El ex director de la CIA reunió apoyos en Chile, Paraguay, Perú y Colombia para la estrategia de sancionar al gobierno venezolano. Hoy se reúne el Grupo de Lima.
Mike Pompeo, secretario de Estado norteamericano, ex director de la CIA, estuvo ayer por la tarde en la ciudad colombiana de Cúcuta, frontera con Venezuela. Estuvo acompañado del presidente Iván Duque, el canciller Carlos Holmes, y la vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez. Recorrieron el centro de acopio de ayuda humanitaria, y el puente internacional Simón Bolívar, puntos que el 23 de febrero pasado habían sido centro de atención mediático-política cuando, según habían anunciado, ingresarían camiones con ayuda a Venezuela.
Pompeo y Duque brindaron una rueda de prensa conjunta luego de reunirse. “Los Estados Unidos continuarán utilizando toda vía económica y política a nuestra disposición, para ayudar a los venezolanos a través de sanciones, cancelaciones de visas, otros medios”, afirmó Pompeo, quien finalizó con esa jornada la gira que realizó entre el viernes y el domingo a Chile, Paraguay, Perú y finalmente Cúcuta, donde el punto principal en cada reunión fue Venezuela.
Duque, por su parte, se refirió al compromiso de mantener su apoyo para lograr la “defensa irrestricta de los principios democráticos en Venezuela”, resaltando la importancia de haber logrado el reconocimiento del enviado por el autoproclamado Juan Guaidó a la Organización de Estados Americanos, y la reunión del Grupo de Lima de hoy en Chile. “Estamos con ustedes para la derrota de la dictadura y recuperar la libertad”, finalizó.
Pompeo regresa así a Estados Unidos luego de su gira y reunión con los presidentes de cada uno de los países, en un contexto marcado por la necesidad de reordenar estrategias respecto a Venezuela, luego de una serie de acciones que no lograron su objetivo para forzar la salida de Nicolás Maduro. En simultáneo a su recorrido estuvo el de Elliot Abrams, encargado especial de norteamérica para Venezuela, quien fue a España y Portugal.
Los ejes principales abordados en cada caso y país fueron la necesidad de aumentar las sanciones tanto macroeconómicas –como el caso de Repsol que podría tomar medidas– así como sobre dirigentes del chavismo, la dimensión de la situación humanitaria, y el señalamiento de la dimensión geopolítica en la amenaza que representa Venezuela para EE.UU., a través de lo que señalan son sus alianzas con Rusia, Cuba, China e Irán.
La cuestión de la intervención militar estuvo presente de manera menos marcada. Pompeo y Abrams volvieron a ratificar que todas las opciones se encuentran sobre la mesa, aunque nuevamente no profundizaron al respecto en un contexto donde sus aliados, tanto del Grupo de Lima, como de la Unión Europea, han insistido en que toda resolución debe ser pacífica y democrática.
En ese marco de la gira de Pompeo también fueron abordados temas bilaterales con cada uno de los países, a la vez que una dimensión transversal que fue repetida en cada rueda de prensa: la amenaza que representan las inversiones chinas en el continente. El caso paradigmático fue en Chile, donde el secretario de Estado declaró que “cuando China hace negocios en lugares como América Latina, a menudo inyecta capital corrosivo en el torrente sanguíneo económico, dando vida a la corrupción y erosionando el buen gobierno”. A su vez amenazó con “tomar decisiones sobre donde ponemos nuestra información”, en caso de que el gobierno de Chile avance en una posible alianza con la empresa Huawei. Xu Bu, embajador de China en Chile, respondió: “El Sr. Mike Pompeo ha perdido la cabeza y ha llegado demasiado lejos”.
La tensión alrededor de ese punto ratificó el destiempo existente entre la dimensión política de los vínculos entre los gobiernos alineados a la estrategia norteamericana y la dimensión económica. No es la primera vez que esto queda evidenciado, forma parte de las tensiones que esta vez fueron parte de la agenda central en una etapa marcada por la disputa entre EE.UU. y China, que tiene el epicentro en la dimensión de la tecnología y la innovación.
La gira de Pompeo fue seguida con atención desde Venezuela, en días donde la agenda política tuvo dos tiempos. Por un lado, el chavismo recordó las jornadas de abril del 2002 cuando el golpe de Estado contra Hugo Chávez logró ser derrotado, para lo cual tuvieron lugar tres días de actividad de movilización, con el cierre el día 13 de abril con una gran demostración de fuerza de la Milicia Bolivariana, que, según anunció Nicolás Maduro, llegó a 2 millones 200 mil milicianos y milicianas.
La derecha por su parte mantuvo su agenda de actividades centradas en zonas de Caracas, y luego, el fin de semana, en el estado Zulia, frontera con Colombia. Allí Guaidó realizó recorridas, discursos, una movilización en la ciudad de Maracaibo, en una hoja de ruta que sigue sin proponer horizontes y objetivos que parezcan cerca de poder realizarse, lo que explica parte de las dificultades para no tener un decrecimiento de expectativas.
La reunión del Grupo de Lima de hoy tendrá lugar a más de un mes de la anterior. Allí se verán resultados de los acuerdos tomados en la gira de Pompeo, en particular en lo económico y lo diplomático. La hipótesis militar sigue fuera de agenda pública, aunque sí en los ámbitos privados: se supo que el pasado miércoles tuvo lugar una reunión organizada por el think tank Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés), en Washington, donde acudieron enviados de Guaidó en EE.UU., el ex jefe del Comando Sur, funcionarios y ex funcionarios del Departamento de Estado, de la Usaid, asesores de Donald Trump, entre otros, para abordar este tema.
Un mensaje disciplinador
Por Gustavo Veiga
Estados Unidos profundiza en estos días su ofensiva hacia los países de América Latina que no se disciplinan a su política. Su secretario de Estado Mike Pompeo culminó una gira por la región porque ve “una oportunidad de asociarnos con verdaderas democracias”. Ergo, aquellos gobiernos que se suman a la arremetida contra Nicolás Maduro como Chile, Paraguay, Perú y Colombia. Para este miércoles 17, en el 58º aniversario de la fracasada invasión a Cuba en Playa Girón, John Bolton, el asesor en seguridad nacional de Donald Trump, prometió anuncios injerencistas desde Miami. EE.UU. también sancionó el viernes pasado a cuatro empresas que trasladan el petróleo con que Venezuela abastece a la isla del Caribe. Steven Mnuchin, el secretario del Tesoro, lo informó en un comunicado. En el recrudecimiento de medidas cada vez más duras hasta la ligó el presidente de Bolivia, Evo Morales. El Senado norteamericano se pronunció el jueves por unanimidad contra la posible reelección del mandatario en octubre. Es muy factible que esta dinámica de intervención progrese. Estados Unidos siempre invocó cuestiones estratégicas para entrometerse en los asuntos internos de cada nación indócil.
En la primera escala de su viaje por América del Sur, Pompeo llenó de elogios al mandatario chileno: “Quiero aplaudir al presidente Piñera por ayudar a aislar al presidente Maduro y demostrar compasión por las personas inocentes que escapan de la crisis económica y humanitaria en su país”. De Santiago partió hacia Paraguay, no sin antes agradecerle al gobierno trasandino la creación del Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur). Un nuevo bloque regional de gobiernos de derecha que pretende presentarse como la contracara de la Unasur.
A su llegada a Asunción, el secretario de Estado declaró: “Hay que trabajar en equipo” en alusión a cómo hay que intervenir en Venezuela junto a los países aliados de EE.UU. Se reunió con el presidente Mario Abdo Benítez y definió una pretensión obvia, aunque la historia lo desmienta. “Paraguay y Estados Unidos son aliados estratégicos”, dijo. Lo real es que un funcionario de la jerarquía de Pompeo no viajaba a la tierra de Augusto Roa Bastos desde 1965. Pasaron 54 años. La gira continuó el sábado en Lima, donde el funcionario fue recibido por el presidente peruano Martín Vizcarra y finalizó ayer en Cúcuta, Colombia, ciudad fronteriza con Venezuela.
En su breve estadía en esta localidad convulsionada por la migración de venezolanos y que acumula toneladas de ayuda humanitaria, Pompeo hizo una recorrida junto al presidente colombiano Iván Duque, uno de sus principales aliados. Su presencia en el lugar sonó a una nueva provocación diplomática. Si a eso se pareció la visita del secretario de Estado en la frontera con Venezuela, el anuncio de que Bolton brindará un discurso en Miami pasado mañana –cuando se cumpla el 58º aniversario de la invasión a Cuba en 1961– es la reivindicación de un fracaso armamentista. “Encantado de anunciar que el 17 de abril me uniré a la Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos en Miami para dar un discurso sobre los importantes pasos que está dando el gobierno para afrontar amenazas a la seguridad relacionadas con Cuba, Venezuela y la crisis democrática en Nicaragua”, escribió en Twitter. Bolton definió en noviembre pasado a los tres países que mencionó como “la troika de la tiranía” o el “triángulo del terror”.
Estas expresiones de cowboy para todo servicio suelen relativizar el afán de lucro que buscan las corporaciones de EE.UU. Citado por Efe, John Kavulich, el presidente del Consejo Comercial y Económico EE.UU.-Cuba, considera que Bolton podría aprovechar su discurso para volver a incluir a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo para el Departamento de Estado, aunque ésa sería una atribución de Pompeo y no de este asesor presidencial. El empresario Kavulich es el mismo que en 2017 definió al expresidente Barack Obama como “el último de los salvavidas de la Revolución Cubana, porque ya no había más personalidades disponibles para salvar a Cuba”. Crítico del gobierno de La Habana, pero hombre de negocios al fin, lo único que le interesa es que funcionarios como Bolton no dinamiten los pocos puentes que quedan tendidos entre los dos vecinos.
Resulta evidente que el gobierno de Trump quiere que se produzca un efecto dominó con Cuba y Venezuela. Si se endureciera aún más la ley Helms-Burton de marzo de 1996, como lo determina su título III –y que ha estado congelado por 21 años–, cualquier compañía que no sea de EE.UU y comercie con Cuba podría ser sometida a represalias si se valiera de bienes confiscados por la Revolución. A sus dueños incluso podría prohibírseles el ingreso a Estados Unidos. En otras palabras, se reforzaría el principio de extraterritorialidad a que son tan afectos en la Casa Blanca.
El presidente cubano, Miguel Díaz Canel, responsabilizó el sábado a Estados Unidos de haber hecho retroceder las “precarias” relaciones bilaterales “hasta el peor nivel” en 60 años. Lo hizo ante la Asamblea Nacional en La Habana, que también cuestionó de manera “total” lo que ya se descuenta. Una vuelta al pasado bajo las peores condiciones del bloqueo como se determina en el título III de la ley del ‘96. El parlamento cubano se pronunció así dos días después de que el Senado de EE.UU. le pidiera a Bolivia que Evo Morales evite su aspiración de ir por un cuarto mandato.
La Cámara Alta aprobó el jueves un proyecto de los legisladores del Partido Demócrata, Bob Menéndez y Dick Durbin y el republicano Ted Cruz bajo el argumento de que “Bolivia se encamina a una dirección muy peligrosa, alineándose con regímenes ilegítimos e ilegales, incluido el de Maduro en Venezuela”. La respuesta del vicepresidente boliviano, Alvaro García Linera, no demoró: “Estados Unidos es una potencia decadente en las que sus clases medias están siendo duramente golpeadas. Es un país que tiene problemas de pobreza, exclusión. Son problemas que tienen que ser resueltos por sus autoridades en vez de entrometerse en asuntos internos de otros países”.
El Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) habilitó a Morales para que se postulara a una tercera reelección en noviembre de 2017. Un referéndum celebrado el 21 de febrero de 2016 había arrojado un 51 % por la negativa a esa aspiración en votación muy cerrada. El Senado, uno de los poderes del Estado en EE.UU, se sintió con derecho a intervenir en los asuntos internos de Bolivia. Igual que lo hizo el secretario del Tesoro Mnuchin con relación a Venezuela: “el petróleo pertenece al pueblo venezolano, y no debería ser usado como una herramienta de negociación para respaldar dictadores y prolongar la opresión”, dijo el banquero que aplica las sanciones de Estados Unidos en un comunicado. Igual concepto que el aplicado en Irak y Libia.
La detención de Julian Assange en la embajada de Ecuador en Londres completó la escalada de ataques a países, gobiernos o personas que no se disciplinan al nuevo orden planetario. Sobre el fundador de WikiLeaks pesa un pedido de extradición de Washington porque lo considera una amenaza a su seguridad. Igual que Cuba, Maduro, Evo y ahora el activista australiano al que entregó de pies y manos el presidente ecuatoriano Lenín Moreno.
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