Santos todavía no ha pedido perdón… Avanzan las últimas semanas de 2016, en otro adiós de año que nos llama a mirar una a una las convicciones, los conflictos y disputas; las luchas, las proyecciones políticas y sus apuestas; los triunfos, las inercias, zancadillas y repeticiones; las ausencias y derrotas que marcaron o afectaron a las mayorías populares en Colombia y que son puntos de variación en la situación política y en el conflicto armado. Un recuento necesario, de reflexión y balance para hacer autocrítica y extraer lecciones de diverso orden.
Negociación política del conflicto armado
El sabor es agridulce. Aún sin final de implementación a fondo, con las Farc la negociación lleva varios pasos. Uno fue hasta la firma del acuerdo, logrado el 24 de agosto. Tras varios años de negociación, de tires y aflojes, que parecían cerrar con firma sin vencedores ni vencidos. De solución política con una organización guerrillera que sin estar derrotada militarmente, conserva un margen de puja por obtener el mejor partido posible, como parte de la Mesa de La Habana.
Sin embargo, las últimas semanas de los diálogos sorprendieron: de asegurar una “dejación” que no entregaría el control de las armas “sino hasta en diez años”–resguardadas bajo supervisión internacional, como garantía del cumplimento de lo acordado–, se pasó a aceptar una entrega de las mismas, en pocos meses. De un rechazo inicial al plebiscito, con exigencia a cambio de una Constituyente, terminaron por aceptar el primero. Así, la ventaja del No el 2 de octubre impuso el condicionante de rebaja política, con un revertir el texto negociado –57 ejes de modificación– y ahora, la guerrilla que asumió una Mesa de igual a igual, en la implementación de los acuerdos parece estar acorralada: entre el No plebiscitario y un gobierno que funge de neutral. Hace alarde ahora, como “portador” de las exigencias de quienes obtuvieron el apoyo social en votos. Dada la imprevisión, es otro contexto con factores de desventaja para la actividad popular.
En la variación que sobrevino, sale a relucir una enseñanza: dentro de la búsqueda de una “paz” que no deje al poder exento, desde una guerrilla con reservas (marginales y móviles) de territorio-retaguardia de repliegue y de recuperación parcial de mandos; ni las circunstancias del tiempo electoral ni la presión y el afán internacional y geopolítico de disputas, un tanto disminuidas en el continente –que obran sobre la Mesa de La Habana–, pueden determinar un proceder sin la coherencia de mantener distancia o precaución, ante el enemigo o el contrario.
No sólo en el resultado del Plebiscito y de la revisión del Acuerdo, las consecuencias de todos los errores acumulados, y de los cometidos en el “carrerón” de las últimas semanas de la Mesa, están por verse en toda su dimensión. Valga señalar, la separación que tuvo esta negociación de la agenda cotidiana de las mayorías, de sus necesidades y exigencias. Una distancia que puso interrogantes y disminuyó en su postura activa, a un buen sector del activismo social. Dentro de las consecuencias de este proceder no puede pasar inadvertido, un efecto en la atomización social y en la pérdida de capacidad de reacción ante medidas graves –p.e. venta, privatización o “democratización” accionaria de las empresas públicas estratégicas de Bogotá–, que es más indispensable ahora, para que la “renegociación” y “nuevo acuerdo” de La Habana no aprieten tanto. El antecedente de este error: negociar entre dos aparatos, llevando al desinterés social con rebaja de las luchas, ya había marcado su sello. No sobra recordar la coyuntura con el M-19, el Epl, etcétera.
Con intención de sacar lecciones, sobresale también: a) el silencio ante la reforma tributaria, próxima a debate en el Congreso –reforma posibilitada por la firma misma del 24 de agosto pasado– amplía la debilidad resaltada y separa, a este renovado contingente de la izquierda, del conjunto social –no todo es la agenda de paz. En efecto, los Acuerdos de paz pueden ser un elemento relacionante de todas las plataformas sectoriales y locales, pero no atraen ni son la cobija de todas (si fuera distinto, el resultado del 2 de octubre pudiera haber tenido otras cifras). b) desmotivar la lucha social por una agenda estructural, ‘ajustando’ que las luchas sean por etapas, va sumiendo a esta agrupación en un “etapismo” que la amarra a las agendas oficiales; c) el afán por la firma de los acuerdos a como de lugar, con el reclamo de una paz ¡ya!, sumerge al movimiento social en una agenda por una paz de contingencia, sin carácter, que permite; por un lado, la pérdida del derecho a la rebelión, del derecho de todos los pueblos a resistir ante el abuso de poder o las injusticias, y por otro, a entregarle a Santos y su fracción económica, el liderazgo ante una paz que lo reviste de un papel social que no tiene ni alcanza. d) Permitir que la “justicia transicional” altere la responsabilidad y culpabilidad por el carácter terrorista del Estado –que devino de su política contrainsurgente–, desdice y hasta contradice la lucha de varias décadas de los movimientos sociales, y de la afectación que sufrieron en carne propia miles de miles de estos actores –no vinculados a la guerra–, propiciando un mar de impunidad oficial. Atmósfera ésta, que pesará en el nuevo episodio de la Mesa y, en contra de las luchas futuras y en la misma legitimidad del Estado que se dice confrontar.
En otro capítulo por la Paz mayúscula, la Mesa con el Eln arranca con un grado de desinterés y manipulación por parte del Gobierno. Actitud que augura una negociación llena de conflictos y un final con dificultades y retrasos. Con una serie de emboscadas y celadas. Tal como la que tendió Santos en marzo –alrededor del fin de los secuestros–, en el minuto después del anuncio por Frank Pearl de la firma de una agenda (30 de marzo), que retrasó 6 meses la instalación de la Mesa. Tras el segundo anuncio de comienzo en Caracas, el Presidente siguió su trama: Dar la imagen que él doblega al Eln. Ya en la víspera de arrancar en Quito, sin respetar la agenda y los compromisos suscritos, camuflado en el mismo tema, paralizó por segunda vez la instalación de la Mesa. Unas maniobras que visualizan con nitidez, que el Gobierno no quiere que la sociedad vea a la Mesa como un acuerdo entre dos partes en igualdad, sino como una concesión de Santos. Como un favor al Eln y una oportunidad para su rendición.
La enseñanza, aquí, también es nítida. Dejarse presionar por el tiempo, por los opinadores de turno, por unos medios de comunicación que conocen los puntos acordados pero los callan, por poderes extraterritoriales, por los vaivenes de la geopolítica global, etcétera, conlleva a terminar sometidos a las presiones e intereses de su contraparte o enemigo.
Luchas sociales
Lucha agraria. Sin las características de un II Paro Agrario, una Minga campesina, indígena y étnica puso el punto alto en el panorama de la oposición social. Con raíces en el compromiso parcial y la participación de todas las organizaciones indígenas y campesinas, el poder volvió a sentir neuralgia. Calambre, por una tensión que provino desde el campo popular. La Minga que comenzó el sexto mes del año y duró a lo largo de dos semanas, fue el recurso obligado para denunciar los incumplimientos del Gobierno. Los incumplimientos de promesas firmadas en otros paros y movilizaciones.
Llama la atención: a) el sujeto social en la coyuntura que atraviesa Colombia, tiene como asiento el campo; b) estamos ante un Gobierno que solo atiende reclamaciones cuando están soportadas con la fuerza, Gobierno que por demás, no respeta su palabra ni su firma, y que maniobrará a cualquier precio, para disipar la inconformidad y potencialidad rebelde y social; c) los actores alternativos y la conformación con superación de un nuevo liderazgo, están ante el reto de construir puentes que unan la resistencia rural y urbana, para lo cual, es indispensable fortalecer y proyectar las luchas citadinas, de tal manera que, desde el campo sientan que tienen aliados y amigos para multiplicar los efectos de la lucha y para actuar como un solo cuerpo.
Mientras tanto, y esto no suceda, el establecimiento seguirá fracturando las luchas y resistencias. Maniobrando y dilatando sus resultados, aunque sectores aguerridos del campo aduzcan o sientan que son fuertes y tienen un conque para jaquear al Gobierno. Sin embargo, el resultado desdice estas pretensiones. Al final, quedan más amarrados y sometidos a las lógicas y dinámicas oficiales, pues si bien logran administrar mucho dinero, pierden con sus bases el foco de la reforma agraria integral y de la misma necesidad de un cambio social.
Defensa del territorio
En municipios como Pijao, Doncello, Ibagué, San Martín –Cesar–, y regiones como las cubiertas por el páramo de Santurbán (Santander y Norte de Santander), o el Valle del Cocora (Quindío), entre otros, sus pobladores levantaron voz y marcharon para exigir respeto a sus territorios y medio ambiente. Demandaron con fuerza que unas proyectadas explotaciones mineras no se concreten. Exigieron consulta popular contra la explotación minera tradicional o vía fracking y, la salida de sus regiones de las multinacionales a las que el Estado les concesionó, sin consulta previa, los terrenos que las poblaciones reclaman bajo su soberanía.
Estas luchas con refriegas, nos recuerdan que un tema crucial en las luchas presentes y futuras del país es y seguirá siendo la defensa del medio ambiente. Bien en denuncia de la explotación minera tras oro, bien para extraer petróleo u otro mineral, y no será raro en el futuro cercano, la lucha contra los monocultivos, por cuyo conducto miles de campesinos verán perder el derecho a un pedazo de tierra para sembrar y garantizar vida en dignidad. De ser así, quedarán reducidos a una nueva condición de peón, en esta ocasión, como proletariado agrícola.
Aunque parece que la decisión final sobre estos reclamos descansa en manos de los jueces, la verdad es que reposa en el poder de las comunidades. En el enlace de sus luchas que las potencian, y que una vez anudadas en una sola acusación, obligarán al establecimiento a ceder en su pretensión extractivista, que desplaza miles de familias y transforma sus entornos sagrados y naturales. Territorio que en su estado actual permite vivir a las comunidades afectadas, aunque en pobreza, con mayor tranquilidad. Mayor que la enturbiada por la acción de las multinacionales.
Aumenta el marchitamiento del PDA
Como la tarde que parece caer más pronto en invierno, así pasa con el Polo Democrático Alternativo: perdió su luz mucho antes de cualquier previsión pesimista. El opaco que lo fue cubriendo, no sólo extendió sus sombras en el 2016, sino que lo oscurece más: guardó silencio e hizo flagrante su falta de presencia ante la diversidad de luchas sociales en curso. Flaquea en su comportamiento ante la misma agenda de paz. Crecen sus disputas internas, con un manejo a espaldas de su militancia, y mucho más del país. Se divide ante aspectos cruciales como la aprobación del Plan de Desarrollo presentado por Peñalosa para Bogotá. Asimismo, el PDA no encuentra un punto común en el qué hacer frente al gobierno Santos, ante el que abunda en contradicción, la conducta de su presidenta, quien porta y lleva un mal mensaje al país sobre este gobierno –divorcia el tema de la paz del económico y de otros factores de conflicto–, y pone al Polo a la cola del liberalismo, con una agenda eminentemente electoral.
Todo esto y mucho más, terminó por desdibujar esta agrupación política –que en algún momento abrió alguna luz de esperanza en el país. Ante el hecho, la definición múltiple de un nuevo referente de izquierda debe señalar el por qué de tal magnitud en el entronizamiento de errores, y encontrar nuevas sendas con las regiones, referentes de sujeto, propuestas, comportamientos y formulación de banderas y acciones alternativas ante el actual modelo socio-económico-político vigente y, seguramente, otros muchos aspectos necesarios de abordar y resolver para estar a la altura de lo demandado por las mayorías nacionales.
Retos 2017
Los días, semanas y meses que vendrán, están preñados de variaciones en la situación desde diversos ángulos. Vendrán acompañados de diversidad de luchas, agendas, debates y procesos sociales, en medio de un vacío: el de un proyecto alternativo-popular. Una ausencia que confiere ventaja a la iniciativa oligárquica en un «reacomodo del régimen». Una realidad que demanda conjugar en forma cotidiana, y en la amplia extensión territorial, una disputa por la información, y en el empeño de lograr acercamientos hacia el inicio y proyección de unos referentes legítimos de convocatoria y liderazgo por la inclusión. Son ingredientes en el forcejeo:
– Avanzar en la pauta y configuración de un Bloque Popular/con metodología distinta, para aprobar con participación diversa una plataforma de lucha (consulta popular) que despierte en cantidad y horizonte la voz nueva de liderazgos sociales.
– En el pleito de la solución política y los logros de las Mesas, separar la iniciativa popular de la agenda burguesa.
– Dar calidad y sustento al debate acerca de un modelo de desarrollo humano.
– Reponer en primer orden y en Campaña, la conquista territorial ascendente y de opinión por ¡Otra Democracia, Sí!
– Incluir la comprensión, tareas y definición de instrumentos en las exigencias de «disputa cultural» frente a la hegemonía y tope del modelo neoliberal
– Formular una disposición en el campo popular y de la solidaridad con las luchas que lideran diferente sectores sociales, para asumir la comunicación con vocación de disputar la opinión pública, y construir un referente común de otro modelo social bajo el cual, hagamos y rehagamos nuestras vidas como pueblo.
– Aclarar el verdadero escenario de la campaña electoral 2018, y determinar las tareas que esta implica, sin repeticiones de lo acometido sin vocación de país, con acomodamiento a la costumbre; superando las pretensiones y ambiciones personales, así como las fronteras que centran la actividad electoral como palanca y eje de la acción popular.
Estos aspectos, cada uno de los cuales es motor de acciones y proyecciones para la calenda que empezará en enero próximo, será motivo de nuestra primera editorial de 2017, y tal vez de otros más.
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