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Obama la bomba ama

Obama la bomba ama

La industria bélica de Estados Unidos y la Casa Blanca se lanzaron a un plan de 30 años para reestructurar su capacidad nuclear, a un costo sideral y con presumibles consecuencias en la orientación industrial y en la focalización del gasto, no sólo de ellos sino del mundo.

 

La administración de Estados Unidos propuso aumentar el presupuesto destinado a armas nucleares en mayor proporción que el resto del gasto militar, según el mensaje presupuestal conocido el 2 de febrero. En su propuesta para el año fiscal 2016 plantea gastar 8.850 millones de dólares para mantener y reconstruir el armamento nuclear nacional (un aumento de más del 8 por ciento sobre los niveles actuales), olvidándose de que deshacerse de las armas nucleares obsoletas es un problema que desafía los presupuestos hechos hasta ahora (véase recuadro “Esos trastos viejos”).

A su vez, el Pentágono está solicitando un aumento del 4 por ciento sobre su gasto total para 2015, de 560.000 millones a 585.000 millones de dólares. Este monto incluye un aumento sustancial del financiamiento en el exterior de lo que llama “operaciones contingentes”.

La herencia que dejará Obama a sus sucesores será no sólo el aumento presupuestal sino el primer paso de un cambio drástico cuyo objetivo es rehacer desde la base la tríada de las fuerzas nucleares de Estados Unidos –incluyendo bombarderos de largo alcance, submarinos y misiles– en las próximas tres décadas. La estimación presupuestaria de la respectiva oficina del Congreso –en discrepancia con el Ejecutivo– sitúa el costo en un agregado de 335.000 millones de dólares hasta el año 2023. Esa es la cuarta parte del camino hasta los 30 años, en 2045.

El plan viene siendo trabajado y discutido al menos desde 2012, y su oficialización en el presupuesto sugiere que la administración considera lo suficientemente reencarrilada la economía como para encarar este gigantesco gasto, al que no se le puede llamar inversión más que en la industria bélica. La señal que esperaban los agentes financieros era un alza en la tasa de interés preferencial, o prime rate. Ahora tienen ante sí un panorama de desarrollo industrial a costa del Estado, una danza de muchos miles de millones de dólares que imprimirá su huella en el desarrollo económico de Estados Unidos, y un condicionamiento a sus adversarios, que los obligará a modificar sus propios planes de desarrollo para incluir el armamentismo nuclear.

Vale recordar que el gobierno de Ronald Reagan (1981-89) incrementó la Guerra Fría cuando la ex Urss se acababa de retirar derrotada de Afganistán, en 1979, disponiendo un crecimiento masivo del aparato militar de Estados Unidos. Lo hizo con nuevas políticas hacia la Urss, revitalizando el programa del bombardero estratégico B-1 Lancer, que había sido cerrado por el gobierno anterior de Jimmy Carter, y produciendo nuevos misiles, como el MX, en respuesta al SS-20 de los soviéticos.

El golpe de gracia lo dio Estados Unidos en 1983 con la Iniciativa de Defensa Estratégica, que proponía equipos terrestres y aéreos que sirvieran de escudo al ataque de misiles. Esto llevó a los soviéticos a una carrera armamentista que el secretario general soviético Yuri Andropov describió afirmando que “pone en peligro al mundo entero” y que, según el asesor de Reagan David Gergen, aceleró el fin de la Guerra Fría con la implosión de la Urss. La caída del muro de Berlín fue el 9 de noviembre de 1989.

Este aumento en el armamento nuclear elude la restricción del gasto militar impuesta por el “acta de control del presupuesto” de 2011, con la que el Congreso limitó las erogaciones del Ejecutivo. El 3 de junio de 2012, cuando los recortes al presupuesto militar se debían hacer efectivos (en el orden del 8 por ciento), The New York Times daba cuenta de los movimientos de congresistas en procura de eludirlos.

Entre 2001 y 2011 el presupuesto militar subió de 287.000 millones de dólares a 530.000 millones de dólares, y a este gasto de 2011 se le deben agregar 159.000 millones de dólares para la guerra en Afganistán más otros 29.000 millones de dólares en gastos no especificados de “lucha contra el terrorismo”, lo que suma 718.000 millones de dólares. A esto habría que sumarle todavía 127.000 millones de dólares, o 3,5 por ciento del presupuesto federal, para los veteranos de guerra.

Sin contar el último agregado, estos 718.000 millones de dólares gastados en un año superan la suma de los presupuestos militares de China, Rusia, Gran Bretaña, Francia, Japón, India, Arabia Saudita, Alemania, Brasil, Italia, Corea del Sur, Australia y Canadá; 13 países. Al que quiere imperio, que le cueste.

Los rubros dominantes en el presupuesto de Estados Unidos son el militar (20 por ciento), salud (21 por ciento) e intereses de la deuda (6 por ciento). Pero si se toma en cuenta que el gasto en defensa fue de 718.000 y no sólo el militar de 530.000 millones de dólares, Estados Unidos gastó más en defensa que en salud.

En la estructura del gasto de 2012 el rubro de personal se mantiene aproximadamente en 161.000 millones de dólares (menos gente pero aumentaron la paga y los beneficios), el de armamento creció a 128.000 millones de dólares, y particularmente se incrementaron mucho los de operaciones (219.000 millones de dólares), e investigación y desarrollo (74.000 millones de dólares). En programas nucleares se gastó relativamente poco en relación con las cifras de este nuevo plan: 20.000 millones de dólares.

En la curva estadística los gastos crecen con las guerras en que participa Estados Unidos y decrecen cuando terminan: 43 por ciento menos tras la de Corea (1950-53), 33 por ciento menos tras la de Vietnam (que terminó en 1975), 36 menos tras la Guerra Fría, y ahora se proyectaba un decrecimiento del 31 por ciento tras la de Afganistán. Según el acta de control de presupuesto de 2011, el Pentágono debería bajar el suyo un billón de dólares en una década.

Ahora, con este plan de reconstrucción de la capacidad militar nuclear, la industria bélica tiene la manera de evadir el cepo presupuestario, y la solución que se empezó a buscar en 2012 ya está escrita en el mensaje presupuestal al Congreso.

El presupuesto militar solicitado el lunes 2 para el año fiscal 2016 es de 585.000 millones de dólares (4 por ciento más que los 560.000 millones de dólares de este año) pues aumenta el gasto en varios programas importantes de modernización de armas nucleares. La Casa Blanca está solicitando otros 1.250 millones de dólares para el bombardero nuclear de largo alcance Long Range Strike, cuya construcción insumió este año 914 millones de dólares. También se aumentará en 116 millones de dólares el gasto para el desarrollo de una alternativa al envejecido modelo de submarinos para misiles balísticos clase Ohio, llevándolo a 1.400 millones en 2016. Y se solicitan 72,2 millones de dólares para un programa que modernice o remplace la flota de Minuteman III ICBM, lo que implica un aumento de 68,3 millones de dólares. Lo que realmente implica esta transformación a largo plazo y cuáles son sus ideas rectoras es, naturalmente, material clasificado

Información adicional

Autor/a: Brecha
País: Estados Unidos
Región: Norteamérica
Fuente: Brecha

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