El pasado 24 de agosto arrancaron las obras de peatonalización de la carrera 7ª, también llamada avenida Alberto Lleras Camargo o Calle Real, importante e histórica vía de la capital colombiana. Con esta iniciativa Bogotá retoma iniciativas, como las de Londres, Barcelona, Nueva York, Quito, y otras ciudades con proyección mundial donde el centro prioriza al peatón, al caminar lento, le abre espacios a la conversación, al despliegue cultural, incentivando de esta manera el turismo, fuente fundamental de ingresos para diversidades de urbes y países en todo el mundo.
El proceso de peatonalización busca, según lo expuesto por el alcalde Gustavo Petro, convertir en protagonista al ciudadano que no usa carro.
La reorganización de esta avenida está proyectada en dos etapas: la primera cubre desde la calle 7ª hasta la Avenida Jiménez, y deberá entregarse a la ciudad el próximo mes de diciembre.
La segunda etapa, que va entre la Avenida Jiménez o calle 13, y hasta la calle 26, deberá concluirse en febrero de 2015.
La transformación de esta avenida en peatonal implica una inversión inmensa para la ciudad: $14.500’000.000 (catorce mil quinientos millones de pesos). ¿Será este tipo de obras la prioridad en las inversiones de la ciudad?
Voces dispares
Desde que la Alcaldía informó sobre este proyecto se levantaron voces, unas a favor, otras en contra. Estas últimas indican, por ejemplo, que el cierre de estas calles para los carros aleja a mucha gente de esta parte de la ciudad. Según quienes así piensan, ante la reducción de los potenciales compradores mayor inseguridad pues los más pobre no tienen a quien solicitar ayuda, acudiendo, por lo tanto, al raponeo o procederes similares.
Así piensa Camilo Camargo, profesor de la Pontificia Universidad Javeriana, magister en el área de urbanismo, al argumentar que “[…] peatonalizar la carrera 7ª significará que muchos transeúntes dejaran de ir al centro de la capital, dejarán de visitar los negocios, dejarán de visitar monumentos históricos como el Capitolio, la Catedral Primada, la Media Torta, entre otros, todo lo cual representa la muerte inminente del centro capitalino”.
Una vez iniciadas las obras el gremio de los comerciantes –Fenalco–, insistió en el tema de la inseguridad, quejándose, además, por la reducción de ventas de sus afiliados. Una voz que parece quedarse en lo inmediato sin proyectar el futuro y el beneficio que en sus ventas tendrán en el futuro inmediato quienes poseen allí locales comerciales.
Por su parte, para los expertos que ven positiva esta reorganización urbana, el proceso de peatonalización permitirá que la gente tenga más zonas de recreación y culturales, más oportunidad de ejercer las caminatas sin ningún sobresalto, tendrán más espacio los ciclistas entre otros deportistas, peatones, etcétera.
Así reflexiona y expone el concejal Carlos Roberto Sáenz del Partido Alianza Verde, quien aduce que este proyecto es una solución netamente positiva, la misma que han puesto en marcha otras ciudades en el mundo con resultados positivos.
El deterioro y la pobreza
Edgar Montenegro, representante de movimientos sociales localizados en esta parte de la ciudad al responder a la pregunta ¿cómo está la peatonalización?, responde con otro interrogante: ¿cómo está?, más bien debe decirse, ¿a qué horas? Y él mismo responde: “a las 10 de la mañana es un sueño pero a las 10 de la noche es una completa pesadilla”.
Y continúa argumentando: “La pobreza extrema se volcó sobre la carrera 7ª, se volcó sobre el centro de la ciudad”. Por esta razón los visitantes de esta parte de la ciudad sienten que la inseguridad es mayor, “lo cual no se supera con peatonalizar unas calles pues este proceso de mayor pobreza evidente, este proceso de ‘descomposición’ es un simple reflejo de la dinámica que vivimos como sociedad”. Se necesita, entonces, que peatonalización y pobreza se aborden con unos mismos ojos de manera que ahora no vengan con mayor control policial como mecanismo para sacar la pobrecía del centro, arrojándola sobre otra parte de la ciudad. Esto no se soluciona tapando.
El interrogante
Tenemos, pues, ante los ojos de todos un proyecto urbanístico que le inyecta nuevo aire a la ciudad, proyectándola como territorio de servicios. Los beneficiaros de esta iniciativa, de manera inmediata, son los comerciantes de las marcas más reconocidas, un pequeño nicho de los que allí llegan cada día para abrir sus locales, quienes no habitan en este territorio. Pero, de manera contradictoria, el costo de tal transformación recae en los bolsillos de todos los que vivimos en Bogotá.
Así las cosas, y ante esta contradicción, además de la variedad de frentes que en toda la ciudad reclaman el concurso de los dineros oficiales, y consecuentes con el discurso oficial que hoy campea en esta urbe –de participación e inclusión–, al momento de proyectar la posibilidad de esta obra debió levantarse una consulta popular entre quienes sí habitan esta parte de la ciudad, entre quienes habitan todos y cada uno de sus barrios y entre ellos decidir dónde invertir, de manera prioritaria, la millonada aprobada para esta peatonalización. De así proceder, con seguridad, todos caminaremos de mejor manera, y con mayor tranquilidad, por toda Bogotá.
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