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Sometimiento y silencio: Crónica sobre el código de policía

Sometimiento y silencio:  Crónica sobre el código de policía

Es un día cualquiera, policivo como todos, ya tan común. Un día en el cual un ser humano termina pisoteado, avergonzado, denigrado, humillado, mortificado, vilipendiado y además golpeado por un proceder de la “autoridad” que viola sus derechos. Por un momento su vida no le fue propia. Uno de tantos casos en donde quienes deben garantizar el cumplimiento de “la ley y de la convivencia”, paradójicamente son los agresores de quién se les antoja y por la razón que mejor les convenga, amparados para ello en lo que entienden como súper poderes.

6:15 pm. El ambiente es el mismo de todos los días: igual de lleno en el sistema Transmilenio, un mar de gente tratando de embutirse a un bus que lo lleve hacia su destino. –“Manos arriba de la cabeza”, se escucha. Quien recibe la orden policiva no ha hecho nada, simplemente su cabello largo y enredado lo convierte en el sospechoso habitual entre el mar de gente que abarrota la estación. Un grupo de policías prácticamente como hienas buscan a quien violentar. La orden la recibe al momento de cruzar el torniquete, momento en el cual los “agentes del orden” buscan completar sus comparendos diarios y se lanzan sobre su víctima.

 

Sus voces de “autoridad” caen en cascada y no cesan: –“Deje las manos arriba…”. –“Voltéese y abra su maleta…”. –“Apúrese…”. –“Abra las piernas”. Luego de la esculcada y la manoseada, al terminar la requisa, le quitan una pipa. “Ya me tocó comprar otra” pensó, como la mayoría de consumidores en tal situación. Sin embargo, en su maleta por omisión cargaba una trilladora (para triturar cogollos), lo recordó en el momento exacto en el cual uno de los patrulleros decide requisar la maleta por segunda vez.

6:20 pm. El requerido, sometido a sospecha pública, para sorpresa de los policías tiene conocimiento del procedimiento legal que debe seguirse según el Código de Policía, en aplicación del artículo 13 de la Constitución Política. Sabe, por tanto, que lo que porta es un objeto que no debería incautarse pues no está establecido en el decreto 1801, por lo cual pide de manera respetuosa que desistan de incautarla. 6:22 pm. –”No me la quite, este objeto me ha costado dinero, no tiene ganja, revisen y la votan si no me creen, soy estudiante no un ladrón y usted no puede hacer esto”, dice el joven. Envalentonado y con actitud retadora el “agente del orden” responde: –“Usted podrá estar estudiando, yo también y le puedo hacer lo que yo quiera, váyase mejor”. Sin atender a esa voz de mando, el inculpado les da la razón y decide reclamar una orden de incautación, ante lo cual el policía al mando actúa con lo que entiende como el superpoder (el comparendo) y le pone una multa tipo 2 –equivalente a $213.700.

6:25 pm. Lo arrinconan en la entrada por donde personas en silla de ruedas y padres con sus coches ingresan a la estación. Ya estaba entre arrepentido y molesto, más bien frustrado, era objeto de una multa que pasaba sobre su derecho a la libre expresión, además de estar arrinconado como un delincuente pisoteaban sus argumentos. Quienes ejercen la “autoridad” no responden, solo intimidan, amenazan y violentan.

El ciudadano sigue allí tratando de rescatar sus cosas y la policía, para no escuchar, al tiempo que para demostrar quien tiene el poder, retoma la requisa del inculpado. De nuevo lo requisan de cabeza a piernas, y ahora encuentran unos tres gramos de ganja, que quien realizó la primera revisión por alguna extraña razón no había encontrado. Allí, de nuevo, es necesario para los agentes del “orden”, entre ellos una patrullera, revisar la maleta a fondo y mientras el joven discute con uno por el motivo del comparendo, otro misteriosamente encuentra una nueva bolsa hermética, también con ganja. El joven, sin creerlo, mientras recoge sus cosas tiradas al piso por uno de los uniformados sin ningún cuidado, es abordado una vez más por los seis patrulleros y requerido para entregar la cédula; bajo presión, entrega la licencia de conducir, un documento que es válido para identificarse, pero para los uniformados está negándose a identificarse debidamente y ahora lo amenazan con un nuevo comparendo.

6:30 pm. La única patrullera de los seis que lo intimidan, golpea al joven porque se sintió “irrespetada”. Segundos antes el joven les dio a entender que eran unos delincuentes uniformados (ladrones). 6:35 pm. El procedimiento de control y violencia toma nuevo rumbo; –“¿por qué me pega?” dice el agredido. –“¿Quién le pegó?, ¿dónde está la sangre?” responde la patrullera. Varios de los que se encontraban en el vagón de Transmilenio gritan ante los abusos de la policía, sin embargo no pasan de los reclamamos, pues aun teniendo la razón ninguno se arriesga a meterse ya que saben que podrían ser las futuras víctimas de abuso de autoridad.

6:40 pm. El estudiante, molesto con su agresora, cuestiona su labor y el resto de uniformados se van sobre él porque debía respetar a la dama que estaba con ellos, sin embargo, él no la había golpeado, simplemente reclama por haberle golpeado. Ordenan su traslado a una estación de policía en el Portal de la 80 donde se encuentra con un barrista detenido por el mismo “delito”: portar marihuana. Al final dejan ir al estudiante, no sin antes ponerle un nuevo comparendo por irrespeto a la autoridad.

 

Cada día trae sus sorpresas

 

9:30 am. Con tan sólo un día hábil para apelar el comparendo y dirigiéndose a la estación de policía de la localidad de Engativá, donde el policía le indicó debía dirigirse, el joven llega corriendo al punto indicado para exponer el caso. La voz del policía de turno es poco amistosa: –“déjeme ver los comparendos, no los han subido a la página y es que se equivocó de dependencia, esta es de Transmilenio, no es con nosotros”. El día apremia, no hay más tiempo que perder, la única opción que queda es acercarse a una “Casa de justicia” para hacer un curso “pedagógico” que le derogue la multa.

 

El curso

6:00 am. Se alista para salir y llegar a tiempo al primer curso, que había leído era a las 8:50 am. –“Buen día, quisiera saber…” no alcanza terminar de hablar cuando escucha –“Présteme la copia del comparendo”. El policía anota un número y le dice –“esté atento al llamado o le toca pedir un nuevo turno”.

Han transcurrido 4 días y máximo son 5 los días hábiles para hacer el curso, de lo contrario tendrá que pagar la multa en su totalidad. –“¡Turno 31!”, escucha. Se acerca al cuarto que servia de recepción, tienda y sala de espera al mismo tiempo. A su lado esperan aproximadamente 15 personas de pie, entre ellos una mujer con un bebe en brazos junto con su esposo notablemente cansado, dos venezolanos que tampoco se salvaron de recibir comparendos.

9:54 am. Empieza el curso. –“Buenos días. Los que vengan al curso pedagógico hagan una fila. Por favor bolsos abiertos”. Todas las personas entran al salón que tiene por nombre “mediación y conciliación”. Un promedio de 30 personas escuchan las instrucciones. Inicia el vídeo “Claves para ser un buen ciudadano”. Al fondo se empiezan a escuchar murmullos y algunas risas por lo que se ve en el vídeo. La escena de un joven atropellado por un Transmilenio hace que cesen las risas y en coro se escucha ‘ushhh’. El vídeo induce a la obediencia, incluso cuando se tiene la razón puesto que “hay procedimientos legales para interponer quejas y demandas”.

10:28 am. Al terminar el video entra una persona y pregunta –“¿Qué les dejó el vídeo?” y recomienda no hacer críticas, pues solo quiere escuchar lo “aprendido”. Un hombre levanta la mano y dice apresurado: –“debemos conocer la ley, es importante”. Otro dice: –“los policías también infringen la ley” y al mismo tiempo una mujer lo interrumpe para decir: –“yo no quiero llevar la contraria, así como no quería pelear con el policía, pero luego de que me dice que soy una negra y que por eso soy ladrona o venezolana, pues yo me tengo que ir contra él, me ofendió, y los cuatrocientos mil que debo pagar es por la educación que ese policía no recibió”. El instructor dice con premura, que legalmente ya sabe que hacer para tratar de buscar justicia sin morir en el intento.

10:35 am El instructor sigue con su cátedra y sostiene: –“contrario a lo que dicen muchos este código no es para reprimir, el código a nadie reprime. En todo lado hay reglas, y para la ciudad está este librito. Algunos que no han entendido el mensaje, esto (señala el libro) le evita malos comportamientos, y aunque creamos como individuos que algún comportamiento está bien ante la sociedad, la cultura y la ley, pues no lo está, no podemos pasar sobre el otro. De pronto muchos se sienten atropellados por los policías, pero pues aquí no vamos a solucionar eso, le explicamos solamente el por qué. Tenemos en nuestra cabeza la idea de que el policía es malo, pero a ¿quién no le gustaría tener al lado uno cuando nos están robando? Yo no soy policía pa’ que guarden las piedras, pero debo ser objetivo con mi tema y los policías deben hacer cumplir la ley, además si usted desafía a la policía ¿quién tiene las de ganar?”.

Tras cinco días de ires y venires, con rabias contenidas y silencios que ahogan, el curso fue superado y ahorrado un dinero con el cual el joven no cuenta. Meditabundo, camina hacia su casa, cargado de interrogantes que le deja este episodio.

Obedecer y no cuestionar

 

“Código nacional de policía y convivencia para vivir en paz”, es el título de la norma de normas que pretende el disciplinamiento de la sociedad a punta de multas y el otorgamiento de exceso de poder a los “agentes del orden” que desean una ciudadanía que obedezca y no cuestione nada. Ante esto cabe preguntarnos: ¿Qué tipo de ciudadano es el que sólo obedece? ¿Qué tipo de Estado es aquel que pretende regir sobre una población dócil, sometida, conforme con todo, impasible? ¿Será posible lograr la anhelada paz a partir de una norma que se coloca por sobre la realidad? ¿Cómo vivir en paz cuando quienes aplican la norma la interpretan como medio para darse poderes que no deberían tener? ¿Para dónde se enruta nuestro país, cuya dirigencia está convencida que la gente aprende a fuete? ¿Acaso este proceder no es lo conocido como autoritarismo?

Finalmente, para la policía la clave para ser un buen ciudadano es: obedecer y no cuestionar.

 

Información adicional

Autor/a: Julián Sandoval
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