
En París, el secretario de Defensa norteamericano declaró que “la única vía que se nos presenta es la de la presión, pero ello supone que la comunidad internacional trabajó en conjunto”. El ministro francés de Defensa manifestó que la comunidad internacional “tenía la certeza, la convicción, de que esos programas (los nucleares) tienen fines militares”. Hervé Morin agregó que esta situación desembocaría inevitablemente “en nuevas sanciones si Irán no pone fin a esos programas”. Igualmente explícito, el ministro francés de Relaciones Exteriores, Bernard Kouchner, afirmó: “Lo único que nos queda por hacer es aplicar sanciones porque, lamentablemente, la negociación no es posible”. Kouchner, que calificó la actitud de Irán de “chantaje”, reconoció no obstante que entre la voluntad de sancionar y la realidad de las sanciones había un trecho enredado. Durante este mes de febrero Francia preside el Consejo de Seguridad de la ONU. En este marco, el jefe de la diplomacia francesa admitió que para adoptar sanciones “hacen falta nueve votos positivos, pero no estamos seguros de contar con ellos ahora”. El problema mayor son los dos países miembros permanente del Consejo de Seguridad y con derecho de veto, China y Rusia. Kouchner dijo al respecto que “aún no hemos convencido a los chinos”. Beijing es partidaria de que se prosiga el diálogo con Irán mientras que Rusia se ha colocado esta vez un poco más del lado del bloque occidental. Moscú interpeló a Irán para que cumpliera con el acuerdo presentado en octubre del año pasado por la Agencia Internacional de Energía Atómica, la AIEA, donde se propone que Irán haga enriquecer su uranio al 20 por ciento en el extranjero.
Hasta el momento, y a pesar de las cinco resoluciones adoptadas por la ONU, Teherán siguió enriqueciendo su uranio en porcentajes que oscilan entre el 3,5 y el 5 por ciento. El paso de 5 a 20 por ciento supone un avance cualitativo de peso puesto que pone en marcha el reloj de arena que, en algún momento, conducirá a Irán a intentar enriquecer uranio al 80 o 90 por ciento, es decir, la magnitud necesaria para fabricar un arma atómica. Sin embargo, entre el 90 por ciento y la bomba hay un paso considerable, tanto más cuanto que, además de reorganizar la red de centrifugadoras con que cuenta Irán, hace falta poner a punto lo que se llama “el encapsulado” del combustible dentro de las barras que requiere el reactor. Esta tecnología es exclusiva. Muy pocos países cuentan con ella. Entre ese puñado de países están Francia y la Argentina.
Las limitaciones tecnológicas iraníes llevan a muchos analistas a constatar que Teherán está jugando un poco al gato y al ratón. Cada parte esgrime su amenaza, real o imaginaria. Luego de que Gates se entrevistara con Nicolas Sarkozy, el entorno presidencial hizo saber que ambos habían convenido en que “ha llegado la hora de adoptar sanciones fuertes con la esperanza de que se inicie de nuevo el diálogo”. Pero China no está dispuesta a jugar este juego. La semana pasada Beijing consideró que la adopción de nuevas sanciones complicaría más las cosas. Mientras tanto, Irán se divierte con el lobo nuclear y aplasta a una oposición que, pese a los arrestos, la represión y los asesinatos, sigue desafiando la dictadura político-religiosa que gobierna el país.
Por Eduardo Febbro
Desde París
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