Home » Bogotá, la ciudad del caos y la ciudad del orden

Bogotá, la ciudad del caos y la ciudad del orden

Bogotá, la ciudad del caos y la ciudad del orden

En el transcurso de los últimos diez años, Bogotá ha sido objeto de diagnósticos exhaustivos, análisis profundos y propuestas disimiles cargadas de ideología, enfocadas a adoptar la mejor fórmula para su ordenamiento territorial. Está claro, que aún se está lejos de generar un consenso que permita definir el mejor camino para la adopción de un documento sensato, a partir del entendido maniqueo que el aparente desorden se soluciona con el aparente orden.

En los últimos diez años de elaboración de un diagnóstico urbano y entre varios modelos de ciudad formulados por las tres últimas administraciones distritales del Plan de Ordenamiento Territorial, los expertos urbanistas que casi son los mismos, recurren de manera reiterada a comparar las ciudades europeas y norteamericanas con Bogotá. Aquellos modelos foráneos, aparentemente ordenados, bonitos, limpios, seguros, donde la movilidad, el espacio público, los servicios públicos y equipamientos y demás elementos de la ciudad funcionan; no son comparables con la ciudad de Bogotá; una ciudad aparentemente caótica, fea, sucia, insegura, donde la movilidad, el espacio público, servicios públicos y donde los equipamientos no prestan un servicio adecuado a los usuarios.

Es importante llamar la atención como estas administraciones distritales han posicionado la discusión del ordenamiento territorial en el campo de la ideología política y económica, sustrayendo esta discusión de uno de los principios fundamentales que rigen el aparente orden o caos en el universo, que es la Entropía.

Uno de los principios fundamentales de las reglas que rigen el universo, es la Entropía, entendida como la presencia de desorden o caos en un sistema aparentemente ordenado, es decir, el caos y el orden coexisten, no es posible la presencia de uno sin que esté el otro, además de identificarlo y medirlo.

Por lo tanto, al estudiar las dinámicas de apropiación del territorio por parte de los bogotanos, es importante partir de la superación del paradigma que identifica una brecha entre un modelo urbano desordenado, como es aparentemente el bogotano, a otro, que se piensa está ordenado, generalmente foráneo, que, si bien funciona en su origen, se ha demostrado que eso no es garantía para que funcione en nuestra realidad.
La dificultad radica en gran parte a la imposibilidad de observar el nivel de caos presente en el aparente orden normativo existente. Prueba de ello son más de diecisiete años del modelo POT adoptado en el año 2000, para darnos cuenta ante nuestros ojos, que el modelo propuesto fracasó, ante la dinámica de un modelo aparente que la gente del común en su dinámica diaria construyó.

Esto nos lleva a entender desde la Entropía, que en un sistema existen algunos grados de compatibilidad entre sus partes, haciéndolo estable y adicionalmente definiendo su existencia. Pero también, existen grados de incompatibilidad en el sistema, que en el caso de Bogotá están presentes entre: lo informal-formal; lo rural-urbano; los segregados-integrados, lo legal–legitimo, entre otras tensiones que nos invitan a no ser indiferentes, para identificar y estudiar cómo estas tensiones se manifiestan en la ciudad.

Pero es preciso aclarar, que este artículo escrito en plena era de la conexión global de la información, donde todo lo que pasa aquí, repercute allá, no pretende “satanizar” lo foráneo. Todo lo contrario, lo de afuera no es más que una invitación a darnos cuenta que nosotros también podemos hacerlo bien, a partir de reconocer lo que somos, sin esperar parecernos a lo que no somos y que nunca seremos.

La ciudad no es únicamente una máquina funcional, tampoco es solamente una fábrica de producción de riqueza económica, y menos un campo de batalla en donde se impone el más fuerte; puede tener algo de todo lo anterior. Pero es importante entender que la ciudad es un fenómeno histórico que se ha moldeado en el tiempo y, de acuerdo a Henri Lefebvre, que la ciudad no solo es fuente de acumulación y concentración de riqueza, sino de goce y disfrute . La ciudad, a partir de lo anterior, también es el reconocimiento de la diversidad como escenario de diálogo con las minorías, tal como lo afirmaba la señora Jane Jacobs, cuando mencionaba que la ciudad es un lugar de encuentro, que invita a participar con el otro y los otros en el espacio conformado para lo público, como escenario por excelencia de interacción humana , en plena sintonía con Jan Gelh . Todos ellos inspiraciones del orden de allá, que nos motivan a construir el aparente caos de acá.

Luego, el caos y el orden, desde la misma creación del universo se encuentra en constante intercambio y transición. Por ejemplo, si en una ciudad las normas urbanísticas que define el uso del suelo, no son utilizadas por los usuarios, se identifica una clara manifestación de ruptura en la comunicación entre el Estado y sus ciudadanos. Allí es importante identificar el proceso de transición entre el caos y orden, teniendo claros los escenarios sensibles de intercambio de saberes, que son los reductos que posibilitan la Sinergia.

La Sinergia, dentro de la teoría del caos y el orden, puede entenderse: “[…] a partir de la presencia de elementos aislados de un sistema, estos se reconducen a una conducta autónoma y lógica, en donde a partir de sus propias limitaciones y desequilibrios utilizan estos para generar nuevas formas de orden” . Esta situación implica, fundamentalmente, identificar los vacíos, espacios, territorios y arquitecturas en las tensas relaciones que dificultan la adaptación a normas rígidas en donde la gente no ve reflejados sus deseos. En el diagnóstico actual al Plan de Ordenamiento Territorial. POT, se ha omitido identificar los niveles de caos y de orden presentes en la ciudad.

Pero para establecer esta comunicación sensible entre el Estado y los ciudadanos, es preciso estar alerta a la identificación en los cambios bruscos o sutiles en la ciudad, para así poder asimilarlos; es decir, en este tipo de sinergias podemos reconocer –en lo informal– elementos del ordenamiento territorial que pueden ser incluidos en las normas urbanísticas. Luego, es preciso generar las herramientas jurídicas capaces de hacer estas inserciones sin que medie un pesado proceso burocrático.

Aquí de lo que estamos hablando, es poder “regular” las conductas humanas que se manifiestan en el territorio, especialmente las relaciones humanas con la ciudad construida y no construida, que permitan la coexistencia entre el Estado regulador y la ciudadanía activa, dinámica y cambiante en sus formas de vida. En este proceso de cambio constante y dinámico, es necesario hacer más expeditos los procesos de renovación o revitalización urbana que garanticen cerrar los abismos insondables que dificultan la producción y generación de vida urbana.

Deberíamos pensar, así fuera por un minuto, que las respuestas a nuestros grandes retos están allá afuera, en la ciudad que vivimos todos los días. Pensar que la solución nace de los consensos entre todos los interesados, es decir, cada uno de los habitantes de esta porción de tierra, Bogotá, D.C. Tenemos la gran oportunidad de enmendar los errores del pasado, en donde generalmente al solo permitir la discusión del ordenamiento territorial desde la ideología política y económica se adoptan modelos mezquinos que solo benefician a muy pocos, sin permitir que la ciudad sea la manifestación de los intereses de todos.
Luego aquí, la Entropía, como discurso nos lleva a sugerir la necesidad de completar el estudio de la ciudad de Bogotá a partir de la identificación y descripción de las leyes del caos urbano que están presentes en la ciudad (identificar el orden presente en los barrios de origen informal, o en las ventas informales en el espacio público) y las leyes del orden que se encuentran en todo el orden normativo del ordenamiento territorial para Bogotá y su región (Identificar el caos presente en todo el cúmulo normativo en el ordenamiento territorial). Situación que implica el reconocimiento de prácticas y soluciones no convencionales que son parte del ejercicio de reconocernos en lo que somos, en como actuamos y, principalmente, entender que podemos solucionar situaciones apremiantes propias de la realidad.

En conclusión: Estamos lejos de los modelos foráneos, recetas que han fracasado en nuestra sociedad; segundo, admitir, que la ciudad no se construye desde el deseo de los urbanistas y planificadores, pero sí desde el deseo de los ciudadanos, reto que es preciso asumir por parte del Plan de Ordenamiento Territorial; tercero, reconocer lo que somos y de lo que somos capaces de hacer; cuarto, ser capaces de observar el nivel de caos que existe en el aparente orden normativo existente; quinto: identificar las prácticas informales presentes en poblaciones segregadas espacialmente, social y económicamente, elementos del ordenamiento territorial que pueden ser incluidas en las normas urbanísticas; sexto, es preciso asumir el reto de explicar la velocidad de los flujos, los intercambios de información, condiciones de aglomeración formal e informal de la gente que se manifiestan en el territorio a partir de velocidades, permanencias y adaptaciones, del bogotano en su territorio; séptimo, la necesidad de ejercer un urbanismo responsable, democrático, que construya una ciudad para las mayorías a partir de un ordenamiento jurídico general y no particular; octavo, adelantar evaluaciones sensibles a los cambios bruscos o sutiles en las actividades humanas presentes en la ciudad; noveno, hacer más expedito los procesos de renovación o revitalización urbana que involucren los cambios dinámicos en la producción y generación de vida urbana; décimo, ante la aparición de nuevos retos en la ciudad, producto de los cambios veloces en el universo, la incertidumbre se presenta no como un obstáculo, sino como una oportunidad que permite adaptarnos de manera rápida a procesos de trasformación propios de la vida urbana.

Referencias

• Escohotado, Antonio. Caos y Orden. Ensayo. Editorial Espasa Calpe. Madrid, España. 2000. Página 79.
• Briggs, John. Peat, F. David. Las Siete leyes del Caos. Las ventajas de una vida caótica. Revelaciones. Grijalbo Mondadori, S.A. Barcelona, España. 1999.
• Lefebvre, Henri. De lo Rural a lo Urbano. Ediciones Península. Historia/Ciencia/Sociedad 79. Serie Universitaria. Barcelona. 1979.
• Jacobs, Jane. Muerte y Vida de las Grandes Ciudades. Editorial Capitán Swing. Colección entre líneas. Madrid. Tercera edición 2013.
• Gehl, Jan. La Humanización del Espacio Urbano. La vida social entre los edificios. Editorial Reverté. Barcelona. Reimpresión 2013.

*Jesús Antonio Villalobos Rubiano. Arquitecto, con más de veinte años de experiencia en entidades públicas y privadas; Especialización en gestión y planificación del desarrollo urbano regional, y Magíster en Sociología urbana.

Información adicional

Autor/a: Jesús Antonio Villalobos Rubiano
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente:

Leave a Reply

Your email address will not be published.