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La ciencia ficción del sistema de precios, el caso del petróleo

La ciencia ficción del sistema de precios, el caso del petróleo

Mercancías ficticias, precios de ficción

Siguiendo y ampliando la perspectiva de (Polanyi, 1991), el mercado se origina y se expande gracias a la institucionalización de una expoliación: la apropiación arbitraria y forzada fragmentación (división) de la naturaleza, el tiempo, y el ser humano, que son convertidas en mercancías ficticias cuyos respectivos precios son la renta (del suelo y de las minas), la tasa de interés, y el salario. Concomitante con este proceso se crea el dinero (medio general de pago, con nulo valor de uso, infinita divisibilidad, liquidez para tomar la forma de cualquier activo, y tener irrestricto valor de cambio), y la moneda se reproduce contra natura por lo que esta y sus cada vez más abstractos derivados llevan aparejadas la especulación y la inflación —semillas de las perpetuas crisis del mercado.

En la perspectiva, más realista de la bioeconomia, el economista rumano (Georgescu-Roegen, 1975) estudió el agotamiento irreversible de los recursos naturales (renovables y no renovables), debido a que vivimos en un mundo entrópico: la energía y la materia se preservan y transforman a perpetuidad, pero tienden hacia un estado de no disponibilidad, disipación, y de desorden. Este autor contrasta la paradoja del flujo solar super-abundante que fluye hacia la tierra y que no podemos atrapar, ni menos aún controlar y regular (que sólo las plantas almacenan), con el acervo (stock) de combustibles fósiles (carbón y petróleo) que fueron producto indirecto de la radiación solar, y cuyas existencias equivalen nada más que a dos semanas de generoso flujo solar y, por si fuera poco, no se pueden extraer totalmente. Por su condición de acervo estable (y no de flujo indómito), las reservas de petróleo y carbón se pueden extraer al ritmo de la demanda, se pueden mantener en reposo al vaivén de la codicia y paciencia de los especuladores, y se pueden vaciar dependiendo de las tecnologías disponibles para la extracción.

Estados y empresas acumulan grandes ganancias, gracias a su poder para controlar las cantidades de petróleo extraíble, y a la manipulación del precio (de por si ficticio) de ese codiciado oro negro. Los consumidores pagan por gastar tal combustible fósil, para el cual siempre habrá un mercado.
La manipulación del precio del petróleo:

El precio del petróleo, como el de cualquier mineral, constituye una renta ricardiana de las minas (Ricardo, 1990): el suelo y los minerales y energías no son producidos sino, más bien, apropiados (y el propietario se lucra al poseerlos y cobrar por su uso o consumación). El poseedor del suelo o de una mina se apropia de energías originales de la naturaleza y cobra por ello una renta (un ingreso cuantioso que, obviamente, nutre sus arcas por la mera apropiación de un recurso estratégico, codiciado, y escaso). Por cierto, la renta de los propietarios de los mejores recursos (las más fértiles tierras, las minas más fáciles de explotar) se incrementa notablemente cuando aumenta la demanda del recurso, debido al crecimiento de la población y a la expansión de los mercados.

Desde la perspectiva de la economía convencional los precios se forman en el mercado y obedecen a una situación de equilibrio entre la oferta y la demanda. Así las cosas, el extraordinario descenso en el precio del crudo (acaecido durante los últimos meses) obedece a una baja demanda (causada por el lento crecimiento de las principales potencias, y por avances tecnológicos como motores más eficientes, y uso de otras fuentes energéticas), y también por una alta oferta (Estados Unidos es casi autosuficiente y, por tanto, empezó a usar las reservas que tenía inactivas), y porque los países miembros de la Opec (principalmente Arabia Saudita) prefieren mantener sus mercados aunque bajen los precios. La vertiginosa caída en el precio del petróleo (que en junio del año pasado estaba en US$115 el barril, y ahora está en US$50 con más dificultad al alza), indica que al menos en el efímero corto plazo se frenarán proyectos de extracción menos rentables: el precio actual no castiga tanto a países como Arabia Saudita (con pozos poco profundos y tierra-dentro), como a otras naciones (entre ellas Rusia y Ucrania) que requieren perforaciones en aguas muy profundas y mar adentro, y otros pequeños petroleros (como Colombia) que estaba incursionando en la controvertida técnica de la fracturación hidráulica de rocas (Economist, Why the oil price is falling, 2014) (Taylor, 2015).

Cuando las señales de precios no frenan gastos exacerbados

El petróleo es un recurso no renovable, que está disponible en forma de un acervo (depósito) producido por la naturaleza durante millones de años, pero que se está gastando arbitrariamente por intereses y pasiones de corto plazo. A la naturaleza le tomó entre 50 y 300 millones de años producir los depósitos de este combustible fósil, y la humanidad lo ha gastado aceleradamente durante los últimos 125 años: en este mundo industrial contemporáneo se consumen 85 millones de barriles de petróleo al día (el equivalente a unos 40.000 galones por segundo) (Oildecline.com, 2015).
El incremento en la oferta y el persistente y acelerado volumen de extracción (aunque los precios sean bajos) se explica por la racionalidad de consumidores e inversionistas (que respectivamente maximizan confort y ganancias) y de Estados (que se sostienen de tributos y regalías). Tales actores racionales prefieren la vía del menor esfuerzo, aunque ello implique dilapidar los recursos del futuro e incurrir en deudas ambientales impagables que se transfieren a las futuras generaciones. En la gráfica sobre el consumo mundial de energía, tomada de (World, 2012) se observa un extraordinario incremento en el consumo de recursos energéticos (petróleo, carbón, gas natural, biocombustibles, y también de hidroeléctricas y energías nucleares). Tal incremento se explica por el crecimiento de la población (para 1820 habían 1000 millones de seres humanos, para 1960 ya completaban 3000 millones, y hoy sobrepasan los 7000 millones) y, en gran parte, por la codicia: la preferencia por consumir, usar y gastar todo lo posible ahora, sin importar el largo plazo.

La persistencia y aún el incremento en la oferta de crudo se explican por razones políticas. Por error o por malicia la gran mayoría de los economistas, hacedores de cuentas, y políticos asumen que el petróleo se produce. Desde una perspectiva más honesta debería contabilizarse el crudo (como el resto de resto de recursos naturales) como un recurso natural finito y no renovable, sustraído y apropiado en el corto plazo por buscadores de rentas tecnológicas (empresas extractoras) y por buscadores de rentas fiscales (Estados con gran poder fiscal, y aún aparatos ilegales de insurgencia y contra-insurgencia).

Mientras un oferente de servicios como plomería o mecánica busca restringir la oferta y aún desplazarse a otra actividad económica cuando los precios son bajos, las naciones petroleras persisten en seguir ofreciendo el petróleo aunque los precios sean más y más bajos por motivos fiscales: los Estados más dependientes presupuestariamente de la extracción de crudo en el mundo son Kuwait, Libia, Arabia Saudita e Iraq (con un porcentaje de alrededor del 50%), otros como Irán, Ecuador y Venezuela están en una dependencia de entre 20 y 30% (John, 2014). En Colombia, según cifras oficiales, el petróleo representa el 50% de las exportaciones, el 5% del PIB, y un 16% de los ingresos fiscales. Sin esa especie de maná que parece caer del cielo, los gobernantes no podrían sostener abultadas nóminas burocráticas, ni pagar favores políticos ni menos aún pagar algo de ambiciosos proyectos muy publicitados como la quimera del socialismo del siglo XXI en Venezuela, y la ilusión de la paz en Colombia.

El comportamiento actual y pasado del precio internacional del crudo no refleja ni siquiera el hecho de que tal recurso represente una renta. Los teóricos como David Ricardo asumían que las rentas tanto del suelo como de las minas se deberían incrementar ostensiblemente debido al incremento de la población, al crecimiento económico y a la consecuente necesidad de explotar cada vez las peores y más inaccesibles tierras y minas. Pese a la teoría y a la realidad que constata la creciente escasez y mayor dificultad para obtener el oro negro, los precios de este fluctúan y obedecen más a caprichos y gestos subjetivos: según datos tomados de (Statista, 2015) en el período 1960-1973 el precio del barril de crudo se incrementó levemente (pasó de US$1.63 a US$2.7); entre 1974-1980 se incrementó más notoriamente (empezó en US$11 y culminó en US$35.52); en las dos últimas décadas del siglo pasado el barril oscilaba en cerca de US$20 dólares; en lo que va corrido del presente siglo se partió con un precio de US$27 por barril que ascendió considerablemente hasta situarse en US$105.87 en 2013 para caer abrupta y sorpresivamente en los últimos meses.

El consumo de petróleo constituye una de las principales causas del sobrecalentamiento planetario, realidad que no ha sido reflejada ni en los presuntamente caros precios del reciente pasado ni menos aún en el abaratado precio del crudo en la última temporada. Un 43% de la energía mundial proviene del petróleo, y según estimativos este contribuye con un 40% al calentamiento global (Priceofoil.org, 2015). El promedio de la temperatura global se ha incrementado 0.8 °C (1.4 °F) desde 1880 hasta 2013, y el mayor incremento de 0.6 °C (1.1 °F) ocurrió desde mediados del siglo XX (Nasa, 2014). Semejante externalidad no está internalizada en los precios del petróleo ni de sus derivados.

Lo único que indicaría cualquier precio, sea bajo, alto o muy elevado, es una variación en la estructura de mercado: en un escenario de precios muy altos unos pocos opulentos podrían pagar para gastar; en una situación de bajos precios una mayoría de consumidores pagarán para consumar el crudo y, por añadidura, el planeta.

El reto es uno solo: Sin un cambio radical en materia de valores la humanidad seguirá causando daño con la exploración, explotación y consumo de tan estratégico pero nocivo recurso.

Bibliografía:

Economist, T. (8 de December de 2014). Why the oil price is falling. The Economist, pág. 4.
Georgescu-Roegen, N. (1975). Energy and Economic Myths. Southern Economic Journal , 364-381.
John, S. W. (14 de November de 2014). CNBC. Recuperado el 30 de Enero de 2015, de CNBC: http://www.cnbc.com/id/102151869#
Nasa. (1 de January de 2014). climate.nasa.gov.co. Recuperado el 3 de Febrero de 2015, de Nasa Global Climate Change: http://climate.nasa.gov/climate_resources/28/
Oildecline.com. (3 de February de 2015). Oildecline.com. Recuperado el 3 de febrero de 2015, de Peak Oil, Info & Strategies: /www.oildecline.com/
Polanyi, K. (1991). La gran transformación. México: Fondo de Cultura Económica .
Priceofoil.org. (1 de January de 2015). Oil Change International. Recuperado el 3 de Febrero de 2015, de Oil Change International: http://priceofoil.org/thepriceofoil/global-warming/
Ricardo, D. (1990). Principios de Economía Política y Tributación. México: Fondo de Cultura Económica.
Statista. (1 de January de 2015). The statistic portal . Recuperado el 3 de Febrero de 2015, de Statista: http://www.statista.com/statistics/262858/change-in-opec-crude-oil-prices-since-1960/
Taylor, S. (18 de january de 2015). Simontaylorblos. Recuperado el 2 de Febrero de 2015, de Simontaylorblogs: http://www.simontaylorsblog.com/2015/01/18/the-oil-price-and-short-and-long-run-supply/
World, O. F. (12 de March de 2012). Our finite world. Recuperado el 3 de Febrero de 2015, de Our finite world: http://ourfiniteworld.com/2012/03/12/world-energy-consumption-since-1820-in-charts/

Información adicional

Autor/a: Freddy Cante
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Fuente: desdeabajo

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