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Mamás x 2. Uribismo x 3

Mamás x 2. Uribismo x 3

¡Vamos a donde mis mamás o preguntémosle a mis madres!, así en plural, son unas de esas frases que pronuncio a menudo y que para el círculo de amigos, amigas y conocidos suenan tan “natural” que ya no reparamos en el carácter particular que tiene utilizar la figura materna de una forma distinta a la singular; cosa que no debiera ser curiosa pues habitamos un país donde el 35 por ciento de las personas son criadas por múltiples mujeres, mamás, abuelas, tías… en últimas madres, también en plural.

Desde hace más de 13 años mi vida familiar dio un giro inesperado. Mi mamá, que hasta ese momento había sido una mujer soltera, que tuvo algunos novios en mi infancia, conoció a una mujer y se enamoró perdidamente de ella. El amor le llegó a mi madre en el cuerpo de una mujer y para medio mundo la vida pareció tener un antes y un después desde ese instante; un antes en donde argumentábamos ser personas “abiertas”, “con amigos gays”, sin problema alguno con el tema, y un después en donde la cosa ya no era con amigos, la cosa ya no era discursiva, era una madre, una hermana, una tía, una hija lesbiana, lesbiana y con hijo, ¡lesbiana y enamorada!

Para hacer corta la historia, desde hace 13 años el discurso de la igualdad, el amor, la diversidad y la aceptación dejó de ser discurso y se transformó en práctica efectiva, con todos los problemas que ello implica, el primero y más complejo, darse una miradita al espejo y chocar contra los propios prejuicios, las expresiones machistas, los chistecitos homofóbicos, la carga cultural de un país conservador hasta el tuétano del cual todos hacemos parte, en mayor o menor medida, y en el que todos –algunos más y otros menos–, cargamos con un godito adentro; el segundo, luego de la mirada introspectiva, el cómo asumirlo con los otros, ¿cómo se comparte esa noticia?, ¿hay un manual para hijos de mamás lesbianas?, ¿y si alguien dice algo feo?, ¿y si alguien opina una cosa que no me guste?…

Al final lo asumí con toda. Si la felicidad y el amor le llegó a mi mamá con otra mujer, yo sería su primer defensor, pues siempre consideré que todos somos iguales en derechos y no deben existir ciudadanías de segunda. Esta era la oportunidad perfecta para vivir en carne propia lo que pensaba y hacer mía su lucha, que en últimas es la misma de todos aquellos que creemos en las múltiples posibilidades de ser, sin que eso nos cueste o nos haga menos dignos. Con el paso del tiempo la familia entera se transformó en una familia defensora de la diversidad, de la igualdad, del amor; marchamos, gritamos, tocamos, exigimos, comentamos, hablamos, damos la cara, defendemos el amor, y defendemos la diversidad como un elemento fundamental para pensarnos un país distinto, una paz posible, un rumbo distinto, una mejor sociedad.

 

La lucha por la diversidad no es una lucha de otros

En la coyuntura actual, tras el triunfo del uribismo –fuerza política anacrónica, feudal, machista, misógina, homófoba y guerrerista–, la incertidumbre frente a los posibles retrocesos que tengamos como familia diversa están a la orden del día. Duque ha mostrado posiciones ambiguas y contradictorias en cuanto al reconocimiento de los derechos de las parejas del mismo sexo y sus familias; una cosa era Duque congresista, que mostraba una actitud relativamente “progresista” frente a estos temas, y otra cosa el Duque candidato de la mano de Ordoñez, Viviane, y pastores radicales cristianos, pues en campaña prefirió no tocar estos temas para no perder los votos que comulgan con la idea de un solo modelo de familia, una sola forma de ser, una visión que indilga a las diversidades sexuales un papel deshonroso, pecaminoso y malvado.

Desde nuestro rol como familia diversa, desde el privilegio (o el problema) de ser visibles y de tener acceso a recursos para dar la lucha, estaremos atentos y vigilantes, defenderemos el amor y la diversidad, así como la paz, así como la vida, y esperamos que por fin las múltiples luchas sociales, fragmentadas, se unifiquen en la denominada resistencia a este gobierno, una resistencia cívica, pacifica, pero contundente en sus mensajes. ¡No dejaremos que en Colombia triunfe la venganza, el odio, la guerra y el horror!
La lucha por la diversidad no es una lucha de otros (rosaditos, afeminados, machorras y gente “rarita”), es una lucha por el otro, por ese otro que también me constituye, es la lucha por la multiplicidad, por el espíritu, por la libertad, por los cuerpos libres, por el amor, por la vida digna.

Ante el triunfo electoral de este uribismo x 3, con mis mamás x 2 resistiremos. Y a usted que lee esto le decimos, no nos deje solos, vamos a multiplicarnos, vamos a resistir, vamos a defender el amor, ¡NI UN PASO ATRÁS!

* Politólogo, candidato a Magister en Estudios de Paz y Resolución de Conflictos.

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