José Barros nació y murió en El Banco, municipio del departamento del Magdalena, y como buen representante de la “cultura ribereña” aportó a la construcción de la colombianía, en tanto que expresión nacional, pero cargada de un grado de universalidad en su poesía y música. Este año es de celebraciones en homenaje al maestro José Barros en los cien años de su nacimiento, suceso acaecido en el año 1915.
Hijo de un comerciante portugués, Joao María Do Barros Traveseido, y de madre banqueña, Eustasia Palomino, Barros se vio favorecido por esta simbiosis cultural desde sus primeros años, pues es muy probable que escuchara la música “fado” y los cantos nostálgicos y profundos que la caracterizan, lo que quiere decir que desde muy pequeño, el que terminaría forjado como un gran compositor, accedió a la visión mestiza de su entorno, sensibilizándose, no solamente en lo referente a la cultura ribereña sino ante una expresión más amplia y profunda de la cultura en general y de la música en particular.
Dicen que cuando sus padres murieron quedaron José y sus cuatro hermanos en una gran pobreza, y que él y su hermano, por allá en la década de 1930, salían con su guitarra a tocar en el puerto, en las plazas de mercado o debajo de los árboles, a los amigos de su papá, pero no interpretaban música de la región, sino rancheras, boleros, tangos y son cubano, pues la música caribeña tales como cumbias, porros y vallenato, era mal vista, considerada vulgar, mejor dicho “no era música para gente educada”. Así que en un primer momento José Barros no cantó ninguno de los aires del Caribe que después lo hicieran inmortal.
Esto es importante porque en ese entonces en la Región Caribe se conocían las rancheras provenientes de México, los boleros y el son cubano y los tangos argentinos, ritmo y elementos culturales foráneos que llegaron hasta nosotros tanto por el mar Caribe como por ríos como el Magdalena. Esas expresiones musicales, además, no solo se escucharon en ciudades y pueblos de la costa Caribe sino también en el interior del país, en regiones como Antioquia, la zona cafetera, el Tolima y Huila.
Estos toques, más sus andanzas en su región, lo acercaron a las bandas de pueblo y grupos de danzas como las conocidas “pilanderas” y grupos de tamboras y chandes en la navidad, y en cumbiambas o cumbiones. Esta es su vena ribereña.
Cuando el maestro José sale a otras partes del país, como a Barrancabermeja, Medellín y luego a Segovia, donde compone “La nena” y “El minero”:
Que será lo que busca el minero
En la oscuridad de la mina,
La muerte rápida o lenta
o su esperanza perdida
Aquí ya está procesando su capacidad poética y de composición musical, la misma que fue madurando en la medida en que fue conociendo otros países de la región y sus culturas; no es casual, por ello, que su primer tema grabado en Lima, Perú, fuese un tango: “Cantinero sirva tanda”.
Sorpresa en el altiplano
Cuando José Barros llegó a Bogotá en la década de 1950, encontró que allí estaban escuchando música del Caribe o como se dice popularmente “música costeña”. La ciudad estaba saliendo en las fiestas de solo bailar valses, pasillos y danzones, no porque sean ‘malos’ sino porque el país estaba cambiando y también su capital. La primera agrupación musical que puso a persignarse a más de un cachaco no fue la música llegada del litoral caribe sino la procedente del Tolima y de la misma ciudad capital: la rumba criolla interpretada por la orquesta de Emilio Sierra con piezas que aún hoy encuentran oídos receptivos, como “Que vivan los novios” o “Mañana nos casaremos”.
Lo que queda aquí plasmado es que, así como es acertado hablar del complejo de la depresión momposina y de la “cultura ribereña” de los ríos Sinú, San Jorge, Atrato, Cauca o Magdalena, igualmente es válido hacerlo con relación a cómo el rio Bogotá también marcó a las sabanas de Bogotá.
Porque no fue ningún grupo de la llamada costa el que popularizó aires del Caribe colombiano en Bogotá, sino un cantautor bogotano, Julio Torres, y su grupo “Los alegres del vallenato”, los que lo hicieron, pero aclimatándolo al interior, a la sabana de Bogotá, a la idiosincrasia capitalina.
Paradoja. Estando José Barros en Bogotá, es cuando comienza a componer música del Caribe colombiano, como aquella pieza que le abrió las puertas de la fama: “El gallo tuerto”:
Se murió mi gallo tuerto
qué será de la gallina
Cocoroyó, cantaba el gallo
cocoroyó, a la gallina.
En ese entonces, década de 1950, en la capital del país se escucha a Lucho Bermúdez, Guillermo Buitrago, Abel Antonio Villa, etcétera. Bogotá, que avanzaba raudo hacia todas las formas del capitalismo, también asumía todas las manifestaciones de la modernidad, lo que incluía escuchar y bailar ritmos diferentes a los del interior del país.
Sus primeras canciones las compuso e interpretó con los Trovadores de Barú y cantando Tito Cortes; el Trío Nacional, también le interpretaron Bobea y sus vallenatos. Su capacidad de componer diferentes ritmos tiene que ver, por lo menos, con cuatro factores: la capacidad de creación propia de los ‘costeños’, lo mismo que de esos pueblos es la capacidad imaginativa, casi que mágica. De su fibra son diversas canciones, verdaderas “fábulas caribeñas”, magia que no solo queda expresada en la música (la literatura también la recoge), su herencia del fado portugués que lo llevó a tener una visión amplia de la música, y lo que se dice de los músicos que también componen por encargo ciertas canciones debido a la moda.
También es de anotar que por ese entonces en regiones apartadas del centro del país, como esa de la depresión momposina, la lectura era un refugio al aislamiento, y por su conducto se “conocían” otras cosas del país y del mundo; José Barros fue buen lector, por ejemplo de Dostoievski y Tolstoi, tuvo una buena idea de Lenin.
A lo largo de su vida compuso más de 700 canciones, verdaderas poesías, y con trabajo musical igualmente admirable. El profesor Zumaque comenta que la obra de Barros “es moderna por la estructura musical, como sus giros melódicos y la disonancias atractivas”.
Compuso paseos: El viajero, La pilanderas, Momposina (otros dicen que es un porro); pasillos: Pesares, Divagando, Dos claveles; boleros: Carnaval, A orillas del mar, Busco tu recuerdo, desgraciadamente; valses: No te vayas, Tu sombra, Canta el corazón; tangos: Ingrato amor, Cantinero sirva tanda, Vivo entre la farra; rancheras: Corazón negro; cumbias: La Piragua, Navidad negra, El pescador; porros: El gallo tuerto, Palmira señorial, El tigre de Torrencilla; cumbiones: “El patuleco”, merengue: Paloma morena (otros dicen que es un currulao), Corazón atormentado, Juego infantil; chandes: “Juana Manzano”; puyas: Ají picante.
José Barros, atento a los avances del mundo y de la música, intentó medírsele a la influencia del rock, según comenta José Portaccio, en 1956 Barros se inventó el ritmo de “El boloking” que era una especie de mezcla del rocanrol y el merecumbé.
Veamos fragmentos de algunas letras de sus canciones para poder captar la poesía y la intensidad emocional del autor, y si a esto le agregamos el ritmo nos daremos cuenta de su inmensa capacidad poética y artística:
La piragua, considerada la mejor canción colombiana de todos los tiempos:
Me contaron los abuelos que hace tiempo
navegaba en el Cesar una piragua
Que partía del Banco viejo puerto
a las playas de amor en Chimichagua.
Era la piragua de Guillermo Cubillos
era la piragua, era la piragua.
El bolero, que fue considerado el himno de los despechados de América latina, Busco tu recuerdo:
Busco tu recuerdo dentro de mi pecho
de nuestro pasado que fue de alegría
Pero solo llegan a mis pensamientos
grandes amarguras para el alma mía.
El Pescador, tremendos versos de dulce realidad:
El pescador habla con la luna
el pescador habla con la playa
El pescador no tiene fortuna
Solo su atarraya.
Bueno, y algo de lunfardo, con Vivo entre la farra:
Me desprecian porque vivo entre la farra
sin amor, sin dinero, y sin hogar
Yo pregunto si es delito que mi alma
con licor mi tristeza quiera ahogar.
O, en fin el despecho latino, Corazón negro:
He venido a romper los amores
que una vez con cariño te di
Porque tengo un rencor en el alma
y no quiero saber más de ti.
O, Estas delirando:
Ya pasaron todas las quimeras
esas que me trajeron dolores
Y ahora con palabras salameras
bienes a mi vera en busca de amores.
La pasas delirando por un amor perdido.
José Barros no siempre fue escuchado, “La Piragua”, por ejemplo, la popularizaron “Los Black Star” en la década de 1970, llevándolo de nuevo a la popularidad después de años de no ser escuchado.
El tiempo pasa y muchas de sus canciones aún se escuchan, como sus cumbias, boleros y paseos. Sin duda, es válido escuchar su música, pues es poesía del rio, pero también goces de talla universal.
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