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El ciego que no quería ver

El ciego que no quería ver

“Es una falacia, y en cierto sentido un crimen de guerra, sostener que la única manera para combatir el narcotráfico y doblegar a la guerrilla y a los paramilitares sea destruyendo la naturaleza y atacando a la gente pobre”.

Eduardo Cifuentes Muñoz
ex Defensor del Pueblo

 

El pasado 14 de mayo el Consejo Nacional de Estupefacientes aprobó la suspensión del uso de glifosato en Colombia, un químico utilizado para la erradicación de la coca en el país desde hace tres décadas y que, desde el inicio de su utilización, contó con pruebas insoslayables que requerían el cumplimiento de principio de precaución.

La decisión tomada, además de ser necesaria políticamente, fue el resultado de la recomendación realizada por el Ministerio de Salud el 24 de abril de este año donde hace referencia a los resultados de la reunión con expertos de la Agencia Internacional para Investigación en Cáncer (IARC), que clasificó al glifosato en el Grupo2A de los químicos “probablemente cancerígenos para los seres humanos” y con evidencia suficiente en animales.

“A pesar de la existencia de evidencia científica divergente, la clasificación por parte de la IARC, representa una advertencia insoslayable de posibles efectos adversos a la salud y por ende configura un escenario en el que, como mínimo, existe incertidumbre científica sobre los efectos nocivos del glifosato, condición suficiente para dar cumplimiento al principio de precaución”, advirtió el Ministerio de Salud. Luego de esto, con siete votos a favor y uno en contra se aprobó la erradicación del glifosato hasta que la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) “revoque o suspenda” el plan de manejo ambiental que cobija la aspersión con este químico.

Ante estos sucesos que parecen afortunados, no está de más recordar la larga lucha librada por diversas organizaciones contra este tóxico, y la aspersión de cultivos ilícitos ante la que el país, bajo la imposición de los Estados Unidos, se tapó sus ojos y nariz.

“Desde el año 1978, el gobierno del presidente Julio César Turbay emprendió la Operación Fulminante que combinó el uso del químico Paraquat (herbicida de uso similar al glifosato) y la presencia de 10 mil soldados en la Sierra Nevada de Santa Marta, según cuenta la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (Anif), en el texto Marihuana: legislación o represión. Sin embargo, las aspersiones con este químico fueron detenidas debido a la prohibición del Congreso de los Estados Unidos de apoyar programas de fumigación con químicos.

Años después, en el mandato del presidente Ronald Reagan, esta prohibición sería levantada y el presidente Belisario Betancur reiniciaría la aspersión con químicos en la Sierra Nevada de Santa Marta y en la Serranía del Perijá, según un estudio de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (Wola), sobre la Aspersión de cultivos de uso ilícito en Colombia .

Según esta organización, el combate frontal contra los cultivos de uso ilícito, por medio de aspersiones aéreas, se reincluye en la Estrategia Andina contra las Drogas en 1989 y en la Iniciativa Andina contra las Drogas (ACI) formuladas por Estados Unidos en 1989.

Más adelante, durante el gobierno de Cesar Gaviria, se adoptan las condiciones restantes para legalizar el uso de químicos en asperciones a través de un marco regulatorio realizado por el CNE de febrero de 1994.

Fue en 1999 cuando las autoridades decidieron hacer aspersiones con glifosato para la erradicación de los cultivos de coca. Sin embargo, mucho antes de su utilización en el país, ya existían estudios de especialistas que demostraban los daños en la salud y el ambiente que este químico podía causar, además de serios cuestionamientos por legisladores y políticos. Pero el ejército colombiano y de los Estados Unidos impusieron su criterio de que fumigar con glifosato era la mejor forma de ponerle punto final al narcotráfico.

Según la Defensoría del Pueblo, las fumigaciones fueron permanentes e intensas entre los años 2000 y 2007, y suspendidas en el 2008, para reanudarlas en el 2011, aplicándolas cada tres meses, hasta septiembre del año pasado.

Solo hasta el 2008 Colombia aceptó las consecuencias del uso de este químico al responder la demanda interpuesta por Ecuador ante la Corte Internacional de La Haya por los daños ocasionados a las personas y al ambiente en las zonas de la frontera al norte del Ecuador. Esto justificado a través de un estudio realizado por la Pontificia Universidad Católica de Ecuador, publicado por la revista científica brasileña Genetics and Molecular Biology, en el que se indicaba que los ecuatorianos que vivían a tres kilómetros de la frontera tenían entre seis y ocho veces más riesgos de sufrir daños genéticos que la población residente a 80 kilómetros.

Debe agregarse a este estudio, la visita del Relator Especial de la ONU sobre el derecho a la salud, Paul Hunt, a las zonas fronterizas con Colombia en las que concluyó que las fumigaciones debían suspenderse en acatamiento del principio de precaución por cuanto existían evidencias creíbles y confiables de que las aspersiones aéreas con glifosato en la frontera estaban “afectando a la salud física de los habitantes de Ecuador y su salud mental”.

Ante estas evidencias el Estado colombiano se comprometió a restringir la fumigación con plaguicidas y a pagar 15 millones de dólares a cambio de que Quito quitara la demanda interpuesta ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya.

Subrayar, por otro lado, que los mismos Estados Unidos, junto con Perú, Ecuador y Afganistán, han negado la utilización del glifosato como método de erradicación de sustancias estupefacientes.

En el caso estadounidense, la decisión fue tomada “debido a que los cultivos están en los bosques y están mezclados con los árboles y la maleza. Fumigar con herbicidas destruiría el bosque entero”, según lo expresado por el agente especial de la Oficina de Antinarcóticos de California, Jackie Long para periódico El Clarín en el año 2007.

Por su parte, Afganistán lo prohibió en 2007 para proteger al sector agrario y sus habitantes. Solo ahora, ocho años después, Colombia decide erradicarlo, sin cerrar con esto la controversia suscitada por su utilización, con voces provenientes por una parte, desde la administración del presidente de Estados Unidos, Barak Obama y, por otra, desde la oposición uribista.

El caso más claro es el del procurador, Alejandro Ordoñez, el único voto en contra en el Consejo Nacional de Estupefacientes, el que, acompañado de un comité científico, trató de demostrar que el glifosato no era nocivo para los seres humanos, a pesar de todos los estudios que evidencian lo contrario. Según Ordoñez, el país nadará en cocaína con la prohibición de este químico.

Ahora, y ante esta decisión, toca esperar cómo maniobrará el Gobierno ante el tema de la coca, la política para su erradicación, y la necesidad de implementar una propuesta que incluya la realidad del campo colombiano y a todos aquellos que lo habitan.


Algunos estudios científicos sobre el glifosato

 

Estudios adelantados por la Comisión Europea en 2001 advirtieron sobre la toxicidad del glifosato “para los organismos acuáticos” y la capacidad de “provocar efectos nefastos para el ambiente a largo plazo”.

“Luego de la aplicación de la versión comercial de glifosato (Roundup, 25,2 por ciento glifosato, más el surfactante Poea), se demostró que este producto había causado reducción en la supervivencia de las tres especies de renacuajos, así: a) en los experimentos acuáticos: rana arborícola del 75 por ciento al 2 por ciento ; sapo del 97 por ciento al 0 por ciento y rana leopardo del 98 por ciento al 4 por ciento. Para todas las especies, solamente el 2 por ciento de los renacuajos sobrevivió a la aplicación del Roundup después de tres semanas, y b) en los experimentos terrestres, las tres especies tuvieron una mortalidad sustancial al ser expuestas al Roundup. Pasadas 24 horas de la aplicación se disminuyó la supervivencia de la rana de la madera del 96 por ciento al 32 por ciento; de la rana arborícola del 100 por ciento al 18 por ciento y de los sapos juveniles del 100 por ciento al 14 por ciento . Para todas las especies, solamente el 21 por ciento de todos los anfibios juveniles sobrevivieron a la aplicación del Roundup después de un día”.

Investigación, realizada por la Universidad de Pittsburgh, con el fin de determinar el impacto de una forma común de glifosato (Roundup) sobre varias especies de ranas y sapos de Norteamérica (Relyea, 2005).

 

“Varios casos de malformaciones, en conjunto con repetidos abortos espontáneos, se han detectado en la localidad de Ituzaingó, Córdoba, que está rodeada por una agricultura basada en OGM”. Paganelli A, Gnazzo V, Acosta H, López SL & Carrasco AE. Informe Glyphosate based herbicides produce teratogenic effects on vertebrates by impairing retinoic acid signalling. Chemical Research in Toxicology 23: 1586.

 

“Los defectos de nacimiento en la provincia argentina del Chaco,donde los cultivos transgénicos de soja y arroz son rociados intensamente con glifosato, se han incrementado, casi cuadriplicado, en el período de 2000 a 2009. Se encontraron defectos similares en mujeres de Paraguay expuestas a herbicidas a base de glifosato durante el embarazo. Estos defectos eran compatibles con aquellos inducidos en experimentos de laboratorio a concentraciones mucho más bajas que las del glifosato comercial”. Organización Green Peace, informe Tolerancia a herbicidas y cultivos transgénicos, julio 2011.

 

“El glifosato interactúa con la química y la biología del suelo, provocando una serie de impactos que incluyen la reducción de la nutrición de las plantas y el incremento de su vulnerabilidad a las enfermedades. El glifosato también puede lixiviarse hacia aguas superficiales y subterráneas, donde puede dañar la vida silvestre y, posiblemente, terminar en el agua potable”. Organización Green Peace, informe Tolerancia a herbicidas y cultivos transgénicos, julio 2011.

Información adicional

Colombia, glifosato
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: desdeabajo

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