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¿Qué es el efecto cuántico de Zenón?

¿Qué es el efecto cuántico de Zenón?

En el marco de la teoría cuántica, el efecto cuántico de Zenón es extremadamente importante. Es el equivalente de la indeterminación de un estado cuántico para un sistema determinado y apunta directamente al problema de la medición.

Zenón de Elea constituye, junto con Parménides y Meliso de Samos, los fundamentos de la civilización occidental; más exactamente, la idea de que lo que prima es el ser —no el devenir, como decía Heráclito—, y que, por tanto, la realidad es ulteriormente estable, constante, carente de dinámicas.

Zenón de Elea expresa varias paradojas. La más pertinente aquí es la paradoja de la flecha. De acuerdo con el filósofo griego, una flecha que se lanza hacia un objetivo nunca lo alcanzará porque primero debe recorrer la mitad del trayecto, posteriormente la mitad de la mitad y así sucesivamente. Como consecuencia, la flecha no alcanza el objetivo, y el tiempo es discreto; no continuo. No importa que en la realidad la flecha sí llegue a su objetivo (si hay puntería).

Como se ha dicho con frecuencia: si se observa aún a una olla con agua, que se ha puesto a hervir, la observación continua del agua nos da la sensación de que el agua nunca hierve (se demora una eternidad, de acuerdo a la observación permanente).

En el marco de la teoría cuántica, el efecto cuántico de Zenón (ECZ) es extremadamente importante. El (ECZ) es el equivalente de la indeterminación de un estado cuántico para un sistema determinado y apunta directamente al problema de la medición —sin duda el problema más importante en el marco de la teoría cuántica, puesto que apunta exactamente a las relaciones entre el universo microscópico y el macroscópico; en otras palabras, entre el mundo cuántico y el mundo clásico. El más apasionante de todos los problema posible acerca de la naturaleza de la realidad y el universo.

El (ECZ) fue observado por primera vez por parte de George Sudarshan y Baidyanaith Misra de la universidad de Texas, en 1977.

En pocas palabras, el (ECZ) pone en evidencia varias cosas, así:

• El tiempo no existe. Todo es una sucesión de presentes o instantáneas.
• El movimiento es una ilusión, a saber: justamente la ilusión del mundo clásico.
• La observación continua de un fenómeno (cuántico) inmoviliza cualquier dinámica.
• La evolución puede ser disminuida y ocasionalmente detenida mediante la continua observación de un fenómeno dado.

Como se aprecia sin dificultad, se trata de consecuencias verdaderamente contraintuitivas; altamente problemáticas cuando se las ve desde el mundo clásico; esto es, el mundo regido por el principio de tercero excluido: una cosa es una cosa, o bien otra distinta, pero no ambas a la vez.

El resultado conjunto transversal de las cuatro evidencias mencionadas es que la mecánica cuántica posee ciertos grados o modos de incompletud. Pues bien, ello justamente es lo que permite reconocer que existen por lo menos quince interpretaciones sobre la mecánica cuántica. Una situación que de lejos de parecer caótica es desde el punto de vista lógico y filosófico absolutamente sugestiva y provocadora. Una arena de trabajo sin igual para el estudio del mundo, la realidad y el universo.

El tema de base, a propósito del (ECZ), es el de las relaciones entre la decoherencia cuántica y la recoherencia cuántica. Dicho de forma simple y llana: cabe pensar razonablemente que el universo entero es cuántico; y que el mundo clásico es sólo una situación límite. Algo que muchos estudiosos de la física cuántica no estarían dispuestos a reconocer, así no más.
Todas las afirmaciones anteriores se sostienen experimentalmente. Por tanto, no hay ya mucho terreno de discusión al respecto.

Digámoslo de manera expresa: mientras que el mundo clásico puede ser idóneamente adecuado como marcado el principio de tercero excluido —o una cosa o la otra; o es de día o es de noche; o se mueve o está quieto, y así sucesivamente—, tanto como por el hecho de que es dinámico, variable, evolutivo; por su parte, el universo cuántico consiste en una continua exploración de posibilidades. El mundo cuántico es coherente y, por tanto, bastante más estable.

Más exactamente, el (ECZ) impide que los estados cuánticos oscilen sin más de un estado a otro (de un estado al siguiente). El supuesto fundamental aquí es que los sistemas y fenómenos contienen grados (discretos) de libertad. En términos elementales, el (ECZ) se refiere al hecho de que existe una ralentización de la evolución de un estado cuántico hasta el límite que dicho estado es observado continuamente.

Digámoslo sin ambages. Ya sabemos bastante bien en qué consiste el universo cuántico, un universo caracterizado por tiempos vertiginosos, que transcurren de la escala de nanosegundos hacia abajo; esto es, nano, pico, atto, femto, etc. —segundos—. El gran problema es que, a la fecha, no sabemos muy bien qué es el mundo clásico —el universo macroscópico, cómo emergió y cuáles es su lógica. O lógicas.

La hipótesis del colapso de la función de onda es una interpretación posible, aunque viene siendo cada vez más cuestionada. La decoherencia cuántica es otra interpretación, acaso más plausible, que permite entender lo que sucede después de que la superposición de estado se quiebra (esto es, después que o el gato de Schrödinger está vivo, o muerto). El (ECZ) constituye acaso la apuesta más fuerte al respecto. Con una observación fundamental, a saber: la decoherencia cuántica no simplemente se quiebra —por diversos factores—. Pues además existe la recoherencia cuántica. Esto es, el mundo no simple y llanamente se vuelve clásico. El mundo vuelve a coherentizarse en escalas temporales proporcionales a la de la decoherencia.

El universo es cuántico. El mundo clásico no es, en absoluto, la última palabra.

 

Publicado: 12 Febrero 2017

Información adicional

Autor/a: Carlos Eduardo Maldonado
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Fuente: Palmiguía

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