Contra las violencias que asolan el territorio colombiano
En los últimos días las cifras de delitos violentos en el país han aumentado de manera alarmante. Asesinatos de jóvenes, de mujeres, de defensoras y defensores de derechos humanos, de indígenas o de excombatientes son más graves, si cabe, que las muertes causadas por el coronavirus.
Es hora de volver a gritar ¡basta ya!, tal como rezaba el informe del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) de 2013 que recogía una parte de la historia de violencia de Colombia. De poner nuevamente en el orden del día de todas las instituciones y colectivos una demanda cívica contra todas las violencias que desangran este país. Un grito sordo, a lo que parece por el poco caso prestado desde las autoridades, para atajar los delitos contra la vida.
Es hora de terminar con los crímenes que señalan a Colombia como una nación violenta. No se puede seguir cayendo en el delito de silencio, como escribió Mayor Zaragoza “Ha llegado, por fin, el momento de los pueblos, de las mujeres y hombres del mundo entero de tomar en sus manos las riendas de su destino. Ha llegado el momento de no admitir lo inadmisible. De alzarse. De elevar la voz y tender la mano”.
En la guerra contra el coronavirus están quedando en la cuneta las otras luchas, las de las gentes de abajo, las de quienes nunca cuentan, salvo que se conviertan en portada de noticieros por el drama que suponen. Está volviendo, si es que alguna vez se fue, la violencia extremista de la derecha más recalcitrante del continente.
Nada justifica un asesinato. No sirve el “algo habría hecho”, no es pertinente aludir a la condición social o sexual de las víctimas. Matan a las mujeres por su género, a las y los jóvenes por serlo, a excombatientes por haberlo sido. No vale afirmar que “se llegará al fondo del asunto”, no se necesitan palabras huecas, falsos discursos y vanas promesas. Se requiere un cambio profundo, de mentalidad, de actitud y de manera de ver y entender el mundo. Y sobre todo, un cambio de política de Estado.
El presidente está más pendiente de cómo intentar cambiar la justicia a favor de los suyos que de legislar para que se aplique y se cumpla la ley. Ni la firma de los acuerdos de La Habana ni ninguna otra resolución “oficial” y burocrática podrá instaurar la paz si el Gobierno no se pone a trabajar en serio y se compromete con ella de verdad.
El papel de los medios masivos de difusión de noticias, los tradicionales, es penoso -de lástima y de vergüenza-, dedicándole más tinta a la situación del preso número x, aislado en su finca mansión, o a la farándula que a los crímenes contra la población civil.
Una ciudadanía a la que se pide guardar una cuarentena para cuidar su salud mientras otros se dedican a quitársela a tiros. El aislamiento favorece que el poder no se sienta presionado por la sociedad y así seguir haciendo lo que quiera. Es decir, NADA.
El informe del CNMH empezaba con una cita de Todorov que dice “El mal sufrido debe inscribirse en la memoria colectiva, pero para dar una nueva oportunidad al porvenir”. Hoy en Colombia, el presente y el futuro pintan oscuros y tristes por esta otra pandemia.
16AGO2020
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