Más allá de los fundamentos básicos, de orden cromosómico, gonadal y genital, la sexualidad es, además, un fenómeno cultural y simbólico; y claro, en consecuencia, estético.
Los círculos más conservadores se niegan a reconocer los valores y derechos de la comunidad LGTBI debido a dos razones fundamentales. La primera razón es estética.
En efecto, la razón de los movimientos más conservadores consiste en no abrir los ojos para ver. Ante lo nuevo y lo diferente, cierran los ojos. Es decir, no ven, y por tanto, se dan a la tarea de explicar lo que ven con otras cosas que sus ojos: con prejuicios. Lo que ven lo ven con los ojos del pasado. La razón del conservatismo consiste, por tanto, en mirar el presente y el futuro con los ojos y los intereses del pasado. Esto es lo que cabe designar como una justificación de tipo estético, pues se niegan a las formas nuevas y diferentes, y la asunción, abierta o implícita, de “formas puras” y de “formas degeneradas” constituye la base para actitudes y acciones violentas; simbólica o físicamente.
El conservatismo es así, premoderno, pues la modernidad consiste exactamente en la total libertad de las formas. En toda la línea de la palabra. Si no, basta con mirar a la historia de la cultura y el arte, de la filosofía y la política, por ejemplo.
El rechazo a ultranza de la comunidad LGTBI por parte de los círculos más reaccionarios pasa, en primera instancia, por un encerramiento y proscripción de cualquier imagen, representación y forma de lo que implica alternatividad sexual, opción sexual, libertad sexual, en fin, incluso, diferencia sexual.
Pues más allá de los fundamentos básicos, de orden cromosómico, gonadal y genital, la sexualidad es, además, un fenómeno cultural y simbólico; y claro, en consecuencia, estético.
La complejidad de los seres humanos estriba justamente en el hecho de que no existe una comprensión única, reduccionista y lineal de lo que es ser un ser humano. La biología y la cultura se cruzan y se implican de modos que van cambiando con la historia. Así, esa complejidad se va enriqueciendo, y ganando en diversidad y variedad.
La segunda razón por la cual los círculos más retardatarios no son capaces de ver lo que implica la comunidad LGTBI en toda la extensión de la palabra, es política. Y la política, en su acepción primera no hace referencia a instituciones, normas, poderes o fuerzas. Sino al fenómeno mismo de la convivencia. En otras palabras, se trata de la física incapacidad para con–vivir en medio de la alteridad, la diferencia y la pluralidad.
En este sentido, los más conservadores se encierran en medios aislados o quisieran, igualmente, encerrar y circunscribir el universo físico y simbólico de la sexualidad vivida como un acontecimiento que no encaja en los pre–juicios fundados en el pasado. La política conservadora es siempre de exclusión. Literalmente, de cordones y corredores sanitarios.
Los conservadores de toda índole no se reducen a partidos políticos de tal o cual índole, sino, más radicalmente, consisten en estructuras de orden mental y cultural que les impiden ver el mundo en diferencia y como novedad.
Sencillamente, se trata de distinguir si se ve lo que se conoce o se conoce lo que se ve. Y ellos sólo ven —o pueden ver— aquello que ya conocen, que les es familiar, que logran explicar; en una palabra, aquello que controlan. Pues el conservatismo es, en toda la línea de la palabra, política de control y estética de manipulación.
Todo lo que se salga de este esquema entra en un mismo paquete, digamos: el de la anomia y la ausencia de valores, el de la anatematización y la violencia en sus distintas formas.
Una característica de la complejidad cultural de la historia de la humanidad consiste justamente en el reconocimiento explícito de que ésta puede ser entendida como un cono invertido que va ganando en información, en aprendizaje, en enriquecimiento. Que se van ampliando gradual, o bien abruptamente.
Pues bien, el conservatismo se funda en una negación de la historia como un proceso que se va enriqueciendo: enriqueciendo en problemas, enriqueciendo en perspectivas, enriqueciendo en aprendizajes de muy diversa índole. En una palabra, la historia misma, sin más, se convierte en una ciencia políticamente incorrecta. Tanto la historia del arte como la de la cultura, la historia de ciencias particulares como la historia misma de la inter, trans y multidisciplinariedad. Las numerosas y muy ricas historias locales, y la historia de las sociedades y los continentes.
Al fin y al cabo, la sexualidad es un descubrimiento muy reciente en la historia de la humanidad. Recordando siempre que la sexualidad no consiste exclusivamente ni se reduce a genitalidad, analidad y demás. Lo cual sería un motivo de aún mayor confusión y alarma para los más retardatarios de la sociedad.
Afortunadamente, una constante de la historia consiste en el hecho de que la cultura siempre va por delante, y el derecho y la normatividad siempre van a la zaga de los acontecimientos. Si en materia de idioma o lengua el pueblo es rey, asimismo, en materia de costumbres es también el pueblo quien es siempre rey.
Y las costumbres son un fenómeno que no se reducen a universalidad abstracta ni a normatividad fría, las cuales nada pueden frente a las dinámicas y procesos de orden al mismo tiempo individual y comunitario. Que, ulteriormente, pueden contribuir a transformar un orden social.
Como quiera que sea, la estética y la política se refuerzan positivamente una a la otra y se implican recíprocamente cuando se trata de entender las costumbres humanas, los usos, las vidas específicas de los seres humanos. Para lo cual, el piso primero es y será siempre el problema del convivio. Convivir, vivir juntos aunque no siempre unidos.
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