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La lógica trivalente

La lógica trivalente

La incertidumbre entra en el ámbito de la ciencia gracias a las ciencias de la complejidad. Y en el ámbito de la lógica, gracias a la lógica trivalente, el nivel más básico de las lógicas polivalentes.

 

Es conocido que una de las lógicas no clásicas, son las lógicas polivalentes. Es decir, en contraste con la lógica formal clásica, sistemas lógicos de muchos valores. Mientras que la lógica formal clásica —que predominó sin más durante veinticinco siglos— es una lógica bivalente —pues solo sabe de dos valores: verdad y falsedad, 1 o 0—, han emergido lógicas que, sin adjetivar, no son maniqueas (“o lo uno o lo otro”), binarias o dualistas. Un caso conspicuo es la lógica trivalente.

¿Cuántos valores existen en la lógica trivalente? Tres, estos son: verdad, falsedad e incertidumbre.

En efecto, en ciencia como en la vida, en muchas ocasiones hay problemas que no se pueden dirimir enteramente en términos de verdad o falsedad. En muchas ocasiones, sencillamente, no tenemos la información suficiente o el tiempo necesario para una toma de decisión, o sucede también un bloqueo —temporal acaso— para definir si una cosa o la otra. Pues bien, la lógica trivalente reconoce estas situaciones y afirma que, consiguientemente, existe también la incertidumbre. En la notación (técnica) se tiene entonces: 1, ½ y 0. Pues bien, ½ designa la incertidumbre; esto es, aquellos valores que no son verdaderos, pero tampoco falsos.

De esta suerte, mientras que toda la historia de la civilización occidental constreñía a que todas las situaciones, afirmaciones y experiencias del mundo pudieran ser definidas como “una cosa o la otra” —siendo imposible, por definición, cualquier otra alternativa—, el siglo XX hace el aprendizaje de la incertidumbre.

Originariamente, sucede a través de la física cuántica gracias a W. Heisenberg. Si conocemos el lugar de una particular, no sabemos entonces a dónde se dirige, y al revés; si sabemos a dónde se dirige, no sabemos entonces dónde está. La historia de la ciencia cuenta que Heisenberg hizo este descubrimiento a raíz de los debates de Copenhaguen, mientras caminaba, en una noche, por un camino semiluminado. A la luz del farol (o del poste con luz, diríamos hoy), el cuerpo de una persona aparecía y desaparecía, y así llega Heisenberg a su intuición fundamental.

Cultural y epistemológicamente, cabe decir que las verdades y certezas que alguna vez se tuvieron y se conquistaron, no se pierden ni se erosionan para nada. No hemos perdido las verdades. Por el contrario, adicionalmente, hemos ganado la incertidumbre. De esta suerte, la incertidumbre no tiene, en absoluto, un valor negativo —acaso cognitivamente—, sino, por el contrario, un valor positivo. Debemos poder contar con la incertidumbre, no descartarla.

La dificultad estriba en que, para la base de la sociedad, “incertidumbre” aparece como un obstáculo o una dificultad que, consiguientemente, hay que eliminar. La incertidumbre ocupa, así, el mismo rango que el azar o la aleatoriedad; hay que reducirlas e idealmente eliminarlas. El mundo debe poder consistir de verdades y necesidades. Esta es la forma normal de pensamiento y de vida. Las cosas no pueden librarse al azar; tiene que haber necesidades, esto es, razones de por qué ocurren las cosas, puesto que “todo sucede por alguna razón”; así no la sepamos.

Pues bien, la ganancia de la incertidumbre exige el reconocimiento explícito de que ésta no tiene, en absoluto, ningún valor emocional, psicológico o cognitivo. Más exactamente, la incertidumbre, en este contexto, no es un fenómeno que dependa del sujeto y de sus habilidades y fortalezas. Por el contrario, la incertidumbre forma parte de la realidad misma, del mundo tal y como acontece.

La incertidumbre entra en el ámbito de la ciencia gracias a las ciencias de la complejidad. Y en el ámbito de la lógica, gracias a la lógica trivalente, el nivel más básico de las lógicas polivalentes.

La incertidumbre, por tanto, tiene exactamente el mismo peso que verdad o que falsedad, y las tres se encuentran exactamente en el mismo nivel; ni más arriba ni más abajo. Podemos contar la incertidumbre y, en lugar de descartarla, tratar de interpretar muy bien su significado. Pues bien, el más radical de sus significados es que hay fenómenos, sistemas y comportamientos que no pueden ser reducidos a verdad o falsedad. El mundo se llena así de un matiz adicional, de una luz nueva y diferente de cara a toda la historia del pasado.

No es, por tanto, necesario ni inevitable que todas las cosas sean verdaderas o falsas sin más y que deban ser irremisiblemente una cosa o la otra. El mundo y la realidad conocen de la incertidumbre, definitiva o parcial. Pues bien, la primera forma de lógica que hace este reconocimiento y que sostiene que “verdad” puede ser, ulteriormente, reduccionista, es la lógica trivalente.

En el mundo actual, la lógica trivalente resulta particularmente sensible y revolucionaria. Particularmente en tiempos y lugares cuando y donde se habla de “hechos alternativos”, “posverdad” e incluso de “comisiones de verdad”. Como si verdad existiera sin más. Lo cierto es que, en la mayoría de las circunstancias, verdad no existe sin o al margen de incertidumbre (o de falsedad).

¿Es posible la vida en la incertidumbre? Nada permite afirmar algo semejante en el marco de la lógica trivalente. Lo que sí se dice, sin ambigüedad, es que paralela, concomitante, simultánea con “verdad” (o falsedad) existe, con la misma legitimidad, la incertidumbre.

Este panorama se torna magníficamente más problemático y sugestivo a la vez, cuando se piensa el mundo y la ciencia con otros matices y gradientes, con otras finezas y problemas. Tal es lo que acontece, por ejemplo, cuando se reconoce que no existen simple y llanamente tres valores, sino, por ejemplo, cuatro. Esto nos conduce a la lógica tetravalente. Pero este es el objeto de otro texto aparte.

Publicado: 11 Abril 2017

Información adicional

Autor/a: Carlos Eduardo Maldonado
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Fuente: Palmiguía

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