Anarka es, sin duda, una de las bandas más duras y auténticas de la primera ola del punk bogotano, herederos legítimos de la revuelta del 771. Una música de composiciones elaboradas a mano, moldeadas con el corazón y el talento, un canto cerrero que expresó muy bien la insolencia juvenil en el amanecer de los años 90. Su sonido, de guitarras espasmódicas y bajos sincopados, conectó con un público que entendió que con Anarka el diablo del punk se había salido de su caja y no iba a ser fácil encerrarlo.
La agrupación arranca en 1991 y tiene su origen en la muy reconocida banda Minoría Hard Core, integrada inicialmente por Darío Mojica, Iván Altafuya y Urián Sarmiento. Era julio, tal como es hoy que los entrevisto, cuando arribaron Vladimir Jaramillo, Nelson Pineda y Carlos Restrepo a reforzar la alineación. A finales de los 90 ingresaron Juan Pablo Uribe, Vladimir Melo y Sebastián González.
Anarka: “Cuando el proyecto comenzó, le dimos por nombre Sistema Pútrido, luego mutó a Anarka Pútrida, y finalmente se quedó como Anarka. El grupo más grande venía de Minoría Hard Core, que había tomado su nombre de un tema de la banda peruana Autopsia. Ya como Anarka, buscábamos originar un proyecto musicalmente novedoso y políticamente antisistema.
“Los inicios son muy precarios. Comenzamos a tocar en un cuarto pequeño de un apartamento. Por esos años, Vladimir había comenzado su carrera de Diseñador Industrial en la Nacho y fue él quien esbozó la primera batería que tuvimos; los tambores eran canecas de cartón, el pedal del bombo era de cartón, como Máquina de Charles usamos el cuerpo de un árbol de navidad, los platos se improvisaron con unos platillos de banda de guerra que nos habíamos robado de un colegio y el tom se fabricó con radiografías como parches, una para el golpeo (en la parte superior) y otra como resonante (en la parte inferior). Verla causaba risa, pero aguantaba para los ensayos y sonaba como una batería de verdad.
“Los amplificadores eran un equipo de sonido de tubos al que Vladi le había hecho una entrada, y por ahí metíamos el bajo para que amplificara. Era una época en que cualquier instrumento era muy costoso. No había tantos almacenes y tanta oferta como hoy día, y no se conseguían tantos segundazos como ahora. También estaba el problema de los ingresos. Algunos de nosotros aun estábamos en el colegio. Con el transcurso de los meses, Darío consiguió una guitarra eléctrica, Iván tenía otra que había comprado en los tiempos de Minoría y Carlos le compró la batería a Urián, una batería, pequeña y tal, pero bueno, así fuimos aperándonos. En cuanto a nuestra formación como músicos, nos instruimos de manera empírica, capábamos clase del colegio y nos encontrábamos en casa de Darío, tocábamos y tocábamos y tocábamos, hasta que aprendimos”.
Vladimir: “Recuerdo que trabajé tres semanas en un camello muy áspero como mensajero. No me aguanté el voltaje y renuncié, con lo que me gané me alcanzó justo para comprar una guitarra eléctrica que había visto en una casa de empeño. Fue algo mágico: la vi por vez primera al final de una calle transitada por gente gris que cruzaba silenciosa en medio de una lluvia blanda y breve, y me dije ‘me la tengo que comprar’. Por fin, al final de mes compré esa guitarra que gemía sola en la vitrina de la esquina y sonaba como ninguna otra ha sonado hasta ahora”.
Anarka: “Iniciamos experimentando, tocábamos varios estilos, punk, hard core, ska, incluso llegamos a explorar new wave, indie, rock alternativo y grunge, que nos gustó porque se cantaban gritadito, como con la voz desgarrada. Muchos covers, mucho tema viejo que lo fusionábamos con sonidos más duros y letras contestatarias contra el sistema. Las influencias originales vinieron de bandas de Alemania, Inglaterra, México, Perú, España: G.R.B., Conflict, RIP, Radical Hard Core, Distorsión, La Polla Records. De Bogotá Demencia y de Medallo: Fértil Miseria, Dex-koncierto, G.P., H.P.H.C, bandas que lograron prensar discos. Eso fue una gran inspiración.
“El primer toque vino luego de un año de ensayos y fue en un evento por los lados de Kennedy, en Villa de la Torre, un barrio que por esos años estaba iniciando. La invitación la hizo David Moreno, con quien habíamos fundado los Redskins en Bogotá a finales de los 80. A David y Carlos Moreno los conocíamos por sus ideas antifascistas, y porque tanto sus padres como los nuestros habían sido sindicalistas y eso nos hacia compañeros. Ellos habían establecido su banda con unos instrumentos que habían ‘recuperado’ de los jucos2, de esos instrumentos que mandaban de los países socialistas, e interpretaban una especie de tropi ska. Aquella tarde tocamos con Desarme, Skandalo Oí, Justicia Natural y Papá Montero. Un inusitado concierto, trepados en la parte trasera de una tractomula a la mitad de un potrero. Este primer toque nos marcó. En primer lugar, la gente respondió bien, con entusiasmo. Les gustó la banda y, claro, eso nos llenó de ánimo y energía. Pero también nos definió por las causas sociales y la difusión de nuestra música en los sectores populares.
“Después de esto tocamos en el barrio Pedro León Trabuchi, un sector de recicladores edificado sobre la carrilera del tren. En aquel momento, la Alcaldía quería desalojarlos y resonamos por solidaridad y por el derecho a la vivienda. También en estos inicios nos invitaron al primer Retornarte de la Nacho, un festival muy interesante donde tuvimos por vez primera un sonido de calidad, con tarima y carpa. Allí tocamos con las 1.280 Almas, Sople la Sopa, Las Policarpas y otras bandas”.
Vladimir: “Recuerdo que íbamos ya bajando a la 30. Veníamos felices por la recepción de la gente y la calidad de la presentación, cuando escuchamos unos gritos de nenas, ritmo de punk, y nos devolvimos a ver qué era eso. Quedamos deslumbrados: un impulso de luz cruzó la plaza en segundos y apareció en el escenario una banda de punk de nenas; eran Policarpa y sus Viciosas. ¡Huy… qué chimba! A partir de ahí, alternamos en tarima muchas veces con ellas y con Desarme”.
Anarka: “A continuación vinieron otros toques como el de Ciudad Jardín, Con los Santos Indeseables y otras bandas, pero aquí la policía llegó muy agresiva y generó un inmenso tropel que se convirtió en una gran marcha por la Carrera 10 hasta el Barrio Policarpa. Después fue el toque de la Casa Monster, una mansión en ruinas del barrio Santa Fe. La tarima era en un segundo piso y temblaba todo el tiempo, parecía que íbamos a caernos. Tocamos con Desarme, Demencia, Motín a Bordo, Policarpas, Skoria y Morgue. Un festival estrictamente punkero, de ese concierto nos quedó un casete que se rotaba entre los amigos.
“En este tema de las grabaciones también fuimos pioneros, una de las primeras bandas que consideraron lo de la autogestión en la producción discográfica. Reivindicamos el ‘hazlo tú mismo’, produciendo nosotros nuestra música, no trabajar con sellos disqueros o multinacionales. Así que llegó el momento en que queríamos que quedara algo prensado, incluso exploramos la posibilidad de comprar una máquina de prensar discos. Por esos días, a un man se le ocurrió llamar a varias bandas para un copilado. El estudio del man se llamaba Sancocho Records. A la final, el disco no salió y dijimos ‘qué va, vamos a sacarlo nosotros mismos’. Así que nos pusimos en la tarea. Vlado (como siempre) diseñó una caja de cartón con el estampado de los temas y las imágenes, y se imprimió en screen, algodón y thinner. La caja advertía ‘Di sí a la piratería, porque tienes el derecho de escuchar lo que quieres sin pagar más por ello, 100% kartón reciclable’. Este primer trabajo se llamó Caos Nacional, todo con el signo de reciclable, e incluía las letras de las canciones, que fueron ocho. Los casetes se grabaron en un equipo de dos caseteras y los regamos por toda la ciudad. Estamos hablando de febrero de 1997. Lo rotamos por Medellín, Pereira, Ibagué, Manizales y fuera del país.
“Esta primera edición nos abrió el interés por viajar y difundir nuestra música, y organizamos una gira por Pereira, Medellín y Manizales. Para esta vuelta, enredamos a R.P.N., Ministerio de la Vagancia, Policarpas, Eskoria y Desarme. En Medellín se nos unieron I.R.A., Desarraigo, Apatía No y Renuencia de Venezuela. Como era de esperarse, todo muy underground y muy improvisado. Todos metidos en un camión, durmiendo en sleeping, con limitaciones de comida, a veces con un frío muy áspero. A pesar de todo, el tour causó interés y atrajo mucho público. Esto fue en marzo de 1998.
“La banda estuvo muy enérgica y echada pa’lante durante una década, pero teníamos un problema porque el público que llegaba era siempre el mismo combo, y ya queríamos llegar a otros oídos y otras sensibilidades. En esto último influyó que al final estuvimos experimentando con música colombiana y algunos de los miembros querían explorar con jazz, soul, blues y otros géneros menos radicales. Además, por esa misma época se recrudece el paramilitarismo y nosotros frenteando con temas muy duros y muy antisistema, como Salta en un pie, El águila con botas, Antimilitar, Al terror, Odio al servicio militar, Vecinos, Sociedad de mierda, Ajá y tu ké, etcétera. Y finalmente, en el 2000, en un concierto en Suba finalmente nos descolgamos del proyecto”.
Estos músicos bravíos, independientes, rudos, originales y nada complacientes fueron durante una década lo más parecido a una institución del rock subterráneo. Aún hoy día, su música tiene más vitalidad y fuerza que la que exhiben muchas bandas del ‘nuevo’ punk bogotano, integradas éstas por chicos que apenas rozan los 20 años y ya suenan a viejo y tradicional. ¡Salud y Anarka!
1 Me refiero al nacimiento del punk inglés pero, para el caso bogotano, también cabe la expresión, ya que el 14 de septiembre de 1977 se realizó el Paro Cívico Nacional que insurreccionó a los barrios populares de la ciudad durante tres días.
2 JUCO: Juventud Comunista de Colombia.
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