Control del Orinoco
El 25 de marzo de 1817 partió Bolívar hacia el Orinoco con el objetivo de conferenciar con Piar, para regresar por fuerzas y armas, y cruzó de nuevo el 25 de abril. Entre uno y otro viaje (11 de abril) sucedió la batalla de San Félix, en la cual el general Piar derrotó a los españoles, hecho que los obligó a concentrarse en Angostura, punto alto para controlar los movimientos por el río y por tierra.
Batalla de San Félix. Este triunfo les brindó a las tropas patriotas el río Caroní y una buena parte del Orinoco, con aumento ostensible de la posibilidad de sus maniobras. De igual modo, dejó en sus manos la importante fuente de recursos de las haciendas administradas por los misioneros capuchinos. El 2 de mayo de 1817 se reunieron las tropas de Piar con las de Bolívar para cerrar el cerco sobre los realistas. Bolívar entregó el mando de las operaciones al general Bermúdez, quien entró a Angostura el 17 de junio.
Libre, base de operaciones. Así, los patriotas consiguieron una inmensa base, un territorio libre desde el cual erigir el nuevo Estado. Y desde su lugar, y por el río, obtener el control de las Guayanas. La posesión de este territorio, del cual no fueron desalojados nunca, permitió, además: una retaguardia estable de operaciones donde concentrar e instruir nuevas tropas, levantar talleres en los cuales construyeron pequeñas unidades navales, poner en práctica la unidad de mando y el concierto para operar, y, una tarea que el Libertador estimó en forma cabal: comunicar. Para hacerlo, instaló la imprenta, la “artillería del pensamiento”, que dio luz el Diario del Orinoco.
El control del río Orinoco permitió, al mismo tiempo, una salida al Caribe y las Antillas para entablar comercio. Pero además permitió establecer comunicación con el Apure y, en esta forma, con las fuerzas bajo el comando de Páez.
En el aspecto económico, Angostura constituyó la fuente principal de recursos del ejército libertador, por cuanto allí tenían sede unas Misiones que en los primeros meses de su ocupación le “dieron a la República 14.513 reses, 301 mulas, 851 caballos, 1.787 yeguas, 202 pacas de algodón, algunos otros efectos de valor y gran cantidad de frutas menores” (12).
Dijo Bolívar: “Esta provincia es un punto capital, muy propio para ser defendido y más aún para ofender. Tomamos la espalda al enemigo desde aquí hasta Santafé, y poseemos un inmenso territorio en una y otra ribera del Orinoco, Apure, Meta y Arauca. Además, poseemos ganados y caballos, y como en el día la lucha se reduce a mantener el territorio y a prolongar la campaña, el que más logre esta ventaja será el vencedor” (13).
La unidad esquiva y el Congresillo de Cariaco. Pese al inmenso avance, al parcial logro de unidad de mando, las discrepancias con la dirección unificada no cesaron. Cuando las operaciones sobre el Orinoco avanzaron, el 8 de mayo, Mariño organizó el Congresillo de Cariaco, que, sin reunir la expresión más importante del liderazgo rebelde, no tuvo repercusión y cuyo propósito fundamental fue desconocer a Bolívar.
Fusilamiento de Piar. Una consecuencia más lamentable de su constante discrepancia y su insubordinación llevó a Piar a un consejo de guerra que ordenó el fusilamiento. Este suceso, que aún se lamenta, resultó al final a favor de imponer disciplina, moral y definir el mando. Tras dos años de disputa entre diversos liderazgos, hubo un mando reconocido pero aún falto de la obediencia de otros oficiales, entre ellos Páez. Mando pleno que le exigiera persistencia al Libertador.
‚No es casual, por tanto, que Simón Bolívar le dijera a Perú Lacroix: “Dejemos a los supersticiosos creer que la providencia me ha enviado o destinado para redimir a Colombia y que me tenía reservado para eso. Las circunstancias, mi carácter, mis pasiones, son las que me pusieron en el camino; mi ambición, mi constancia y la fogosidad de mi imaginación, me han hecho seguir y mantenido en él” (14).
1 Liévano Aguirre, Indalecio, Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia, p. 948.
2 Guillén Martínez, Fernando, El poder político en Colombia, p. 293.
3 Liévano Aguirre, op. cit. 950.
4 ídib., p. 955.
5 ídib., p. 956.
6 ídib., pp. 956-957.
7 Larrazábal, Felipe, Simón Bolívar, vida y escritos del Libertador, tomo II, Ediciones Presidencia de la República, Venezuela, tercera reimpresión, 2001, p. 23.
8 ídem.
9 Larrazábal, Felipe, op. cit., p. 31.
10 Liévano Aguirre, op. cit., p. 963.
11 Larrazábal, Felipe, op. cit., p. 40.
12 Lecuna, Vicente, Crónica razonada de las guerras de Bolívar, t. II, p. 60.
13 Larrazábal, Felipe, op. cit., p. 71.
14 Liévano Aguirre, op. cit. 950.
San Martín y el Ejército de los Andes
José de San Martín llega al Río de la Plata el 9 de marzo de 1812. La España liberal, la España revolucionaria por la que San Martín luchaba, había sido derrotada por las tropas francesas. Convocado por las nacientes juntas que estaban surgiendo en toda América y la posibilidad de continuar luchando por sus ideales de igualdad, libertad, definieron su rumbo, América.
Nacido en Yapeyú, actual provincia de Corrientes (Argentina) el 25 de febrero de 1778, parte hacia España, donde ingresa al ejército. San Martín se destaca en la batalla de Bailén con grandes destrezas militares y de resistencia. Pero quizá lo más significativo de su aprendizaje en el ejército español es su conocimiento y su adhesión a la Declaración de los Derechos del Hombre y también a los principios de la Revolución Francesa, al liberalismo español y las ideas más progresistas y más revolucionarias de la época. Resistió junto al pueblo español la invasión napoleónica. De ahí su visión sobre la importancia de contar con la gente de los propios territorios para triunfar en los enfrentamientos. Desarrolló gran experiencia en lucha de guerrillas, y sensibilizado por los sucesos del 2 de mayo 1808 fue desarrollando el concepto revolucionario de pueblo en armas.
Llega tras varios gobiernos desde la Primera Junta de mayo de 1810 del Río de la Plata, en medio de grandes tensiones internas y contradicciones. Mientras, las élites porteñas rioplatenses les apostaban a una autonomía y una eventual independencia desarticulada al reconocimiento de la soberanía popular. Ante el ascenso del movimiento popular artiguista, cuyos proyectos sociales propios de distribución de tierras y protección de los mercados internos iban ganando legitimidad, el temor de su extensión priorizó la necesidad de acabar con ellas antes que continuar con la guerra hispanoamericana de liberación.
San Martín rompe su vínculo con ese proyecto político y decide organizar su ejército y partir hacia Perú, centro del absolutismo español. Igual que Bolívar, entiende que la lucha debe ser por la Patria Grande.
Con su Ejército del Norte, incluye como elemento clave para la defensa el concepto de pueblo en armas. Concibió la participación de los pueblos dentro de la larga lucha, por lo cual siempre respetó e incluyó en sus estrategias a las milicias gauchas, a caudillos populares como el salteño Martín Güemes. Descubrió la eficacia de las luchas locales como forma de resistencia demostrada en las “guerras de las republiquetas” en al Alto Perú, comandadas por Manuel Ascencio Padilla, Juana de Azcurbuy, Arenales y otros.
Su confianza en los pueblos implicaba su participación en el proyecto hispanoamericano de liberación, participación que no sería posible sin cierta elevación de las masas populares. Promover la dignificación de esas masas era abrirle paso a una modificación de las estructuras sociales de incalculables consecuencias.
Organizar el Ejército de los Andes
Tropa, comida, uniformes, movilización, eran las prioridades que exige un ejército. San Martín demostró su capacidad organizativa que, bajo el concepto de movilización total de recursos económicos por el proyecto hispanoamericano de liberación, logró concretar en el Cuyo (1814-1816) a través de aportes de la propia gente: “Mis recursos eran escasos… pero conocí la buena voluntad de los cuyanos y emprendí a formar [ejército] bajo un plan que hiciera ver hasta qué grado puede apurarse la economía para llevar a cabo grandes empresas”, además promover la libertad de los esclavos.
En la formación del ejército de los Andes se habló siempre del ejército hispanoamericano, pues no era un ejército argentino, chileno, altoperuano; eran guerreros con un objetivo común: la liberación de América. Para proyectar y asegurar el mantenimiento del ejército, lo decisivo fueron los aportes cuyanos, ya que los insumos que enviaba el gobierno central eran cada vez más esporádicos y escasos. Para cubrir las necesidades del ejército, se crean las empresas sanmartianas: para la fabricación de pólvora en Mendoza, la fabricación de armas en El Plumerillo, además de empresas manufactureras de textiles, empresas agrarias y ganaderas. A esto se sumarán aportes ‘voluntarios’, sobre todo de los españoles y americanos pudientes identificados con el realismo, más la apropiación de diezmos y expropiaciones directas. Pero fue el trabajo del pueblo cuyano el ‘recurso’ primordial para la construcción sanmartiana.
Desobediencia
En la crisis de 1820, San Martín es convocado por el gobierno central a trasladarse con su ejército hacia Chile para combatir la insurgencia federal. Su negativa tiene que ver con su decisión, en primer lugar, de continuar la lucha de liberación, y en segundo lugar su desacuerdo en combatir en luchas internas por el mantenimiento de un proyecto político limitado con el que no está en sintonía. Su desobediencia implica que pierda casi por completo el apoyo desde el gobierno central y la enemistad de las élites en el poder.
Situación evidente en su proclama al Ejército Libertador de los Andes en 1820: “Compañeros del Ejército de los Andes, la guerra tiene que hacerse como podamos, si no tenemos dinero, carne y tabaco no nos tiene que faltar, cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con bayetillas que nos dejan nuestras mujeres, si no andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios, seamos libres y lo demás no importa nada, compañeros, juremos no dejar las armas hasta ver el país enteramente libre o morir o por ellas como hombres de coraje”.
Cae el gobierno de Buenos Aires ante el ascenso de las montoneras artiguistas. San Martín reúne su ejército y presenta su renuncia, que es rechazada por sus oficiales, convirtiéndose en una fuerza autónoma por la independencia.
Conforme San Martín avanza en el Perú, va encontrando el rechazo y la mezquindad de las minorías del poder. Las dos oligarquías de Buenos Aires y Lima inician una fuerte oposición al Libertador. Adicionalmente, aparecen fuertes tensiones dentro del propio ejército. Una vez más las ambiciones particulares se van imponiendo. La salida para reivindicar su autoridad implicaba necesariamente el fusilamiento de sus propios compañeros que impedían concretar el proyecto de liberación. San Martín se niega a hacerlo.
Sin apoyos, sin fuerza social y con graves fracturas internas en su ejército, San Martín se reúne entre el 26 y el 27 de julio de 1822 con Bolívar, quien cuenta por el momento con el apoyo de la Gran Colombia. San Martín reconoce los límites de sus fuerzas y decide cederle el paso a Bolívar para la finalización de la campaña hispanoamericana de liberación. Se exilia y muere (1850) en Europa.
Sanmartianos y bolivarianos sintetizan los puntos básicos de la doctrina de los libertadores:
– El compromiso de luchar por la unidad y la independencia de Nuestra América.
– Defensa de la soberanía nacional ante cualquier forma de agresión extranjera.
– Compromiso d amar al pueblo y asimismo a la patria.
– Propósito de sublevarse ante todo tipo de opresión, defendiendo al débil contra el poderoso.
– Objetivo esencial de repudiar el privilegio, el lujo y la discriminación.
¿Por qué Bolívar organizó el Consejo de Estado en Angostura?
La gente medianamente informada en la historia política de Colombia sabe que, gracias a su lucha político-militar, Bolívar libera una provincia de Venezuela y organiza un régimen de gobierno provisional. Y en relación con la estructura gubernamental, surge una pregunta: ¿Por qué Bolívar organizó el Consejo de Estado en Angostura?
Para examinar de manera objetiva esta cuestión, conviene advertir que la expedición del decreto de 30 de octubre de 1817, mediante el cual el Libertador estatuyó el Consejo de Estado, no fue un hecho aislado. En efecto, aquél hizo parte de un conjunto de disposiciones que dictó Bolívar para dotar de autoridades administrativas y judiciales al Estado en formación. Así, entre el 6 de octubre y el 7 de noviembre de 1817, Bolívar creó los tribunales judiciales de primera instancia, la Alta Corte de Justicia, el Consejo de Estado, el Consejo de Gobierno y el Tribunal de Consulado, cada uno de estos organismos con funciones diferentes. Pero, más que la correspondiente a las funciones, la parte considerativa de cada uno de los decretos es muy orientadora para efectos de observar el propósito de cada organismo y, concretamente, el objetivo del Consejo de Estado.
Mediante decreto de 6 de octubre de 1817, Bolívar sentó las bases de lo que más tarde sería el poder judicial. En la parte considerativa de esa disposición, destaca la importancia de la división de poderes: “Siendo de primera necesidad –dice– el arreglo y organización de tribunales que administren justicia a las provincias libres de la República, y deseando dar a estos tribunales la libertad e independencia que exige la justa división de poderes, he tenido a bien decretar y decreto lo siguiente”. Como se puede observar, en la frase “justa división de poderes” de este preámbulo hay una marcada influencia del artículo 16 de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. Pero, además de esa “justa división de poderes”, Bolívar quiso apoyarse en un cuerpo consultivo y asesor, a imagen y semejanza del creado por Napoleón en la Constitución francesa del año VIII (25 de diciembre de 1799).
¿Cuáles fueron las razones o las causas para que Bolívar creara ese organismo? En relación con el Consejo de Estado, el Libertador tuvo tres momentos, y en cada uno de estos parece explicar los motivos que lo llevaron a organizar ese cuerpo de apoyo.
El primer momento se ubica el 30 de octubre de 1817, fecha en que dictó el decreto mediante el cual creó el Consejo de Estado. Según se desprende de la parte considerativa de esta norma, la razón de constituir ese organismo era la ausencia de un gobierno representativo y de una Constitución eminentemente liberal: “Considerando que es imposible establecer por ahora un buen gobierno representativo y una Constitución eminentemente liberal, a cuyo objeto se dirigen todos mis esfuerzos y los votos más ardientes de mi corazón, mientras no se halle libre y tranquila la mayor parte del territorio de la República […], he venido en decretar y decreto lo siguiente”.
El segundo momento se halla en el Decreto 5 de noviembre del mismo año. El Libertador integró el Consejo de Estado, es decir, nombró sus miembros. Pero de manera paralela a ese cuerpo consultor creó otro organismo: el Consejo de Gobierno. La causa de la creación de este último cuerpo administrativo fue el temor que el propio Bolívar tenía a la muerte y a que se anarquizara el gobierno: “Deseando que no falte un centro fijo de Gobierno y de administración durante la campaña que voy a emprender, y que por mi muerte u otro acontecimiento que me prive absolutamente de atender el Gobierno de la República, no quede ésta expuesta a los horrores de la anarquía, he venido en establecer y nombrar”.
Finalmente, el tercer momento hay que situarlo el 10 de noviembre de 1817, ocasión en la que Bolívar instaló el Consejo de Estado. El evento estuvo precedido de un discurso supremamente orientador en relación con el tema de esta nota. Reitera y profundiza la razón de ser del Consejo de Estado: la falta de una Constitución, la presencia de una dictadura y la necesidad de la división de poderes. Veamos unos pequeños trozos de esa intervención: “Cuando el pueblo de Venezuela rompió los lazos opresivos que lo unían a España, fue su primer objeto establecer una constitución sobre bases de la política moderna, cuyos principios capitales son la división de los poderes y el equilibrio de las autoridades”.
En relación con la tiranía reinante en ese momento, dice Bolívar: “Hasta ahora, por la necesidad imperiosa de la defensa contra los enemigos, sólo había existido una verdadera dictadura, único y formidable poder capaz de haber salvado a los patriotas de ser degollados sin piedad por los realistas”. En otro párrafo inmediato justifica la dictadura y pone como ejemplo de tiranía el Imperio Romano. “¿Y qué otra Constitución que la dictadura podía convenir a tiempos tan calamitosos? Así lo piensan todos los venezolanos, y así se apresuraron a someterse a esta terrible pero necesaria administración. El ejemplo de Roma era el consuelo y la guía de nuestros conciudadanos”.
En un tercer trozo de esa pieza política de instalación del Consejo de Estado, el Libertador vuelve a la carga sobre la necesidad de una Constitución: “Yo he anhelado, y podría decir que he vivido desesperado en tanto que he visto a mi patria sin Constitución, sin leyes, sin tribunales, regida por el solo arbitrio de los mandatarios, sin más guías que sus banderas, sin más principios que la destrucción de los tiranos, y sin más sistema que el de la independencia y de la libertad”. Y remata su discurso con el papel que debe jugar el Consejo de Estado como apoyo de un gobierno moderado, justo y legal: “Yo me he apresurado, salvando todas las dificultades, a dar a mi patria el beneficio de un gobierno moderado, justo y legal […]. El Consejo de Estado será el apoyo de un gobierno que se hallará en el futuro protegido no sólo de una fuerza efectiva, sino sostenido de la primera de todas las fuerzas: la opinión pública”*.
* Ballén, Rafael. El Consejo de Estado colombiano. Origen, evolución, estructura y funcionamiento. (Tesis doctoral en proceso de publicación).
Por Rafael Ballén
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