inmersos en una pugna por la transformación del sistema comercial internacional. “Estamos dispuestos a asumir el reto, a competir con EEUU en esa redefinición del nuevo orden comercial global”, aceptó Ju.

La apuesta de China pasa por aprovechar al máximo la red global que sus miríadas de empresas han tejido por todo el planeta, al tiempo que sus exportaciones tratan de ocupar el nicho que podrían dejar los productos encarecidos por los aranceles estadounidenses y las tarifas de represalia contra éstos. China apuesta por desbordar el mundo con sus productos y ahogar así a las exportaciones estadounidenses.

En este sentido, puede llevar a cabo una devaluación del yuan para facilitar esas exportaciones, la demanda externa y la producción interna, además de provocar un efecto dominó sobre otras monedas cuya principal víctima sería el dólar.

Este martes, sin ir más lejos, el Banco Popular de China relajó su severo control sobre el yuan y debilitó su tasa de referencia diaria más allá del nivel de 7,20 por dólar por primera vez en 18 meses. Fue un claro aviso de por dónde irán los tiros y de que es inminente una mayor escalada de la guerra comercial.

Información adicional

Autor/a: Juan Antonio Sanz
País: China
Región: Asia
Fuente: Público

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