Se afirma que el mercado es el camino idóneo para ejercer la actividad económica porque allí cada uno remunera de acuerdo a su esfuerzo y a su productividad. De acuerdo con esto, cuando dos personas realizan una transacción transparente (sin trampas), mediada por un pago en dinero, están realizando un intercambio de valores equivalentes.
Esta visión ha sido criticada por las ciencias sociales cuando se trata del contrato laboral. Por un lado, el trabajador no puede negarse a la transacción porque de ello depende la reproducción de su vida y la de su familia. Por el otro, no es un intercambio entre equivalentes porque lo que recibe el trabajador como salario es una fracción del valor que genera con su trabajo. Hay quienes afirman que esto no es cierto, que al fin y al cabo se trata de un contrato en el mercado laboral, el cual debe funcionar de forma libre, sin las rigideces del código laboral. Este es un tema que ha sido tratado por la literatura respectiva.
Aquí lo que se quiere abordar es el caso del trabajador que vende directamente en el mercado el producto de su trabajo, como es la situación del vendedor ambulante, el mecánico automotriz, la costurera, el técnico en computadores. Se lo llama el trabajo por cuenta propia, y se afirma que su situación, como la de cualquier empresario, mejoraría si se capacita, asume riesgos y se vuelve un emprendedor. En otras palabras, si hace las acciones adecuadas para una buena inserción en el mercado.
Sin embargo aquí tampoco hay una relación de intercambio entre iguales, como no la hay en el contrato laboral. Se presenta una asimetría que esconde una distribución injusta y regresiva contra ese trabajador de la economía popular. Esto se ilustrará con un ejemplo.
Cuando un alto ejecutivo bancario en una noche de farra consume licores de alta gama en un bar de una zona exclusiva, la cuenta que paga al final es alta. ¿Que incluye ese valor?: El precio de los licores refleja el pago de un arriendo costoso (se trata de una zona exclusiva), los impuestos (en esas zonas no se puede consumir licor de contrabando), los salarios del personal de servicio que debe incluir la seguridad social, y por supuesto la ganancia extraordinaria que recibe el dueño por estar en un sitio de moda. Lo que paga el ejecutivo corresponde a una porción pequeña de su alto ingreso, el cual se genera con una jornada laboral normal (ocho horas diarias de lunes a viernes).
Sin embargo cuando después de beber el licor consume alimentos en la calle para calmar el hambre, esos alimentos son producidos por un vendedor ambulante, que debe arrastrar por un trayecto largo su carro con todos los insumos. Su jornada empieza en la mañana, cuando se abastece de los insumos, luego realiza las preparaciones previas, posteriormente se está toda la noche a intemperie esperando el cliente, y finalmente debe regresar a guardar su carro. Si la jornada empieza a las diez de la mañana y termina a las cuatro de la mañana del día siguiente, se trataría de una jornada de 16 horas.
¿Que muestra el ejemplo? Que el trabajo del ejecutivo y el del vendedor ambulante se valoran de forma diferente porque su posición en la jerarquía social es distinta. El intercambio mercantil entre ambos no es equivalente. Esa pizza que para el vendedor puede significar un trabajo de horas, para el ejecutivo comprador no equivale ni un segundo del suyo. Y si se habla de productividad el vendedor ambulante al menos fabrica pizzas, mientras que el ejecutivo maneja relaciones públicas para que los clientes del establecimiento financiero y a los dueños del mismo puedan extraer rentas financieras que son la expresión del trabajo social que se genera en otra parte. Más allá de intercambios de equivalentes lo que está detrás es una jerarquía social, y conforme a ella una valoración diferente del trabajo, y una distribución desigual del excedente económico.
De tal forma que no pueden reducirse los intercambios mercantiles a una mera relación cuantitativa. No sólo se trata que el trabajo de cada uno tiene una valoración distinta, sino que en el caso de la economía popular hay dos características adicionales que deben ser tenidas en cuenta. La primera, que en la economía popular se carece de derechos sociales pero al mismo tiempo no se paga impuestos directos por la actividad económica. Se trata de una población que está excluida del contrato social sobre el cual se construye la ciudadanía. Su actividad económica se mueve en el terreno de la ilegalidad (que no es lo mismo que la criminalidad). Ilegalidad porque no se pagan impuestos, no se tiene registro mercantil, ni contabilidad auditada, ni derechos de propiedad definidos y debidamente registrados.
La segunda característica de la economía popular consiste en que en general su actividad económica se hace en el seno del hogar. La consuencia no sólo consiste en la introducción de relaciones mercantiles en el seno de la familia, sino que se va borrando la separación entre el mundo privado que se da en el seno de la familia, y la esfera pública donde se realiza el trabajo mercantil.
Se genera una tensión en el seno de la familia entre su función de reproducción de la vida a través del afecto y el cuidado, y la reproducción de la vida a través de la inserción en el mercado, y el impacto que esto tiene sobre la familia está por estudiarse. En este campo hay una imbricación entre la economía doméstica (realizada desde los hogares, la famiempresa) y la economía popular.
Estas características hacen que la relación con el Estado tienda a moverse en terrenos de la justicia penal y los códigos de policía, el clientelismo político, y una relación inestable que oscila entre la negociación y la confrontación. Esa relación es distinta a la del trabajador estatutario cuya relación se mueve en los códigos de la legislación social (entre ellas un código laboral), los derechos sociales, y la negociación colectiva; o la del ciudadano que paga impuestos, es sujeto de derechos sociales, y participa en la discusión y definición de las políticas públicas, como es el caso del ejecutivo señalado atrás.
De manera que el mercado no es una relación entre iguales. Esto no es nuevo, pero siempre se olvida. Se vende la ilusión a los trabajadores de la economía popular que si se lanzan con todo su ánimo al mercado salvador serán emprendedores exitosos. Vana ilusión. Siempre serán maltratados por las asimetrías ocultas en la supuesta igualdad mercantil.
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