Hace diez años que la Franja de Gaza se encuentra aislada y su población sometida a un interminable ensayo de tensión. Rehenes del Estado de Israel, pero además de la eterna disputa política entre los rivales Fatah y Hamas, los gazatíes atraviesan su peor crisis humanitaria, sanitaria y energética. Muchos de ellos ya han dejado de soñar.
En estos días el periodista israelí Gideon Levy publicó una de sus incisivas columnas, titulada “Israel experimenta con el sufrimiento humano en Gaza”, señalando que los 2 millones de personas que sobreviven encerradas estos 360 quilómetros cuadrados son conejillos de Indias de un ensayo que se lleva a cabo sin aprobación científica ni interés internacional.
En efecto, Gaza es un laboratorio de pruebas donde Israel experimenta desde su moderno y sofisticado armamento hasta cuánto puede resistir un grupo humano hacinado, hambreado y encerrado en un pequeño pedazo de tierra sin energía eléctrica ni combustible, sin agua potable ni saneamiento, sin equipamiento hospitalario ni medicinas, sin economía funcionando, sin trabajo, sin presente ni futuro.
Un 70 por ciento de la población de Gaza lo forman familias que huyeron o fueron expulsadas de sus ciudades y pueblos en 1948 por las milicias sionistas que crearon el Estado de Israel. La mitad de sus habitantes vive aún en campos de refugiados, y tiene una alta natalidad. La Franja es uno de los lugares más densamente poblados del mundo y se espera que su población aumente en un 10 por ciento en tres años.
En siete décadas Gaza ha atravesado períodos de régimen militar, colonización, aislamiento y bombardeos periódicos. Pero el actual bloqueo que la ha sumido en la peor miseria fue impuesto por Israel hace justamente diez años, cuando Hamas se hizo con el control de la Franja, después de ganar las elecciones legislativas en 2006. Encerrada por aire, tierra y mar por Israel, Gaza sólo respiraba a través de Egipto (por el paso de Rafah o los túneles subterráneos). Pero eso se terminó cuando en 2014 fue electo el presidente egipcio Al Sisi, quien se alió con Israel para endurecer el bloqueo.
En 2015 un informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) alertó que para 2020 la Franja de Gaza sería inhabitable por falta de energía y agua potable (95 por ciento del agua que se bebía ya no era potable), así como por la destrucción de infraestructura vital provocada por la ofensiva israelí de 2014.1 Tres años después de ese ataque, que dejó un saldo devastador en vidas humanas,2 Gaza atraviesa su peor crisis humanitaria, sanitaria y energética. Un nuevo informe, publicado este mes por el coordinador de Asuntos Humanitarios de la Onu en Palestina, muestra que ya se estaría llegando a ese límite.
DESESPERACIÓN PROVOCADA.
La población de Gaza es resiliente, valiente, creativa y muy culta (un porcentaje importante ha estudiado en alguna de sus tres universidades), pero está siendo arrastrada hacia la desesperación. Ese es el objetivo más perverso del “experimento”.
El cerco israelí impide labrar un 35 por ciento de la poca tierra disponible y pescar en el 85 por ciento de su mar territorial (donde la marina israelí con frecuencia dispara a los pescadores o les confisca sus barcas), así como exportar lo poco que se produce; por eso el desempleo juvenil es del 70 por ciento, y 80 por ciento de la población vive de la ayuda humanitaria. “Nos han convertido en un pueblo de mendigos”, dicen muchos palestinos que tienen salud, edad y formación para desempeñarse exitosamente en cualquier rama de actividad.
La joven analista gazatí Ayah Abubashir escribió en estos días que la tasa de suicidio y el uso de drogas han aumentado de manera alarmante, al igual que la violencia doméstica y las disputas entre familias o vecinos –la tasa de divorcio subió del 2 al 40 por ciento–, y que aparecen fenómenos nuevos como la prostitución y la mendicidad infantil, ambas reflejo de la desesperante situación económica.
“Dejamos de soñar porque no podemos hacer nada: cada vez que tenemos un proyecto sólo cosechamos frustración, porque no podemos llevarlo a cabo. Yo no hago más planes, sólo pienso en mañana o en la semana que viene, porque no sé qué pasará en Gaza, si habrá una guerra y moriré, si nos veremos todos arrastrados por las batallas políticas internas”, expresó a la cadena Ser Farah Baker, universitaria de 19 años que es muy activa en las redes sociales, porque son la “única manera de trasladarme fuera de Gaza, aunque sea virtualmente”.
REHENES DE LA POLÍTICA.
Gaza lleva mucho tiempo sobreviviendo con un déficit energético crónico. Las nuevas generaciones no saben lo que es tener electricidad las 24 horas del día. En cada nueva ofensiva Israel se asegura de dañar la única planta eléctrica que existe, y luego de impedir que sea reconstruida.
Gaza necesita unos 400 megavatios de energía, pero debido a la baja producción de su planta (70 u 80 megavatios), a los constantes recortes del suministro que recibe de Israel (120 megavatios) y de Egipto (30 megavatios) y a las restricciones impuestas para el ingreso de combustible, desde hace años la población ha estado viviendo sin electricidad durante ocho o más horas al día. Además de las aguas residuales que son vertidas al mar sin tratamiento, la falta de energía también hace imposible bombear el agua hacia las viviendas de los edificios altos. En febrero Israel también redujo a la mitad el suministro de gas para cocinar.
La situación se agravó aun más el mes pasado cuando el gobierno israelí, accediendo a un pedido de la Autoridad Nacional Palestina (Anp) –que decidió dejar de pagarle la energía destinada a Gaza–, cortó el suministro eléctrico, dejando a la población con dos a tres horas de electricidad por día.
Indiscutiblemente Israel es el principal responsable de esta intolerable situación; pero no es el único. La población de Gaza está siendo rehén de la eterna disputa política entre los rivales Fatah (que controla la Anp, asentada en Cisjordania) y Hamas, que controla Gaza. Ahora la Anp de Mahmud Abas parece decidida a golpear a Hamas a cualquier precio, y no le importa sumir a 2 millones de compatriotas en la de¬sesperación. A principios de año anunció un recorte severo (entre 30 y 70 por ciento) de los salarios de sus funcionarios en Gaza; un duro golpe para una economía estrangulada por el bloqueo y que necesita desesperadamente del consumo interno.
En el Cti infantil del hospital Al Rantisi los pequeños están conectados a respiradores que sólo funcionan unas pocas horas al día. Sus vidas dependen de un generador que a veces se estropea. Bara Ghaben, Ibrahim Tbeil y Musab Arair, menores de 1 año, y Yara Ismail, de 3, sufrían de insuficiencia cardíaca. Murieron recientemente junto a otros 12 pacientes esperando el permiso para ser trasladados a hospitales fuera de Gaza donde podrían haber salvado sus vidas. Las solicitudes son tramitadas ante Israel por la Anp, que −como parte de su guerra contra Hamas− desde abril está demorándolas o ignorándolas.
Con estas medidas Abas espera que la población de Gaza se rebele contra Hamas. Y también quiere castigar a su rival que, en la búsqueda de apoyos externos para superar la crisis insostenible, ha decidido aliarse con su antiguo enemigo Mohamed Dahlan, ex hombre fuerte de Fatah pero hoy rival de Abas. Dahlan es el favorito del “cuarteto árabe” (Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Jordania) para suceder a Abas.
GEOPOLÍTICA.
Las sanciones impuestas a Qatar por Arabia Saudita y sus aliados (véanse Brecha, 9-VI-17 y 29-VI-17) han dejado a Hamas aun más aislado: Qatar era hasta ahora el único apoyo externo que le quedaba, y su contribución a la reconstrucción de Gaza fue fundamental desde 2014. Dahlan, quien tiene buenas relaciones con los países del Golfo, puede gestionar ayudas que Hamas necesita desesperadamente. El acuerdo incluiría además que Egipto suministre combustible a Gaza y abra el paso de Rafah, también fundamental para aliviar el bloqueo. A cambio, Al Sisi espera que Hamas lo ayude a combatir a los grupos yihadistas que operan en el Sinaí.
El primer ministro israelí, Biniamin Netaniahu, comentó que la decisión de cortar el suministro eléctrico a Gaza es “un conflicto interno entre palestinos”. Pero Amnistía Internacional, Human Rights Watch y 16 organizaciones de derechos humanos le recordaron a Israel que, según el derecho internacional humanitario, como potencia ocupante tiene obligaciones directas e irrenunciables hacia la población ocupada; y dejarla sin electricidad constituye un crimen de guerra.
Si algo le faltaba al gobierno ultraderechista de Netaniahu para envalentonarse aun más, era tener a Donald Trump como principal aliado. La provocación gratuita, la arrogancia racista y la violencia de palabra y de acción son la única política hacia el pueblo palestino, que desde Jerusalén hasta Gaza está siendo empujado a la desesperación. Como advertía Levy, “la persona sin nada que perder es el enemigo más peligroso”.
1. Además de las 500 mil personas que resultaron desplazadas por el ataque, la Unctad estimó enormes daños económicos y de infraestructura, que incluyen más de 20 mil viviendas (70 por ciento de las cuales todavía están en ruinas), 148 escuelas y 15 hospitales.
2. Dos mil doscientas personas murieron –incluyendo 550 niñas y niños– y más de 11 mil sufrieron mutilaciones o lesiones, muchas permanentes.
Leave a Reply