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Deporte, individualidad y país

Deporte, individualidad y país

Los colombianos nos alegramos como país y sociedad, como cultura y Estado gracias a los esfuerzos sistemáticos y de largo aliento de valores individuales. Y en cada uno de ellos, cada quien puede verse a sí mismo(a) como al símbolo de un esfuerzo victorioso.

Los motivos de alegría y orgullo de los colombianos proceden generalmente de los deportes. Aunque también hay motivos de alegría con la escritura y las artes, desde luego; incluso con ese campo tan árido socialmente hablando como es la investigación científica. Pero es evidente que los deportes cumplen un papel central en la autoestima y la autoimagen de los pueblos y las naciones. Lo mismo sucede en el caso colombiano

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Los nombres son numerosos y cada vez crecientes. Incluyen a figuras, hoy ya históricas, como Martín Emilio “Cochise” Rodríguez, en el ciclismo, hasta Helmut Bellingrodt en tiro al jabalí; María Ximena Restrepo en atletismo o más recientemente Mariana Pajón, pasando por Lucho Herrera, Patrocinio Jiménez, o Karen Suache Arias, en taekwondo, y tantos otros.

En estos días, las alegrías se encarnan y se expresan a la vez en Nairo Quintana y Rigoberto Urán, con los triunfos en el Giro de Italia 2014. ¿Quién se acuerda de Víctor Mora, el mejor maratonista colombiano que le brindó alegrías y esperanzas varias veces en la maratón de Sao Paulo? La lista puede hacerse larga y sería necesaria elaborarla. Alfonso Zapata y Jaime Cuartas en ajedrez, María Isabel Urrutia y Mabel Mosquera en pesas, por ejemplo.

Pero existe una constante en esta historia. Los más grandes deportistas colombianos han sido en deportes individuales. Los deportes colectivos han brindado alegrías, pero no grandes victorias; pasiones, pero jamás llegan, en modo alguno, a los honores de muchos deportes individuales. Ni el futbol ni el baloncesto, ni el voleibol ni el balonmano, entre varios otros

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Todo parece indicar que, como se dice popularmente, la garra colombiana tiene cuño de eso: coraje individual, fuerza mental personal, ganas de triunfar y de vencer las vicisitudes de la vida por cuenta de cada uno. Ya sean deportistas boyacenses o antioqueños, del pacífico o del eje cafetero, bogotanos o de la costa atlántica

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Ya decía el padre de las matemáticas en Colombia, el profesor Takeuchi: “Un colombiano piensa mejor que un japonés, pero dos japoneses piensan mejor que dos colombianos”. Con esto quería decir el profesor Takeuchi, que los colombianos se destacan en el mundo entero por su tesón y su decisión personal, por su originalidad y su capacidad de trabajo individual; pero que tienen serias dificultades para el trabajo colectivo, la asociación y la unión de esfuerzos y propósitos.

Alrededor del mundo los colombianos son altamente valorados por su entrega al trabajo y la capacidad de sacrificio, por su lealtad y sus ganas de triunfar, por la autodisciplina y la originalidad e inventiva personal. Los casos de tantísimos nacionales que han emigrado por razones laborales o personales, y que se han abierto un camino, a trocha y mocha, en tanos campos y dominios.

Son ejemplos de ellos los deportistas y los investigadores, los empresarios y los trabajadores, los profesionales y la mano de obra física y mental en esa diáspora que, con diversas motivaciones y justificaciones, se halla por el mundo entero.

A decir verdad, Colombia es un exportador no oficial de altísimo talento —individual—. Y como dicen los neoliberales, el mercado así lo aprecia y lo reconoce. Sin ambages, crecientemente, Colombia es un exportador no oficial de muy calificada mano de obra intelectual y profesional, de garra deportiva y empuje, y tesonero trabajo.

Incluso en actividades tan individuales, tan personales, se ve bien a los colombianos. Esa actividad tan solitaria como la escritura y la poesía. Nuestros escritores son alta y crecientemente valorados en el mundo entero. Desde García Márquez hasta Héctor Abad Faciolince, Laura Restrepo, Piedad Bonett, Tomás González, y una larga y generosa lista.

Ahora bien, desde luego que los deportes individuales implican equipos: gregarios y psicólogos, nutricionistas y preparadores, médicos y gerentes, entre otros. Pero, a la hora de la verdad, quien se desenvuelve sólo o sola es una figura central, y ella acapara las miradas y los amores, las esperanzas y las alegrías.

Todo parece indicar que el destino de Colombia se expresa fractalmente en nuestros deportistas, escritores, científicos o académicos. Todas, empresas de cuño eminentemente personal.

No hay nada malo en ello. Tal es la historia del buen nombre de Colombia y de los motivos serios de orgullo, autoestima y buena autoimagen —hacia adentro y hacia fuera—. Colombia es un país hecho de individualidades, y los triunfos de Nairo y Rigoberto así lo ponen de manifiesto. No hay nada malo en que la historia de Colombia sea, hasta la fecha, en términos de triunfos, victorias de cuño y talante personal. Contra viento y marea, contra el destino y la cultura, contra la biología y las desgracias. Se trata, en todos y cada uno de los casos, del triunfo de un ser humano sobre el mundo, pero ante todo, sobre sí mismo.

¿No es acaso ésta la más grande de todas las victorias? Vencerse a sí mismo, como triunfar sobre el destino.

Quizás en el futuro los deportes y las experiencias colectivas de triunfo puedan tener lugar. Cuando ello suceda, una verdadera inflexión en la psicología social de los colombianos se habrá comenzado a producir. Mientras tanto, es evidente lo sostenido por Takeuchi: un colombiano piensa mejor, y actúa mejor por sí mismo. Sin desconocer los equipos y las alianzas, pero ante todo, como la victoria de un individuo singular; hombre o mujer.

Por lo demás, en Colombia aún no ha sucedido lo que sí en otros países: que haya deportistas que hayan reconocido, una vez triunfantes, su condición homosexual o lesbiana, por ejemplo. Pero ese es otro motivo que quizás pueda tener lugar en el futuro. Mientras tanto, los colombianos nos alegramos como país y sociedad, como cultura y Estado gracias a los esfuerzos sistemáticos y de largo aliento de valores individuales, personales. Y en cada uno de ellos, cada quien puede verse a sí mismo(a) como al símbolo de un esfuerzo victorioso.

Colombia: un país que se ha hecho a punta de esfuerzos personales, pues los pocos esfuerzos colectivos han sido cortados de tajo, por una razón o por otra. El individuo: el representante de una nación, en el ciclismo o en la literatura, en ciencia o en poesía, en el derecho o en el karate. Al fin y al cabo son numerosísimos los casos de auténtico y total esfuerzo por vencer un destino social y por superar una biografía en proceso.

Contra las estructuras, a pesar de las estructuras, según parece, son los individuos los que marcan la diferencia.

Información adicional

Autor/a: Carlos Eduardo Maldonado
País: Colombia
Región: Sur América
Fuente: Palmiguía

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