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De libros, palabras y sueños para despercudir el alma de Colombia

De libros, palabras y sueños para despercudir el alma de Colombia

Casi siempre leo los libros que me apasionan de una sentada, o dedicándoles unas sesiones intensivas. Presa de esta suerte de enamoramiento, duermo poco porque la trama en curso interrumpe mis sueños y altera mis horarios de comida. Casi dejo de vivir mi propia vida para llorar, reír y gozar la de esos personajes que se salen del libro y me invaden: me sumerjo en la trama. Así que cuando me vean caminando por ahí, les prevengo: solo soy una especie rara, que camina invadida por los personajes superpuestos de esos tantos libros que me han engullido.

Bueno, pues así había discurrido mi relación con los libros desde que tuve la dicha de convertirme en adicta lectora. Claro que también me he atascado en algunos textos, viéndome obligada parar, a investigar, o incluso, a abandonarlos.

Sin embargo, en este año 2022, ocurrió lo impensado… Sin que pudiera ponerme en guardia frente a lo que se avecinaba, caí en las redes de “El Infinito en un junco” de Irene Vallejo. Descubrí cuan ingenuo resultaba considerar como únicas opciones la lectura de corrido o el abandono del texto.

Con “El Infinito en un junco” la experiencia es muy distinta: no hay manera de leerlo en una o varias sentadas largas para llegar a su final (poco importa realmente como termine) y tampoco se deja abandonar. Así que estoy atrapada en una especie de bucle del tiempo, única descripción adecuada para la extraña sensación que padezco y gozo. Confieso que no quiero terminar de leer este libro, ni salir de sus páginas porque me está sacando de mis rutinas como lectora, me obliga a revisar lo vivido y lo leído desde y con otras perspectivas. Irene ejerce este tipo de influencia: arrastra a quien la lee en un insólito recorrido por la historia humana, siempre de la mano del junco con el cual, según ella, nació el libro. Para hacer justicia al monumental trabajo de la autora, quien nos habla desde miles de canciones películas, libros y consultas bibliográficas, debo reconocer que me ha tocado “despercudir” mi alma de los hábitos de lectura de tantos años, de toda la vida.

Siguiendo su didáctico y encantador rigor, me dirijo entonces a mi consejera diaria, la muy respetada María Moliner quien nos define en el numeral 2. la palabra percudir: “ensuciar hasta tal punto una prenda o penetrar tanto la suciedad en ella que ya es imposible ponerla del todo limpia…”. Nos informa, además, que viene del latín percutere, que es golpear o herir. Así que despercudir sería algo así como quitar la huella de esos golpes constantes, quitar esas heridas que han marcado al objeto.

Este trabajo de despercudir, es una tarea cotidiana en los hogares, en especial en tierra caliente, donde se usa mucha ropa blanca. El uso continuado deja en las prendas una sombra, el sudor en la parte de las axilas y muchas otras huellas de nuestra existencia corpórea impregnan la bota del pantalón, las sábanas, la ropa interior. Ante estos rastros, no decimos que la prenda está manchada, porque no fue algo insólito lo que la marcó, decimos que está percudida y sabemos que será muy difícil que desaparezca lo que se instaló en la profundidad del tejido. Personas devotas de la pulcritud, podrían considerar casi un insulto el uso de una prenda en esta situación. Así que a través de la televisión se venden variedad de líquidos, límpidos y detergentes para despercudir la ropa y transformar una prenda opaca en una que resplandece de limpieza.

Viviendo el día a día de la carestía desatada, de la inseguridad en las calles, y después de que el gobierno de Duque desoyera las propuestas del Pliego de Emergencia del Comité Nacional de Paro, que recogían el clamor de la ciudadanía movilizada desde el año 2019, ante la brutal represión contra la muchachada y la población participante en el Paro del 2021, intento quedarme con la dulce compañía del texto de Irene Vallejo, para descurtir el alma. Mientras despercudo la ropa en mi casa, pienso que al igual que nuestras prendas, también los espíritus, el alma de este país y de cada persona está invadida por una pátina o rémora: 200 años de gobiernos supuestamente republicanos, nos han mantenido bajo el impacto constante de la corrupción, el crimen organizado, el paramilitarismo, la violencia contra las mujeres, el exterminio de indígenas y afrodescendientes y de quienes defienden los derechos humanos, de las y los firmantes del Acuerdo de Paz. Luego de más de quinientos años de la violenta conquista, seguimos viviendo bajo el miedo, la incertidumbre, la rabia por la desigualdad y las pobrezas, la belicosidad, las hambrunas. Tanto dolor acumulado nos ha empañado ese tejido profundo, esa trama íntima de nuestra identidad, ha percudido el alma de nuestra gente. Esto explicaría en parte, el largo cautiverio y adhesión a los partidos tradicionales de millones de personas, aún, de muchos de esos 21 millones que malviven hoy bajo el flagelo de la pobreza extrema.

Este percudido ético y moral se expresa en la contienda electoral, especialmente, en la actuación de un sector de la sociedad. En lugar de aportar a la construcción de una opinión pública democrática, pacifista y pluralista, RCN Caracol, CMI, El tiempo y otros medios que la gente ahora llama prepagos –como la revista Semana–, se han dedicado a ocultar la verdad, a manipular las consciencias.

Durante la campaña para elección del Congreso y en la presidencial, que bien podría culminar el 29 de mayo si la voluntad del electorado otorgase a alguno de los aspirantes más del 50 por ciento de los votos o bien podría irse a una segunda vuelta –si ninguna alcanza ese porcentaje– se destacan tres prácticas de las campañas progobiernistas, de sus aliados empresariales y de los medios de comunicación:

  • – Amenaza y miedo. Además de los panfletos que envían los grupos paramilitares, se promueve un sentimiento de terror frente a la posibilidad de que gane la oposición al duquismo-uribismo. A la gente se la intimida con hipotéticas pérdidas de empresas, de sus pertenencias, de la posibilidad de que las empresas nacionales puedan contratar con otros países.
  • – Compra de voluntades con dinero, bonos, recompensas y promesas de garantías, si se vota por el continuismo.
  • – Engaño y distorsión frente a las propuestas de quienes se oponen a los poderes institucionalizados del empresariado y la política tradicional. Los continuistas, copian , sin vergüenza alguna, las mejores iniciativas de la oposición, amañándolas y apropiándoselas para confundir al electorado.

En resumen, la élite en el poder, luego de cuatro años de destruir el aparato productivo, desmantelar el Estado, robar el erario, romper la división de poderes, sumir millones de personas en el hambre, imponer a sangre y fuego su control, volver trizas el Acuerdo Paz, continúa imponiendo una narrativa contra el bien común, por medio de la más confusa retórica, de la provocación y agresión pasiva en los debates, de las amenazas de muerte contra Gustavo Petro y Francia Márquez, voceros de la oposición política al gobierno. La campaña electoral del 2022 ha adquirido matices realmente nauseabundos, pese a que creíamos que nada podría superar la violencia que ha caracterizado las últimas décadas de control de las élites más corruptas del continente y quizás del mundo, que se beneficiaron del asesinato, entre 1987 y 1990, de cuatro candidatos presidenciales de la oposición.

En respuesta, desde hace más de cuatro décadas las feministas y otros grupos y movimientos sociales hemos impulsado narrativas, proyectos y prácticas políticas orientadas a la ética del cuidado de la vida y al mayor bien posible para el mayor conjunto de personas posibles. Hemos exigido la preservación de la memoria histórica, la construcción de la paz con verdad justicia, reparación y garantías de no repetición, hemos reclamado democracia profunda con igual dignidad para todas y todos y hemos enarbolado el amor como fuente de sanación y recuperación de una vida digna de ser vivida para toda la colombianidad.

Al igual que Irene Vallejo nos conduce en la búsqueda del origen del libro, de ese artilugio mágico que nos acompaña y consuela durante toda la vida, miles de personas con nuestros sueños y luchas por la justicia para las mujeres y las poblaciones subalternizadas, también hemos mantenido un camino invisible, un junco Infinito para cuidar de la vida humana y no humana.

Yo también, como Martin Luther King y como Francia Márquez, tengo un sueño: que la esperanza de vivir bien, sea el hilo central en la urdimbre del alma nacional, y también, el poderoso detergente espiritual y material que limpie tantos años de percudido ético y moral para que al fin podamos vivir sabroso.

 

Mamá 1era Línea, Comité Nacional de Paro.

Información adicional

Autor/a: Aura Elizabeth Quiñonez Toro
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente:

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