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La ley como vida -Una mirada a Carta a los Romanos.

Hace 5.000 años en El libro de los muertos de Egipto, Osiris juzgaba a los muertos preguntándoles ¿qué has hecho de bueno?, uno de los muertos interrogados sorteando el obstáculo del juicio declaró, “He dado de comer al hambriento, de beber al sediento, he dado un vestido al desnudo y una barca en el Nilo al peregrino”.

 

En este sentido, el muerto fue declarado libre de pecado, porque ha actuado justamente, siendo calificado de justo.

 

Visto desde las Epístolas de Romano 2:13 “No basta conocer la ley para ser justo (diakaioi)ante Dios, hay que obrar la ley para estar justificados (diaiothesontai).

 

En la antigüedad, desde los tiempos egipcios-griegos, en la ley romana y la torah judía, el sentido de la ley fue el criterio tenido por todos como vigente para la justificación del agente y su praxis que gobierna como imperativo fundamental para vivos o muertos que en palabras de Enrique Dussel en términos prácticos tiene la función“, de dar conciencia del pecado (Epigniosis) o en otras palabras la ley determina un limite o marco a la voluntad, juzgando lo que es justo de lo que es perverso”.

 

Pero para Enrique Dussel en su interpretación hermenéutica de “Carta a los Romanos” de Pablo de Tarso, puede haber un momento en que la ley puede fetichizarse y volverse en el juguete preferido en manos de fundamentalistas o corruptos, entonces se corrompe y entra (la ley) en contradicción consigo misma y pierde legitimidad en medio de la legalidad. Pierde legitimidad cuando se vuelve el fundamento único y ultimo de la justificación y se coloca por encima de las vicisitudes de la vida misma.

 

En este sentido, Dussel apoyándose en la obra “El grito del sujeto“ de Hinkelamert, quien se refiere al Evangelio de San Juan, muestra que Joshua ben Josef (Jesús), sanó a un ciego en sábado (día en que según la ley judía no podía realizarse ninguna obra) por lo que fue reprendido por los observadores de la ley. Aquí la situación es clara en relación a la ley y la vida: Jesús transgredió la ley para sanar a un enfermo y los que se opusieron a ese acto lo hicieron a nombre del cumplimiento de la ley, ante lo cual Jesús se opone reprochando el pecado –de no ayudar al prójimo– a aquellos que están exigiendo el cumplimiento de la ley.

 

En su interpretación, Dussel muestra que para el fundador del cristianismo la nueva categoría a tenerse en cuenta en adelante por parte de la ley, es la vida como fundamento último.

 

Esto que significa su inversión es lo que critican tanto Jesús como Pablo de Tarso. Este último muestra su ambigüedad al decir “Yo no sabia qué era el deseo, hasta que la ley me dijo: no desearás. Entonces el pecado tomado como fundamento el mandamiento provoco en mi toda clase de deseos“ (Romano 7:7-8).

 

La ambigüedad de la ley lleva a que esta se vuelva represiva. Freud, a principios del siglo XX, también se dio cuenta de eso al observar como en las escuelas de Viena a niños y niñas no se les permitía tener ciertos tipos de juegos, que no se abrazaran y cogieran mucho de las manos, que no entraran juntos al baño… etc., mientras tanto la ley decía que la sexualidad infantil no existía, entonces escribió “Tres ensayos sobre la sexualidad“, en uno de sus apartes dijo “La ley prohíbe, lo que previamente declara que no existe”.

 

En este entendido, dicho coloquialmente, la ley está llena de “micos”, de “leguleyadas” o de jugaditas. Sócrates murió bajo la ley injustamente, pero se le atribuyó a los jueces la mala interpretación de la misma, igualmente Jesús murió bajo la ley, pero en cambio se le atribuyó a la ley en sí la causa de su muerte.

 

La justificación de un acto justo, de un acto bueno, no lo establece la ley necesariamente en su estatuto de legalidad. El caso del salario mínimo legal, por citar un ejemplo, no es justo cuando se constata que no alcanza para vivir bien como corresponde, a lo sumo alcanza para mal vivir. Pero eso es lo legal, aunque sea ilegitimo, es decir perverso.

 

Si le preguntáramos a un político o empresario, ¿cómo harían para vivir en estas condiciones siquiera un mes?, nos dirían al unisono ¡que es imposible, que no se puede!

Es hora que estos señores, en lugar de alabar a Jesús o a Pablo de Tarso, pasen a imitarlos.

Información adicional

Autor/a: Alonso Ramirez Campo
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Fuente: Alonso Ramirez Campo

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