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La “Espada de honor” y la guerra de los pobres

La “Espada de honor” y la guerra de los pobres

Tres minutos, 10 aviones y algunos helicópteros se necesitaron para bombardear la zona donde se encontraba un campamento guerrillero de las farc y matar a 33 de ellos, según afirmó el comandante de la Fuerza Aérea, Tito Saúl Pinilla. En dicho campamento, ubicado en la zona rural de Arauquita, departamento de Arauca– se encontraban –según el reporte gubernamental– algunos de los autores del ataque contra 11 soldados regulares del Ejército colombiano, ocurrido el pasado sábado 17 de marzo.

De acuerdo a estos reportes, a las 8 de la mañana del día miércoles 21 de marzo la cifra era de 24 muertos y 10 heridos. Horas más tarde, ya se hablaba de 33 guerrilleros muertos. Los cuerpos trasladados inicialmente a las instalaciones de la Décima Octava Brigada, se encuentran en medicina legal del municipio de Arauca, donde avanza el proceso de identificación. Por su naturaleza, los bombardeos no garantizan que queden ilesos habitantes y construcciones civiles.

Con el ataque efectuado, clara retaliación dentro de una guerra que no parece dar espacio a las alternativas para ponerle fin, la llave de la paz se le salió de un bolsillo roto al presidente Santos, quien no ocultó en twitter la alegría por lo sucedido: “Gran golpe a las farc en Arauca donde nos mataron nuestros soldados. Van 24 muertos y 10 capturados. Felicitaciones a nuestras fuerzas.”

Horas más tarde, el Ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón, desmintió esta versión, asegurando que se trataba de un operativo de inteligencia iniciado en el mes de diciembre, dentro de la operación “Espada de Honor”.

La guerra asciende a sus extremos. Sin pudor, las fuentes oficiales “celebraron” su acción de armas ante el país, y los medios de comunicación toman partido, dividiendo los muertos entre “Bajas” y “Asesinatos” y los hechos entre “operación” y “masacre” haciendo olvidar a la opinión pública que tanto los soldados como las y los guerrilleros muertos son personas, colombianas y colombianos humildes, devorados por la maquinaria de la guerra y, muchas veces, conducidos a ella por la fuerza.

Moviendo las pasiones desatadas por la propaganda que condena sólo a un actor de la guerra, el ataque militar quiso ocultar las voces que se alzan a favor de la objeción de conciencia y de la paz por la vía del diálogo.

Se niegan a colocarle límite al reclutameinto forzado

En una clara acción de propaganda de guerra, la operación “Espada de honor” buscó justamente opacar las críticas al reclutamiento forzado por parte del Estado, a través del servicio militar obligatorio, que se hicieron oir a raíz de los hechos de Arauquita, cuando el mismo interrogante que sostienen desde hace décadas objetores y objetoras de conciencia volvió a las mentes y los corazones de las mayorías: ¿Cómo es posible que un Estado sea capaz de obligar a sus jóvenes de estratos bajos a ir a la guerra? Según el profesor y analista Carlos Medina Gallego, anualmente mueren 1.600 integrantes de las guerrillas y 2.000 soldados en la guerra. ¿Hasta cuándo?

24 de marzo de 2012

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