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La primavera árabe se marchita

Shadi Hamid mira intensamente a su interlocutor y espeta, subrayando enfáticamente cada palabra: “Ya no podemos seguir hablando de una Primavera Árabe, porque se está demostrando nuestra impotencia para frenar el derramamiento de sangre en Siria, Yemen, Libia o Bahrein. Hasta ahora, pensábamos que el pueblo podía ganar con las nuevas armas de Twitter, Facebook y YouTube, pero los regímenes dictatoriales tienen fusiles y tanques… y a veces, muchas veces, ganan los tanques”.

Aunque sea con menor rotundidad y vehemencia que Hamid, director de Investigación del Centro Brookings de Doha (Qatar), ese mismo análisis pesimista de la situación actual de las revoluciones juveniles en el mundo árabe es compartido por muchos de los mismos blogueros y activistas que impulsaron las revueltas, como se pudo comprobar en el Arab Media Forum. Esta conferencia internacional de medios de comunicación sobre la marea de cambios democráticos en la región se celebró hace diez días en Dubai y congregó a decenas de los más relevantes creadores de opinión del mundo árabe.

Por supuesto, “cada situación nacional concreta tiene condiciones propias muy diferentes a las de los demás países”, como subraya Najib Abu-Warda, profesor de Relaciones Internacionales de la Complutense. Pero lo que está más que probado es que las rebeliones populares no han triunfado en Libia, donde la guerra civil parece encaminada a dividir el país, ni en Yemen, donde las manifestaciones se han transformado en baños de sangre, ni en Siria, donde el régimen de Bashar al Asad está decidido a masacrar a los líderes opositores… igual que ocurre en Bahrein, ocupado por las tropas saudíes y donde se están cometiendo crímenes de lesa humanidad, como obligar a los médicos a delatar y a no curar a los heridos en las manifestaciones, sin que la comunidad internacional se conmueva.

“La opinión pública ya no reacciona a la represión en Bahrein porque tenemos procesos revolucionarios en marcha en siete países árabes y es muy difícil concentrar la atención en todos ellos”, explica Hamid. “Y a menudo lo que vemos en Twitter y Facebook nos ofrece una imagen distorsionada de la realidad, porque la mayoría de los que participan en esas redes sociales son laicos progresistas, mientras que, por ejemplo, la mayor parte de los egipcios son religiosos y conservadores. Sólo 9,5 de los 85 millones de egipcios están en Facebook, mientras que el más poderoso movimiento social de Egipto es el de los Hermanos Musulmanes”.

Algo parecido opina Sultan al Qassemi, presidente de la Fundación de Jóvenes Líderes Árabes: “Se ha exagerado mucho el efecto de las redes sociales en el éxito de los movimientos populares tunecino y egipcio; han permitido que nos comuniquemos, pero no son el germen de esas revoluciones. Las movilizaciones sindicales y opositoras en Egipto son muy anteriores a esos fenómenos de internet”.

Cortes de luz y teléfono

En otros países, esas redes de internautas pueden incluso empezar a ser contraproducentes, como en Siria, cuyos servicios secretos se están aprovechando de esas mismas herramientas para diezmar a la oposición. Hace sólo cuatro meses que Damasco dio a sus ciudadanos acceso libre a Facebook y YouTube, pero lo que parecía un avance de la libertad de expresión se ha convertido en una trampa represiva, ya que la Policía localiza a los disidentes a través de su dirección IP en la red, los detiene y procesa usando como pruebas lo que han publicado en internet, y los obliga a revelar sus códigos de acceso para luego modificar sus páginas web personales, llenándolas de contenidos favorables al régimen.

Para impedir la coordinación de las protestas callejeras, el Gobierno sirio no trata de bloquear el acceso a internet en todo el país, como hizo Hosni Mubarak infructuosamente en Egipto, sino que corta la electricidad y las líneas telefónicas fijas y de móviles de un barrio rebelde concreto en los momentos de mayor tensión. “Usan esas tácticas para impedir las comunicaciones entre la población”, denuncia Radwan Ziadeh, director del Centro de Estudios sobre Derechos Humanos de Damasco.

No sólo están consiguiéndolo, sino que han creado también un “Ejército electrónico sirio” que emplea las armas de la red para desacreditar a la oposición y que ya cuenta con 60.000 seguidores en Facebook.Según el director del programa de Innovación del Instituto de Gobierno de Dubai, Fadi Salem, en estos momentos hay unos 580.000 usuarios de Facebook en Siria, cifra que se ha más que duplicado desde que Damasco levantó el veto a esa red, el 9 de febrero.

A pesar de esa estrategia de represión electrónica, “la única forma en la que podemos conseguir información sobre la situación interna en Siria es a través de los ciudadanos-periodistas”, afirma Ammar Abdulhamid, un activista sirio residente en Maryland (EEUU) que ha ayudado a organizar el envío de teléfonos satélite, cámaras digitales y portátiles a la oposición. “Si no fuera por ellos, no sabríamos nada de lo que ocurre”.

Otro tanto ha ocurrido en los demás países árabes, hasta hace poco aislados del mundo por unos medios de comunicación oficialistas hasta rayar en el autismo. El caso más espectacular fue el primero, Túnez, donde “tenemos cuatro millones de usuarios de las redes sociales de internet, el 40% de la población total”, explica el periodista Zied el Heni, uno de los blogueros más activos de la revolución, cuya página web fue cerrada en el pasado por el régimen de Ben Alí, que también asaltó su oficina y se incautó de todos los ordenadores y discos duros que poseía. “Los blogs juegan el papel de medios de comunicación alternativos para compensar el fracaso de la prensa y la TV oficiales árabes”.

“Mi madre siempre me había criticado, acusándome de ser un irresponsable con mi activismo opositor porque ponía en peligro el futuro de mis tres hijas”, recuerda El Heni. “Pero cuando estalló el levantamiento popular, un día me llamó para preguntarme cómo es que no salía a la calle a manifestarme con los demás”.

De Twitter a la Casa Blanca

Incluso Shadi Hamid reconoce el papel crucial que han tenido las redes sociales en la Primavera Árabe. “Durante la revolución de Egipto, yo seguía el Twitter local y contaba lo que decían a Al Yazira. Después, en la misma Casa Blanca veían esa cadena de televisión y se enteraban de los hechos”. En cambio, “en los años noventa, la revolución fracasó en Argelia porque el resto del mundo no estaba prestando atención. Millares fueron asesinados, muchos más fueron enviados a campos de concentración, pero no hubo repercusión internacional porque no existían entonces las redes sociales y los medios de comunicación clásicos no se hicieron eco de esa barbaridad”.

También Sultan al Qassemi, quien llegó a tener 70.000 seguidores en Twitter cuando relataba la revuelta en la plaza Tahrir de El Cairo, tiene que admitir la repercusión de lo que ya se denomina el quinto poder: “Vi que la mayor parte de los blogueros escribían en árabe y me puse a traducir sus twittersal inglés. Lo hacía en sólo 45 segundos y así descubría al resto del mundo las maniobras del régimen de Mubarak, como cuando lanzó a sus esbirros a atacar a los manifestantes”.

Así se suplió la falta de prensa independiente, subraya el famoso presentador de la televisión egipcia Hamdi Kandil: “Los medios clásicos no podían ser plataforma de la revolución ni cubrir objetivamente los acontecimientos, a causa de la opresión a la que estaban sometidos, pues en los meses previos más de mil periodistas habían sido procesados por instigar la subversión. Fue una confiscación de las libertades”.

Presa por conducir un coche

Ese cerrojazo a las libertades se refuerza hoy en los países del mundo árabe cuyos dictadores se han propuesto no correr la misma suerte que Ben Alí y Mubarak. En Arabia Saudí, acaba de ser encarcelada Manal al Sharif por atreverse a conducir un coche, algo prohibido a la mujer en nuestro gran aliado petrolero.

Pero la verdadera razón de su pena de cinco días de prisión es otra, ya que normalmente esa infracción se salda con un mero apercibimiento. Al Sharif está convocando a través de internet una protesta en demanda de derechos de la mujer para el 17 de junio, y las autoridades saudíes “no quieren que nadie se crea que puede organizar algo así a través de Facebook”, aclara su colega Wajiha Howeidar.

Incluso donde ha caído el régimen, como Egipto, sus sucesores preparan leyes para limitar derechos y libertades. “Si no hay un auténtico cambio constitucional, fracasará la revolución, porque la gente se conformará con llevar a juicio al clan de los Mubarak”, asegura el bloguero Faisal J. Abbas.

La primavera acabó y sólo queda un ardiente verano árabe que puede conducir al otoño de los sueños de libertad.


La revolución está en manos del Ejército egipcio

El respeto que la mayoría de los egipcios sentía por su Ejército se transformó en amor durante la revolución que acabó con el régimen de Hosni Mubarak en febrero. El papel de los militares que desoyeron las peticiones del Gobierno para que aplastaran a los acampados en la plaza Tahrir fue fundamental para que prosperaran las protestas.

Pero el estancamiento en el que ha entrado la transición está decepcionando a muchos egipcios, especialmente a los jóvenes que lideraron las protestas. “No se ve un progreso real y en algunas cosas estamos retrocediendo”, dice Tarek Shalaby, un cairota de 26 años que instaló la primera tienda de campaña en Tahrir y a la que llamó Pensión Libertad.

“Algunos medios que eran críticos con el régimen anterior ahora sólo dicen cosas buenas del Ejército”, afirma Shalaby, bloguero y asesor de redes sociales. A principios de mayo, Shalaby pasó una semana detenido por los militares tras participar en una protesta frente a la Embajada israelí en El Cairo. “Ahora son los soldados los que hacen el trabajo de la antigua seguridad del Estado”, dice Shalaby en conversación telefónica.

La sensación general es que Egipto se encamina al modelo turco de democracia tutelada por los militares. Fue la cúpula militar liderada por el mariscal Mohamed Tantawi la que designó la comisión encargada de redactar la reforma constitucional, a la que se opusieron los jóvenes que lideraron la revuelta, y que fue aprobada en referéndum.

Los militares están aplicando dos velocidades durante la transición. Una muy lenta en cuanto a los derechos civiles y otra muy rápida en el proceso electoral. Los partidos tradicionales o con estructuras ya formadas aunque no fueran legales, como los Hermanos Musulmanes, están encantados con la idea de celebrar elecciones parlamentarias en septiembre. Sin embargo, el movimiento juvenil, que se ganó una buena imagen ante los egipcios durante la revuelta, pide más tiempo.

“Los jóvenes están organizando una plataforma política con intelectuales y las elecciones les van a llegar demasiado pronto”, afirma Mohamed Elagati, director del Foro Árabe de Alternativas.

El proceso iniciado contra el clan Mubarak y su círculo más íntimo ha resumido las exigencias de los jóvenes que siguen manifestándose todos los viernes en Tahrir en tres puntos fundamentales: La salida de Tantawi del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, la implantación de un salario mínimo de 1.200 libras (unos 140 euros) y el fin de la censura.
Se recupera el turismo

Pese al impacto económico que la revuelta tuvo en febrero y marzo en el turismo (que supone el 11,5% del PIB), el país se está empezando a recuperar. Las reservas para verano sólo han caído un 22% y para el último trimestre del año esperan recuperar los niveles de 2010.

El escritor Alaa Aswany, autor de El edificio Yacobián, resumía una entrevista con The Guardian el sentimiento que ha quedado entre los que vivieron con intensidad aquellas tres semanas de invierno: “La revolución fue un gran éxito. Implica que la gente haya estado dispuesta a morir por justicia y libertad. Cuando participas en ella, te conviertes en una persona mejor, estás listo para defender los derechos humanos”.

Por ÓSCAR ABOU-KASSEM Madrid 29/05/2011 08:00 Actualizado: 29/05/2011 15:31

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