La interpretación sociológica de la literatura –y ciertamente tanto de la culta como también la determinada para las masas– es un campo al que las ciencias sociales no han consagrado hasta ahora una especial atención.
Desde que el estudio de la literatura se emancipó de las estrechas prescripciones metodológicas Y de la forzosa normatividad histórica de la filología, se siente autorizado, todo el que es suficientemente instruido y culto, a ejercer una crítica desde el punto de vista histórico, estético o sociológico o sacar las consecuencias generales de ello. Las disciplinas académicas, cuyas tareas tradicionales descansaban en la exposición de la historia de la literatura y en el análisis de las obras literarias, fueron completamente sorprendidas por la avalancha de la literatura de masas, de los bestsellers, de las revistas populares, de los comics, etc. Hasta ahora también ellas han tomado una posición de arrogante indiferencia frente a todas las obras de tercera y cuarta categoría. Por tanto un campo de conocimiento importante está aún inexplorado, una demanda aún incumplida, y ya es tiempo que los sociólogos se ocupen de estos problemas no solucionados. (2).
Las siguientes consideraciones no pretenden ser sistemáticas o completas. Ellas significan un ensayo destinado a ofrecer un panorama de los trabajos hasta ahora más significativos y de trazar nuevas, tareas futuras.
l. Literatura y sistema social
La cuestión de la relación entre literatura y sistema social nos conduce a un doble planteamiento. La primera tarea consiste en clasificar la literatura en el sistema de ordenamiento funcional dentro de una sociedad y de aquí de nuevo dentro de las diversas capas de esa sociedad. En muchas sociedades primitivas, pero también en algunas sociedades culturales altamente desarrolladas está integrada la literatura a otras formas de expresión social. Ella no posee allí una existencia autónoma frente al ceremonial ritual y religioso. Es ella más bien una emanación de las instituciones del culto y de la religión, como se muestran por ejemplo en los coros (canciones o estrofas que se repiten) de la temprana tragedia griega o en los misterios medioevales. Completamente diferente a esto, la literatura en el mundo burgués está separada de otras actividades culturales y puede ella misma cumplir tareas muy diferentes. Puede ella servir como en el Romanticismo de huída al escapismo de los grupos políticamente desilusionados, o puede convertirse en huída de las masas socialmente frustradas como se muestra en el fenómeno de la literatura de entretenimiento de la actualidad. Pues de nuevo puede convertirse la literatura en un instrumento de una ideología en el sentido preciso del término, en el que ella glorifica un sistema de poder determinado o contribuye a la consecución de sus objetivos educativos, como fue el caso de los dramaturgos españoles y franceses en la época del Absolutismo. Otra tarea consiste en la investigación de las formas literarias. Si el material de investigación de este trabajo es todavía menos rico, éste conduce, sin embargo, a un examen tan significativo en las relaciones sociales como las investigaciones arriba mencionadas. La poesía tanto épica como lírica, el drama como la novela están en una relación muy específica respecto al destino social particular del hombre. La soledad del individuo o el sentimiento de la seguridad colectiva, el optimismo o la incertidumbre social, el interés en la autoreflexión psicológica o la perseveración en una escala de valores objetivos son todos estas expresiones del hombre que deben ser consideradas como punto de partida para nuestras reflexiones, si investigamos renovadoramente las formas literarias del pasado a la luz de las situaciones sociales correspondientes. (3) El capítulo IV es un ejemplo de investigación de este estilo.
II. La posición del escritor en la sociedad
El escritor creador es el intelectual en sí. El material objetivo de fuentes no es para él otra cosa que un cofre enorme de estímulos que él, en caso de que (lo haga), usa caprichosamente conforme a sus propios objetivos estéticos. El encarna, pues, el prototipo del proceder intelectual, y la viva discusión entre los sociólogos sobre el papel de los intelectuales podría tal vez ser elevada a un nivel mucho más alto de hechos comprensibles, si se considera con mayor intensidad una de los oficios más viejos del espíritu.
Para ello se debería realizar ante todo un análisis documentado históricamente tanto de las funciones específicas como de las autocomprensión del escritor -en la medida en que fue relevante socialmente.
Basta enumerar aquí algunos pocos puntos de partida. Al lado de la autocomprensión subjetiva encontramos el fenómeno del escritor profético, el misionero, el que entretiene, el estrictamente artístico, el político y el que busca sólo beneficios. En el ámbito objetivo tenemos que investigar las fuentes de prestigio e ingresos, además la presión de los órganos institucionales de control social, no importa si actúan pública o anónimamente, y finalmente las influencias que son ejercidas por la técnica y el marketing. En estas se hace válida nuestra observación del estímulo y difusión de las obras literarias, como de la situación social, económica y cultural en las que el escritor se encuentra en las diferentes épocas históricas. Como ejemplo de temas importantes que requieren de una investigación sistemática, indicamos aquí sólo la relación de las cortes principescas, de las academias y salones, de los clubes de libros y la industria del cine con los escritores (4). Al lado de ello hay también problemas en los que se entrecruzan los aspectos subjetivos y objetivos, en qué medida, por ejemplo, bajo las condiciones de la producción moderna de libros y periódicos, es el escritor aún un individuo independiente de una profesión libre o más bien un dependiente de su editorial.
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