En las manos del amo se encuentra lista la carta que amenaza, criminaliza, intimida y señala los nombres de hombres y mujeres que se encuentran en diferentes lugares del país, sus perros esperan órdenes. Se aproxima una tormenta.
Una mano empuña un arma, ya no pesa como la primera vez, ahora parece una extensión más de la misma; en el pecho ya no hay un corazón que palpita por la vida, todo es para la muerte; de la cabeza ya no se desprenden sueños ni alegrías, solo odio y resentimientos que no entiende, pues siempre recibe órdenes que debe cumplir; los ojos que ahora ven las direcciones y datos de aquellos hombres y mujeres, se encienden con el calor de la rabia y el rencor. Es una máquina, una bestia que tiene sed de sangre.
En pueblos y ciudades de Colombia continúa la sistemática criminalización y amenaza de líderes y lideresas comunitarios, campesinos, indígenas, afros, de barriadas populares, defensores de derechos humanos y sindicalistas; puede que ninguno sepa de la existencia del otro, puede que nunca se crucen en la calle, pero juntos hacen parte de aquellos que se empeñan en defender la dignidad y la vida. Las cifras indican que el genocidio va tomando de nuevo cuerpo. Desde el Estado solo llegan disculpas y medidas que no remedian lo estructural.
Juan Carlos Cardona, dirigente sindical del departamento de Risaralda, se convierte en otro de los cientos de miles de amenazados en Colombia. A la sede de la CUT de tal departamento llegó un sufragio con un panfleto y un proyectil de fusil; la amenaza, además de ser individual, demuestra un proceder que afectará a otras personas cercanas al sindicalista, pues el mensaje asevera que quienes hacen parte de sindicatos y de organizaciones de derechos humanos son guerrilleros que deben ser “exterminados”.
No hay tiempo para el silencio y para la insolidaridad, como tampoco lo hay para el aislamiento ni para el temor. Aunque parece que la tormenta avanza y oscurece todos los territorios del país, es necesario entrelazar las raíces; entender, encontrar y juntar los dolores de quienes viven las amenazas y se ven tan solos en medio de la oscuridad. Es el momento de germinar la solidaridad, de florecer juntos en medio de la tempestad.
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