En un contexto caracterizado por el deterioro de la economía nacional, el señor Santos ha levantado, por enésima vez, el tema de la paz express y la rendición y entrega de las guerrillas revolucionarias, al tiempo que omite y escamotea la necesidad de profundas reformas económicas, sociales y políticas.
El Jefe de la Casa de Nariño sigue congelado en la vieja mentalidad de las elites plutocráticas colombianas, desconociendo los profundos cambios de la época como el que se registro en la reciente cumbre de Panamá que abrió una nueva etapa en las relaciones diplomáticas entre los gringos y la revolución cubana.
Es imposible aislar el campo político del curso de la economía. El maquillaje de las cifras orquestado desde el Ministerio de Hacienda, el Banco de la República y los columnistas pagados por el régimen, ya no es sostenible y cada día se van conociendo nuevos datos de la recesión. El crecimiento del PIB, que en principio había sido colocado en tasas superiores del 5%, es ajustado a la baja, un día por la Cepal, otro por el Banco Mundial y más recientemente por el FMI; a ese ritmo nos vamos a encontrar en los próximos meses con una contracción de las dimensiones de la ocurrida en 1999, durante la administración de Pastrana.
El déficit externo (exportaciones e importaciones) ya se acercó a los 40 billones de pesos. Y los ingresos fiscales generados por el petróleo se fueron a pique, obligando el recorte de las regalías en más de 9 billones, el ajuste drástico en el gasto público y la inevitable elaboración de un nuevo Marco Fiscal de Mediano Plazo, teniendo como referencia un precio del barril del petróleo por debajo de los 50 dólares. La debacle de Ecopetrol es inocultable por mas malabares que el artífice de la mermelada santista, el nuevo Jefe de la entidad, proponga con la fractura hidráulica para tirarse paramos, ecosistemas y recursos ambientales. Se enloquecieron estos tipos.
La crisis se está descargando en los trabajadores y sus salarios, en el gasto social en educación, salud, mujeres, ancianos y campesinos. Mientras tanto los grandes cacaos amplían sus ganancias, los políticos corruptos del santismo despojan los patrimonios públicos y los generales saquean los presupuestos y amasan fortunas en el negocio del narcotráfico.
A mi juicio, la más afectada por este terremoto económico en curso, es la política de diálogos de La Habana, pues Santos para capotear la crisis capitalista ha retomado la idea de una paz express pretendiendo omitir la negociación de puntos clave de la Agenda de la paz, como los 29 aspectos involucrados en las salvedades y los temas asociados con el “fin del conflicto”. Adicionalmente presiona para imponer una visión amañada de la justicia y reparación de las víctimas de la violencia estatal y paramilitar. Las esferas gubernamentales ignoran el derecho a la rebelión y los protocolos de Ginebra saltando a una claudicación de la resistencia agraria para recluirla en las mazmorras y en las tumbas del régimen político neoliberal.
Esa es la “paz” de Santos, la paz del triunfo oligárquico y la derrota humillante de las clases populares.
Santos sigue en el sueño del fin de la historia y el triunfo del mercado hayekiano. Es lo que explica que las reformas sustanciales no se incluyan en su agenda. Toda la acción gubernamental, las estrategias y políticas oficiales, como las incorporadas en el Plan de Desarrollo, niegan y bloquean cualquier tipo de reforma democrática y avanzada en materia social, económica y política.
Se trata de un escenario que complica en La Habana el fin negociado del prolongado conflicto armado nacional, pues la paz que Colombia exige es la de las reformas profundas en toda la formación social y las infraestructuras del Estado.
El bloque oligárquico dominante en el Estado colombiano desconoce así los vientos de cambio que se dieron recientemente en la Cumbre de Panamá, donde los gringos debieron admitir sus equivocaciones y arbitrariedades, durante más de 60 años con Cuba y su revolución socialista.
Santos y la podrida élite que representa, sigue en la guerra fría, en el anticomunismo cerril, en la negación de los derechos, en el desconocimiento de la democracia y la paz con justicia. Prosiguen su dominio violento, atropellando y asesinando indígenas, maestros, trabajadores petroleros, campesinos y ciudadanos sencillos, utilizando para el efecto un desueto e hipertrofiado aparato militar y policiaco que se apropia, como estructura parasita, de gran parte del excedente económico nacional. Eso es lo que no quieren tocar.
A estos decadentes clanes solo se le ocurre proponer más planes de guerra y destrucción como el que sugiere el diario Nuevo Siglo, el cual plantea, a raíz de los recientes sucesos, “[…] que el Gobierno debería declarar al Cauca teatro de operaciones militares especiales, con todo lo que ello supone en mayor número de contingentes, pertrechos y respaldo aéreo, con un cronograma específico y público, y operaciones de tarea conjunta comandadas por uno de los generales de más alto grado […] tiene allí el Gobierno un polo de desarrollo militar que implica la preponderancia del Estado de modo puntual y delimitado, lo que por décadas no se ha hecho” (http://bit.ly/1JMQc24).
Concluyamos diciendo que la paz plena no será un regalo del santismo, será el fruto de la acción popular en todos los escenarios del campo político. Uno de ellos, la venidera elección de alcaldes, gobernadores, diputados, concejales y ediles, espacio en el que es preciso participar muy vigorosamente para conquistar nuevos espacios de reconciliación mediante la derrota de la ultraderecha fascista que encarna Uribe Vélez.
Pero no solo esto. Desde los primeros días de la semana siguiente, desde el 22 abril 2015, despega una creciente ola de huelgas, paros, tomas de vías por educadores, trabajadores petroleros, mineros artesanales, indígenas, cañeros, campesinos, afectados por los prediales urbanos y habitantes de pequeños poblados afectados por el déficit en los servicios públicos, con sus pliegos de reivindicaciones y derechos. Son acciones colectivas que deben contar con el apoyo generalizado de las masas.
Nota. Después de 10 años, un juez de Mocoa ha fallado una Acción de Tutela a favor del Cabildo Inga para que el Consorcio vial Sonacol, de la familia Solarte, inicie, en diez días, el trámite de la Consulta previa por las obras que adelanta en la zona, ante la Direccion de Consulta Previa del Ministerio del Interior. Conquista democrática de la valiente lucha indígena que debe ser generalizada en el resto de comunidades indígenas y afros del país.
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