De acuerdo con el informe “Un país que se hunde en el Hambre, sobre la situación del derecho humano a la alimentación y nutrición adecuadas” lanzado por Fian Colombia el 21 de octubre de 2021, el país pasa por una situación alimentaria cada vez más crítica, resultado vergonzoso dadas las características de riqueza y diversidad alimentaria del territorio nacional.
De acuerdo con el más reciente censo agropecuario realizado en Colombia, contrastado con información proveniente de la FAO y otras instituciones internacionales, nuestro país ocupa el infame primer lugar de desigualdad en concentración de la tierra en Latinoamérica, ya que el “1% de las explotaciones de mayor tamaño, maneja más del 80% de la tierra, mientras que el 99% restante se reparte del 20%”1.
Es una realidad de injusticia que no es única. De acuerdo a las cifras oficiales de la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (2015), lo alcanzado en 30 años (1990-2015) solo alcanza para una reducción porcentual en el retraso de talla de apenas 15,3 por ciento. La brecha se profundiza cuando se trata de la población indígena, cuyos niños y niñas padecen casi 3 veces mayor al promedio nacional (29,6%)2. En la adultez no es menos grave la situación, pues el exceso de peso se ha vuelto la situación más compleja por las consecuencias que genera en enfermedades crónicas no transmisibles (ECNTs), ya que en la última década (2005-2015) se ha tenido un aumento de más de 10 puntos porcentuales en la prevalencia de exceso de peso, con mayor registro en las mujeres y en población afrodescendiente.
Este lamentable panorama predomina en la región, con un aumento drástico de la inseguridad alimentaria que afecta al 41 por ciento de la población, porcentaje que era del 32 en el 20193. Además de las causas estructurales, la situación empeoró con la pandemia por covid, en la que las medidas tomadas por los Estados, incluido el colombiano, dejaron al descubierto las desigualdades y discriminaciones, con un marcado sesgo hacia el sistema alimentario corporativo frente a las y los productores familiares y a pequeña escala: “Mientras que los mercados campesinos e informales se cerraron, las grandes corporaciones alimentarias pudieron permanecer abiertas, y las exportaciones de productos básicos fueron apoyadas y clasificadas como esenciales”4. Asimismo, una reducida visión de lo que son tanto la alimentación como la salud marcaron las medidas tomadas.
Frente a este panorama preocupante, el Estado ha sido muy débil, pues poco avanza en materia alimentaria, un derecho humano, que implica al Estado como titular de obligaciones, entre ellas garantizarlo a toda la población, más allá de la seguridad alimentaria que se restringe, en pocas palabras, a garantizar que al día se tenga el estómago lleno, sin involucrar políticas de sostenibilidad y sustentabilidad, es decir, sin cuestionarnos qué vamos a comer en los próximos días y de dónde viene lo que comemos. Al igual que otros Derechos Económicos, Sociales y Culturales, los Estados contraen obligaciones que se resumen en tres bloques: “Respetar (abstenerse de interferir con el disfrute de un derecho), proteger (evitar que otros interfieran con el disfrute de un derecho) y cumplir (adoptar las medidas adecuadas para hacer posible la plena realización del derecho)”5. En este sentido, podemos decir que el Estado colombiano esta fallando en sus obligaciones, tanto por la falta de medidas como por la inadecuación de las que toma.
Uno de los motivos que explican y profundizan esta situación es la captura corporativa de los sistemas alimentarios, que muestra la debilidad y/o complicidad del Estado frente a las grandes corporaciones.
La captura de los sistemas alimentarios y el paso a la dieta corporativa
La realización de la Cumbre de Sistemas Alimentarios de la FAO, es uno de los eventos más elocuentes realizados durante lo corrido del 2021 y el cual permitió comprobar, una vez más, como la captura corporativa llega incluso a espacios de toma de decisión internacionales. Esto suscitó la organización de una “contra Cumbre” por las organizaciones sociales y pueblos, bajo el nombre de la Cumbre de los Pueblos, donde se denunció el papel predominante tomado por las corporaciones transnacionales en estos escenarios, con todas las consecuencias que esto conlleva en términos de falta de transparencia en los procesos, conflictos de interés y promoción de agendas de acuerdo a intereses económicos privados, en lugar de derechos humanos y de hacerle frente a las múltiples crisis que enfrentamos6. Realidad particularmente grave ya que los resultados de esta Cumbre influenciarán la dirección que tomaran las decisiones desde los gobiernos nacionales, espacios que de por si ya están bajo la influencia de las transnacionales.
De acuerdo al último informe del grupo Global Health Advocacy: “Las narrativas de la industria son problemáticas porque están diseñadas para impregnar y neutralizar cualquier oposición a sus intereses, a menudo influyendo en las opiniones de la población de maneras sutiles que no se alinean con el interés público”. Esto se manifiesta concretamente en las políticas públicas que son –o no– promovidas, resultando tanto de presiones económicas como por las narrativas impuestas que centran la discusión en la responsabilidad individual y autorregulación7.
Las tácticas de la industria agroalimentaria, y la debilidad o incluso complicidad de los Estados frente a ella, nos llevan al panorama actual: con las dietas tradicionales reemplazadas por productos comestibles ultraprocesados y bebidas endulzadas, con consecuencias nefastas tanto para nuestra salud, como para el medio ambiente y el tejido social.
El rol de los PCUs y sus efectos en la salud y medio ambiente
Durante las últimas décadas somos testigos de un consumo acelerado de comestibles y bebibles ultraprocesados, lo que se conoce comúnmente como comida chatarra. De acuerdo con la OPS/OMS los PCUs son formulaciones industriales que “están nutricionalmente desequilibrados. Tienen un elevado contenido en azúcares libres, grasa total, grasas saturadas y sodio, y un bajo contenido en proteína, fibra alimentaria, minerales y vitaminas”. Por sus características, y las intenciones con las que son creados, estos productos sacian menos que los alimentos verdaderos y tienen tendencia a provocar un consumo excesivo. Este mismo informe señala que “El aumento de las ventas (y del consumo relacionado) se asoció con el aumento del peso corporal, lo que indica que estos productos son un importante impulsor de las crecientes tasas de sobrepeso y obesidad” (OPS y OMS 2019). Diagnóstico particularmente preocupante dado que hoy en día las ECNT, ligadas a malos hábitos alimenticios, causan 71 por ciento del total de muertes8, y nuestra región se está convirtiendo en la principal consumidora. En Colombia, por ejemplo, las ventas per cápita entre 2009 y 2014 aumentaron 7,7 por ciento y se prevé un aumento en la región de otro 7,8 por ciento9. Es motivo de alarma el hecho que el consumo de PCUs sea mayor en adultos jóvenes, niñas, niños y adolescentes, que pese a ser población de protección especial, son el target del marketing de la industria, que orientan sus estrategias comerciales a este sector10.
Una realidad y una problemática, que en el caso de los PCUs no se limita a su consumo, sino que también atañe a las técnicas de la agroindustria que genera los insumos para su elaboración. El sistema agroindustrial se caracteriza por utilizar técnicas como los monocultivos, el uso excesivo de agrotóxicos y fertilizantes químicos con efectos desastrosos como son la deforestación, pérdida de biodiversidad, acaparamiento de tierras, contaminaciones, que afectan tanto al medio ambiente como a las comunidades, y en últimas, al conjunto de seres que habitamos este planeta. Además de ser uno de los principales contribuyentes a las emisiones de Gases de Efecto Invernadero, el sistema agroindustrial impulsa la homogeneización de los cultivos y dietas, lo cual, en palabras de Miguel Altieri “aumenta las preocupaciones sobre la nutrición humana y también sobre la capacidad de resiliencia del sistema alimentario mundial, ya que la diversidad de cultivos es clave para la adaptación al clima”11.
Las propuestas y alternativas desde la sociedad civil
Para hacerle frente a este flagelo y ausencia de políticas estatales, muchas organizaciones llevan a cabo una diversidad de acciones desde distintos frentes, desde lo local y autónomo hasta escenarios nacionales e internacionales. Desde la declaración de territorios libres de agrotóxicos y transgénicos, la aparición de mercados campesinos locales, proyectos agroecológicos, y las luchas por promover políticas públicas que frenen la captura corporativa y protejan nuestros derechos humanos y medio ambiente. Contrariamente a las respuestas estatales que se mostraron incapaces de hacerle frente a la pandemia, los sistemas alimentarios campesinos, basados en la agroecología, mostraron una gran resiliencia y adaptabilidad, fortaleciendo lazos sociales y evidenciando los vínculos entre salud y alimentación12.
Una de las luchas impulsadas por la Fian Colombia en los últimos años ha sido buscar regular a los PCUs y la técnicas para fomentar su consumo, en especial aquellos destinados a la población más joven. Entre las medidas están el etiquetado frontal de PCUs, los impuestos a bebidas endulzadas, la “ley comida chatarra” Nº 2120 de 2021, así como articulaciones con gobiernos locales para asegurar que los ambientes escolares estén libres de estos productos dañinos. Estas medidas, además de haber sido implementadas en otros países (por ejemplo el etiquetado en Chile y México), son parte tanto de las recomendaciones de organismos internacionales de derechos humanos y personalidades como el asesor regional en nutrición de la OPS, Fabio da Silva Gomes, quien señala que “Necesitamos que los gobiernos establezcan políticas para restringir las ventas de estos productos. Los ultraprocesados no pueden ser la base de nuestra alimentación, no pueden ser un producto esencial en nuestras dietas”13. Asimismo, estas medidas van en línea con los reclamos que se alzan desde la sociedad civil que exige el respeto de sus derechos y territorios.
En el caso de nuestro país, asistimos hace pocos meses al despliegue de intensas campañas en el Congreso de la República por parte de representantes de las grandes empresas que producen bebidas endulzadas, así como todo tipo de comida chatarra, para impedir la aprobación del etiquetado frontal de advertencia, con información precisa que brinde los datos indispensables para que el consumidor sepa que el comestible que le ofertan es alto en sodio, azúcares, calorías o grasas saturadas, como que desestimulen el consumo de bebidas endulzadas al incrementar la carga fiscal para quienes las producen y, como consecuencia de ello, un mayor precio de venta al púbico.
En el primer caso no lograron su propósito, pero en el segundo sí y en el texto final de la recién expedida reforma tributaria no incluyeron nada sobre el particular. La aprobación, en un caso, y el bloqueo en el otro, dejan abierto un inmenso camino por recorrer para lograr que, en efecto, el consumo de comida chatarra comience a decaer y, por el otro, para seguir dando la batalla para lograr en próximas legislaturas la aprobación de un incremento de la carga fiscal sobre quienes producen tales líquidos.
Pero, más allá de ello, está a la orden del día el despliegue de campañas educativas para informar sobre el daño que produce sobre nuestros cuerpos el consumo de bebidas endulzadas, tarea a cargo del Estado. Y sin conformarse con ello, los actores sociales deben liderar cambios culturales sobre usos y consumos, a favor de dietas saludables, pero también, de protección del medio ambiente, de estímulo a la producción campesina libre de agrotóxicos, con la adopción de un efectivo mercadeo, con precios al alcance de los sectores populares, y tejido de redes solidarias en todos estos planos.
El referente es básico: Por nuestra salud, la del medio ambientes y nuestras sociedades, tenemos que defender y promover las dietas tradicionales, basadas en alimentos campesinos, saludables y culturalmente apropiados, que nos permitan realizar nuestro derecho humano a la alimentación y nutrición adecuadas.
1 Citado en: “Un País que se hunde el hambre. Situación del derecho humano a la alimentación y nutrición adecuadas”, p. 74. Ver en: Oxfam, Radiografía de la desigualdad lo que nos dice el último censo agropecuario sobre la distribución de la tierra en Colombia, p. 13.
2 Fian Colombia, 2021. “Un País que se hunde el hambre. Situación del derecho humano a la alimentación y nutrición adecuadas”, p. 313.
3 Fian Internacional. 2021. “Informe sobre el estado del Derecho a la Alimentación y a la Nutrición 2021”. 2021. https://www.righttofoodandnutrition.org/es/informe-sobre-el-estado-del-derecho-la-alimentacion-y-la-nutricion-2021.
4 Ibídem.
5 Acnudh. S/F. “Acnudh: ¿Cuáles son las obligaciones de los Estados respecto de los derechos económicos, sociales y culturales?” Consultado el 16 de octubre de 2021. https://www.ohchr.org/sp/issues/escr/pages/whataretheobligationsofstatesonescr.aspx.
6 Para más información consultar artículo de Alejandro Calvillo, “Poder del Consumidor”: https://www.sinembargo.mx/29-07-2021/4007281
7 Global Health Advocacy Incubator. 2021. “Narrativas de la industria: De qué manera las empresas de bebidas y alimentos ultraprocesados socavan las políticas de alimentación saludable para proteger su imagen corporativa”. Fagran (blog). 2021. https://fagran.org.ar/documentos/seccion/organismos-internacionales/2021/07/narrativas-de-la-industria-de-que-manera-las-empresas-de-bebidas-y-alimentos-ultraprocesados-socavan-las-politicas-de-alimentacion-saludable-para-proteger-su-imagen-corporativa/.
8 Ibídem.
9 OPS, y OMS. 2019. “Alimentos ultraprocesados ganan más espacio en la mesa de las familias latinoamericanas”. Pan American Health Organization / World Health Organization. el 23 de octubre de 2019. https://www3.paho.org/hq/index.php?option=com_content&view=article&id=15530:ultra-processed-foods-gain-ground-among-latin-american-and-caribbean-families&Itemid=1926&lang=es.
10 Ibídem.
11 Altieri, Miguel, y Clara Nicholls, 2020, “La agroecología en tiempos del covid-19”. Clacso (blog). el 6 de abril de 2020. https://www.clacso.org/la-agroecologia-en-tiempos-del-covid-19/.
12 Fian Internacional 2021, op. cit.
13 OPS y OMS, op. cit.
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