Crónica de la Posesión Popular y Espiritual de Gustavo Petro y Francia Márquez. El bien germina ya

Colombia, 6 de agosto de 2022. Es un hecho: ‘los nadies’ y ‘las nadies’ se sienten representados en Gustavo Petro y en Francia Márquez. Por eso sectores populares a lo largo y ancho del país decidieron congregarse en Bogotá un día antes de la posesión presidencial oficial y entregarle a la fórmula presidencial recién electa un mandato para lograr un país del tamaño de sus sueños colectivos. Guardias Indígenas, Campesinas y Cimarronas presentes. Flores, ofrendas, vestimentas autóctonas. Júbilo y esperanza por todas partes.

Llegaron del Magdalena, del Chocó, de Nariño, del Meta, de Boyacá, del Huila, del Cauca, de Risaralda, del Valle, del Tolima, del Putumayo, del Caquetá, del Guaviare. Las comunidades indígenas, afrodescendientes, rom, campesinas, y los sectores populares y comunitarios del territorio colombiano que se vinieron a la fría –por momentos apática– Bogotá para decirle a Gustavo Petro y a Francia Márquez que se sienten en ellos representados y por primera vez en mucho tiempo escuchados, llegaron en buses y en chivas.

  

Fotografías: Periódico desdeabajo
 

Y con ellos llegaron, también, en barcos de viento, caballos de sal y en cada uno de los colores-sendero del arcoíris, los espíritus, ancestros y ancestras que –a través de los que en el plano terrenal los invocan–, nos vuelven una misma nación. Espíritus, ancestros y ancestras que nos hilvanan, nos entretejen con lazos áureos y argénticos invisibles sosteniendo el amor y sustentando la vida.

Las comunidades étnicas, populares y campesinas les hicieron al nuevo presidente y a la nueva vicepresidenta un llamado a legitimar su mandato ante ellos en una posesión inédita, histórica, sincrética. Una posesión extraoficial, pero no menos válida, sino única y sin precedentes; un ritual mágico que se salió de la Plaza de Bolívar puesto que los espíritus de mil colores que vinieron desde todos los rincones del territorio nacional, de las galaxias y los habitáculos secretos de los universos invisibles de la espiritualidad, no vendrían a cualquier lugar, sino a uno de congregación que se hizo resguardo por un día: El Parque Tercer Milenio, allí donde el centro de la capital se empieza a vestir de sur.

Rostros negros, blancos, morenos y mestizos poblaron el parque para celebrar que ya la pandemia cedió y volvieron los bailes, los abrazos y los besos para gritar de júbilo por una esperanza que nace; una esperanza de que Colombia deje ser un sólo torrente de muchos, muchísimos lustros de muerte, violencia e ignominia.

Petro y Francia recibieron el mandato por separado. Llegaron en momentos distintos, cada uno con su esquema de seguridad, a encontrarse con la Colombia étnica y diversa que les dio la bienvenida y les entregó un clamor que ahora es sonrisa y venció la aflicción. La Guardia Indígena, la Campesina y la Cimarrona hicieron una calle de honor por el costado occidental del parque para recibirlos; sin embargo los esquemas de seguridad –por seguridad, valga la redundancia–, cambian todo el tiempo y los nuevos mandatarios llegaron por otro lado. Sin embargo la guardia mixta, tomada de las manos, de los bastones de mando propios de cada comunidad, de los bordones para las caminatas de campo, no se frustró:  permaneció allí, ceremoniosa, solemne, lista, honrosa, honrada, y supo que aunque por ese camino no entraron Gustavo y Francia Elena, sí cruzó por allí la estela de esa gobernanza nueva en ellos encarnada. La Guardia cumplió su cometido: recibió, rindió homenaje, custodió.

Parque Tercer Milenio, 06/08/22, fotografía Nélson Cárdenas, @cantarranasur.

Francia llegó primero –a las 11 de la mañana pasadas–. Petro, por su parte, entró rayando en el principio de la tarde, sobre las 12:01. Ambos fueron recibidos primero en el círculo ofrendal que se extendía debajo del escenario, y luego se encaramaron en la tarima para recibir el mandato-juntanza de los representantes étnicos para, luego, hacer sus respectivos y honrados discursos.

El círculo ofrendal, área de tres anillos (uno de claveles rojos, otro de claveles color cian, y otro de sal marina), tan ancho como un establo redondo de cinco terneros y cuatro vaquitas, se dispuso en el suelo como cuna y epicentro de la

 ceremonia. Allí, adentro, las comunidades étnicas pusieron ofrendas de muchos colores para honrar la fiesta de la tradición y de la vida. El pueblo Pijao puso tres totumas: una con aguardiente, otra con chicha, y otra con un plato típico. Una comunidad caucana del Pupsoc (la Unidad Popular que agrupa etnias del Suroccidente) aportó una cayana (vasija) con papa, carbón, semillas, incienso y hierbas dulces. La comunidad yoruba dispuso una piña, una sandía, un melón, un coco, y una jícara con agua de siete ríos del Pacífico: Tapaje, Naya, Patía, Calima, Cajambre, Mira y Yurumanguí.

Todo cuanto pasó en el círculo ofrendal central cuando Petro y Francia fueron cobijados por separado en ese recinto destechado, colmado de ofrendas y rodeado de representantes étnicos velando en círculo por el fervor a plena luz del día, necesitó la armonización espiritual de Doña María Eugenia Solís Quiñones: ella, tumaqueña, representante yoruba, una mujer negra de ímpetu dulce vestida de blanco, celeste, marrón, naranja y púrpura, muy pronto advirtió que la energía estaba pesada y que sería necesario fumar tabaco para, invocando la energía de sus ancestros, reverenciar a todas las espiritualidades congregadas para evitar una pelea, pues la amplia diversidad religiosa presente en un mismo espacio era fuerte. Cada cual estaba ‘bajando’ su proceso espiritual; trabajando desde su saber, y había que cuidar de ello.
Pero, además, había que pedir permiso. Permiso a las espiritualidades del parque, que se extiende sobre la antigua Calle del Cartucho y queda a una cuadra de Medicina Legal. “Ellas a la larga no entendían qué era lo que nosotros estábamos haciendo. Pueda ser que piensen ‘bueno, ¿y ustedes qué hacen aquí? ¿Por qué vinieron a este espacio sin pedirnos permiso?’ Aquí antes había demasiada muerte y muchas espiritualidades no tienen luz aún. Entonces hay que llamarlos a que encuentren la luz también”, afirma Doña María Eugenia. El tabaco es, para la tradición yoruba, la fuerza espiritual. Es agua, fuego, tierra, aire.

Fotografía: Periódico desdeabajo.

Los nuevos mandatarios entraron arrastrados por el fervor tumultoso de los suertudos a los que se les permitió quedarse en el área de las etnias y los sagrados espíritus llegado el momento de aquella entrada triunfal. Entraron al son de la armónica soplada por uno de los taitas del Putumayo. Entraron mientras el canto hipnótico en lengua chibcha muisca de Xieguazinsa, autoridad ancestral del pueblo Muisca-Chibcha caía como lluvia sutil sobre el lugar. Mientras las melodías del fotuto, instrumento de viento ancestral muisca (interpretado también por Xieguazinsa), evocaba pájaros de vuelo suave y prístino. Mientras una mayora de semblante abstraído, en devoción, marcaba el ritmo con una caja: un tambor andino con aspecto de pandereta que se percute con un palillo de madera que termina en un mazo de tela. Mientras las semillas colgadas de los bastones indígenas cascabelean. Entraron y se adentraron en el perímetro envueltos en el humo perfumado –creado con carbón, manzanilla, palosanto, albahaca y flores silvestres–, que Las Ahumadoras heroicamente se encargaron de mantener vivo durante toda la ceremonia.

Recorrieron el perímetro del círculo ofrendal saludados por los representantes de cada comunidad apostados éstos, también, alrededor de la circunferencia. Paso a paso; hablando con cada uno; lentamente escuchando ya al mamo Arhuaco Fernando que con sus 92 años encima vino desde La Sierra; ya a un mayor o a una mayora; ya a Herminso Vega, médico ancestral del pueblo Pijao del Tolima; ya a Doris Jacanamijoy, una joven del Pueblo Inga del Putumayo que lleva un vestido ceremonial rosado; ya a Gualcalá, autoridad tradicional del Pueblo Muisca con quien Petro se detendría a hablar para recibir el mensaje que le mandaron los abuelos desde la montaña; ya a Adriana Velasco, una chica de la comunidad Mizak del Cauca que permanece rociando sin cesar agua de páramo para invocar armonía, equilibrio, reciprocidad; ya al Taita Álex –también del Pueblo Inga del Putumayo–, que lleva colgado al cuello colmillos de tigre y cocodrilo y una corona con plumas de guacamayo. Su recorrido allí fue la entrega del mandato espiritual no escrito; condensado en el aire y acunado por las etnias, los ancestros y los espíritus.

En lo que respecta al mandato escrito (que después del recorrido por el círculo ofrendal a Francia se lo leyó Andrea Echeverri, y a Petro Maricela Londoño, una defensora de derechos humanos), el documento es el epítome de –textual–, “[…] las miles de acciones políticas, comunitarias, de encuentro y movilizaciones a lo largo y ancho del país” que por años han sido ejecutadas por el poder popular y étnico colombiano y que son, inequívocamente, lo que ha acumulado el espíritu de transformación que trajo a este país hasta aquí; lo que hizo posible esta victoria que se siente popular, al fin propia.

Empezando por recordar a los miles de líderes y lideresas sociales que han sido asesinados en éste, el último tiempo de la historia de Colombia por caminar alzando la antorcha del cambio dando a beber agua fresca a sus comunidades para pasar el trago sabor a aguarrás de la guerra –y qué dolor, pues hacerlo les costó la vida–, el mandato de tres páginas camina sobre sus propias palabras afirmando con determinación: “[…] con certeza el único camino posible para las verdaderas transformaciones en el país se dará con el trabajo articulado y respetuoso entre los poderes gubernamentales, las formas de gobierno propias, desde la autonomía y autodeterminación de los pueblos y comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas”.

Fotografía: Periódico desdeabajo

Y ahí estaban las Guardias: refulgentes, vigilantes, vivificantes, en posición de abrazo que se extiende por muchas manos y bordones, pronunciando en escucha y silencio esas palabras que nacieron de su lucha y de su historia. Allí paradas dando vida al parque. Protegiendo con mirada de águila y pecho de paloma como protegen con sus bastones de mando –«guacapas», los llamarán los sikuani–, su territorio. Ofrendando su corazón en un solo latido.

El Mandato Popular y Espiritual hace ocho apuestas en torno a las transformaciones sociales por las que tiene la voluntad de seguir trabajando, esta vez confiando en encontrar en el nuevo gobierno escucha, diálogo, concertación, decisión, ejecución de políticas en un trabajo conjunto y hermanado.

Apuestas que reúnen voces de la Reserva Campesina Pacto Valle de Balsillas asentada en el Caquetá, el Sur del Meta y el Guaviare; de la Guardia Cimarrona asentada en el municipio de Pueblo Rico, Risaralda; de la Comunidad Indígena Nasa Yumbo La Cumbre Çxhâçxha Hiwkaysa; del Resguardo Nasa Misak del municipio La Plata, Huila; del Pueblo Nación Muisca-Chibcha Cundiboyacense; del Pueblo Pijao de Natagaima, Tolima; de la Guardia Caucana del Sinaí; de la comunidad indígena Sikuani asentada en Puerto Gaitán, Meta, y de muchas otras que de todos los puntos cardinales de Colombia hicieron presencia el 6 de agosto de 2022 en el Parque Tercer Milenio tiñendo a Bogotá con sus colores, su historia a cuestas y su alegría.

Las apuestas son:

1. La reivindicación de las condiciones de las mujeres y la comunidad Lgbtiq+ en favor de sus derechos fundamentales, sociales y políticos.
2. Trabajar por el territorio y la naturaleza a través de políticas de cuidado del patrimonio nacional ambiental.
3. La solución al problema de las drogas a través de la concertación con las comunidades de procesos de sustitución gradual y voluntaria de los cultivos de uso ilícito.
4. La transformación del modelo productivo extractivista, el desmonte de los tratados y acuerdos de libre comercio que perjudican la economía nacional, y el impulso y protección de la producción territorial a través del fortalecimiento de las economías populares.
5. El reconocimiento de los derechos consignados en la Constitución del 91 para hacer real la igualdad que debe dar acceso a educación, salud, vivienda, servicios públicos, trabajo, alimentación, y demás derechos fundamentales.
6. La instauración de mecanismos de participación para las comunidades en el presente y a futuro que garanticen la inclusión de las comunidades históricamente excluidas por razones de género, edad, color de piel, discapacidad y territorialidades.
7. Defender la vida de las comunidades, sus líderes y dinámicas autónomas, fortaleciendo los mecanismos de autoprotección para garantizar sus derechos fundamentales.
8. La construcción de la paz total con justicia social continuando con la implementación del Acuerdo de Paz de la Habana, y la retoma del proceso de negociación con el ELN.

Una vez les fue leído el mandato, presidente y vicepresidenta procedieron a hablarle a la multitud.

Fotografía: Periódico desdeabajo

Francia Márquez está vestida con una falda tubo color blanca –en representación de la paz–, y una blusa en corte camisero con un estampado kenten de figuras geométricas entrelazadas color amarillo, naranja, rojo, negro y verde que hace alusión a las canastas tradicionales que fabrican las mujeres en Ghana y en el Pacífico colombiano para echar –éstas últimas–, frutas de la tierra y frutos del mar como la piangua y la chorga. Es un diseño de Esteban Sinisterra, el muchacho bonaverense de 23 años que viste a la vicepresidenta con sus preciosos diseños, que incluyen, también, los aretes dorados en forma de mapa de Colombia que ella luce hoy.

“Yo me debo a los pueblos y a la lucha que hemos hecho siempre como movimientos sociales”, afirma Francia. Es una oradora emotiva que no necesita adornar su discurso porque todo lo que dice carga la valentía, la fuerza y la belleza de su lucha y su color de piel. “Gracias por poner la espiritualidad en el centro de este espacio, espiritualidad que esperemos esté siempre en el centro de lo que será el ejercicio de gobierno”.

La humildad de sus palabras conmueve hasta las lágrimas: “Bien reconozco que este camino no empezó en una campaña electoral; que este camino empezó en la resistencia de los pueblos, resistencia que se ha mantenido por más de quinientos años. Que a muchos les ha costado la vida. Que a muchos les ha costado el exilio. Que a muchos les ha costado el silenciamiento de su voz. Que a muchas mujeres nos ha costado casi todo”.

Les hace a las organizaciones populares que la convocaron un llamado a permanecer unidos, cogidos de la mano. Un llamado a reconocerse en la diferencia, a respetarse y a tejerse como hermanos y hermanas. “Reconocer al otro y a la otra será nuestra gran virtud para cambiar las opresiones, las exclusiones y las tantas violencias que hemos vivido”, dice. Y concluye así su alocución: “Aquí estamos. Empieza el gobierno de las nadies y de los nadies y vamos de la resistencia al poder hasta que la dignidad se vuelva costumbre. Gracias por abrigarme y anidarme en la espiritualidad de los pueblos”.

Fotografía: Periódico desdeabajo

Petro usa cinturón de hebilla dorada y zapatos mocasines negros. Comienza su discurso diciendo que recibe el Mandato Popular y Espiritual con mucha emoción y que lo tendrá “allá” en el despacho presidencial. “En ese palacio frío que me espera”, dice. Su llamado es a la organización. Señala que quienes en esta ocasión lo convocan a él son una expresión de que hay una parte del pueblo organizada, pero que hay que aumentar la cantidad y la calidad de la organización popular en Colombia: “[…] sea en los barrios, sea en las grandes ciudades, sea en los campos y en las veredas.[…] Llámese como se llame, con los nombres que sean: sean culturales, sean espirituales, sean sindicales, sean gremiales, sean económicas, sociales, sean políticas o sean la fuerza misma del alma, del espíritu que nos acompaña desde tiempos incluso precolombinos”.

En un momento de la alocución, Yolvana (desde el público), una mujer wayú que viene de Barrancas, La Guajira, avanza emocionada hasta alcanzarle un sombrero. “¡El Presidente de la República los convoca a organizarse!”, exclama Gustavo Petro, y el público responde con vítores. “Se trata de inaugurar un gobierno con los movimientos sociales, no un gobierno sobre los movimientos, ¡mucho menos un gobierno que extinga los movimientos sociales!”. Su discurso de siete minutos cincuenta y dos segundos termina.

Yisela tiene 28 años, cultiva mora, y viajó más de veintiún horas en chiva desde Jambaló, Cauca para venir a escuchar a los nuevos mandatarios. Marlén Rodríguez salió desde Fundación, Magdalena, y vino con la misión de pedirle a Petro que les reconstruya los tres puentes del municipio que el agua se llevó. Daniela es una muchacha caleña de origen nasa que a sus veintitrés es una sobreviviente del paro nacional: el Esmad le disparó un gas que por milagro no la dejó sin poder caminar porque rebotó en el piso antes de impactar su rodilla. Atendió la Posesión Popular y Espiritual de Petro y Francia que hace que para ella hubiera valido la pena salir a la calle y exponer su vida por oponerse a ser joven sin futuro. Atendió este suceso histórico mientras vendía Biche Curao, el destilado de caña que fabrica junto al Río Naya la negra hermosa que sonríe en la etiqueta de la botella: La Señora Conchis.

Ilusiones, motivos de vida, razones de resistencia, emociones, esfuerzos por vida digna que ahora se abren paso en Colombia, unidos y entrelazados unas con otros, como reto por profundizar y ampliar a todo el país nacional, como lo sugieren quienes hoy están a la cabeza de la sociedad colombiana.

* Periodista y escritora independiente.
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Información adicional

Autor/a: Inés Elvira Lopera
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo Nº294, agosto 20 - septiembre 20 de 2022

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