El próximo domingo es el día D. Aunque todo indica que gane quien gane el domingo las políticas que impulsó el kirchnerismo en varios planos no serán continuadas, entre Daniel Scioli y Mauricio Macri hay diferencias.
“No es miedo, es memoria”. Con esta consigna pintada en los muros de Buenos Aires, así como con spots y discursos que van en la misma dirección, el candidato oficialista Daniel Scioli busca recordar a los argentinos las principales definiciones tomadas durante los últimos seis años por su rival del domingo, que tras encarnar sin ambages a la nueva derecha fue moderando progresivamente su discurso. Pretende también desmentir que esté tratando de infundir miedo, como lo han acusado sus adversarios. Lo cierto es que Scioli ha buscado polarizar al máximo la elección, en un contexto en el que su rival pretendió aparecer como abanderado de la moderación y de la tolerancia. Los tres puntos que le sacó a Macri en la primera vuelta fueron escasos para lo esperado y encendieron las alarmas en el entorno del candidato K. Confrontar, fue lo que le aconsejaron sus asesores.
Los sondeos no son unánimes respecto al posible ganador del domingo. La Universidad de San Martín, la ignota Fundación para la Dignificación del Hombre en el Trabajo y Hugo Haime y Asociados le dan ventaja a Scioli, pero las tres tienen algún vínculo con el oficialismo. Poliarquía, Raúl Aragón y González Valladares apuestan por Macri, pero son las consultoras que en los últimos tres comicios más erraron en sus proyecciones.
El tan esperado debate del domingo pasado en la Facultad de Derecho no aclaró nada. Más que debate fue una sucesión de monólogos, en los que Scioli apuntaba a dejar claro que un eventual triunfo de Macri representaría el retorno de lo más rancio del liberalismo de los noventa y Macri a demostrar cómo Scioli había dejado de ser aquel muchacho honesto del que había sido amigo precisamente en épocas menemistas para convertirse en puro producto kirchnerista. “Parecés un panelista de 678” (un programa ultra K de la televisión), “¿Qué te hicieron, Daniel? Estás desconocido”, fueron algunas de las chicanas que Macri utilizó contra su adversario.
LA ECONOMÍA, ESTÚPIDO.
El eje central en torno del que giran todas las definiciones políticas y sociales del macrismo es la economía. Siete son los hombres que eligió el líder del Pro para esa área. Carlos Melconián, su referente mayor, viene del Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina, cuna de los liberales capitaneados por Roque Fernández, ministro de Menem en su última etapa. Melconián trabajó como jefe del departamento de Deuda Externa en el Banco Central apenas asumió el presidente Raúl Alfonsín y desde allí condonó la deuda contraída durante la dictadura por empresas como Renault, Esso, Bridas, Pérez Companc y Sideco Americana, la constructora de la familia Macri. Cuando Menem se postuló a la presidencia en 2003 –y perdió– presentó a Melconián como su candidato a ministro de Economía.
Fruto de la alianza con los sectores liderados por Elisa Carrió, Alfonso Prat Gay desembarcó en el equipo económico macrista pocas semanas antes de las internas de agosto. Es egresado de la Universidad Católica, tiene buena relación con el Opus Dei, años de trabajo en la banca JP Morgan en Nueva York y fue presidente del Banco Central desde la asunción de Eduardo Duhalde en 2002 hasta la negociación de la deuda iniciada por Néstor Kirchner en 2004. Renunció entonces por desacuerdos con la política económica K y hoy defiende una devaluación encubierta a través de aumentos de precios y liberación del tipo de cambio. Otro economista liberal, aunque también outsider dentro del mundillo financiero porteño, es José Luis Espert, que integraba la mesa chica de gurúes de la City que los días martes se reunían con el ultraliberal Domingo Cavallo. Los tres son los extrapartidarios incorporados desde el establishment al núcleo duro macrista.
Federico Sturzenegger, hijo de un economista liberal de la Ucr, y Rogelio Frigerio, nieto del ex hombre fuerte del presidente Arturo Frondizi en 1958, son a su vez los dos macristas en estado puro que, junto al ministro de Desarrollo Económico de la ciudad de Buenos Aires Francisco Cabrera, ex gerente del diario La Nación, completan el equipo de economistas del empresario. Sturzenegger fue director jefe de Ypf bajo la gestión del privatista José Estenssoro, y tras su incorporación al Pro de Macri fue presidente del Banco Ciudad y diputado nacional, además de docente en universidades privadas. Frigerio sucedió a Sturzenegger en el Banco Ciudad y fue secretario de Programación Económica al cierre del ciclo menemista.
Semejante equipo económico liberal le da letra a Macri para generar un choque de confianza entre el sector empresarial. Mientras los asesores externos como Prat Gay y Melconián apuntan a un dólar libre, regulado por el mercado financiero y estabilizado sobre los 16 pesos, los hombres del riñón macrista prefieren dejar la idea de topes máximos o mínimos sin arriesgar cifras. Todos pretenden eliminar el cepo cambiario.
En materia de salarios, Macri habla de congelarlos y terminar con los aumentos periódicos, poniendo en riesgo la política de paritarias entre gremios y empresarios. Las jubilaciones y pensiones tampoco tendrán un aumento bianual, como ocurre desde 2009, y los economistas del actual intendente porteño rechazan incorporar nuevos jubilados al sistema producto de un blanqueo.
Las retenciones impositivas a la producción agropecuaria son otro caballito de batalla del macrismo, que promete eliminarlas de un plumazo, salvo para la soja, en la que la reducción sería gradual. El modelo uruguayo de exención impositiva es el ejemplo a seguir. Tres de las cuatro entidades ruralistas –Sociedad Rural Argentina, Coninagro y Carbap– apoyan abiertamente a Macri. En la Unión Industrial Argentina hay un pequeño sector que reivindica lo actuado por los K y en la Asociación de Bancos Argentinos los extranjeros van con Macri sin tapujos, en busca de eliminar las tibias trabas impuestas en estos años a la transferencia de ganancias a sus casas matrices en Europa y Estados Unidos. La semana pasada la agencia de noticias financieras Bloomberg aseguró que una devaluación del peso sería un golpe duro a las multinacionales que no pudieron girar sus remesas al exterior, pero al mismo tiempo la consideró “necesaria para recuperar la salud de la economía”. Las excepciones en estos terrenos son la Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas y la Federación Agraria Argentina, que nuclean a pequeños propietarios pero concentran casi dos tercios de las fuentes de trabajo de la industria y del campo, que en los últimos dos años apoyaron las políticas K.
Mientras Macri considera sencillo bajar la inflación, otro de los problemas para los candidatos, Scioli asegura que lo hará en cuatro años para no enfriar una economía en la que desde 2007 el motor es el mercado interno. La ministra de Economía confirmada por el candidato K es la actual titular de esa cartera en la provincia de Buenos Aires, Silvina Batakis. Preocupada en atraer inversores, Batakis ya marcó diferencias con el actual ministro Axel Kicillof, pero también es una defensora de cuidar las reservas del Banco Central, precisamente para sostener el dólar y generar confianza. Su consejero es Miguel Bein, un viejo amigo del fallecido presidente radical Raúl Alfonsín. Tanto Bein como Batakis apuntan a liberar el cepo al dólar paulatinamente y son partidarios de una agenda industrial desarrollista, de seguir manteniendo al margen al Fmi, coordinar con Brasil y fortalecer la estrategia de lucha contra los fondos buitre. Scioli ya sabe que entre los economistas dispuestos a integrarse a su gobierno figuran los que acompañaron el 25 de octubre al candidato ex K Sergio Massa, con el ex ministro de Economía Roberto Lavagna a la cabeza.
En materia de política exterior Scioli adelantó que si es electo su primer viaje será a Brasilia para abrazarse con Dilma Rousseff y fortalecer la integración regional. Macri, en cambio, forma parte de la entente conservadora capitaneada por el español José María Aznar y el colombiano Álvaro Uribe, y ya adelantó su intención de retomar el endeudamiento con el Fmi y negociar el pago con los acreedores que disponga el juez estadounidense Thomas Griesa.
ALIANZAS.
Los popes políticos derrotados en la elección pasada ya optaron por sus candidatos. Adolfo Rodríguez Saá anunció que votará a Scioli y espera arrastrar al 1,8 por ciento que lo acompañó en primera vuelta. Margarita Stolbizer, del Espacio Progresista, se mostró junto al Pro, aunque no es seguro que sus votantes la sigan: hay mucho voto socialista y de la izquierda del radicalismo que acompañó algunas leyes K en el Parlamento. La izquierda trotskista encabezada por Nicolás del Caño resolvió votar en blanco, pero algunos intelectuales de ese espacio firmaron solicitadas en apoyo de Scioli como mal menor “para no volver a los noventa”. Los massistas Lavagna, Felipe Solá y el propio Eduardo Duhalde votarán a Scioli, porque, dijeron, “para un peronista, Macri es un límite insalvable”. Lo mismo que opinan muchos referentes del kirchnerismo.
En los últimos dos años diversas encuestadoras mostraron el papel que empezaron a ocupar los grupos sociales como nuevos actores políticos. “La conciencia sobre la defensa del medioambiente y la importancia de leyes como el matrimonio igualitario y la recuperación de empresas vinculadas a la soberanía estatal resultan hoy más difíciles de poner en discusión y eso va a incidir en el voto”, comentó Artemio López, de la consultora Equis, cercana al gobierno. Management & Fit, Rosendo Fraga y Graciela Römer y asociados difundieron en los últimos meses encuestas que indican que los derechos adquiridos en los últimos años parecen haber calado hondo en la ciudadanía. La memoria, en ese sentido, no tiene por qué emparentarse con el miedo, sino con la experiencia concreta.
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