El pensamiento abstracto nos acerca a las humanidades y a las artes, en el sentido más amplio pero fuerte de la palabra. Por lo demás, los símbolos nos acercan a las naturaleza, mientras que los conceptos parecieran alejarnos de ella.
Cinco formas particulares, hoy en día, del pensamiento abstracto son: la(s) lógica(s), la(s) matemática(s), la filosofía, la física teórica y la química pura. Ciertamente que existen campos aplicados y experimentales en ellos —la ética empresarial; o las matemáticas financieras; o la nanotecnología; o la química farmacéutica, por ejemplo—, pero cuando son estudiadas sin intereses inmediatos de aplicación o experimentación conllevan numerosas ventajas.
El pensamiento abstracto nos permite simbolizar el mundo y la realidad, y es esa capacidad de referirnos al mundo y a la realidad en términos simbólicos lo que otorga una enorme ventaja selectiva a unos seres humanos sobre otros, a unos grupos y sociedades sobre otras.
Pues bien, sorpresivamente, la capacidad de simbolizar el universo y la realidad nos abre las puertas, de par en par, con las artes; esto es, con la poesía y la literatura, con la música y la arquitectura, entre otras. El arte, dicho de manera general, es una interpretación del mundo y la realidad en términos de símbolos. No ya de entidades particulares y singulares. El símbolo siempre remite desde sí mismo más allá de sí mismo. Los objetos, en tanto que cosas, por el contrario, siempre remiten a sí mismos y agotan el mundo en su propia existencia.
Existe, en la historia de la civilización occidental, un movimiento pendular irregular que parte de la inteligencia entendida como nous –esto es, una inteligencia intuitiva–, pero que es relegada a lugares secundarios e incluso negada durante dos mil quinientos años por parte del logos –la inteligencia de palabra y predicativa o proposicional–. El verbo del nous se dice en griego elnoein, y encuentra en Anaxágoras su punto de partida, y en E. Husserl el único referente siguiente. Originariamente, la historia del nous es la historia de la Grecia arcaica, la cual termina hundiéndose en el pasado de las guerras púnicas, y la guerra de Troya. Por su parte, la historia del logos es la que define a la civilización occidental como tal.
El péndulo, si cabe la metáfora, pareciera tender ahora del logos nuevamente hacia el nous, dado el reconocimiento de que la inteligencia no se agota en aspectos estrictamente cognitivos y predicativos, y que, adicionalmente, existe una capacidad de simbolización que, sorpresivamente, acerca a las ciencias y la lógica a las artes y la poesía. La escisión de las dos culturas nunca había sido tan superada como en los últimos lustros, en términos de cultura y civilización.
El pensamiento abstracto es el “trabajo” con variaciones eidéticas, con la imaginación y la fantasía, como con posibilidades, con juegos imaginarios y el permanente planteamiento de situaciones: “qué sucedería si….” (what if).
Dicho de manera directa y escueta, el pensamiento abstracto no es pensamiento proposicional, sino fantasía y juego. Que es lo que menos aparece o existe en el mundo del trabajo –regido por productividad, eficiencia y eficacia, ganancia y emprendimiento, por ejemplo–, como tampoco en la escuela en general, marcada acaso por competencias –argumentativas, interpretativas y propositivas (sic!).
Dicho de forma llana: se puede enseñar el pensamiento concreto, pero sólo se puede aprender el pensamiento abstracto. En consecuencia, el pensamiento abstracto es bastante más que el mero pensamiento conceptual. La verdad es que la primera forma de comunicación, y la más básica forma de entendimiento entre los seres humanos, no sucede a través de juicios, conceptos, enunciados y demostraciones. Por el contrario, se trata de metáforas y símiles, de sinécdoques, anadiplosis y polisíndeton, entre muchos otros. En una palabra, se trata de tropos. Que es la cara oculta del logos y, por el contrario, la cara visible del nous.
Como se aprecia, el pensamiento abstracto nos acerca a las humanidades y a las artes, en el sentido más amplio pero fuerte de la palabra. Por lo demás, los símbolos nos acercan a las naturaleza, mientras que los conceptos parecieran alejarnos de ella.
La buena ciencia no consiste en argumentos, juicios y demostraciones. Desde el punto de vista cultural, la buena ciencia es, ante todo, una buena historia, un buen relato. Nadie puede ser un buen científico si no es un buen narrador; como los abuelos alrededor del fuego, como los buenos amigos con un café o un buen vino. Cuando sentimos que el tiempo no existe, porque el mundo entero es el relato.
Si se ha dicho que el trabajo total es creativo y que no sabe de tiempos ni espacios, es porque el investigador está inmerso en la hybris del conocimiento y el descubrimiento. Pero cuando ello sucede, entonces las distinciones entre pensar e imaginar, entre conocer y vivir resultan abstrusas e insostenibles.
Manifiestamente que las formas primeras, como aparece ante la sociedad el pensamiento abstracto, es en la forma de conocimientos altamente elaborados, en filosofía, en lógica, en matemáticas, en física teórica o en química pura. Pero la verdad es que cuando nos encontramos con teóricos que trabajan auténticamente en estos campos, no nos encontramos muy lejos de atisbos de verdadera sabiduría. Con la observación puntual de que la dificultad está en “auténticamente”.
Hay momentos en los que el conocimiento aparece como erudición (en inglés la palabra hermosa es polymath, cuya etimología se remonta al griego antiguo: se dice de aquella persona que aprende mucho o ha aprendido mucho). (No de aquella a la que le han enseñado muchas cosas). (Por su parte la etimología de la erudición sostiene que se refiere a todo aquel que está por fuera de lo rudo o de lo tosco). Una cosa no es lo mismo a la otra.
En términos de la etimología, en un caso, el pensamiento abstracto nos hace seres cultos y civilizados, que es lo que quiere significar lejos de la rudeza y la tosquedad. En otro caso, el pensamiento abstracto nos permite aprender, aprender constante e incesantemente. Gracias a lo cual nos hacemos libres. Y reconocemos que no hay fronteras entre las artes y las ciencias.
Publicado: 20 Marzo 2017
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