Cecilia Barros, una llama de esperanza contra la oscuridad

En la noche del 5 de junio, la casa de Dolores Cecilia Barros está llena de una mezcla de tristeza y cariño. Sobre la mesa del comedor, una vela blanca encendida y una foto de un joven sonriente, Dubán Felipe. En la pared, hay una frase: eres mi felicidad. Esa misma imagen, que mantiene viva la memoria de Dubán, fue la que vi el día que conocí el hogar de Cecilia, durante la primera noche del novenario por su hijo. La fotografía ha permanecido intacta como el amor de Cecilia, desde que comenzó a buscarlo desesperadamente tras su desaparición el 5 de junio de 2021, en el Portal Américas, en medio de las movilizaciones del Estallido Social.

Hoy, mientras recuerda a su hijo, Cecilia sonríe con una ternura que refleja la misma alegría de Dubán. Se cumplen tres años desde que fue desaparecido y asesinado en circunstancias que aún no han sido esclarecidas para su familia. Cecilia se sienta en el borde de la cama mientras vemos las noticias. Su hija menor, en la cama, acaricia a Princesa, la perrita que Dubán dejó. Su otro hijo, Juan David, sentado en el suelo, escucha atentamente. Todos escuchamos a Cecilia traer a la memoria a su hijo, cuya desaparición parió a su madre en la lucha incansable por la justicia.

Unidos en el llanto

Ceci eligió el nombre de su hijo como muchas de nuestras madres, por la televisión. Dubán y Felipe son dos niños con la capacidad de prever el futuro a través de los sueños en medio de las disputas de poder de los adultos, en la novela del 96, La viuda de Blanco. Tanto habría de gustarle a Ceci que le puso el nombre de ambos a su primer hijo. No sabemos si heredó los poderes premonitorios de sus homónimos, pero estoy segura de que, desde el corazón de su familia, puede ver el trabajo inagotable que hacen para que la verdad y la justicia sobre su caso brillen como las velas que cada mes encienden en su homenaje.

Tenía 24 años cuando se enteró que estaba embarazada. Cecilia no había terminado el bachillerato, trabajaba en casa de familia en Valledupar y viajaba de vez en cuando a visitar a su mamá en Bosconia. En unos días libres que le dieron, viajó a Bosconia y no volvió más al trabajo. Cuatro meses después, su hermano Rafael, quien fue combatiente de las Farc y se había desmovilizado por el nacimiento de su hija años atrás, se encontraba retenido por policías del DAS en Riohacha, a pesar de haber realizado el proceso de desmovilización y pasar unos años en la cárcel.

Cecilia viajó con su madre a ver la situación de Rafa, pero en el viaje se hizo evidente lo que trataba de ocultarle: esperaba un bebé. Sin seguro médico, trabajo estable o apoyo del padre biológico, Ceci continuó su embarazo. Vendió rifa, hizo arepas en las mañanas para vender en la puerta a quienes iban hacia el colegio y en las noches vendió chance. Gracias al pago a crédito compró las cosas para recibir a su hijo en las condiciones que podía. El 7 de febrero de 2004 iniciaron los dolores. En el único puesto de salud del pueblo fue atendida durante dos días, y el 10 de febrero prefirieron remitirla a Valledupar para un parto mediante cesárea. Tras un camino lleno de trochas y violencia obstétrica, finalmente, sobre el mediodía del 10 de febrero de 2004, tuvo por parto natural a su hijo. Los primeros minutos fueron eternos, no escuchaba llorar a su hijo. Ella lloró. Inmediatamente él también. Ambos se unieron en un llanto alegre por la vida que afloraba en ese niño, que la acompañaría de ahora en adelante.

La familia para quienes trabajaba en Valledupar fue a verla los días siguientes. Le ofrecieron hacerse cargo de Dubán. Cecilia se negó. Era su niño. A los pocos meses se vio obligada a regresar a trabajar para sostener sola a Dubán Felipe. Resultó yéndose a Ciénaga para pesar plátano en medio de las plantaciones. En una llamada que hizo a Bosconia, se enteró que su hijo no dejaba dormir a la abuela porque la extrañaba mucho. Regresó por él. En la plantación el niño se enfermó por el agua, luego por el medicamento al cual era alérgico, finalmente, retornó a Bosconia para hospitalizar a su pequeño. Una vez fuera de peligro, decidió volver a Valledupar con él y continuar trabajando como empleada doméstica. Allí pasó los dos primeros años de su hijo, hasta que la situación de amenazas a su familia por la situación de su hermano se hizo insostenible. Toda su familia había sido desplazada de manera violenta hacia Bogotá y estaban preocupados por ella, su bebé y su mamá.

El costeñito de la cuadra

Cecilia llegó con su bebé a Bogotá el 23 de diciembre del 2006, a pasar unos días con sus hermanos, segura de que iba a convencerlos de dejarla volver a Valledupar. Jamás retornó. Empezó a buscar trabajo como operaria de cultivo de flores, luego como empleada doméstica, en servicios generales, cuidado de niños. Dejaba a su hijo muy temprano en el jardín, ubicado en el barrio contiguo a El Amparo, y volvía a buscarlo, a veces en la casa de la profesora, cuando llegaba en la noche. Dubán crecía con una energía desbordante, hiperactivo, juguetón, consentido. Con el tiempo, Ceci matriculó a su hijo en el Colegio San Pedro Claver, donde cursó desde transición hasta séptimo grado. Dubán era un buen estudiante académicamente, pero a Ceci no le paraba de sonar el teléfono por los llamados de atención sobre su hijo: mamita, el niño no se está quieto, se saltó el muro, evade clase, etc. Se ríe mientras me cuenta que, al final, de tanta recomendación del colegio, evaluó que, como ya tenía dos niños más que eran pequeños, quizá le serviría a su hijo mayor pasar una temporada en La Guajira, con una tía suya. Entonces envió su hijo y mes a mes, la cuota para su sostenimiento. Cuando preguntaba cómo le iba en el colegio a Dubán, recibía un “todo bien” como respuesta. Hasta que finalizó el año, y la llamaron para decirle que tenía que repetir séptimo.

Lo trajo de nuevo a su lado, segura de que lo importante era que, así tuvieran que comer arroz con huevo, estuviesen juntos. Lo matriculó a repetir séptimo y cursar octavo en un colegio privado del barrio, luego lo puso en aceleración y finalmente, cuando estaba inscrito para terminar noveno, llegó la pandemia. Los amigos de la cuadra llegaban a preguntar por Felipe, el costeñito de la cuadra, a la negativa de Cecilia para dejarlo permanecer en la calle mucho tiempo. Durante esa época Dubán no estudió porque no tenían acceso a computador e internet en casa. Él le pidió muchas veces que le dejase trabajar, para ayudar con los gastos. Ya tenía 16 años y había visto que jóvenes como él trabajaban en su barrio reciclando, o cargando bultos en Corabastos. Ceci lo permitió hasta que Dubán se cortó una mano con un vidrio. Ella se prometió no dejarlo trabajar sino encaminarlo a estudiar para que tuviese un futuro mejor que el suyo.

Apenas se levantaron las restricciones del covid-19, lo matriculó en un instituto para que validara décimo y once, y quizá se presentara luego a la Universidad. Estaba a mitad del proceso cuando iniciaron las movilizaciones del Estallido Social.

Un día como ayer salió Dubán, un día como hoy, yo lo buscaba

Cecilia empezó a tener miedo. Cuando salía o llegaba de su trabajo, de turnos rotativos, encontraba jóvenes en las noches por las calles, veía las noticias, escuchaba que llamaban vándalos a los muchachos. Muchas veces tuvo que caminar para llegar a casa. No estaba de acuerdo con ese ejercicio porque sólo había recibido violencia por la participación política: la persecución a su hermano, el desplazamiento de la familia, la muerte de un hermano en el barrio. Le prohibió a Dubán ir solo, por lo que él optaba por acompañar a sus primas y su tío cuando iban al Portal.

El espacio humanitario “Al calor de la olla” cumplía un mes de su instalación el 5 de junio, puesto que el 5 de mayo de 2021 un grupo de defensoras ubicó un espacio de garantías para la movilización debido a que se había usado el Portal Américas, una infraestructura de transporte, para aterrizar un helicóptero militar y circulaban denuncias de torturas dentro del mismo en días anteriores. El 22 de mayo, se renombró Portal Resistencia por los manifestantes. En medio de los diálogos con el secretario de Gobierno de Bogotá, Luis Ernesto Gómez, se había acordado que el 6 de junio se retiraría el Esmad del Portal Américas, como una acción de desescalamiento del conflicto social.

El 6 de junio, mientras se instalaban las carpas y tarimas para el “Día sin Esmad”, se reportó un cuerpo en el canal contiguo al Portal, sobre la Avenida Ciudad de Villavicencio. El informe preliminar del CTI, la Policía Nacional y Medicina Legal fue el mismo: el cuerpo pertenecía a un adulto de al menos 40 años con signos de habitabilidad de calle. Simultáneamente, Cecilia empezó a llamar a sus hermanos, los amigos de Dubán, la novia y hasta al papá en Bosconia, a ver si alguien sabía de él, porque no había llegado a casa la noche del 5 de junio.

Ninguna entidad le dejó interponer la denuncia de desaparición, indicándole que debía esperar al menos 72 horas para hacerlo. El lunes 7 de junio, se dirigió a Medicina Legal a hacer la denuncia, con un vídeo que circulaba en redes sociales del levantamiento del cuerpo del canal, en el que indicaban que la persona fallecida tenía un tatuaje en el brazo, igual que su hijo. Sin embargo, y de manera reiterativa por 37 días, en Medicina Legal indicaron que no era Dubán.

Gracias al acompañamiento jurídico de la Fundación Nydia Erika Bautista, el 11 de julio llamaron a Cecilia para que se acercara a identificar a su hijo. “Yo comencé a buscar a Dubán un día como hoy, pregunté todos los días en el Portal, sagradamente. Todos los días le pedí a Dios que cuidara a Dubán donde estuviera, un mes y seis días que no tuve vida, que no dormía, que no comía, por el hecho de pensar que él no comía o tenía una cobija para no pasar frío” afirma Cecilia, con firmeza. El 11 de julio de 2021, Medicina Legal indicó que el cuerpo que se encontraba en sus instalaciones desde el 6 de junio, que Cecilia había reclamado como suyo, correspondía con su hijo. “No solo acabaron con la vida de Dubán, sino también con un poquito de mí, porque se llevaron la mitad de mi corazón” reitera Cecilia, al recordar la respuesta institucional que tuvo en la búsqueda de Dubán.

A partir de allí, emprendió un nuevo camino junto a su hermano, sus sobrinas y sus hijos: buscar la verdad en medio de una ciudad que negaba la existencia de las desapariciones en el Estallido Social. Cecilia presentó la denuncia de la desaparición de su hijo frente a la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) entre el 8 y el 10 de junio de 2021. En el informe elaborado tras la visita, la Cidh destacó con gran preocupación las denuncias recibidas por casos de desaparición forzada. La Cidh expresó su “extrema preocupación” al constatar que varias de las personas reportadas como desaparecidas fueron halladas sin vida. Ante esta alarmante situación, la Cidh recomendó la creación de una “comisión especial” dedicada a localizar a las personas desaparecidas y esclarecer las circunstancias de sus desapariciones. Tres años después, no hay avances en el caso de Dubán ni en otros reportados en Bogotá.

La mamá que Dubán quería ver: tres años de aprendizajes

Desde la primera vez que Cecilia y su familia decidieron hacer un homenaje a Dubán, llovió. Todo el primer año llovió en cada espacio que recuperaron tras la prohibición de las aglomeraciones en el Portal Resistencia, por la orden de Claudia López. Allí mismo, sembraron un jardín con el nombre de Dubán Felipe, y luego se convirtieron en un Colectivo Familiar llamado Justicia por Dubán. Han realizado 35 conmemoraciones, cada 5 o 6 de junio, acompañados por otros jóvenes, colectivos y organizaciones que rodean el difícil camino de la memoria y la verdad. El pasado 31 de mayo, mientras nos dirigíamos a la rueda de prensa por los tres años de impunidad del caso, llovía. Miramos al cielo cargado de nubes, espeso, recordando la primera vez que hablamos con Ceci tras el entierro de Dubán: siempre le gustó el agua, nos dijo.

Treinta y seis meses han pasado, ha dejado de llover cada mes y Cecilia se ha transformado en la mamá que su hijo siempre vio: una luchadora incansable. “Empecé como a cambiar, como a verme a mí misma, a decirme yo sí puedo, Dubán no quería esto para mí, él no quería verme así”, indica Ceci mientras sonríe recordando que ella se parece mucho a Dubán porque se tarda mucho en decidir qué ponerse, “le gustaba mucho mirarse al espejo, era de cuidarse mucho, me dejaba sin nada, porque se bañaba en colonia… entonces yo llegué a un punto en que dije, él que se preocupaba tanto por verse bien también le gustaba mucho verme arreglada”.

En este lapso, Cecilia terminó el bachillerato, y está pendiente de presentar las pruebas Saber para continuar sus estudios universitarios. Reconoce que pasa más tiempo con sus hijos, incluso con ella misma: “no soy ni la mitad de lo que era, ya no. Ya no me dejo humillar de nadie. Mejor dicho, Dubán hizo el cambio en mí. Ahí empecé”. Empezó a hablar en las invitaciones que le hacían por su caso, luego en los propios eventos que organiza junto al Colectivo Justicia por Dubán, en las mesas institucionales exigiendo el respeto por el derecho a conmemorar cada mes a su hijo. Coordinó el evento de conmemoración de los 3 años del caso, insistiendo en la centralidad del jardín. Agrupó e invitó a otras madres que han sufrido la misma victimización. Realizó las múltiples tareas de planeación de manera simultánea a su trabajo, el cuidado de sus hijos, las tareas del hogar. Cecilia dejó la fábrica de ropa con turnos rotativos que le impedían estar cerca a sus hijos. Hace dos años encontró otro trabajo por prestación de servicios. En diciembre se quedó sin contrato y hasta abril volvió a encontrar un trabajo que le permite acompañar a sus hijos a las prácticas deportivas, viajar a Riohacha a ver a su padre, asistir a las reuniones del Colectivo y las mesas con las instituciones. “Yo desperté” dice.

“Ahorita quiero hacer muchas cosas: conocer, aprender, escuchar… a partir de escuchar una se va retroalimentando, también va cogiendo de esas experiencias, he aprendido harto”. Sigo aquí, dice mientras sonríe, creo que la lucha está en no callar, en seguir aquí, de pie. Sus hijos ya se han dormido para el final de la historia. En el silencio cómplice de la noche, se levanta hacia el comedor y observa la vela que está por terminarse. En breve se agotará la llama, pero la luz en sus ojos sigue brillando con la esperanza de que, un día, la verdad se abra paso en la oscuridad y ella pueda estar de pie, recibiendo la justicia en nombre del hijo que parió hace 20 años, y que él la hizo renacer hace 3, cuando Cecilia decidió asumir la lucha por la vida.

Suscríbase

https://libreria.desdeabajo.info/index.php?route=product/product&product_id=179&search=susc

Información adicional

A tres años de la desaparición y Asesinato de Dubán Felipe
Autor/a: Tatiana Fernández Cuy - Integrante del Colectivo Justicia por Dubán
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo N°314, 20 de junio - 20 de julio de 2024

Leave a Reply

Your email address will not be published.