La alianza electoral entre Podemos e IU sucumbe ante un arrollador Partido Popular que consigue 14 diputados más que en las elecciones de diciembre pasado. Mientras la izquierda analiza su fracaso, el PP trata de convencer al Psoe de que le deje gobernar otros cuatro años. Si no hay acuerdo, habrá terceras elecciones.
Andrea y Laura, dos jóvenes madrileñas, llevaban varios meses esperando esa noche, que prometía ser mágica. Creían que nada sería igual a partir de ese momento, en el que sus ilusiones de cambio político se verían, por fin, recompensadas. El domingo 26 al atardecer se sentaron frente al televisor aguardando los resultados de las elecciones, las segundas en menos de seis meses. Creían que Unidos Podemos, la nueva coalición de izquierdas, tenía grandes posibilidades de hacer temblar al viejo sistema de este país. Así lo pronosticaban las encuestas y los medios de comunicación. Ellas, al igual que varios millones de personas, lo creyeron. Error. De-silusionante error.
Contra todos los sondeos y esperanzas, Unidos Podemos –candidatura formada por Podemos e Izquierda Unida (IU)– no fue capaz de superar al Partido Socialista Obrero Español (Psoe) en la pugna por el segundo puesto, lo que le habría servido para tratar de negociar un pacto de gobierno con los socialistas. Aun más lejos quedó el objetivo de “pisarle los talones” al derechista Partido Popular (PP) y tratar de pelear el voto a voto para convertirse en la primera fuerza política del país. Ni una cosa ni otra. En lugar de multiplicar –tal como se habían planteado los artífices de este acuerdo–, ni siquiera fueron capaces de sumar. “Es suficientemente constatable, con las cifras en la mano, que dos más dos han sumado menos”, resumió Iñigo Errejón, director de campaña de esta candidatura. Errejón apareció en los últimos meses como opuesto a Pablo Iglesias en la interna de Podemos, y partidario de una línea más moderada que la del líder del partido.
Si hay que hablar de ganadores, sólo ha habido uno: el PP del impresentable Mariano Rajoy, de la corrupción, de los recortes laborales, de los ataques a la libertad de expresión. Ese PP, a pesar de todo y de todos, consiguió aumentar su caudal respecto de las elecciones del 20 de diciembre: de 7.236.965 a 7.906.185 votos. Esa cifra se traduce en 137 escaños en el Congreso, frente a los 123 que había obtenido en la anterior cita electoral. Un incomprensible éxito, porque los “populares” crecieron incluso en las zonas en que se constataron más casos de corrupción en sus propias filas.
Esos sondeos…
¿Por qué se equivocaron absolutamente todas las encuestas? Durante algo más de un mes no había una que no señalara que Unidos Podemos conseguiría el sorpasso sobre el Psoe, lo que significaba entre otras cosas romper definitivamente el modelo bipartidista.
Incluso los sondeos a boca de urna otorgaban muy buenos números para la candidatura encabezada por Iglesias, a quien sus seguidores empezaban a ver en La Moncloa, dirigiendo un gobierno de coalición junto al Psoe. Nada más lejos de la realidad: la unión de Podemos e IU sumó 5.049.734 votos, lo que se plasmó en 71 diputados, mientras que los socialistas tuvieron 5.424.709 papeletas, y 85 legisladores. En diciembre, cuando Podemos e IU se habían presentado por separado, Podemos había tenido 5.189.333 votos y 69 diputados, mientras que IU había tenido 923.105 sufragios, con dos diputados. La suma en escaños es la misma, pero el apoyo en votos muy inferior.
Según coincidieron en señalar esta misma semana los responsables de Gad3 y Sigma Dos –dos de las encuestadoras más criticadas–, la culpa la tuvieron cerca de un millón de hipotéticos votantes de Unidos Podemos que al final, cuando llegó la hora de la verdad, se quedaron en casa. De hecho, la abstención alcanzó niveles históricos: 30,16 por ciento. “Si metiéramos ese millón de votos en la urna, el resto de partidos encaja”, se defendía Narciso Michavila, director de Gad3.
“Nos falta calle”
De ser esto cierto, habría que buscar respuesta para otra de las grandes cuestiones que plantearon los resultados: por qué Unidos Podemos no fue capaz de ilusionar y movilizar a tanta gente como se presumía. A falta de una lectura “oficial”, de momento han sido algunos de sus referentes los encargados de buscar respuestas a este enigma. Uno de los más duros ha sido Juan Carlos Monedero, ex número 3 de Podemos y cofundador de ese partido. “Una vez más Podemos ha sido rehén del infantilismo y se ha creído las encuestas. Sólo porque las encuestas decían lo que quería oír. Cosas de juventud”, escribió en su blog. A su juicio, “no basta adaptarse a lo que la gente quiere para ganar unas elecciones. Eso te hace parecer en exceso táctico, limando constantemente las aristas, negándote a ti mismo a cada instante, y, al tiempo, generando confusión sobre lo que realmente piensas”. Si bien defendió la continuidad de la alianza con IU, Monedero también se atrevió a cuestionar algunas características de ese sector de la izquierda española, en el que se encuentra el Partido Comunista. Para este profesor de ciencia política de la Universidad Complutense, IU “insiste en demasía con lo que fue, sus símbolos, palabras, análisis, referencias, lemas, banderas, historia. Un mundo del trabajo que ya no existe. Y una gloria que fue derrotada”.
En cuanto a los errores propios de Podemos, Monedero consideró que esta formación “se ha mimetizado” con los demás partidos en aspectos tales como “la estricta presencia parlamentaria” y “la falta de originalidad en la organización interna”. También sostuvo que a este partido “le falta calle”. “Le falta movilización popular, identificarse en los problemas sociales, estar con las protestas laborales, discutir más con los sindicatos, con los estudiantes, con los dependientes, con las mareas, con los autónomos, con los damnificados de las multinacionales”, precisó. “A Podemos –continuó– le hace falta menos ser brillante en la televisión –ya lo es de sobra– y más ser útil para la gente en la calle”.
Estos comentarios fueron relativizados por Iglesias, actual secretario general de Podemos. “Los análisis no se hacen en caliente”, afirmó el ya ex candidato a presidente. En esa línea, defendió el pacto con IU, e incluso no descartó que esa alianza continúe en el futuro. “Actuamos correctamente con Izquierda Unida; a lo mejor si no lo hubiéramos hecho, el resultado hubiera sido peor”, afirmó en una entrevista ofrecida al canal de televisión La Sexta. En efecto, algunos análisis indican que su partido habría sufrido un golpe aun mayor si no hubiese acudido a las urnas junto a IU. Ese escenario ya había sido pronosticado hace aproximadamente tres meses, cuando empezaban a perfilarse las nuevas elecciones por la falta de acuerdos entre los partidos para conformar gobierno. Podemos, se dijo entonces, corría el riesgo de verse seriamente contagiado por el fracaso de la vieja dirigencia política. El anuncio de la coalición con IU sirvió para cambiar esos malos augurios. Al fin y al cabo, se trataba de la tantas veces reclamada “unidad” en el ámbito de “la izquierda a la izquierda”…
Alcanza con mirar el nuevo mapa político para comprobar que el azul del PP es incontestablemente mayoritario en casi todo el territorio español. De hecho, Unidos Podemos sólo consiguió ganar en Euskadi y Cataluña, dos territorios en los que ha conseguido desplazar a las formaciones nacionalistas.
¿Los motivos? Quizás el más claro sea que Podemos e IU respetan el derecho a decidir, algo totalmente novedoso en la política estatal. Si esas consultas ciudadanas se llevasen a cabo, ambas formaciones defenderían la permanencia de vascos y catalanes dentro de España, al tiempo que apostarían por un modelo territorial diferente al actual. Estos elementos chocan radicalmente con los discursos del PP y el Psoe, que se niegan tajantemente a cualquier tipo de referéndum que cuestione la sacralizada “unidad” de España.
Los resultados en Euskadi cobran aun mayor importancia debido a que en octubre próximo se celebrarán elecciones autonómicas, y Unidos Podemos –cuyos responsables vascos aún no han confirmado si concurrirán bajo esa alianza a los comicios– podría disputarle el poder al Partido Nacionalista Vasco. También resulta interesante el panorama abierto en Cataluña, donde en los próximos meses podrían celebrarse elecciones anticipadas debido a la falta de acuerdo entre los dos partidos que sostienen al presidente Carles Puigdemont a la hora de negociar los nuevos presupuestos autonómicos.
Las vías de Rajoy.
Esos escenarios locales se podrían ver alterados por lo que ocurra a nivel del Estado durante las próximas semanas. En primer lugar, falta saber qué pasará con Rajoy y sus planes para seguir en La Moncloa. El presidente en funciones ha salido fortalecido de las elecciones del domingo, pero eso no significa que cuente con los votos necesarios en el Congreso para revalidar su cargo de mandatario. Para ser investido por mayoría absoluta, el líder conservador necesitaría 176 diputados. De momento tiene garantizados los 134 del PP, a los que podrían sumarse los 32 de Ciudadanos, el partido que aspiraba a conquistar el voto de la derecha “desencantada” con Rajoy y que finalmente ha terminado como cuarta opción política, incluso con menos votos y escaños que en diciembre pasado –cuando logró ocho diputados más.
Si consiguiese acordar con la formación naranja –color que identifica a Ciudadanos y a su líder, el catalán Albert Rivera–, Rajoy aún necesitaría encontrar otras manos dispuestas a alzarse en la ceremonia de investidura. Según confirmaron fuentes del PP, la opción número 1 del presidente es la “gran coalición” con el Psoe, lo que significaría que el partido que lidera Pedro Sánchez aceptase formar parte del gobierno junto a la derecha, siguiendo el ejemplo de Alemania –donde la Unión Cristiana Democrática de Angela Merkel alcanzó un pacto con el Partido Socialdemócrata–. A ese pacto se sumaría también Ciudadanos, que en reiteradas ocasiones se mostró dispuesto a facilitar un “gran gobierno” con populares y socialistas.
Sin embargo, la plana mayor del Psoe descarta cualquier tipo de acuerdo que permita gobernar a Rajoy. Eso significa que no apoyarían un Ejecutivo en coalición, pero tampoco se abstendrían para permitir que el PP gobierne en minoría. Aún falta saber si estas posiciones serán ratificadas o no por el Comité Federal socialista, que se reu-nirá el sábado 9 en Madrid. Si Sánchez y su círculo más cercano cumplen con su palabra, todo indica que podría producirse un bloqueo político similar al vivido tras las elecciones del 20 de diciembre, con una España en la que ningún candidato tendría los respaldos suficientes para ser investido presidente.
Ante el posible alargamiento de la incertidumbre institucional, la unión de grandes empresarios españoles ya ha salido públicamente a pedir que se forme rápidamente un gobierno, es decir, de hecho, la continuidad de Rajoy. Por si alguien tenía alguna duda, la entidad apostó por un Ejecutivo que aplique “políticas que permitan consolidar la recuperación económica que ha iniciado España y dar una señal inequívoca de confianza y credibilidad a nuestros socios europeos”. De paso, advirtió que la salida de Reino Unido de la UE “ha abierto nuevas incertidumbres en el ámbito europeo e internacional”, por lo que pidió que no se produzca un nuevo bloqueo político en Madrid. Como si una cosa estuviese relacionada con la otra.
Al igual que los empresarios, Rajoy también presiona a los socialistas con el fantasma de las terceras elecciones para tratar de conseguir el apoyo –o al menos la abstención– de los liderados por Pedro Sánchez. Esa será una de las cartas que el presidente pondrá sobre la mesa en la negociación con el jefe socialista, al que intentará convencer de los perjuicios que acarrearía para los intereses del país –y del propio Psoe– una nueva legislatura fallida: el domingo los socialistas tuvieron su peor resultado histórico, aun más que el de diciembre. Si bien evitó el sorpasso de Unidos Podemos, Sánchez no está en condiciones de plantear grandes exigencias. En su horizonte sólo hay dos opciones: permite un gobierno del PP o agiliza la convocatoria a terceras elecciones.
En este contexto, el reloj constitucional volverá a ponerse en marcha el 19 de julio, con la constitución de las Cortes. A partir de entonces el rey Felipe VI iniciará la ronda de consultas con las máximas figuras de cada uno de los partidos con representación parlamentaria, con el objeto de conocer cuáles son sus posiciones en materia de pactos. Seguido, el monarca informará oficialmente si existe o no algún candidato dispuesto a acudir a una sesión de investidura. Rajoy ya ha dicho que esta vez sí acudirá al Congreso con la finalidad de que se vote su nombre, convencido de que antes logrará confeccionar un pacto que le permita seguir en el poder. Tendrá dos posibilidades: primero, deberá buscar una más que improbable mayoría absoluta.
Luego, a las 48 horas, podrá probar por la vía de la mayoría simple –más síes que noes–. Todo esto ocurriría a finales de julio. Si entonces no hay acuerdo, se abrirá un plazo de dos meses para tratar de destrabar la situación. Y si acabado ese plazo sigue todo igual, el rey se verá obligado a disolver el Congreso y convocar unas terceras elecciones. Hoy nadie quiere pronosticarlo.
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