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Elecciones Israel. Ganó Livni y se abre un abanico

Elecciones Israel.  Ganó Livni y se abre un abanico
La actual canciller y líder del partido de gobierno Kadima, Tzipi Livni, obtuvo el primer puesto de la contienda electoral que tuvo lugar ayer en Israel. De acuerdo con la encuesta difundida por el Canal 1 de televisión (estatal) al cierre de los comicios, anticipándose a los resultados oficiales finales, Livni obtendría 30 escaños parlamentarios, aventajando por dos mandatos al candidato del derechista Likud, Benjamin Netanyahu, quien conseguiría 28. Avigdor Lieberman cosecharía 14 representantes, con lo que su partido de extrema derecha, Israel Beiteinu, pasó a ocupar el tercer lugar del mapa político israelí. Por su parte, el Partido Laborista liderado por el actual ministro de Defensa, Ehud Barak, quedaría relegado a un cuarto puesto, con 13 escaños.
 
La victoria de Livni, sin embargo, no asegura que será la próxima primera ministra, dado que deberá formar una coalición gubernamental en condiciones desfavorables desde el punto de vista de la división entre los dos grandes bloques parlamentarios. El que encabeza su partido, de orientación centrista, suma una representación de 47 legisladores, mientras que el bloque contrincante, liderado por Netanyahu y los partidos de derecha y religiosos, reúne a 63 miembros de la Knesset (Parlamento). Tal balance de fuerzas convierte al partido Israel Beiteinu en una suerte de comodín clave e imprescindible para alcanzar la mayoría capaz de constituirse en gobierno (más de la mitad de los 120 integrantes del Parlamento).
 
Aunque se estima que el titular de esta tercera fuerza, Avigdor Lieberman, tenderá a ocupar un lugar destacado (que posiblemente comprenda el Ministerio de Defensa) en un gobierno conducido por Benjamin Netanyahu, no hay que descartar la posibilidad de que vire hacia una coalición comandada por Tzipi Livni. A esa opción se refirió la canciller el mismo día de las elecciones, cuando dijo que ella no descarta la incorporación de Israel Beiteinu en un gobierno bajo su liderazgo, aclarando que ese paso sería viable siempre y cuando Lieberman “acepte los lineamientos de Kadima y las normas vigentes en cuanto a las relaciones entre judíos y árabes en Israel”.
 
De tal manera, la flamante ganadora de los comicios ya comenzó a allanar el camino que la lleve a la cúpula estatal, muy poco viable sin el refuerzo del tercer partido, pero, al mismo tiempo, quiso distanciarse del contenido racista que caracteriza a Israel Beiteinu.
 
El partido de Lieberman, al que muchos ven como el gran victorioso del acto electoral, llegó al tercer lugar canalizando el miedo y el odio que muchos sectores sienten hacia los palestinos y dirigiéndolo contra la población árabe de Israel. “Sin lealtad no hay ciudadanía”, fue su lema de campaña electoral. Los adeptos a tal consigna no necesitan aclaraciones, pues creen que los “desleales” sólo pueden ser los ciudadanos árabes, que no se enrolan en el ejército ni se identifican con los “símbolos patrios” y, como si no bastara, se identifican con los palestinos de Gaza y Cisjordania (cuando son, en realidad, miembros de una misma comunidad étnico-nacional cuya dispersión geográfica y status políticos diferenciados son productos de las guerras de 1948 y 1967).
 
La otra vía que llevaría a Livni al cargo de premier, improbable pero no imposible, es la de intentar formar un gobierno de “unidad nacional” con el Likud. Ayer, a poco de conocerse los resultados, Livni le ofreció al líder del Likud que se sume a un hipotético gobierno liderado por Kadima. En tal caso, Netanyahu debería renunciar a su sueño de volver a ser premier o, por qué no, compartirlo con la titular de Kadima. Vale decir: ambos rotarían en el cargo al cabo de los dos años de gestión, como lo hicieron Yitzjak Shamir, entonces líder del Likud, y el laborista Shimon Peres a mediados de la década del ’80. Un escenario de esa índole sería factible en el caso de que Bibi Netanyahu no quisiera ser el premier exclusivo de un gobierno de extrema derecha, destinado a confrontar con el gobierno norteamericano de Barack Obama debido a su negativa a lograr algún tipo de estabilización del conflicto histórico con los palestinos. Si, en cambio, el dirigente derechista opta por un gobierno cuantitativamente amplio pero ideológicamente estrecho, en el que seguramente Lieberman sería ministro de Defensa, tarde o temprano Israel se vería anclada en el aislamiento internacional. Si la negativa a negociar con Siria la devolución de las alturas del Golán y con la Autoridad Palestina el futuro de Cisjordania y Jerusalén oriental no fueron simples promesas electorales, destinadas a parar el drenaje de votos hacia Israel Beiteinu, y se convertirán en parte integral de un programa de gobierno, su duración quedará seriamente comprometida en un contexto geopolítico en el que el conflicto del Medio Oriente ya no es funcional a la nueva elite que gobierna a la principal potencia global.
 
Si, pese a las adversidades políticas internas que deberá sortear, Livni lograra traducir su victoria electoral en el ascenso al poder, su discurso negociador está mucho más apto para sintonizar con la nueva agenda de Washington. Pero la canciller sabe que los aplausos y la buena acogida que concita en el exterior muchas veces contrastan con los tropiezos y tragos amargos que le depara la realidad local.
 
Por Sergio Rotbart
Desde Tel Aviv
 

Halcones

 
Fueron unos comicios donde se presentaron todas las derechas posibles: desde la ultraderecha de Benjamin Netanyahu, pasando por la variante racista de Avigdor Lieberman, hasta la centro-derecha de Tzipi Livni y un laborismo corrido a la derecha probélica encabezado por Ehud Barak. Ayer ganaba la opción más centrista.
 
Si se confirma la ventaja de Kadima (Livni) sobre el Likud (Netanyahu), la canciller la tendrá difícil para formar gobierno. A Kadima se le complica lograr una coalición a la vieja usanza (con el laborismo, Meretz y algún partido árabe) y podría tener que apelar al apoyo de Israel Beiteinu (Lieberman) o Likud para lograr las 61 bancas necesarias.
 
Para el analista Arie Kacowicz, lo más probable es que Lieberman quede afuera de una coalición y que se unan los dos partidos más grandes. “El partido Israel Beiteinu tiene una plataforma racista. No creo que Livni ni Netanyahu lo quieran en una alianza. Lo más lógico es que Kadima y el Likud formen un gobierno de unidad nacional.”
 
De las elecciones de ayer sobresalen dos datos: avanzó la derecha más racista y retrocedió el laborismo. Kacowicz, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, dijo que la invasión de Gaza fue determinante. “Está el factor de la guerra. El mensaje de Lieberman fue claro y no hipócrita. Es como cuando Le Pen le ganó la primera vuelta presidencial al socialismo en Francia. Además, Lieberman tiene un gran apoyo de los inmigrantes de origen ruso. Si Barak perdió votos fue porque su electorado se pasó a Livni para impedir que gane el Likud. Lo mismo sucedió con el partido de izquierda Meretz.”
 
Livni podría haberse proyectado como la Obama de Israel, es decir, una candidata que intentara romper con el pasado reciente a través de negociaciones cara a cara con los adversarios de Israel. Pero no. Ella fue un halcón más apoyando la última ofensiva en la Franja.
 
Algo parecido sucedió con Barak, que de negociador moderado en Camp David en el 2000 pasó a dirigir las tropas en la última operación contra Hamas. Una operación que comenzó el 27 de diciembre y culminó 23 días después con un saldo de 1400 muertos palestinos. La mano dura muestra su ineficacia y no resuelve los históricos conflictos de fondo con los palestinos.
 
La opinión pública israelí internalizó la idea de que su país (con Sharon) tuvo un gesto al sacar las colonias de la Franja en 2005 para aliviar la situación de los palestinos que viven allí, pero lo único que consiguieron es que Hamas use esa libertad para agredirlos con cohetes. Ahí se acabaron los gestos amistosos. Volvieron los bombardeos en la Franja, las razzias en Cisjordania, donde también se aceleró la construcción de colonias. La paz no llega. Vuelan los halcones.
Por Mercedes López San Miguel
 

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