Tareas de la sociología de la literatura (1948) (1)

Si el ciclo natural no puede ni debe ser quebrantado en ninguna de sus momentos, la autoconciencia del hombre frente a la naturaleza queda completamente subrogada. En esta nueva ideología, en la que impotencia y subordinación buscan glorificarse, el individuo rinde las armas en una forma aparentemente voluntaria ante un poder más elevado. Al hombre le espera el horror dentro de una vida sin sentido, si él no acepta sumisamente primero la ley de la naturaleza antes que la suya propia. La solución social del acertijo por el ritmo natural es la disciplina ciega, los ritmos y los compases de las marchas y desfiles.

La concepción de Hamsun del amor y el puesto de la mujer se puede formular así: la mujer logra su propia determinación y su propia felicidad sólo si ella, en su función de ama de casa y madre aúna a la intimidad del hogar, la adherencia de la naturaleza de la vida natural. Inconfundiblemente se encuentran en Hamsun tendencias que reducen el papel de la mujer a sus puras funciones biológicas, a la obligación a dar una numerosa prole. Esas (tendencias) completan otro rasgo de Hamsun como contraimagen de la sociedad liberal que llegó a ser una realidad en el fascismo: “Una verdadera muchacha debe casarse, debe llegar a ser mujer de su marido, debe ser madre, debe tener mucha prole” (16). De esta fetichización de las funciones naturales hay incluso maliciosas observaciones sobre la reforma, emancipación y capacidad intelectual a que aspiran las mujeres, y aun burlas sobre la “mujer moderna” (17). Pura satisfacción individual parece darse sólo en la esfera de la sexualidad. Pero no es que esta felicidad sensual signifique que ella está en una determinada relación con el desarrollo de la individualidad; por el contrario, domina aquí una repugnancia y una malicia, frecuentemente vinculadas con un especial desprecio a la mujer: “Ven y muéstrame donde crecen las moras, dijo Gustaf. ¡Quién hubiera podido resisitir a ello!…¡Quién no lo hubiera hecho! Las mujeres no pueden diferenciar un hombre de otro, no siempre, no frecuentemente” (18).

Hamsun arropa esta sexualidad gozada indiferenciadamente dentro del ritmo natural. Pero también en esta concesión no hay interés en el compañero de felicidad y satisfacción; domina una completa pasividad, por así decirlo, una ley del servicio que ejecuta el hombre:”…deja al lado todos los escrúpulos y se vuelve cariñoso, Heuhalme lee sobre su pecho, Heuhalme le pasa las manos por su rodillas, acaricia, acaricia, la abraza. Algunos llaman esto la libre volunt.ad ” (19). Donde los hombres están determinados por el amor, son ellos considerados por Hamsun, alumno aplicado del Relativismo moral del Fascismo, solapadamente como condenados a la pura naturaleza.

Aparece en Hamsun un tipo (personaje), que, al lado del campesino, despierta evidentemente su especial simpatía: el vagabundo. Como en los comienzos del Nacionalsocialismo alemán juega un papel una capa altiva individualista de literatos -que se las daban de héroes- de ningún modo autóctonos, así también en la antesala de la realidad nacionalsocialista es en la obra de Hamsun el vagabundo, un precursor del tipo del hombre brutal que llora en el bosque sobre los leños secos y muestra a su mujer los puños. En el coqueteo con el carácter anarquista del vagabundo se esconde una expresión social frívola y espiritualizada de la veneración de la fuerza heroica. Se encuentra en todos los periodos de Hamsun muchos documentos de ello. Por ejemplo, en una de las últimas novelas, donde August, el vagabundo, aspira a dispararle a “un hombre que deseaba robar billeteras, le quita el cuchillo de las manos”, lo que sin duda hubiera significado un “milagro para los hombres de esta época” (20); o más aún, en sus escritos de poco antes de la Primera Guerra Mundial, donde él maneja un similar jugueteo con la carencia de los criminales demoníacos (21) o donde el concepto de la astucia burguesa es escarnecido por verdaderamente miserable –”nunca cae el rayo” (22)–, pero ya en los comienzos donde él vocifera igual que “semidioses gigantes” y divulga inconcientemente una praxis política, en la que toda esta ideología heroica es el paso previo y preparación: “El gran terrorista es lo más grande, su dimensión es una palanca fabulosa que puede levantar el mundo” (23). A la glorificación del Führer hay sólo un paso.

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