Ser tratados peor que a delincuentes, es la impresión que da, por la manera como se viene desarrollando la política cultural de convocatorias que hace la Secretaría de Cultura Recreación y Deportes, Idartes y la Fundación Julio Mario Santodomingo, lo que no sólo deja un malestar en los que confían en la institución cultural (que se supone es para promover la vida artística, cultural y deportiva de los bogotanos), sino el deseo de no volver a hacer caso a esas convocatorias.
Resulta que la convocatoria de coproducción que hacen estas tres entidades: SCRD, Idartes y la Fundación Santodomingo, para las becas en coproducción de Gran Formato y Mediano Formato, cuyo objetivo es la puestas en escena de dos obras en los teatros de la Fundación Santodomingo y el Jorge Eliécer Gaitán, pareciera que ya las tuvieran destinadas, simplemente cumplen el trámite de convocar a los trabajadores de las artes escénicas, para que presenten proyectos y que por razones ajenas al objetivo de las becas, terminan siendo rechazados sin que las propuestas o proyectos lleguen a los jurados, que serían los que deberían decidir cuáles propuestas son viables en su realización, teniendo en cuenta los escenarios y el compromiso adquirido con las entidades que convocan, y entre ellas escoger las dos mejores propuestas para gran y mediano formato.
Herederos del Maíz es una propuesta dramatúrgica que presentó la agrupación Jícaro Teatro, en la convocatoria para la beca de Gran Formato 2015-2016, que desde hace dos años promueven estas entidades, y que hasta el momento no ha logrado una puesta en escena renovadora para las artes escénicas de la ciudad. Es como si esa política aplicada por el Festival Iberoamericano de Teatro, de menospreciar el movimiento teatral colombiano, hubiera calado al interior de las instituciones culturales del distrito capital, hasta el punto que la última beca de gran formato se la dieron a una puesta en escena de Otelo, que se presentó en los dos teatros sin pena ni gloria, simplemente se cumplió el requisito de las funciones en el Teatro J. M. Santodomingo y el Jorge Eliécer Gaitán, pero las propuestas ganadoras poco han trascendido más allá de estos escenarios.
Supuestamente las convocatorias que promueven esas instituciones, es para motivar y apoyar a los artistas capitalinos, más cuando son recursos públicos con los que se quiere incentivar la originalidad y talento colombiano. No obstante, por requisitos burocráticos y policiales de exigir la dirección de los participantes invitados, al igual que sus firmas, hace que se desestime participar en dicha convocatoria, porque con tanta ‘seguridad’ que ofrece la Bogotá Humana, facilitar la dirección de la casa resulta arriesgado, más cuando no existe un compromiso escrito ni la seguridad de ganarse la beca. No se entiende entonces, el papel que juegan los tres directores creativos que firman; ellos son la garantía del cumplimiento, hasta el final de la puesta en escena.
Es de lógica, que los convocantes tienen que curarse en salud respecto a la seguridad de los proyectos presentados, lo que se aprecia en el contenido de las propuestas y las personas que los presentan. No obstante, una de las exigencias de la cartilla es la póliza de seguro cumplimiento para los ganadores, además de la fiducia con un banco para el manejo financiero del proyecto. Con todo y esto, el numeral 9 de la cartilla y la página 6 del formulario exigen la UPZ, dirección y localidad, y la firma. Como quien dice: fichados “y lo mejor es que no cambie de domicilio hasta después del estreno, porque los señores de Idartes, la SCRD, o quién sabe quién, lo requiera”. ¿Los cuadrantes policiales de la Cultura? Tal pareciera que ese fuera el objetivo de estas convocatorias.
Con ingenuidad se participa creyendo en la transparencia de los convocantes, sean de la Secretaría de Cultura Recreación y Deporte del Distrito Capital o del Ministerio de Cultura. Insisto, las becas están asignadas y la manera de eliminar propuestas que pueden hacerle sombra a ‘los elegidos’, es rechazarlas con exigencias burocráticas que nada tienen que ver con la calidad artística. Incluso ¿se podría hablar de un carrusel de la contratación cultural?
Resulta que hasta la paz ha servido para promover la exclusión. Así ocurre con las actividades que hacen por la paz, donde invitan a las ‘personalidades’ de la cultura colombiana, actividades excluyentes de las que no queda nada, sólo figurones que se dan el lujo de despotricar contra los que organizan la actividad, como les pasó este año con Fernando Vallejo. No es de extrañar que esto ocurra, porque la paz en Colombia la están parcelando, pareciera propiedad privada de los llamados violentólogos, politólogos y otros calificativos que les da derecho a pontificar sobre la paz, en ocasiones con análisis irresponsables y mediáticos, sin profundizar en las causas históricas del conflicto. Si algo falta a los diálogos de paz de La Habana y todas las actividades que se promueven en torno a la palabra que más anhelamos en el ahora de los colombianos, es transparencia, inclusión, más cuando se trata de programas con los que se pretende incentivar las artes, tal como lo anuncian. De momento, rechazaron propuestas que no cumplían el requisito burocrático y policíaco de facilitar la dirección de todos los integrantes de la agrupación, no por temor a nada, sino porque resulta un requisito absurdo, cuando hay tres directores creativos que firman una propuesta multidisciplinar, y todos los trámites de pólizas, fiducias no son garantía.
¿A qué juegan?Sería más honesto no convocar y simplemente anunciar los proyectos que han considerado merecen esas becas, así los artistas no pierden tiempo y dinero, que tanto cuesta conseguirlo, creyendo en convocatorias donde pareciera que todo está ‘amarrado’ desde antes de convocar. La burocracia de la exclusión correspondiendo a favores, nunca se sabe en medio de tanta corrupción que campea por las instituciones a nivel nacional, departamental y local. Ni la llamada izquierda se salva de la corrupción, esa palabra que tanto molesta a los políticos, jueces, fiscales, militares, policías, el clero, y todos aquellos que piensan y actúan desde la mente, el ego los envanece y se olvidan del Ser.
M. G. Magil
Bogotá, agosto de 2015
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