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Colombia, se ahoga la Seguridad Democrática

Colombia, se ahoga la Seguridad Democrática

Un ambiente de crisis se respira por toda Colombia. El gobierno nacional se empecina en no prestar atención a la inocultable emergencia social que se vive por todas sus coordenadas, pero los signos son elocuentes: Corteros de la caña, indígenas, campesinos y otros sectores sociales alzados demandando dignidad y justicia; la bomba social desencadenada por la confiscación de DMG y los fraudulentos movimientos por parte de especuladoras financieras “ilegales” o pirámides; los falsos positivos que ocultan el asesinato aleve de cientos de jóvenes pobladores de barriadas periféricas en Bogotá, Bucaramanga, Pereira y otras ciudades. Crisis que desnuda la debilidad de la llamada Segurdad Democrática, centrada solamente en el aspecto militar, en especial, en la confrontación a la insurgencia. El puntillazo a la política central del gobierno Uribe ha corrido por cuenta de la ola invernal en curso desde octubre, la que no solamente anegó extensas regiones nacionales, dejando en la más profunda miseria a miles de familias, sino que además ahogó la propagandeada Seguridad, al evidenciar la improvisación que campea en el alto Gobierno.

Improvisación. “Estamos viviendo el invierno más crudo de los últimos setenta años”. “Medio país está bajo el agua”. Declaraciones oficiales. Al mismo tiempo, los reportes televisivos muestran extensas regiones rurales y semiurbanas cubiesrtas por el agua hasta los techos de las viviendas.

Imágenes crudas. Sí. Pero que parecen sacadas, tanto éstas como las declaraciones de los funcionarios públicos, de alguna grabación de hace uno u varios años.

En efecto, Colombia vive año tras año dos intensas temporadas de lluvia (abril – junio; octubre – principios de diciembre), y tras cada una de estas se repiten inundaciones, deslizamientos, derrumbes. Parece un cuento de terror, pero además uno de esos malos que hacen en Hollywood, con parte 2, 3. 4 y hasta más, donde el teleespectador, una vez observadas las primeras imágenes ya sabe toda la trama.

En Colombia, sí que sabemos lo qué va a suceder, quién va a padecer, quién propicia los desastres, etcétera.

Cubierto por innumerables ríos, el país goza de agua por doquier. Algunos de ellos, como el Magdalena y el Cauca, cruzan por lo que ahora son importantes ciudades, construidas en medio de una intensa lucha por el suelo. En sus periferias, al borde de los ríos, terminan siempre los más pobres. Aruñan su supervivencia. Arriesgan su vida para poder vivir.

Igual sucede en otras ciudades, que a pesar de no estar cruzadas por corrientes de agua, sí han sido construidas en medio del intenso desplazamiento que ya cuenta con más de cincuenta años, fruto del duro conflicto que no pareciera tener fin. Y como en las otras ciudades, en sus periferias terminan hacinados los más pobres. Al borde de peñascos, en terrenos deforestados, miles de familias tratan de superar la indiferencia oficial y el “destino”.

Llega el invierno, sin excepción, año tras año, los reportes son iguales: “muertas familias al deslizarse el terreno donde vivían”, “el río Magdalena supera su cota e inundó las sabanas de ….”, “miles de colombianos no tienen a donde ir, el río Cauca ha inundado sus casas”, etc., etc.

Y este 2008 no es diferente. Ahora nos dicen que el invierno que estamos soportando es el más intenso de los últimos setenta años. Puede que sí, puede que no. Ese no es el punto. El elemento central es porque en Colombia no existe una política de prevención de desastres, que considere dentro de su plan estratégico los dos inviernos anuales, además de la realidad de pobreza y exclusión que sin esfuerzo de doctores en geología o similares se detecta en cualquiera de las ciudades.

Inexistencia de tal política, aún más incomprensible, si tenemos en cuenta que el programa central del actual Gobierno tiene por nombre “Seguridad Democrática”. ¿Seguridad para quién?

Trágica realidad

Sin excepción, cada año el invierno causa estragos en Colombia. Las cifras lo confirman. Mientras que en el año 2000 hubo 29.451 familias afectadas, en el 2006 se reportaron 41.365. En el 2007, fue un año suave, solamente salieron damnificadas 871 familias.

Otros datos. En el 2000 se presentaron 60 muertos, 42 heridos y 12 desaparecidos, mientras que en el 2007 los decesos se redujeron “solo” a 34, heridos 134 y desaparecidos 17. Este año la naturaleza no da tregua: 558.417 personas están hoy damnificadas.

Tragedia que no respeta año, y sin embargo la previsión oficial brilla por su inexistencia. Ni en los departamtentos de Córdoba, Sucre, Magdalena, Atlántico, donde siempre se sale de cauce el río Magdalena existen espacios especialmente construidos para trasladar en época de invierno a los habitantes de decenas de municipios. Tampoco en el Valle del Cauca, Antioquia y Córdoba, donde se sale de su curso el Cauca, o en el Chocó donde le sucede lo propio a ríos como el Atrato. Esto por solo mencionar un aspecto, pero la verdad es que tampoco existe política integral de vivienda, por no decir de habitat, ni de empleo, ni de producción de alimentos, por no extender más el despropósito.

Realidad trágica, pero que desnuda la inseguridad en que viven cientos de miles de colombianos. Año tras año un importante porcentaje de estos termina trepado en las ramas de frondosos árboles, en los techos de sus casas, o durmiendo en inmensos charcos que rodean sus viviendas. Cada año se quejan de que “lo perdieron todo”. Y así continúan sus vidas. Entre el sueño, el dolor y la realidad del desgobierno.

La solución que tiene a la mano el Gobierno es suplicar la solidaridad ciudadana. Llamar a efectuar aportes en ropa, colchonetas, alimentos no perecederos, dinero, etc. Y cada año, multinacionales como almácenes Éxito, Caracol, Kellogg´s, fungen de “buenos samaritanos”, hacen eco al llamado, abren bódegas para recibir los aportes, difunden los mensajes oficiales, y luego aparecen en los municipios como “benefactores”, como empresas “que saben redistribuir ganancias”. ¿Habrá mayor felonía y mayor desgobierno?

Entre lo inmediato y un manejo real de los terrenos

También recepciona la Cruz Roja colombiana. En el 2006 se recaudaron 65´051.302 millones de pesos para fines de solucionar en parte la situación de los damnificados, 34 toneladas de ayuda en las principales ciudades del país, 227 millones de pesos fueron donados por el gobierno italiano, entre otros. Este año, no es la excepción, y ya se informa que los colombianos han donado más de trescientas toneladas de comida y enseres, además de muchos millones. Por su parte el Gobierno, presionado por gobernadores y alcaldes que en reciente reunión evaluaron la difícil situación por la que atraviesan sus gobernados, destinó  3,1 billones de pesos provenientes del Fondo Nacional de Regalías para paliar la crisis. Es decir, un corcho para tapar una represa.

Soluciones no sólo insuficientes sino de escaso corte coyuntural. Por ninguna parte se siente el largo plazo, es decir, las políticas para remediar de una vez y por todas estas tragedias, que si bien son propiciadas por la naturaleza lo cierto es que en mayor parte lo son por la inexistencia de una política de Estado que de verdad haga del ser humano el factor fundamental para cualquier gobierno, y de la seguridad una constante integral: empleo, alimentación, ingresos, información, manejo del medio ambiente, vivienda, etc, y no sólo una razón militar para el control y el domino.

Por: Julián Carreño

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