La Habana, 19 de noviembre. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) declararon hoy en forma unilateral un cese del fuego de dos meses en acciones ofensivas, para “fortalecer el clima de entendimiento necesario” en el diálogo con el gobierno, que se inició aquí.
El cese de “toda clase de operaciones militares ofensivas contra la fuerza pública y los actos de sabotaje contra la infraestructura pública o privada” será efectivo desde las cero horas del 20 de noviembre de 2012 hasta las cero horas del 20 de enero de 2013.
La decisión de la guerrilla sigue a sus propuestas sucesivas de cese el fuego bilateral o de tregua navideña, ambas rechazadas por el gobierno del presidente Juan Manuel Santos.
El jefe de la delegación rebelde a las conversaciones de paz, Luciano Marín Arango (Iván Márquez), leyó un comunicado del secretariado del estado mayor de las FARC, con fecha del lunes, que tácitamente reclama una medida recíproca del gobierno.
Márquez habló frente a los periodistas al llegar al Palacio de las Convenciones, donde sesiona la mesa de diálogo. La delegación oficial entró al lugar sin hacer comentarios y el gobierno no tuvo reacción inmediata al anuncio rebelde.
Sin embargo, el jefe de la comitiva oficial, el ex vicepresidente Humberto de la Calle, dijo el domingo, poco antes de viajar a La Habana, que durante el diálogo “no habrá concesiones de carácter militar ni cese del fuego ni zonas desmilitarizadas.
“El cese del fuego en el pasado ha significado ventajas para la guerrilla, que no se pueden repetir”, agregó De la Calle, en aparente alusión a los tres años (1999-2002) en los que las FARC discutieron un posible acuerdo de paz con el gobierno del presidente Andrés Pastrana, sin resultados.
Las FARC dijeron que la decisión “es una muestra más de nuestra voluntad para generar un ambiente político propicio para el avance de las conversaciones, en aras de alcanzar el compromiso de acordar un verdadero tratado de paz que ponga fin al conflicto social y armado”.
La guerrilla reservó más de la mitad del comunicado de 30 líneas para criticar la política económica y social de Santos, en el tono en que lo hizo en Oslo, en octubre, al instalarse el diálogo.
La mesa sesionará durante diez días a partir de hoy, al cabo de los cuales habrá un receso y las partes convocarán a un nuevo ciclo de igual duración. Las delegaciones podrían dirigirse a la prensa, cada una por su cuenta, o bien darán a conocer comunicados conjuntos, según el nivel de avance.
Se espera que esta semana el mecanismo bilateral informe cómo será la participación de los grupos civiles que tienen iniciativas o peticiones sobre el proceso de paz y que se inicie la afluencia de propuestas.
Las delegaciones están integradas por un máximo de 30 personas, pero sólo 10 participarán en los debates. De éstos, cinco son los delegados plenipotenciarios.
El primer punto de discusión es el de “política de desarrollo agrario integral”, que se desglosa en esta forma:
1. Acceso y uso de la tierra, tierras improductivas, formalización de la propiedad, frontera agrícola y protección de zonas de reserva.
2. Programas de desarrollo con enfoque territorial;
3. Infraestructura y adecuación de tierras.
4. Desarrollo social (salud, educación, vivienda, erradicación de la pobreza.
5. Estímulo a la producción agropecuaria y a la economía solidaria y cooperativa, asistencia técnica, subsidios, crédito, generación de ingresos, mercadeo y formalización laboral.
6. Sistema de seguridad alimentaria
Empieza en La Habana diálogo con “sillas vacías”
La Habana, 19 de noviembre. El diálogo de paz entre la guerrilla más antigua del mundo y el gobierno de Colombia empieza con “sillas vacías”, como ocurrió en San Vicente del Caguán, hace 12 años.
Sin embargo, las causas son distintas. En la mesa principal en La Habana están ausentes, por la comitiva oficial, el general retirado Óscar Adolfo Naranjo Trujillo; por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Juvenal Ovidio Ricardo Palmera Pineda (Simón Trinidad).
Naranjo, de 56 años, controvertido ex director de la policía nacional colombiana, con larga hoja de servicios en contrainteligencia y operaciones contra el narcotráfico y la guerrilla, está en México, en su nueva tarea de asesor del entrante gobierno de Enrique Peña Nieto, y se espera que llegue el martes a La Habana.
Hijo de otro general que también dirigió la policía colombiana, Naranjo tendrá que dividir su apretado tiempo de los próximos meses entre las dos capitales.
Trinidad, de 62 años, hijo de una familia acomodada, economista con posgrado en Harvard, ex empleado bancario, militante del partido de izquierda Unión Patriótica y más tarde guerrillero y miembro de una jefatura regional de las FARC, cumple en Estados Unidos una sentencia de 60 años de prisión por el secuestro de tres estadunidenses.
El entonces presidente Álvaro Uribe autorizó su extradición en 2004. Las FARC nombraron a Trinidad como uno de sus cinco delegados plenipotenciarios, pero aún no se sabe cómo podría cumplir su misión.
En 1999 el que faltó al inicio del diálogo fue Pedro Antonio Marín (Manuel Marulanda o Tirofijo), fundador y líder máximo de las FARC hasta su muerte en 2008. La cita era en la “zona de despeje” del Caguán, territorio desmilitarizado y en tregua, de 42 mil kilómetros, en el sur de Colombia.
Marulanda dejó solo al presidente Andrés Pastrana. Alegó que no se había comprometido a asistir y que temía por su seguridad. El Caguán fracasó al cabo de tres años de discusiones.
Una década después, en La Habana, está listo el escenario para la llegada de las comitivas al Palacio de las Convenciones. Bajarán de los autos y recorrerán un pasillo de unos 20 metros hasta la puerta.
A los lados de ese corto camino al diálogo se agolpa la prensa, con cámaras y grabadoras. Los cubanos, expertos en la materia, mantienen a los reporteros a raya, detrás de unas líneas que marcan la frontera.
El primero que llega es Carlos Fernández de Cosío, diplomático cubano que representa a su país como garante en este proceso. Su presencia recuerda que es la cancillería, no el Partido Comunista de Cuba (PCC), quien se ocupa de esa tarea.
Durante el diálogo del Caguán, Cuba intentó convencer a Marulanda de que pactara con Pastrana, pero el jefe guerrillero creía que era inminente una invasión de Estados Unidos y se preparaba para una guerra “continental”. El enviado de la isla era José Arbesú, quien fue el principal operador del PCC en el hemisferio. Ahora está jubilado y el aparato que él dirigía está reducido a su mínima expresión.
Llegan al Palacio de las Convenciones los delegados del gobierno: el ex vicepresidente y constitucionalista Humberto de la Calle; el líder empresarial Luis Carlos Villegas; el general Jorge Enrique Mora, ex comandante del ejército nacional; el ex comisionado para la paz, Frank Pearl, y el actual titular del cargo, Sergio Jaramillo. Pasan de largo, serios, sin voltear apenas, sin hacer caso a los gritos de los reporteros.
Minutos después llegan las FARC. Vienen por delante Rodrigo Granda (Ricardo Téllez) y Luciano Marín Arango (Iván Márquez). Luego, los otros dos plenipotenciarios, Luis Alberto Albán (Marco León Calarcá) y Jesús Carvajalino (Andrés París). Atrás, más gente de la guerrilla.
Márquez, de guayabera blanca, llega al final del pasillo, frena de pronto y voltea. Busca las cámaras, mueve el índice derecho, como ubicando su punto focal, y saca unos papeles. Acaba de dar la señal de “arranquen”.
De un golpe desaparece la frontera de la prensa, que con tanta paciencia mantuvieron los cubanos durante más de una hora. Márquez queda cercado por una masa compacta de periodistas y agentes de seguridad, bajo un techo de cámaras y reflectores.
Tocada con una boina, observa el tumulto Tanja Nijmeijer (Alexandra Nariño), la holandesa que hizo su tesis universitaria sobre las FARC y hace diez años terminó enrolada con los rebeldes. Atrás de ella está Seusis Pausivas Hernández (Jesús Santrich), uno de los jefes militares, que quedó ciego por una enfermedad progresiva y camina auxiliado por dos muchachas de uniforme guerrillero.
Márquez termina la lectura. En el grupo que lo acompaña, alguien levanta una fotografía de cuerpo entero y a tamaño natural de Simón Trinidad, montada en cartón. Quizá la imagen haya ocupado la “silla vacía”. Los guerrilleros hacen un efímero acto de propaganda, lanzan vivas al delegado ausente y a su organización y siguen su camino, rumbo a las negociaciones
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