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No por un fin para la psicología marxista, sino por un principio

A veces cuesta dibujar horizontes que nos lleven a pensar más allá de nuestro horizonte capitalista que parece inquebrantable. Sin embargo, a veces es posible imaginar futuros en las letras de la tinta seca y desgastada del pasado. Hoy día es más importante que nunca recuperar alternativas, un destello de esperanza por el tragaluz de la historia. La psicología marxista (En concreto la aquí presentada pertenece a la Unión Soviética), a pesar de las dificultades a las que se vio enfrentada, como un materialismo mecanicista y donde se echa de menos la dialéctica predominante en la URSS  representa esa manera de repensar  una disciplina que ha sido acusada de complicidad con el sentido común de la clase dominante (a través de la psicologización por ejemplo). Muchos marxistas asumimos lo que dice Rosa: cuando alguien habla de moral, ciencia y democracia de forma general puede cometer el riesgo de hablar de la moral, la ciencia y la democracia de la clase dominante (Luxemburg, 2015).

Oposición a la psicología idealista

Llevar a cabo, como decía Marx, la crítica despiadada contra todo lo existente conlleva la identificación de la carcoma en las estructuras del capital. A veces hemos de asumir que son aquellos bloques de piedra impertérritos e incluso imperceptibles, por enormes que se nos muestran, donde el capital clava mejor sus garras, esto es, lo normal, lo natural y lo aceptable como enemigos de todo lo que es verdaderamente bueno. La psicología marxista de los primeros años de la URSS se construye en oposición a lo que se considera como la ciencia del sujeto natural y que ellos conciben como una psicología idealista. Tomando la crítica que hace Rubinstein a la psicología más allá de las fronteras de la URSS (Aunque también mordaz de puertas para adentro, sería injusto presentar toda la psicología como una argamasa indistinguible) él enarbola la existencia objetiva de lo psíquico en oposición a la psicología introspectiva, aquella que peca de encontrarse en los aledaños del idealismo, que crea una separación artificial de un mundo interno y que relegaba su objeto a este, también en oposición del conductismo al que señala un mecanicismo absoluto  reduciendo el mundo a lo externo y observable (Rubinstein, 2017).

Frente al dualismo de la época, Rubinstein asume la unidad de lo interno (psicológico) y lo externo (realidad). Y, a pesar de que hay un proceso de amnesia colectiva ante estos descubrimientos que sigue el hilo infecto de la época neoliberal, para Rubinstein lo psicológico es una construcción que se desarrolla de forma socio-histórica, la conciencia individual es imposible de dilucidar sin poner en valor la actividad y el contexto social, sin excluir el trabajo, concebido de la forma en que lo concibe Engels como proceso de transformación de la naturaleza en tanto que esta se da en el sujeto y en el objeto (Rubinstein, 2017).

Sin embargo, no podemos criticar por completo la psicología occidental sin entrar a debatir aquella que se encuentra dentro de las casas burguesas, aquel que convierte el hogar en una tragedia donde tu padre y tu madre pasarán de ser tenderos pequeño-burgueses a ser los mismísimos Layo y Yocasta, es decir, el coro: el freudismo. La crítica más mordaz a esta disciplina la realiza el psicólogo Valentín Nikolaevich Voloshinov en su texto ‘’El contenido de la conciencia como ideología’’. Voloshinov arguye que cualquier contenido en nuestras acciones conscientes es un contenido ideológico, no hay un límite fundamental entre el psiquismo y el contenido ideológico. Cualquier acción consciente se hilvana con un procesamiento ideológico (Voloshinov, 2017).  Para él nuestra conciencia  se forma de lo que podríamos llamar ‘’ideología conductual’’, la cual es más responsiva, excitable y más vivaz que una ideología formulada y oficial. Sin embargo tiene la misma relación con la base socioeconómica y el mismo tratamiento que cualquier superestructura ideológica en sentido estricto. Es, al mismo tiempo, donde se acumulan las contradicciones que hacen estallar una ideología ‘’oficial’’ (Es decir, un sistema ideológico formulado). Por eso para él los conflictos son ideológicos , no psíquicos, de manera que no solo son inaprensibles por la conciencia, sino que se escapan al individuo mismo. Para él parte de esta fuerza y expresión ideológica de los conflictos tratados en el psicoanálisis se basa en el sistema verbal y de representaciones del sufrimiento, bajo lo que se esconde diversas tendencias y corrientes ideológicas que forman esa ‘’ideología conductual’’ (Voloshinov, 2017).

Lo acusa, al mismo tiempo, de enterrar las relaciones sociales en el deseo sexual propio del psicoanálisis. Reduce la clase a una categoría inesencial y solo da carta de valor a las relaciones potencialmente sexualizables. De esta manera el triunfo del Freudismo supondría una ideología conductual enroscada contra sí misma que desintegra toda ideología ‘’oficial’’. El establecimiento de un contexto de clase y valores sociales que opera sin problemas y es universalmente respetado. La trituradora del freudismo dejaría un mar de detritus apoyado sobre una única realidad objetiva: la sexualidad como criterio supremo de la realidad, un contexto en el que contrastan la obviedad y la evidencia de las pulsiones sexuales con la vaguedad y la incertidumbre de los valores ideológicos sociales. El psicoanálisis representa la despolitización y desocialización del sujeto y sus relaciones. Cuanto más desclasada esté una persona más vivamente siente su ‘’desnuda naturalidad’’, su ‘’esencia’’ (Voloshinov, 2017).

La concepción marxista de algunos elementos de la psicología.

Excavar los yacimientos del pasado a veces nos lleva a construir al lado de los gigantes de otro tiempo, apoyarnos en su belleza, muchos psicólogos soviéticos comprendieron esto y retornaban constantemente a Marx y Engels como recurso para impregnar del Marxismo sus análisis. Si hay alguien impregnado por aquellos viejos teóricos y sus líneas ese es Aleksandr Romanovich Luria, de la misma manera arropado en los clásicos se da cuenta de algo que resulta cada vez menos obvio: el marxismo es una herramienta privilegiada para la construcción de alternativas. Debían retornar a Engels a través del materialismo monista y la dialéctica. El materialismo monista tal y como lo define Luria quiere definir el mundo como uno solo, distanciado de la filosofía idealista que nos sugiere una falsa separación en el mundo, el dualismo recalcitrante de siempre (Cuerpo y alma son un buen ejemplo de ello). De esta manera el mundo es un sinfín de movimientos materiales en el que la vida interior del ser humano solo forma una pequeña parte de ellos. Se podría resumir en como para Marx y Engels la conciencia es una propiedad de la materia organizada que hunde sus raíces en la actividad humana y las influencias de las condiciones sociales de producción por entero (Rubinstein, 2017). Resulta importante, una vez distanciados del idealismo a través del materialismo monista, apartarnos de los cantos de sirena que se producen desde el materialismo más estático y metafísico, para eso el marxismo siempre ha contado con un fuerte aliado: el materialismo dialéctico. Luria cree esencial aplicar el movimiento del materialismo dialéctico a nuestra interpretación del mundo: ver las condiciones materiales como algo que se transforma de manera constante y que se encuentra en un movimiento incesante a pesar de las rupturas y discontinuidades. Aquí es donde el marxismo resulta también de una necesidad acuciante, el aporte de dinamismo que permita repensar al sujeto y sus relaciones sociales como algo en constante cambio mutuo (Luria, 2017). El sujeto transforma la realidad mientras, en el mismo proceso, se transforma a sí mismo.

En estas reyertas con la psicología de aquella época surgen del choque de espadas pequeñas chispas que perfilan también algunos de los conceptos más importantes para la psicología marxista soviética y es Aleksei Nikolaevich Leontiev quien para mí define mejor algunos de ellos. Viendo como el método introspectivo se desmorona por los cuatro costados a la hora de plantearse su forma de construir la psicología y una interpretación del humano toma casi por entero el significado que Marx le da a la conciencia. Marx invierte el modo idealista de hacer psicología en su fórmula “No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia” (Marx, 2013)  y que repite en la ideología alemana “No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia” (Marx, 2014). De la misma manera asume como L.S. Vygotsky que cualquier herramienta psicológica es en primera instancia una herramienta social (Vygotsky, 2012).

Sin embargo no existiría necesariamente la conciencia para este psicólogo sin la impronta que la actividad deja la actividad, tomemos la fórmula de Marx: En su desasosegante camino la actividad laboral, el trabajo, deja su sello en el producto. Se realiza un camino que lleva desde la actividad a la sublimación de esta en lo que podríamos llamar la propiedad en reposo. Tomándolo en palabras del propio Leontiev: es un proceso de encarnación del contenido objetivo de la actividad, ahora se presenta al sujeto en su forma de objeto percibido (Leontiev, 2017). Es este un proceso parecido al que se opera con la conciencia que se crea a través de la actividad. Para este psicólogo la conciencia solo funciona a modo de correa transmisora y en la función de ‘’refuerzo/no refuerzo’’.

Y, siendo realmente esta una forma de describir la teoría marxista de Leontiev que abraza y explica en gran medida tres elementos muy presentes en la psicología soviética de manera muy interesante (A pesar de estar o no de acuerdo con él), la linealidad del guión nos lleva a hablar de la personalidad como concepto marxista dentro del paradigma de la psicología. Nuestro método requiere no pensar en ese saco roto donde todo entra como sale hacia el vacío más estéril en cuanto a la forma de analizar al sujeto, es decir, requiere no pensar en un mundo separado y esencialista. Construir barreras artificiales es, en realidad, una forma muy capitalista de concebir la naturaleza del ser humano: el capitalismo (Y posteriormente el neoliberalismo) se han relacionado con cualquier tipo de naturaleza tratando de subyugarla, dominarla y controlarla, quizá es eso lo que subyace a la concepción de la personalidad y la naturaleza humana como un archivador compartimentado, como una figura puramente artificial que resulta perfectamente aprehensible para la racionalidad capitalista. Es quizá menos productivo asumir, como asume Leontiev, que el ser humano, aplicando aquello de la dialéctica que párrafos más arriba hablábamos, es fruto del automovimiento, de relaciones motrices por cuanto sus premisas resultan transformándose en él mismo. Esto implica el factor histórico-social de la personalidad, del que deducimos que la personalidad surge en sociedad y la persona entra en la historia y que solo se convierte en persona (Sujeto) en el seno de las relaciones sociales. Según Dobrinin la especificidad del hombre consiste precisamente en que su actividad y voluntad le permiten no solo adaptarse a las condiciones de la vida, sino influir en ellas (Bozhovich, 2017). Tomando a Leontiev de nuevo: ‘’Dicho de otro modo, a diferencia del individuo, la personalidad del hombre no es algo preexistente en ningún sentido con respecto a su actividad.’’ (Leontiev, 2017).

Pero Rubinstein va más allá y plantea que la psicología solo es una ciencia natural en la forma en la que estudia la naturaleza del sujeto, es decir, la psicología cobra capital importancia en su estudio del humano. Pero lanza una advertencia de capital importancia: la ciencia psicológica es ante todo una ciencia histórica, pues la naturaleza humana es ante todo un producto histórico. (Rubinstein, 2017).

Si es que hay algo así como un final y no un horizonte

El valor que representan es que son un inicio en el que acudir al conocimiento enterrado en el olvido de la historia que nos hace ver que hay huecos en la vieja tumba de la transformación de las cárceles que nos ofrece el neoliberalismo. Salir del cenagal del realismo capitalista a veces resulta complicado e incluso implica darse cuenta de que cuando salimos  del peor estercolero salimos llenos de su barro hasta las orejas. Es por eso quizás que nunca se ha llegado a desarrollar lo que L.S. Vygotsky plantea en ‘’el sentido histórico de la crisis de la psicología’’: nadie ha desarrollado el ‘’Capital’’ que pueda dar un sentido marxista a la psicología (Vygotsky, 2013). La idea es que librar una batalla contra el capitalismo es plantearnos una transformación radical que limpie de su mugre todas las relaciones humanas. Por eso es tan importante repensar también la psicología, replantear nuestra concepción del sujeto es de acuciante necesidad transformadora en un horizonte de interdependencia. La historia debe servir como acicate para empezar a pensar el futuro, no en nombre de un pasado añorado, sino en nombre del más profundo presente. Para plantear un comienzo a veces es necesario echar la vista atrás. Mi intención es, a fin de cuentas, abrir esa curiosidad que no cree en los fines, sino en los horizontes.

23 agosto 2022

Referencias

Luxemburgo, R. (2015). Reforma o revolución. Ediciones Akal.

Marx, K., Engels, F., & Roces, W. (2015). La ideología alemana (Cuestiones de antagonismo no 81) (1.a ed.). Ediciones Akal, S.A.

Marx, K., & Llorente, R. F. (2013). Manuscritos de economía y filosofía (1.a ed.). Alianza. Universitario.

Vygotsky, L.S. (2012). El Desarrollo de los Procesos Psicológicos Superiores, Ed. Austral.

Vygotsky (2013). Obras Escogidas I, Machado Grupo de Distribución S.L.

VVAA (2017) Marxismo, psicología y psicoanálisis, Paradiso Editores.

Información adicional

Autor/a: Alberto Cordero
País: URSS
Región: Euroasia
Fuente: Viento Sur

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