El valor de las personas muertas

Todos los días mueren miles de personas en el mundo, pero parece que cada una tiene distinto valor y que viene dado por la clase social

Las clases de muertes existen y las clases sociales también, “Toda la historia de la sociedad humana es una historia de la lucha de clases” (Marx y Engels). Pelea en la que las muertes también tienen su propia cancha y su cajón social.

El 8 de septiembre de 2022 ha muerto plácidamente, bien cuidada y tan enriquecida como empobrecida una gran parte de sus súbditos (que palabra tan anacrónica), acompañada y rodeada de sus seres queridos, una señora de la alta sociedad, de primera clase social. Los medios se han desvivido por informar sobre ella y su larga vida (96 años), edad que, si tenemos en cuenta los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), supera con mucho la esperanza de vida media mundial que en la actualidad se sitúa en 69,8 años para los hombres y 74,2 para las mujeres.

De ese casi un siglo de existencia, ha estado más de siete décadas reinando porque, según ella, ese era su destino. Otras personas, con mucho menos tiempo en el cargo y menos clase social, y con menos presupuesto -el de esta señora rondaba, descontados los gastos, los 50 millones de euros anuales- son tildadas de casi dictadores, de aferrarse al poder, pese a que, en algunos casos, hayan sido elegidas en las urnas. En este asunto, la urna es su corona.

El 9 de septiembre de 2020 morían asesinadas once personas en Bogotá (Colombia). No fue un día cualquiera, porque se produjeron actos y muertes violentas por parte de las fuerzas del orden; sí, esas que tienen que velar por la seguridad y las vidas de la ciudadanía pero que actúan cual lobos esteparios, como bestias apenas cubiertas “de una tenue funda de educación y sentido humano” (Hesse). Dos años después, “persisten los vacíos y los silencios” (Temblores), los crímenes siguen sin resolverse y apenas ocupan cuatro líneas en la agenda mediática.

Cualquier día mueren en el mundo 16.000 niñas y niños por causas evitables; cerca de 828 millones de personas padecen hambre; el cáncer mató en 2020 a casi 10 millones de ciudadanas y ciudadanos en el planeta, y más de 700.000 personas se quitaron la vida en 2019, lo que supone una de cada 100 muertes globales.

El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) cifró para 2021 en más de 89 millones el número de personas desplazadas a la fuerza fuera de sus hogares ya sea por persecución política o religiosa, por conflictos armados o por violaciones de Derechos Humanos, y las cifras aumentan cada año.

Para la Organización Internacional de Trabajo (OIT), en asocio con la ONG australiana Walk Free, en la actualidad hay más de 40 millones de personas víctimas de la llamada ‘esclavitud moderna’ (trata, coacciones y trabajo forzoso). “La esclavitud es la hija de las tinieblas: un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción” (Bolívar). Una de cada cuatro de esas personas son menores de edad.

Casi todas ellas, las asesinadas, las hambrientas, las enfermas, las refugiadas, las esclavizadas, son seres humanos sin nombre que apenas reciben un minuto de atención por parte de los medios o de gran parte del resto de la sociedad.

En estos días han desaparecido de las portadas el resto de las noticias, o al menos el tiempo en los informativos ha quedado reducido a la mínima expresión. Parece que lo que no han logrado la diplomacia ni las armas lo ha conseguido este luto: parar las noticias de la guerra de Ucrania. Muestra palpable de esas estrategias de la manipulación mediática con la distracción como elemento primordial del control social (Timsit). Una más de esas armas silenciosas para guerras tranquilas.

Tras este fallecimiento, alguien añadirá una nueva cerradura a la puerta del castillo que no es ni para entrar ni para salir, sino para que se mantenga cerrada (Borges y las 1001 noches). Como el poder de las clases sociales y las muertes de clase, unas personas en sus fortalezas y otras en la puta calle.

La reina dijo adiós y dejó a la vista el valor de las personas muertas y la hipocresía de este mundo. Todos los días caen miles de puentes de Londres sin que haya ningún plan que intente poner remedio a las muertes, a las violencias o a las injusticias. La vida sigue y las muertes se suceden, unas con más clase y otras casi invisibles y en el olvido.

12 de septiembre

Información adicional

Autor/a:  Iñaki Chaves
País:
Región:
Fuente: Mundo Obrero

Leave a Reply

Your email address will not be published.