El viernes 18 de septiembre se realizará el Acto Recordatorio del proceso de resistencia y presentación del informe de la Comisión de Asuntos Internacionales de la Comisión Legislativa sobre los 10 años de la FOL norteamericana en la Base de Manta, en el Teatro Prometeo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Con un patético simulacro de despedida, el pasado 20 julio, los militares estadounidenses organizaron en la Base de Manta un evento para dar a conocer su salida, cuando ya una semana antes habían terminado de retirar todos los implementos importantes de la base, incluyendo los equipos contra incendio.
En efecto, un pequeño avión de reconocimiento estadounidense se presentó para la ceremonia final: no fue el sofisticado E3 AWAC (Airborne Warning and Control System – sistema aerotransportado de detección y control), con el que se hacían labores de espionaje electrónico; ni se presentó el C5 Galaxi, que lo trajeron desde el inicio de las actividades de la Base de Manta para demostrar su capacidad de desplazamiento estratégico; tampoco estuvo el C17, más conocido como Globemaster III, que vino la semana pasada para llevarse los últimos equipos que tenían en la Base de Manta, menos aún presentaron al C130, el AC 130, o el AC 130A, o cualquiera de sus 31 versiones, con los que podían reabastecerse en vuelo, detectar blancos nocturnos, lo que se conoce como “alumbramiento de blancos”, y que estaban autorizados para operar desde Manta.
Como es la costumbre, dicen los estadounidenses, se formó un arco de agua para que el pequeño avión pase debajo; irónicamente este arco de agua fue hecho con equipos ecuatorianos, pues, como se dijo, los de ellos, ya se llevaron.
En esta despedida, los estadounidenses vuelven a insistir en que capturaron 1.758 toneladas de droga, pero vuelven a callarse el hecho de que estas capturas son el resultado de operativos coordinados por 11 países y con misiones de tres FOL; es decir, su eficacia se reduce a un promedio de 16 toneladas de capturas anuales por país, una cifra que resulta insignificante en relación a la tecnología utilizada. Nos preguntamos, ¿si no estaban capturando droga, qué estaban haciendo con toda esa tecnología?
También volvemos a insistir que en los informes de los funcionarios estadounidenses, aún no se dice cuántos juicios se iniciaron por la droga capturada, cuántas personas fueron detenidas, dónde están los juicios y dónde permanecen las personas detenidas. Hace falta esta información completa.
Por otra parte, fue patético escuchar al último comandante estadounidense de la FOL decir que un 42% de los equipos se quedan en la Base, incluyendo los edificios construidos, los escritorios y las computadoras. Analicemos lo que dejan.
El comandante Curtis dice que se quedan los edificios. Ni modo, tuvieron que dejar los edificios, tampoco es que se los podían llevar, peor aún los podían derrocar, no habría sido bien visto por la prensa ni por las élites mantenses que los apoyaron. Pero los estadounidenses son capaces de eso y mucho más; para muestra recordemos lo que paso en Baltra, entre 1942 y 1946.
En 1942, Ecuador cedió la Base de Baltra, en Galápagos, para que los militares estadounidenses construyeran una “base estratégica” para monitorear el Canal de Panamá y el tráfico marítimo en el Pacífico, durante la Segunda Guerra Mundial. Al igual que en Manta, ellos construyeron un aeropuerto y las instalaciones necesarias para la Base, incluyendo edificios. En 1945, el entonces presidente José María Velasco Ibarra les forzó a salir de Baltra, entonces los estadounidenses derrocaron los edificios que habían construido, enterraron los generadores de luz, lanzaron al mar los autos que utilizaban y no dejaron nada que pueda servir al pueblo ecuatoriano. En 1946 Velasco Ibarra entregó Baltra al Ejército del Ecuador en un solemne acto que reivindicaba la soberanía nacional sobre Galápagos. Las huellas de las edificaciones destruidas aún se pueden mirar en Baltra.
Grande sería la tentación de hacer lo mismo en Manta, pero aquí la prensa está muy cerca y, en un mundo en donde la información se da en tiempo real, sería un mal anuncio para el gobierno colombiano que los va a albergar en al menos tres bases militares, una de ellas es Palanquero, en el Magdalena Medio, en un fortín de los paramilitares, es decir, donde no hay organización social que los pueda fiscalizar. Ellos saben donde se van y por qué se van ahí: temen la vigilancia de la sociedad.
¿Entonces qué dejan en Manta?
Han donado los escritorios y computadores a varias instituciones que los apoyaron en Manta, los edificios lógicamente los dejan a la Fuerza Aérea del Ecuador, y pare de contar: no hay más. Los equipos contra incendios se los llevaron, las ayudas de aeronavegación también se las llevaron, y no se diga los equipos electrónicos. Pero también se llevaron toda la información recabada en 10 años de monitoreo. El comandante Curtis dijo a la Comisión Especializada de Asuntos Internacionales y Seguridad Pública de la Asamblea Nacional que esta información no tenía sentido de darla porque solo son bits que necesitan ser interpretados.
Entonces, en la práctica, no nos dejan nada, o mejor dicho, nada más que el dolor y la desesperación a cientos de pescadores que no han sido indemnizados por las violaciones a sus derechos, decenas de madres solteras que engendraron hijos de los soldados estadounidenses y que ahora no sabrán a quien acudir para buscar las pensiones alimenticias: nos dejan el recuerdo de su prepotencia.
Pero se van, doce millones de ecuatorianas y ecuatorianos los expulsaron, porque en el Ecuador se está empezando a vivir con dignidad y orgullo, se está empezando a construir una gran región de paz donde no tienen cabida ni tropas, ni bases militares extranjeras: nuestro mayor orgullo está en no desear nada de ellos, no queremos su ayuda, no los queremos aquí ni en ningún punto de nuestra América Latina.
Luis Ángel Saavedra
Se fueron con el rabo entre las piernas
El pasado sábado, 11 de julio de 2009, a partir de las 14h00, los militares estadounidenses embarcaron en un carguero militar las dos últimas motobombas contra incendios que mantenían en la Base Aérea Eloy Alfaro, de Manta, con ello terminan sus operaciones y se van en silencio, sin periodistas que les hagan preguntas, sin cámaras que registren el hecho y, sobre todo, se van como perro pateado, con el rabo entre las piernas, antes que el pueblo ecuatoriano les exija cuentas sobre todo lo que hicieron durante diez años de permanencia en Manta. El carguero militar, probablemente el Globemaster III, aterrizó en Quito y permaneció en la plataforma de la Base Aérea de la Primera Zona, luego, en la mañana del sábado 11 de junio, fue a Manta e inició las tareas de carga de los últimos pertrechos que los estadounidenses tenían en la base militar que ocuparon durante diez años. El proceso de carga fue lento, las dos motobombas contra incendios se parquearon a un costado del avión esperando el turno de embarque, luego, una a una, las ingresaron de retro y por una puerta abierta en la parte delantera del carguero. Esto, que parecía una operación de rutina, en realidad será recordada como el final de una ocupación militar inconstitucional y el final de una afrenta a la soberanía y la dignidad nacional. Por coincidencia, personal de INREDH nos encontrábamos en el aeropuerto, pues habíamos llegado a participar de una reunión en Manta en la que se analizaría las acciones con las que despediríamos a las fuerzas militares estadounidenses y expresaríamos nuestra alegría por su partida; de esta forma, sin proponernos, fuimos testigos de esta huida silenciosa. Es difícil explicar nuestros sentimientos, pues hay alegría porque dieron resultado todas las acciones que hicieron las organizaciones ecuatorianas para expresar el rechazo a su presencia: fueron diez años de lucha de las organizaciones sociales y que luego fueron recogidas en las propuestas de la agenda electoral del 2006 y finalmente recogidas por el actual gobierno de Rafael Correa, quien ha puesto fin a esta presencia militar extranjera, cumpliendo con su oferta electoral y, ante todo, recogiendo el sentir del pueblo ecuatoriano. Pero también tenemos sentimientos de frustración, pues se van de manera impune, sin reparar los daños causados a cientos de pescadores, a decenas de madres jóvenes que creyeron en sus promesas, a decenas de trabajadores que ingenuamente los acompañaron. Pero se van asustados, se van con el rabo entre las piernas porque no quisieron esperar a que la Comisión Especializada de Asuntos Exteriores y Seguridad Pública haga público su informe y de cuenta de los barcos que fueron hundidos o dañados de manera arbitraria, contraviniendo todas las disposiciones que establecen las leyes internacionales. Se van con el rabo entre las piernas porque no quisieron esperar a que se conforme una comisión de auditoría de sus acciones y se establezca con claridad toda su prepotencia y las violaciones a los derechos humanos que han perpetrado las fuerzas militares estadounidenses, pues ya no hay silencio en Manta y cientos de personas están dispuestas a dar su testimonio y corroborar con pruebas sobre las violaciones de derechos a los que fueron expuestos. Pero también ellos han querido dar un último aviso, un último manotazo a la dignidad de nuestros pescadores, pues el día 3 de julio pasado, nuevamente agredieron a un pesquero ecuatoriano, dañaron las lanchas que estos barcos llevan para ubicar las redes y recoger la pesca; maltrataron a los pescadores y los obligaron a permanecer a la intemperie. Pero estos pescadores llegaron a Manta y denunciaron inmediatamente el hecho porque, reiteramos, en Manta ya se rompió el silencio y, por más prepotentes que sean, por más que quieran decirnos que seguirán controlando nuestro mar, les haremos saber que en nuestro país hay gente que los enfrentará y los seguirá denunciando. LLUCSHI YANKI FOREVER! |
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