Home » Los vándalos

Los vándalos

Los vándalos

8.500 militares en las calles bogotanas, dos muertos, más de 140 heridos, 37 policías lesionados, confrontaciones armadas en 3 barrios y 300.000 personas marchando. ¡Vandalismo!, gritan algunos. Pero, ¿qué ocurrió en la capital del país el 29 de agosto para qué todo esto fuera posible?

Las marchas

 

Entre las siete y las diez de la mañana diecisiete marchas se desplegaron en todo la ciudad, todas hacia la Plaza de Bolívar. Marchas desplegadas, unas, desde las lejanas periferias de las localidades de Kennedy y Usme y, otras, desde las universidades privadas, que al encontrarse sobre la carrera 7 del centro de la ciudad la atestaron. El variopinto de la movilización no se expresaba solo por quienes la componían (gente de ruana, sombreros, tambores, vistosas vestimentas juveniles, etcétera), sino, y sobre todo, por la particular adhesión al llamado a la solidaridad con el paro agrario. Ha sido tan fuerte la berriondera boyacense y nariñense con el conflicto que conmociona al país, que el resto de reivindicaciones y pliegos fueron opacados ante la fortaleza del paro agrario.

El general Martínez, comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá -MEBOG-, había dispuesto junto a él 5.000 de sus hombres, que hacían las veces de antidisturbios. Novedad y decisión tomada ya que en la capital de la república solo se encontraba un pequeño escuadrón de 250 unidades del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), además de un cuerpo especializado de la policía de no más de cien “armaduras verdes”, fuerza especial dentro del propio Esmad, o más especializados que los llamados “hombres de negro”.

La bronca

El centro de la ciudad fue la cuna de las iras. La chispa se prendió a piedra sobre los 6 pisos de la fachada del edificio Manuel Murillo Toro. La policía disparando gases intentaba dispersar una multitud compacta que ante el ahogo lacrimógeno solo se juntaba, esta vez no para huir sino para extender su furia sobre quienes siempre abusan de su uniforme, humillando, golpeando, ‘levantando’ desprevenidos hacia los calabozos –fueron tantas las piedras lanzadas como los videos que registran al Esmad golpeando a los campesinos en tierras boyacenses–.

La confrontación se caldeaba. Dos tanquetas intentaron flanquear por la calle 12 a los manifestantes, pero, inevitablemente, tuvieron que retroceder. La Plaza de Bolívar se abrió tras el avance de los manifestantes en medio de dos piquetes de la policía que, impávidos, no pudieron reaccionar. Piedra en mano, enfrentados contra la policía, la gente se encontraba paralizada por algunos ciudadanos que servían de escudo a los antidisturbios, quienes no dejaban de lanzar gases. Más de 500 personas disputándose contra 50 policías: 25 personas fueron heridas. ¿Cuántos policías golpeados?, menos de 5 ¿Con qué proporcionalidad se usa la violencia?

Un territorio en disputa, pero con grandes desventajas para los manifestantes. Hay que recordar que para dispersar a los concurrentes a la plaza que lleva por nombre el del Libertador, no se requiere sino un pequeño grupo del Esmad, situado sobre el Palacio de Justicia, lo cual les da el dominio del terreno. Hay que recordar, que solo son cuatro estrechas calles las que permiten ingresar o salir de la Plaza, la cual queda convertida, en todo momento, en una ratonera, protegida, además, por innumerables cámaras a través de las cuales se registran los sucesos y se dirigen las tropas. Claro, en esta ocasión también estuvo en Palacio, de cuerpo presente, el general Martínez, quizá para demostrar que en la policía hay mandos operativos que pueden ganarse la confianza de la tropa, ejercicio necesario de implementar ante la moral tan baja de sus unidades, un cuerpo repudiado por la mayoría del país.

Los golpes e insultos iban y venían. Los manifestantes avanzaban y la policía lograba lo que se había propuesto: que las marchas entraran a la Plaza de Bolívar para poder usar a su favor la minoría numérica que en esta ocasión ostentaba –solo golpea cuando seas fuerte, decía Che Guevara y en este día Martínez lo aplicó.

Tras la primera ola de dispersión los gritos de la Confederación General de Trabajadores, en la tarima, callaron: las personas huyeron temerosas entre las angostas calles, encontrándose con un cerco de la policía. Los jóvenes indignados –barristas, estudiantes e incluso algunos “habitantes de la calle”– decidieron resistir los gases, soportándolos durante algunos minutos ante la mirada impávida de la estatua de Bolívar.

Pero había que salir de la Plaza, y la mayoría de ellos hallaron un conducto que los llevó hacia la avenida Jiménez, cruzando por la carrera décima, tocando los albores de la mariposa de San Victorino. Curiosa dirección geográfica la que tomaron los indignados: atravesar al centro para ir al lugar donde pertenecen, el espacio de la marginalidad, del comercio informal, de las ollas de vicio y de los mecánicos, allá donde se refugia el pueblo. Mientras algunos otros subían por las laderas de la Candelaria hacia la biblioteca Luis Ángel Arango, el Parque de los Periodistas, el Chorro de Quevedo y la universidad de los Andes. Para éstos la protesta ya había acabado, eso sí con algo de pánico, pero al fin y al cabo ya era una jornada del pasado.

El fuego

Tres llantas y dos bolsas de basura pasadas por fuego prendieron el incendio allí donde se aglomeraron algunas centenas de hombres y mujeres, que juntaban sus malos olores y sus malos humores con las palabras poco castizas que alimentaban sus figuras, ante ellos una realidad: la carrera décima estaba colapsada. Algunos policías se acercaron al barullo, bueno, intentaron acercarse, entre las caras tapadas surgió el escombro en forma de tormenta, que mojó a los uniformados, después a los motorizados. Entre marcadoras de paintball y lanzagranadas de gases trataron de abrirse espacio, abriendo un campo de heridos, sin embargo, la gente no huyó, al fin y al cabo ¿qué tenían que perder?

La carrera décima con Jiménez y la ira de los indignados se multiplicó. Ahora nuevas hogueras se abrían en la 19 con Caracas y algunos bloqueos de los expulsados de la Plaza de Bolívar en la 32 y calle sexta con Caracas. En la 19 mecánicos y trabajadores de las llantas entre risa y risa quemaban su cauchos, mientras jugaban a lanzarse naranjas entre ellos. En la sexta, “habitantes de la calle”, colinos del Bronx, y manifestantes provenientes de la Plaza de Bolívar, se hicieron muchedumbre en el parque Tercer Milenio, delante de la aterrorizada figura del edificio de la MEBOG. Mientras tanto, en la calle 39 algunos estudiantes alegres y exaltados se sentaban delante de los trasmilenios, paralizándolos, unos pocos flacos enfrente de buses de 40 toneladas, ¿peleaban algunas decenas de personas? No, los que se disputaban la calle eran cientos, mientras miles los apoyaban. Miles que no se sabían ninguna consigna, ni nada de eso, miles que nunca han estado organizados en formas políticas, miles de los de siempre abajo, ellos gritaban putasos, reían ante la incapacidad de los de verde, iracundos se ponían cuando golpeaban a la gente, miles que recordaban que en ellos también hay sangre papera y campesina. Entenderá el país, qué hay más ¿iras o “terroristas”? Qué hay más, ¿indignación o policías?

Mientras todo esto sucedía, hacia las 11 p.m., Gustavo Petro afirmaba vía twitter la “Policía Metropolitana actuó bajo la conducción de la Alcaldía Mayor y coordinó estrechamente con nosotros. Muchas Gracias”. Tratando de engañarse, pues los jefes del festín fueron Martínez y Palomino, respaldados por la angustia de Santos. El burgomaestre no se hubiera atrevido a reclamar su principio de mando sobre la fuerza pública si hubiese presenciado la brutalidad de su acción impulsada por su desespero. Aquí tenemos que decirlo: las autoridades civiles han sido remplazadas –incluso en las grandes ciudades– por militares y policías, lo que constituye la nueva modalidad del Estado de Sitio, es decir, no declararlo, ejercerlo, y conjurarlo a través del poder ejecutivo central.

 

Artículos relacionados

Miles marchan en toda Colombia en respaldo a los campesinos en paro 

De Boyacá en los campos

El estado colombiano y los derechos de los asalariados y jornaleros del campo

Paro agrario, tortura psicológico y salud mental

Colombia: La fuerza e impacto del paro nacional agrario

¿Cómo va el paro…?

Paro agrario. El foco campesino que ilumina el país

Un paro marcado por la intimidación y la represión

Este es un paro social, agrario y laboral

Colombia: Las complejidades del Paro Nacional Agrario

Información adicional

Marcha 29 de agosto, Bogotá
Autor/a: Miguel Suárez
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente:

Leave a Reply

Your email address will not be published.