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En las economías propias, ¿de nuevo las históricas mutuales?**

En las economías propias, ¿de nuevo las históricas mutuales?**

“El proyecto político que nace y se consolida desde la revolución marginalista y la economía liberal, tomará el nombre de neoliberalismo. […] Para Hayek y los liberales que lo acompañaron […] los enemigos a derrotar eran los sindicatos, los socialistas, los marxistas y también los partidarios del Estado del Bienestar, incluyendo, por supuesto, la economía Keynesiana” (1).

 

Las milenarias mutuales y sus mutaciones históricas (2)

 

En los nuevos tiempos que estamos viviendo, las formas de la política, de la economía, de la organización social, de la resistencia, de la solidaridad y de la acción sindical, nos demandan y permiten transitar por nuevos caminos, que no por nuevos no reclaman y necesitan de experiencias ya vividas. Aprendemos del pasado para sobrellevar el presente en mejores condiciones y con mejores herramientas, nunca para quedarnos contemplando lo ya hecho, por bien que nos haya ido con una u otra práctica, en una u otra época. De aquí la importancia de revisar la experiencia solidaria y mutualista. Veamos:

Como es sabido, la ayuda mutua ampliamente practicada en el mundo antiguo africano, y epicentro egipcio, asiático, griego y romano, es constituida en organización o asociatividad mutualista de campesinos, artesanos y comerciantes para la actividad económica, el rito religioso, la ceremonia fúnebre y la seguridad social, así como para encarar comunitariamente las amenazas de la naturaleza contra inundaciones o sequías; alcanzó allí significativos desarrollos económicos, jurídicos y ciertas formas administrativas. Genealogía y rasgos heredados de aquellas civilizatorias o fundantes culturas antiguas que, en buena parte, conservan al presente; y que la Europa feudal del siglo XI y XV hace suyos en la guilda alemana de comerciantes y artesanos, y las cofradías piadosas o de caridad católica española. Formas éstas sustituidas por los montepíos italianos y con actividad económica que funcionaron, en la práctica, como bancos de caridad. Si bien los orígenes y prácticas de todas estas formas organizativas mutualistas eran la asistencia y la solidaridad sociales, también desarrollaron actividades de defensa gremial económica y social de sus miembros.

Reconfiguradas como sociedades mutualistas, en la Europa capitalista del siglo XVIII y XIX, también sirvieron al naciente movimiento fabril obrero como cajas de resistencia, o de enfermedad, en las luchas contra las extremas condiciones laborales y de desprotección social. Al punto de inspirar o gestar el histórico paradigma euroccidental dominante de la cooperativa y el sindicato de los siglos XIX y XX. Sin embargo, fue tal el auge y la dimensión social alcanzada por el mutualismo en diversos lugares del planeta, que en 1900 en París, se crea la Asociación Internacional Mutualista, AIM, como organismo cúpula de integración y representación del mutualismo a escala global.

De otra parte, y a soslayo de las múltiples formas ancestrales de las mutualidades de los pueblos originarios de Nuestramérica, éstas tuvieron especial renombre en el Virreinato del Río de la Plata en Argentina, con fuerte influencia social de los Montepíos y las Cofradías. Con el tiempo, en las nacientes repúblicas modernas se fueron transformando en asociaciones cerradas de trabajadores/as. Una de las primeras mutualidades del continente fue la formada por los obreros gráficos de Chile en 1853, con el nombre de Sociedad Tipográfica; en la clandestinidad actuó también como sindicato, hasta su refundación en 1859 como Tipógrafos de Santiago. Igualmente, en 1857 en Argentina se funda la Sociedad Tipográfica Bonaerense y es en este país donde el mutualismo ha alcanzado el mayor impacto social y económico en nuestro continente.

En Colombia, los orígenes mutualistas heredados de nuestros pueblos originarios como la minga y el convite indígenas, así como del palenque de los afrodescendientes cimarrones libres y de los eurocoloniales mediterráneos; de igual forma dan cuenta de un largo periodo mutualista, propiamente dicho; cuyos más inmediatos antecedentes se encuentran alrededor de los sucesos nacionales de mediados del siglo XIX, de la llamada “Revolución del Medio Siglo”; ocurridos pasadas varias décadas de la independencia administrativa, económica y política de la Corona Española. Episodios aquellos que, como es sabido, enfrentaron en violenta pugna a terratenientes y comerciantes de un lado y a los artesanos, del otro. Finalmente, de los Fondos comunes que los misioneros españoles establecieron con los pobres en las parroquias, en 1889 es reconocida jurídicamente en Bogotá la “Asociación Mutual La Caridad” –constituida por 39 artesanos en 1864–. No deja de asombrar por su re-existencia que aún continúe prestando servicios a sus miembros o asociados/as.

Tales legados históricos fundacionales estarían revelando, al presente, las constituyentes transformaciones del mutualismo del país, en más de ciento cincuenta años de vida constituyente y constituida. Matriz económica-cultural con largo predominio de un inconveniente signo asistencialista, que comportan sus modelos mutualistas, como bien puede observarse: en sus inicios, el que funcionaba sólo los fines de semana; después, los modelos que atendían servicios todos los días, pero sin mayores exigencias administrativas; hasta, y por efectos de la Ley 100 de 1993, el modelo de la Mutual empresarial administradora del régimen subsidiado de salud.

No obstante que, con el mismo Decreto especial 1480 de 1989 reglamentario de la Ley 79 cooperativa de 1988, también dio libertad para que el “histórico modelo Mutual” del siglo XIX evolucione en sus tradicionales servicios exequiales o fúnebres y de seguridad social, a la ahora denominada “Mutual moderna” con “prestaciones mutuales” de servicios de ahorro y crédito. Pero, éstos dos últimos modelos, aún resistidos por sus élites y burocracias a modificar la estructura patrimonial mutual, heredada del conservador paradigma o esquema económico del celibato de la iglesia católica, en el que “la Mutual es de todos pero no es de nadie”, o de hecho estar constituido como un patrimonio colectivo solidario que no tiene dueños/as individuales. Esta dominante legitimación patrimonial, por demás sui géneris, encuentra argumentos de tipo jurídicos unos, y otros, como el que los patrimonios individuales reproducen modelos empresariales capitalistas colectivos. Artificios con los que inapropiadamente desconocen que la fuente de los patrimonios mutuales/solidarios provienen de ahorros de las rentas de trabajo de los/as asociados/as, a diferencia de las rentas del capital que son por sí mismas inversiones con fines lucrativos-especulativos.

Con la pertinencia de las anteriores interpelaciones, el actual desafío para la “Nueva Mutual del siglo XXI” es el de convertir o hacer propietarios verdaderos a cada uno/a de sus asociados/as, ampliando o creando, al lado del tradicional patrimonio institucional la modalidad del patrimonio societario mutual, en cabeza de cada uno/a de sus asociados/as; para de esta manera reconocerles la propiedad institucional y asegurarles su participación económica societaria en justicia y equidad mutualista solidaria.

Asociaciones mutualistas del siglo XXI, ¿reterritorializando la paz?

 

Así las precedentes narrativas y consideraciones, de la génesis y mutaciones históricas mutualistas fundamentarían una inédita exploración experimental del Proyecto estratégico sindicalismo-comunidad-paz territorial, implementado con la reconfigurada Mutual del siglo XXI, para resistir y desafiar el multidimensional desastre de desterritorialización social y/o desplazamiento geográfico que resultan del proyecto neoliberal. Reconstruir socialmente los espacios y resignificar los territorios locales destruidos en sus relaciones económicas y sociales vecinales, así como restituir del despojo cultural los ritos, fiestas, simbologías y las prácticas de los/as pobladores/as rurales y de las periferias urbanas enajenados/as.

En suma, esta suerte de re-territorialización social de espacios y lugares ha de comportar sentidos originarios y significados otros, no capitalistas, de historias de vida, cultura propia, comunidades y territorios autogestionarios cooperativo/solidarios, democracias sin límites de la igualdad o de la libertad, así como de poderes y gobiernos propios o de sí mismos. Es decir, otro u otros territorios (ya) posibles agenciados por múltiples paradigmas humanistas y en armonía con la naturaleza, o de una variedad de bioecono-mías.

En nuestro caso particular, se prospecta una multidimensional re-territorialización con el nuevo mutualismo del siglo XXI, operativizado por su reconfigurado Modelo Asociativo Mutualista abierto, con patrimonio institucional y societario, o en cabeza de cada asociado/a. Con “secciones” de ahorro y crédito en diversas modalidades de banca solidaria, emprendimientos, vivienda, microcrédito y microfinanzas; de previsiones sociales en sus diversos planes exequiales y aseguramientos en vida, invalidez, vejez y retiro laboral mutualista; de salud y planes médicos complementarios; de recreación y ecoturismo social popular; clubes o escuelas deportivas y programas pluriculturales de folclores ancestrales y urbanos, que en conjunto hagan posible los mundos sociales y naturales que las gentes lugareñas desean o aspiran vivir.

Esta plural gama de previsiones multiactivas de servicios solidarios/mutuales, si bien pueden ser ofertados por la institución mutualista o por toda la institucionalidad mutual nacional, resulta razonable potenciarla en una Red de la asociatividad de todo el Sistema de la Economía Solidaria y demás expresiones de economías propias del país; reconfigurada como un paradigma confluyente de resistencias constituyentes de “poderes en red” populares (3) y de los territorios otros de paz en construcción.

Igualmente, de esa “multitud” de Economías propias de sobrevivencia y de las de subsistencia institucionalizadas, emergerían los futuros escenarios de territorialización constituyentes de los nuevos quehaceres, prácticas y luchas sindicales para potenciar, en claves dusselianas, un (ya) posible “bloque social” de la totalidad de los/as oprimidos transformado en “pueblo para sí”; y ahora con horizontes del nuevo ciclo político de la Paz territorial del posacuerdo de La Habana. Al tiempo que impugne la matriz neoliberal del “desarrollo local”, agenciado por los organismos multilaterales del capital central.

 

Otra territorialización sindical, ¿es (ya) posible?

 

“Vanguardia o comunidad: Fanon denuncia el elitismo de las izquierdas, “importada de la metrópoli” […]

Pero su crítica no se dirige sólo al tipo de organización, sino al modo como se relaciona con la sociedad y,

muy particular, al modo como se relaciona con los sectores populares” (4).

 

De modo que la apuesta del actual paradigma sindical moderno, legado y hermanado en sus comienzos de las mutualidades como cajas de enfermedad o de resistencia, adquiere al presente mayor pertinencia en los contextos geopolíticos del capital para reinventarse y seguir re-exisitiendo como alternativa en las nuevas y complejas disputas con los capitalismos realmente existentes locales y globales neoliberalizados.

Para el caso específico, y sin ser disparate alguno, oteado por la Federación Únete con su comunidad sindicalizada, así como con la comunidad laboral estadual, es la interpelación de recrear con creatividad el otrora prestigio y los éxitos alcanzados con sus históricos repertorios de luchas y conquistas, y como el tiempo o la oportunidad para con su remozada misión sindical otra desplegar la novedosa visión sindical-comunidad; para con ella, i) desde las economías propias reconfingurar-se el tradicional modelo de cuotas societarias y las eventualidades de los bonos, rifas, bingos y demás formas financieras institucionalizadas; que si bien hacen parte de las obligaciones y fomentan cohesión societal institucional, resultan débiles e insuficientes para todas sus actuales y futuras actividades y acciones; ii) con las incertidumbres propias, de sus resueltas decisiones, efectivamente territorializar los enunciados de su Agenda y refundar sus institucionalizadas prácticas, inconvenientemente aplazadas; iii) brindar-se la oportunidad cierta de hacer posible otra convivencia con los otros/as de la membresía sindical nacional y con las comunidades también olvidadas por la institucionalidad estatal y por el mismo colectivo laboral estadual al que obliga también servir a aquellas segregadas ciudadanías del país.

Finalmente, sólo queda sobre la agenda sindical-comunidad interrogantes y desafíos, nada fáciles, para los/as líderes/as, gobiernos sindicales y a toda la institucionalidad sindical del país que interpelan sus tradicionales visiones, agendas, discursos, repertorios, quehaceres o prácticas político-sindicales –desde luego exitosas en las disputas con los capitalismos realmente existentes de los siglos XIX y XX– pero ya impotentes para las de los capitalismos de la información, de redes o el de conocimiento de las últimas décadas. ¿Florecerá la inteligencia, sensatez y autorreconocimiento de sus propias limitaciones? ¿Ciertamente renacerá la creatividad de reinventarse, desaprender-aprender y experimentar con humildad y autonomías otros caminos y encontrarse con los otros/as caminantes? ¿Prevalecerá la grandeza y gallardía con los/as diferentes al común a que nos-pertenecemos? ¿Es (ya) posible caminar sin hegemonismos con los que caminan y van adelante, sin prisas ni nostalgias; sólo con el noble deseo de andar caminando pa’lante juntos/as? Según sea el camino, la forma otra de verlo, sentirlo o desearlo y de escogerlo podremos también llegar juntos/as a los otros/as, para volver nuevamente a ser-nos-otros.

En fin, es ese, entre-otros, el mayor desafío que afrontamos. ¡Como respondamos o lo hagamos todos/as serán nuestros otros futuros comunes!:

“En síntesis, para ingresar en una fase distinta de lo que se llama “desarrollismo” es imprescindible una profunda revolución o mutación cultural que modifique nuestros modos de sentir la riqueza y la pobreza, la vida y la muerte, el tiempo y el espacio, lo humano y lo no humano. […] que establezca relaciones no jerárquicas ni excluyentes sino complementarias entre las personas, donde el ser humano vuelva a una vida sencilla sin más pretensiones que la armonía con sus semejantes y consigo mismo” (5).

 

* Economista. Especialista en cooperativismo y economías solidarias.
** Para efectos de este problematizador escrito de exploración-interpelaciones a las dicotomías político-culturales sindicalismo-comunidad, entiendo como economías propias todas aquellas costumbres, formas, modos, prácticas y demás iniciativas de producción-reproducción económica con fines de sobrevivencia, subsistencia, resistencia, intercambios o alternativas de tipo ancestral, racial o de género, socioculturales de grupos, pueblos, comunidades o pobladores/as de los territorios rurales y urbanos. Cuya razón o propósitos principales que las anima es la satisfacción multidimensional de sus diversas y variadas necesidades humanas. Para tales fines, estas economías otras, se fundamentan en procesos de autogestión, ayuda mutua, colaboración, cooperación, equidad y solidaridad. Asimismo, concibo la categoría comunidad como aquella en la que sus miembros conviven como una indivisión interna, en la que prevalece el bien común y están siempre en una relación sin mediaciones institucionales, puesto que poseen el sentimiento de un destino común y, en algunos de sus miembros, reafirman el espíritu de la comunidad.

Para facilitar la discusión, en este escrito me referiré solo a las formas económicas legitimadas e institucionalizadas jurídicamente –con larga tradición y arraigo entre pobladores/as de los territorios– y que en otra ocasión distinguí como cooperativismo extenso histórico. Conformado en Colombia por las llamadas asociaciones mutualistas, cooperativas, fondos de empleados y grupos precooperativos. De ellas, con énfasis en las primeras por comportar las mayores características y mejores posibilidades de reconfigurarse en una válida contrahegemonía articulada a la vasta diáspora territorializada de economías propias y requeridas, especialmente, en la presente fase de acumulación del capitalismo de financiarización.
1 Dávalos, Pablo, “La hegemonía del discurso socialista y el pathos liberal”. En: El recurso de Tiresias: Una visión de paralaje al neoliberalismo, Ediciones desdeabajo, 2018.
2 Algunos fragmentos del presente texto fueron escritos, en 2012, por el autor para los módulos de una Cartilla de formación en Mutualismo y Economía Solidaria.

 

3 La noción o concepto de RED aquí empleado, es la enunciada desde el nuevo paradigma tecnológico basado en la informática, la comunicación y la biología, que hace desaparecer “el lugar”, el cual desterritorializa en la redes como “espacio de flujos” y desaparece el significado de “estructura”, que es subsumida en la meta-red (Castells, Manuel. Citado por Hardt y Negri en Multitud: Guerra y democracia en época del Imperio). Pero que desde la resistencia de los de abajo, la red se resignifica y erige como forma estructural informalizada, para reanclarse o reinstalarse en “el lugar” recuperado y reterritorializarse en sus orígenes e identidades; a la vez que difumina o dispersa y desjerarquiza las relaciones y el poder en toda la red y en cada uno de sus nodos diferentes, con la particularidad que éstos siguen conservando sus diferencias y autonomías propias (Mayorga Sandoval, Alejandro).
4 Raúl Zibechi, “Colonialismo y movimientos antisistémicos”. En: Descolonizar el pensamiento crítico y la prácticas emancipatorias, Ediciones desdeabajo, Bogotá, 2016.

5 Raúl Zibechi. Entrevista, “La construcción de otro mundo en América Latina”. En: op. cit., p. 67.

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