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¿Por qué el agro como personaje del año?

¿Por qué el agro como personaje del año?

El campesinado, en general, siempre ha ocupado los más rezagados lugares en la historia social económica y cultural colombiana. Ya va siendo hora de que aprendamos de la sabiduría campesina, de la indígena, y de la de los negros raizales.

 

Cada final de año surge alrededor del mundo, a escala mundial o nacional el tema del personaje del año. En torno a lo cual se elaboran consensos, se proponen mayorías, se justifican gustos u opiniones. Más allá de la vacuidad del tema, lo que esto significa es un balance, en términos de tiempo, acerca de las cosas buenas o malas que han acontecido. Para celebrar, por lo demás, la imperfección del calendario gregoriano que nos rige, impuesto por Gregorio XIII en el año de 1582, remplazando el calendario Juliano, de corte y origen romano, mediante bula papal. Gregorio XIII, asesorado por el jesuita Clavius.

Pues bien, mi personaje nacional del año es el sector agrario. Quisiera justificar las razones.

Como resultado al mismo tiempo de las negociaciones en La Habana, y las protestas organizadas del sector agrario —en las que participan campesinos, agricultores, la minga indígena, Dignidad Papera, y la propia Marcha Patriótica, entre otros—, por primera vez en muchos lustros; es más, en muchas décadas, el sector agrario puede aparecer abiertamente, sobre la mesa, a plena luz del día, como un tema y un problema de la mayor importancia. De importancia económica y medioambiental, de importancia social y política, en fin, de relevancia cultural y nutricional.

Colombia es uno de los muy pocos países del hemisferio occidental —y el único candidato (o futuro miembro) a la OCDE— que jamás realizó una reforma agraria. La cual es, en rigor, una demanda y un logro estrictamente liberales, ni siquiera izquierdista, en las condiciones de desarrollo y soberanía de una nación.

Los dos únicos presidentes que medio se atrevieron a proponer una reforma agraria tuvieron que retirarla, pues su cargo y casi su cabeza, fue puesta en cuestión por las fuerzas del establecimiento: Alfonso López Pumarejo (1934–1938, y 1942–1945) y Carlos Lleras Retrepo (1966–1970). Colombia entra al siglo XXI con una estructura social, económica y política sobre la tierra de corte estrictamente medieval. Como resultado de lo cual existe una profunda asimetría en políticas sociales, urbanas, agrícolas y agropecuarias, económicas y financieras en el país, cuando se las mira o se las contrasta con el sector agrícola.

Los alimentos que se consumen en Colombia son en más de un 70% importados, lo cual expresa el contrasentido del excesivo poder de las transnacionales alimentarias (Nestlé, Carrefour, Cargill, Monsanto, Syngenta, Del Monte, Bayer, Bombo, Coca–Cola, Danone, etc.) y la extrema miopía de los gobiernos nacionales con respecto a alimentar bien a la sociedad colombiana. Para no mencionar el hecho de que los colombianos no se saben alimentar en general, y que la cocina colombiana se encuentra muy lejos de ocupar un lugar destacado en la gastronomía mundial, a diferencia de la cocina peruana o mexicana, por ejemplo.

[Es un mal chiste mencionar que la creación de numerosos centros comerciales (“Malls”) en toda Colombia va estrechamente vinculada con puestos de comida rápida (“comida chatarra”). O también, que en ciudades como Cartagena, Bogotá y Medellín se encuentran restaurantes con precios semejantes a Roma, París o Nueva York].

Que el agro logre acaparar las miradas de cara a las negociaciones en torno a la paz puede significar la posibilidad de que haya un acuerdo nacional en torno a la soberanía alimentaria. Un tema de la mayor importancia social y cultural, y uno de los ejes de los Objetivos del Milenio: crear un futuro alimentario sostenible. Algo perfectamente revolucionario en un país en el que más del 40% de la población roza o se encuentra en la pobreza.

Los temas sobre tierras que se han puesto sobre la mesa de negociaciones en La Habana conciernen apenas a las tierras llanas y que llegan al pie de monte. Pero falta lo más difícil de todo: el manejo de la tierra por encima de los 1000 m.s.n.m., en un país con tres cordilleras que definen literalmente a la geografía agropecuaria en Colombia. Se hace necesario hacer explícitas las políticas agrarias para aquellas regiones elevadas, que son, además, las de mayor especificidad en biodiversidad en el país.

El campesinado, en general, siempre ha ocupado los más rezagados lugares en la historia social económica y cultural colombiana. Ya va siendo hora de que aprendamos de la sabiduría campesina, de la indígena, y de la de los negros raizales, auténticos baluartes de conocimiento, jamás escuchados ni plenamente vistos en la historia colombiana.

Si, como ha sucedido en este año 2013, el agro puede ser un tema y un problema nacional significa también que los problemas medioambientales y ecológicos pueden pasar al primer plano, y no como cenicientas de las políticas industriales, de comercio, energía y transportes, como ha sucedido desde siempre hasta la fecha. Colombia es el segundo país en megadiversidad en el mundo, y ello significa que la voz de quienes están más directamente vinculados con la geografía, los ríos, las montañas, las lomas y los mares pueden ser escuchadas, y aprender todos.

La urbanización en Colombia sucedió al costo de una enorme y sistemática violencia contra el campo. Que es una de las razones fundamentales de la creación del movimiento insurgente en Colombia. Como es sabido, durante mucho tiempo los gobiernos nacionales les dieron las montañas por cárcel a los guerrilleros colombianos, aislando geográfica, militar y económicamente a las ciudades del campo. Como consecuencia de lo cual los colombianos nacieron y crecieron sicóticos, esquizofrénicos; específicamente, los citadinos, creyendo que la realidad del país era la realidad de las ciudades; o de unos cuantos barrios más o menos privilegiados. Los grandes medios masivos de comunicación coadyuvaron, consciente o inconscientemente a esa esquizofrenia.

Pues bien, que el agro pueda convertirse en un protagonista principal de un país verdaderamente nacional significa también un principio de salud mental para la población colombiana. Un encuentro consigo misma, como son su pasado y sus posibilidades hacia futuro.

En un país de una inmensa biodiversidad, es inadmisible que la alimentación sea precaria para la gran mayoría de la población, lo cual puede implicar, adicionalmente, una revaluación acerca del papel que cumplen las grandes cadenas distribuidoras de alimentos. Los colombianos no solamente no comen lo que quieren; sino, peor aún, comen lo que no tienen ni producen.

En muchos años el agro jamás había acaparado sobre sí todos los focos. Por primera vez ha sucedido en este 2013 que termina. El mejor optimismo puede hacernos pensar que una vez que ha logrado acaparar todas las miradas, no debe dejar desplazar la atención hacia otras fuentes. Pero eso pasa, hay que decirlo, por la vehemencia, la organización y la protesta de los campesinos, indígenas, paperos y agricultores.

El año termina exactamente así: con el explícito reconocimiento de que las promesas del gobierno no se han cumplido. Y con el anuncio de nuevas movilizaciones para comienzos del 2014. En fin, en Colombia y en el mundo, los personajes del año llegan a serlo a partir de sus obras y acciones y no de su valor simbólico o de su carisma, o por efectos mediáticos. El sector agrario ha despertado de un largo letargo. Y son sus acciones las que lo convierten, contra los anuncios fáciles de prensa sobre otros candidatos, en el personaje del año en Colombia en el 2013.

Domingo, 15 Diciembre 2013 20:47

Información adicional

Autor/a: Carlos Eduardo Maldonado
País: Colombia
Región: Sur América
Fuente: Palmiguía

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