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El mundo de las lógicas no–clásicas

El mundo de las lógicas no–clásicas

Las lógicas no–clásicas, dicho de manera general, introducen otros mundos. Todo el trabajo en complejidad y en lógicas no–clásicas no es otro que mostrarle a gente que vive el mundo en el día a día que otros mundos son posibles, e incluso necesarios.

 

Las lógicas no–clásicas están conformadas por un grupo que incluye a la lógica modal, la lógica multimodal, la lógica de contrafácticos, la lógica libre, la lógica abductiva, la lógica de fibras, la lógica híbrida, la lógica deóntica, la lógica de la demostrabilidad, la lógica condicional, la lógica alética (o de la verdad), la lógica doxástica (o de la opinión), la lógica epistémica, la lógica dinámica, la lógica del tiempo, la lógica difusa, la lógica polivalente, la lógica cuántica, la lógica paraconsistente, la lógica de la interpretación, la lógica de probabilidades, entre otras. La lista aquí no pretende ser exhaustiva, pero se trata de un capítulo apasionante del conocimiento reciente y en continuo crecimiento y desarrollo.

De manera general, las lógicas no–clásicas niegan el principio de tercero excluido; o bien, no se preocupan por el principio de contradicción, no pretenden resolver las contradicciones a como de lugar (como es el caso, por ejemplo, de la llamada lógica dialéctica, de origen hegeliano o marxista); hay lógicas que son esencialmente relativistas, en el sentido preciso de la teoría de la relatividad de Einstein, y hay lógicas también —como la de contrafácticos—, que a fin de comprender mejor, y no por vía de inferencias directas, se dan a la tarea de negar los hechos mismos y considerar, en el mejor ejemplo de una variación imaginaria, qué habría sucedido si la negación de los hechos hubiera sido efectivamente real. Con ello, se trata de lógicas de mundos posibles y no ya únicamente del mundo real, ahí afuera/al frente. Hay lógicas que se ocupan de establecer si lo que sabemos del universo microscópico se corresponde o no con lo que sabemos del universo macroscópico. Esto, para las ciencias sociales, es fundamental, dado que la casi totalidad de los fenómenos de que se ocupan las ciencias sociales y humanas son esencialmente macroscópicos. A la fecha, las ciencias sociales prácticamente son ciegas, sordas y mudas ante el universo microscópico, que, para decirlo de manera genérica, es el universo cuántico (y subcuántico).

De la misma manera, hay lógicas no–clásicas que reconocen abiertamente el papel del tiempo y saben así que el tiempo altera el valor de verdad o de falsedad de una proposición o un enunciado. Esto es, que es imposible hacer ciencia al margen del tiempo o considerándolo, acaso, como una variable (más). Existen, asimismo, lógicas no–clásicas que admiten y trabajan con numerosos e incluso infinitos valores de verdad y no ya únicamente con un sistema dual o binario, como la lógica formal clásica. En este sentido, las verdades del mundo no se reducen a verdadero o falso, sino, por el contrario, abren el abanico a múltiples, incluso infinitos valores. Se trata de las lógicas polivalentes, las cuales ponen abiertamente de manifiesto que no existe una única verdad, sino que, por el contrario, y mucho mejor, existen siempre numerosas versiones de lo que sea “verdad”. En cualquier caso, es fundamental advertirlo, las lógicas polivalentes no son relativistas en el sentido de que cualquier verdad dé lo mismo (que otra(s)).

Al mismo tiempo, existen lógicas refinadas que admiten prácticamente cualquier variedad de valores entre la verdad total y el error total, y que sentaron las bases de toda la tecnología contemporánea; son la lógica difusa. Hay lógicas que son, absolutamente, el fundamento de todas las tecnologías de punta en cualquier plano que se quiera considerar, desde la cotidianeidad más inmediata hasta los más sofisticados aparatos utilizados solo por técnicos o científicos con la más alta y especializada educación. Hay lógicas que no le temen a las contradicciones y que no quieren resolverlas entonces a como de lugar, sino, por el contrario, que admiten y trabajan con vacíos lógicos. Hay lógicas, igualmente, que reconocen el cambio en cualquier modo y circunstancia, cuando acontece y trabajan de manera activa con el mismo; se trata de lógicas que, filosóficamente, pueden ser dichas como propiamente heraclíteas.

Hay lógicas no–clásicas que reconocen las cosas, el mundo, la naturaleza y la sociedad y admiten múltiples variaciones, grados y matices, los cuales se conocen técnicamente como “modos”; son la lógica modal y las lógicas multimodales, las cuales echan por la borda, por así decirlo, como se aprecia, una versión clásica, ortodoxa y oficial de la historia y el mundo, versión que sostiene que la cultura y la naturaleza admiten de un único modo de ser y existir o, a lo sumo, de unas pocas variantes, todas las cuales están en función de establecer lo que es, lo que hay, lo que acontece.

De manera significativa, hay lógicas no–clásicas que abiertamente reconocen lo importante de los contextos para establecer la verdad de un enunciado, como la lógica de la relevancia, de suerte que una proposición no es cierta en abstracto, sino con la mediación del contexto o el marco en el que, o bien surge el tema en consideración, o bien se trata el fenómeno en cuestión. Tanto, como decir que hay lógicas que abiertamente ponen en el foco la importancia y la particularidad misma del sujeto cognoscente. Mucho mejor aún, hay lógicas que admiten el reconocimiento explícito de que el decurso de los fenómenos es determinante en el modo de verdad o de falsedad de un enunciado, y ningún enunciado existe como tal al margen o por fuera de dichos devenires, avatares y dinámicas.

Estas y otras características pueden sintetizarse mediante los siguientes reconocimientos, que marcan un contraste absolutamente determinante con respecto a la lógica formal clásica y todo lo que alguna vez se consideró en la historia que era la lógica:

• No existe una única verdad lógica.

• Son posibles, lógicamente hablando, diversos mundos.

• La semántica de las lógicas no–clásicas es la semántica de mundos posibles.
• Existen diversos sistemas alternativos de notación.
• Son posibles múltiples sistemas deductivos, y multideductivos.
• Las lógicas no–clásicas son lógicas no–monotónicas.

Esto significa lo siguiente: el trabajo que hacemos en complejidad consiste en introducirle al mundo y la sociedad, a la naturaleza y al conocimiento aquello que ellos no tienen: posibilidades. Así, mientras que la semántica de la lógica formal clásica es la semántica del mundo real, o bien del mundo en general (überhaupt), las lógicas no–clásicas, en perfecta consonancia con el mejor espíritu de las ciencias de la complejidad, consisten en comprender que lo real es tan solo un modo de un universo más amplio que lo comprende y lo hace posible: el universo de lo posible. (Esta idea, traducida al mundo de la ética, la política y la cultura tiene consecuencias y alcances hermosos que jamás habían sido considerados en la historia de Occidente. Y con ello, al mismo tiempo, se trata de alcances y consecuencias explosivos, por así decirlo).

De manera significativa, las lógicas no–clásicas se caracterizan porque reconocen y admiten que nueva información puede alterar o modificar información o verdades previamente adquiridas. En contraste, la lógica formal clásica es, en rigor, una lógica que conduce directa e inmediata al fundamentalismo, uno de cuyos pilares es la idea y el citado de un mito fundacional. En otras palabras, las lógicas no–clásicas son lógicas de sistemas que aprenden y se adaptan, con el reconocimiento explícito de lo siguiente: en la naturaleza como en la sociedad, en la historia como en la cultura hay personas, organizaciones e incluso instituciones que no aprenden; no aprenden y no se adaptan. Se trata, literalmente, de sistemas que se han convertido en realidades físicas, no vivas, orgánicas. Estos se erigen en verdaderos obstáculos para el cambio —en el mundo o la naturaleza, en la sociedad o la cultura.

Ahora bien, reconocer que existen múltiples verdades, no una única verdad, en absoluto debe ser interpretado como una apología al relativismo. En otras palabras, reconocer que existen más de una verdad, no es equivalente a sostener que cualquier verdad de lo mismo. Como sabemos, un sistema complejo es esencialmente irreductible. O bien, para decirlo de manera lapidaria, no hemos perdido las verdades que alguna vez alcanzamos en la historia de la humanidad; además, hemos aprendido la incertidumbre, hemos aprendido la pluralidad de sistemas de verdad; en fin, hemos aprendido la complejidad del mundo y la naturaleza. En cualquier caso, es evidente que el mundo y la cultura están constituidos por sistemas que admiten, en numerosas ocasiones, más de una verdad. La literatura —en contraste con la lógica formal clásica y con la historia clásica de la filosofía, por ejemplo— sí sabe ya sobre esto hace tiempo. R. Akutagawa escribió en 1915 un cuento —incluido en una colección de otros cuentos: Rashomon, sobre el cual A. Kurosawa realizó en 1950 una película maravillosa—, que justamente pone de manifiesto la polivalencia de “verdad”. Se trata de cuatro versiones, igualmente razonables, igualmente coherentes, de una situación de vejamen contra una mujer. Otros ejemplos literarios o en poesía pueden mencionarse sin dificultad.

Gracias a las lógicas no–clásicas son posibles otros mundos —lógicamente hablando—. La manera más expedita de mostrar esto es mediante la gramática y el uso de modos gramaticales, así, como es sabido, existe el modo del indicativo. El modo del indicativo incluye tiempos como el pasado del indicativo, el futuro del indicativo, el pluscuamperfecto del indicativo y otros. Literalmente, el modo del indicativo se refiere al mundo y a las cosas que, literalmente, están ahí. Se trata del ser–a–la–mano, si se quiere, en el lenguaje de Heidegger. Filosóficamente dicho, el modo del indicativo se refiere al ser: el ser que es, que está ahí; y sociológica o políticamente, se trata, sin dudas, de las instituciones y del statu quo. Lo que está ahí y es imposible que no esté ahí. Es, sin más, el principium realitatis, con sus diversas expresiones y traducciones: en política como en el sexo, en economía y en los deportes, en religión o en sociología, entre varios otros.

Ello, no obstante, existen, al mismo tiempo, otros modos gramaticales, por ejemplo, el modo del condicional o el modo del subjuntivo, que lo que hacen es introducirle variaciones al modo del indicativo. En lugar de tratar con el mundo que está ahí, se le introducen condiciones que lo alteran sustancialmente: Y si… (tal o cual cosa – fuera o fuese el caso…).

Es decir, y si las cosas que son así y que están ahí, por ejemplo, fueran de otra manera; y si les sucediera que tal o cual cosa; si, incluso, no fuera el caso que fueran del modo como habitualmente se ha dicho que han sido y que son. Estas y otras consideraciones introducen otro(s) mundo(s) que no es/son congruente(s), matemáticamente hablando, con el mundo del modo del indicativo.

De la misma manera, existe el modo del subjuntivo —usualmente empleado en español, sobre todo por el gremio de los abogados y juristas—, el cual le introduce otra clase de modificaciones al mundo del modo del indicativo. Notablemente, el modo del subjuntivo trabaja con los escenarios en los que el lenguaje se expresa de la forma: “si X fuese el caso…”; “si Y estuviere…”, y así sucesivamente. El subjuntivo considera un mundo perfectamente distinto de aquel que se señala con el dedo sencillamente y que se da por dado. En otras palabras, el modo del indicativo se refiere al mundo y a la realidad que van de suyo, en tanto que los modos del condicional y del subjuntivo admiten otras posibilidades, otras probabilidades que las simplemente dadas como evidentes.

Culturalmente, digamos la mayoría de la gente vive —y siempre ha vivido— en el modo del indicativo. Pues bien, es justamente para ellos que, para decirlo en otras palabras, es preciso abrir otros mundos que el que ya conocen y aceptan como un hecho sin más. Las lógicas no–clásicas, dicho de manera general, introducen otros mundos. Todo el trabajo en complejidad y en lógicas no–clásicas no es otro, para decirlo lapidariamente, que mostrarle a gente que vive el mundo en el día a día que otros mundos son posibles, e incluso necesarios. No escapa a la mirada sensible una profunda carga cultural, epistemológica y política en esta idea. Pues bien, ello es posible gracias a las lógicas no–clásicas. Un panorama sugestivo.

Información adicional

Autor/a: Carlos Eduardo Maldonado
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Palmiguía

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