La iniciativa BRAIN busca revolucionar la comprensión de la mente humana y tratar, prevenir y curar desordenes y enfermedades de orden cerebral. No en última instancia, cabe subrayar que el principal problema de salud pública alrededor del mundo es la salud mental.
De manera significativa, el tercer programa de investigación que cabe destacar aquí es la iniciativa BRAIN (BRAIN initiative, en inglés) que consiste en el estudio del cerebro humano y cuyo nombre significa (Brain Research through Advancing Innovative Neurotechnologies – Investigación del Cerebro mediante Avanzadas Neurotecnologías Innovativas). El proyecto se encuentra en el portal de la página de la Casa Blanca: www.whitehouse.gov…
La iniciativa fue lanzada el 2 de abril del 2013 en una empresa entre el sector público y el privado con un capital que hace que los gastos e inversiones en torno al Proyecto Genoma Humano (PGH) sean, comparativamente, muy económicos.
En efecto, el proyecto, que tendrá una duración de 10 años, y que deberá presentar resultados y conclusiones en el 2025, cuenta con un presupuesto de 300 millones de dólares anuales, distribuidos así: los muy prestigiosos Institutos Nacionales de Salud (NHI) aportan 46 millones anuales, la DARPA —la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa— se interesa particularmente por la rehabilitación y alivio de combatientes de guerra y civiles en los efectos postraumáticos de la guerra y las enfermedades neuro–psiquiátricas de un conflicto armado.
Por su parte, la FDA (Food and Drugs Administration –Agencia encargada de la administración de medicamentos y alimentos de los Estados Unidos)– se enfoca en la transparencia del panorama regulatorio de los aparatos médicos neurológicos. La muy importante NSF (National Science Foundation – Fundación para la Ciencia de los Estados Unidos) se encarga del desarrollo de nuevas tecnologías en neurociencias y neuroingenierías. Finalmente, la IARPA —la Intelligence Advanced Research Project Activity – Actividad de proyectos de investigación avanzados en inteligencia— concentra su atención en la forma como en un enfoque multidisciplinar puede comprenderse al conocimiento y los procesos computacionales en el cerebro.
Entre los participantes del sector privado se destacan la industria de fotónica de los Estados Unidos, con un capital de aporte de 30 millones; la transnacional farmacéutica Glaxosmithkline, con una contribución de 5 millones; las Universidad de Pittsburgh, 65 millones; las universidades de California, de Berkeley y la empresa de microscopía Carl Zeiss, con 12 millones; la Universidad Carnegie Mellon, aporta 40 millones; la Fundación Simons, contribuye con 62 millones; el Instituto Allenpara la ciencia del cerebro, financia 60 millones; el Instituto Médico Howard Hughes, 70 millones, y la Fundación Kavli aporta 40 millones.
Como se aprecia sin dificultad, no cabe duda, en absoluto, acerca de la importancia científica, política, social, económica y militar del estudio del cerebro. La administración de Obama responde así a una de las puntas de avance más importantes hacia el futuro en investigación básica que arrojará nuevas luces acerca de las implicaciones que acarreará el conocimiento del cerebro; el sistema nervioso central, el responsable de los contenidos mentales, las decisiones y las acciones de los seres humanos, supuestos elementos culturales en el más amplio y fuerte de los sentidos.
Todos los aspectos científicos y técnicos pueden verse en BRAIN 2025 A SCIENTIFIC VISION Entre las nuevas neurotecnologías de avanzada, en las neurociencias y neuroingenierias, cabe mencionar la metabolómica, la proteómica y la genómica, de un lado; y de otra parte, hibridación in situ e imágenes en vivo. Se trata de aspectos particularmente técnicos y especializados.
La idea de base es justamente la de que la iniciativa BRAIN busca revolucionar la comprensión de la mente humana y tratar, prevenir y curar desordenes y enfermedades de orden cerebral. No en última instancia cabe subrayar aquí que el principal problema de salud pública alrededor del mundo es la salud mental, pues la población, en general, sufre crecientemente de desórdenes de tipo bipolar, depresión, esquizofrenia y muchos otros, todos directamente relacionados de forma creciente con las crisis sociales, económicas y medioambientales en curso en el mundo. Así, los problemas de salud mental representan, sin ambages, un auténtico desafío para la propia salud y funcionamiento de la economía de libre mercado y el funcionamiento de la sociedad como un todo.
Sin la más mínima duda, la iniciativa BRAIN corresponde el paso siguiente necesario a dos episodios anteriores: la secuenciación del DNA y la elaboración del mapa de conectividad neurológica. Las más importantes empresas estadounidenses están altamente comprometidas con esta iniciativa, entre ellas, el motor de toda la sociedad de la información y de la sociedad del conocimiento: Google, cuyo principal mérito consiste en la apropiación y manejo de impresionantes bases de datos en las búsquedas que los usuarios de Google hacen diariamente y que permiten elaborar patrones de pensamiento, de acción, de vida y de consumo. Recientemente, ello ha dado lugar a una nueva ciencia: la física social (Cfr. A. Pentland, Social Physics. How Social Networks Can Make Us Smarter, Penguin Books, 2015. Pentland es un investigador del MIT).
El aspecto verdaderamente relevante aquí es, sin lugar a dudas, el hecho de que la combinación de neurociencia y neuroingeniería permite identificar formas de pensar, de decidir y de actuar de numerosos grupos sociales. Existe, además de un claro interés científico y de políticas de salud (obesidad, depresión mental, identificación de grupos de alto, mediano y bajo riesgo en sus comportamientos antisociales), un evidente interés al mismo tiempo político, militar y económico. Un autor destacado, N. Rose, ha hablado con claridad acerca del modo como estos intereses son claramente intervencionistas. No en última instancia, valga recordar algunas de las aristas del tema, muy activas actualmente: la neuroeconomía, el neuromarketing, la neuropolítica, la neuroeducación y la neuroética. En una palabra, se trata, en toda la línea de la palabra, de un gobierno de la subjetividad.
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