“No exageramos si decimos que es una jornada histórica.” Su tono chévere tenía motivos: Hugo Chávez sentó a la mesa a treinta presidentes, a un vicepresidente y a dos cancilleres. Durante dos días estuvieron en Caracas debatiendo para darle vida a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac). Por primera vez todo el bloque se unió y decidió dejar afuera a los Estados Unidos y Canadá. En línea con lo que había advertido la presidenta argentina, Chávez antes de cederle la palabra a Sebastián Piñera, el nuevo presidente pro témpore de la Celac, advirtió que “ahora todo esto no puede quedar en papel, tenemos el compromiso de actuar, de prender motores”. La priorización de las coincidencias y la convicción de aprovechar en “beneficio propio y no en contra de otros” las potencialidades económicas en un mundo en crisis signaron las exposiciones mechadas con comentarios del anfitrión. “Que la Celac avance en el proceso de integración política, económica, social y cultural haciendo un sabio equilibrio entre la unidad y la diversidad de nuestros pueblos”, reza la Declaración de Caracas.
El respaldo común al reclamo de soberanía argentino en las Islas Malvinas, el repudio al bloqueo económico financiero a Cuba y la defensa de la democracia como requisito para integrar la Celac fueron sólo algunas de la veintena de declaraciones que emitió el cuerpo. Chávez, munido de un martillito de madera, dio un golpe ante la aprobación unánime de cada documento. La única disidencia se zanjó con una postergación: los presidentes no se pusieron de acuerdo sobre si las decisiones se debían tomar por consenso o debían ser sometidas a votación. Rafael Correa (Ecuador), Chávez, Raúl Castro (Cuba) y Evo Morales (Bolivia) encontraron la fórmula: mantener el criterio de consenso hasta que la próxima cumbre de Chile resuelva el tema. Correa era uno de los más críticos al criterio del consenso. Para diplomáticos argentinos ese mecanismo garantiza igualdad en un escenario donde la heterogeneidad de los países es muy grande.
Sucesión
La Celac queda en manos de una “troika”, así denominó Chávez al trío encargado de darle actividad al bloque hasta el próximo plenario que tendrá lugar en Chile. “Con el comandante Chávez y con el comandante y presidente Raúl Castro formamos una troika. ‘Viva la diferencia’ como dirían los franceses. Pensamos distinto, en una de esas podemos acercar posiciones”, dijo Piñera. Castro sucederá al presidente de Chile. La armonización de intereses tan divergentes requerirá de la maestría de los ingenieros de esta nueva estructura. En la Celac conviven países bloqueados por los Estados Unidos como Cuba, con otros que avanzan en Tratados de Libre Comercio como Chile, Perú, Colombia y México y otros con una dependencia histórica de esa relación como gran parte de las islas caribeñas.
Intereses
El presidente ecuatoriano fue el más frontal al cuestionar el rol de la Organización de Estados Americanos (OEA). “Necesitamos un nuevo sistema interamericano. La OEA ha sido históricamente capturada por los intereses norteamericanos. Esto la convierte en poco confiable para los tiempos de América latina”, dijo y abundó en que “sólo por la actitud que tuvo durante el conflicto de las Islas Malvinas merecería desaparecer”. Correa eligió como segundo tópico de su ponencia a los medios de comunicación concentrados. Remarcó que es un defensor absoluto de la libertad de prensa pero no de la “mentira”. Advirtió que el “poder fáctico planetario que constituyen los monopolios intenta reemplazar el Estado de Derecho por el Estado de Opinión y expresa los intereses del gran capital”. Chávez recordó cómo los medios habían jugado a favor de su derrocamiento en el golpe que lo sacó del poder en 2002. Evo Morales también señaló que su principal oposición la representan los medios.
El nicaragüense, Daniel Ortega, que acaba de ser reelecto, repudió el rol de los Estados Unidos en la región y la sucesión de bombardeos a Siria y a Libia. “Las potencias no tienen reparos en defender sus intereses cometiendo delitos de lesa humanidad”, repitió. Chávez se preguntó entonces “qué hubiera sido de América latina si los Estados Unidos no hubieran promovido tantos golpes de Estado”.
Poco antes, Chávez le había dado la palabra al “presidente de Honduras, Porfirio Lobos”.
–A propósito, ¿cómo está el amigo Mel Zelaya? –siguió el venezolano ante la incomodidad de Lobos, que terminó presidente tras una elección condicionada luego del derrocamiento de Zelaya.
–Muy bien, me pidió que le mande saludos. ¡¡Qué bien se lo ve!! No parece que estuviera enfermo –devolvió el hondureño y pasó a hablar de las bondades de la integración regional.
El colombiano Juan Manuel Santos se hizo cargo del pedido de las FARC y ELN para que la Celac intercediera en el proceso de paz. “La paz es una cuestión de Colombia, tengo la mejor predisposición a sentarme si advierto que ellos están dispuestos a conversar seriamente. Agradezco a la Celac”, dijo tras recordar el asesinato de cuatro rehenes hace pocas semanas. El colombiano también aludió a la necesidad de afianzar el comercio intrarregional, tal como había planteado Cristina Kirchner en la convicción de darle contenido concreto a la integración y señaló que “ahora no es como antes que todas las inversiones venían de los Estados Unidos”. Chávez instó a formar un Fondo de Reservas “con aporte de todos los países de la región. ¿O no confiamos en nosotros? ¿Confiamos más en la banca de Basilea?”.
“Uno de cada diez habitantes del mundo vive en la región de la Celac, crecimos a un promedio del 5,6 por ciento el año pasado y este año al 5 por ciento. La Celac es fundamental, muchos piensan que solos se puede andar más rápido pero juntos podemos llegar más lejos y seguros. Hoy, la unidad es el camino”, sintetizó Piñera, el empresario chileno que llegó a la Presidencia y quien las vueltas de la historia lo colocaron junto a Chávez y Castro en el vertiginoso proceso de diseño de este nuevo organismo.
La Celac en diez claves
Por Martín Granovsky
En un mundo que transita hacia no se sabe qué, y tampoco cómo ni cuándo, la primera cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) es una buena noticia para Sudamérica.
La creación de la Celac, en 2010, fue una iniciativa impulsada por Brasil cuando era presidente Luiz Inácio Lula da Silva que la Argentina apoyó con entusiasmo y el venezolano Hugo Chávez acaba de aprovechar con habilidad en medio del cáncer y a 10 meses de las elecciones presidenciales del 7 de octubre.
El sistema planetario y la futurología son malos compañeros. Antes que definir cómo será la Celac dentro de 20 o 30 años parece más útil mostrar algunas claves de su debut en Caracas.
Clave uno. La Celac no sustituye a la Unasur, la Unión Sudamericana de Naciones creada en 2004, relanzada en 2007 y consagrada en su eficacia regional con la secretaría ejecutiva de Néstor Kirchner en 2010. En términos políticos la Unasur sigue siendo el núcleo homogéneo y, como tal, fue el motor de la Celac. Al impulsar el nuevo organismo, brasileños y argentinos se cuidaron de no diluir a la Unasur, así como la Unasur no diluyó al preexistente Mercosur.
Clave dos. La Celac incluye a México, y el propio presidente Felipe Calderón abrió las sesiones, pero la Argentina no repite viejos esquemas según los cuales México debe ser un contrapeso para el espesor internacional de Brasil.
Clave tres. La prueba de los dos primeros puntos es que Cristina Fernández de Kirchner y Dilma Rousseff utilizaron el marco de la cumbre de Caracas para anunciar la creación de un llamado por los gobiernos Mecanismo de Integración Productiva entre la Argentina y Brasil. “Cuando Brasil crece, crece la Argentina”, dijo el canciller Héctor Timerman en una síntesis que pareció apuntar a una visión: más allá de las diferencias comerciales, que no superan el 10 por ciento del volumen total del intercambio entre los dos países, la Argentina apuesta a subir la escala de la relación con Brasi. Y aquí no hay espacio para la nostalgia sobre el PBI de cada país hace 100 o hace 50 años. Brasil está a punto de superar al Reino Unido en el ranking de las economías más poderosas del mundo y resulta que es el gran vecino de acá al lado. Pragmática, la Argentina actúa según esa realidad y se beneficia de ella tanto en términos económicos como políticos. Un ejemplo del último aspecto es el respaldo de la Celac al reclamo nacional de abrir negociaciones diplomáticas con el Reino Unido para recuperar las Malvinas.
Clave cuatro. Brasil y la Argentina no abandonaron a Venezuela ni como apuesta regional (centrada en el potencial energético de los venezolanos y en su rol creciente de puente entre Sudamérica y el Caribe) ni como apuesta política (Cristina y Dilma prodigaron gestos de cariño incluso personal a Chávez, que pelea con la biología y contra el tiempo para un eventual armado oficialista de cara a las elecciones).
Clave cinco. La euforia del presidente cubano Raúl Castro, que calificó a la Celac de la iniciativa más importante de los últimos 200 años, muestra otra cara del nuevo organismo. No reemplaza a la Organización de los Estados Americanos, que sí incluye a los Estados Unidos y tiene apartada a Cuba, pero sigue vaciando de contenido concreto a la OEA. Y, de paso, ofrece un paraguas de amplio espectro político para que Cuba pueda emprender una transición lo más ordenada posible desde la revolución hacia la construcción de un capitalismo mixto que no termine un buen día con una invasión de empresas inmobiliarias de Miami.
Clave seis. La Celac es otra forma más de reunirse y discutir en un mundo multipolar que se encuentra en plena reformulación. Los Estados Unidos, que aún son la única hiperpotencia militar, estos días respiran aliviados ante la caída del índice de desempleo al 8,6 por ciento, por debajo del 9 que parecía imposible de perforar. La Europa comunitaria discute ya sólo la medida en que cada país se reservará alguna cuota de soberanía ante la decisión alemana de convertirse en el gendarme fiscal de sus 27 socios, que así dejan de serlo para transformarse en pupilos. Beijing desacelera el crecimiento sin enfriarse mientras avanza en una sorda disputa naval, típica de la Guerra Fría, a ver quién predomina sobre quién en el Pacífico y el Mar de la China. Rusia hace lo propio con su marina en el Báltico. En ambas regiones está en juego no sólo el acceso a mercados, sino el control de riquezas naturales submarinas a explotarse en el futuro, desde petróleo y gas hasta yacimientos de oro.
Clave siete. En la multipolaridad hay instancias de construcción de poder regional nítido, como Unasur o el Nafta, y también instancias más débiles con objetivos menos permanentes, de composición más heterogénea o de conversión en foros de debate. Un ejemplo son los Brics, que integran Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. No tienen un objetivo militar común, pero sí disputan juntos cuotas mayores de poder en el Fondo Monetario Internacional e intentan terciar en la crisis europea para evitar una caída brusca de la UE. Otro ejemplo, donde hoy se concentra la tensión de la discusión sobre los modelos internacionales de desarrollo, es el G-20, con presencia de dos latinoamericanos en sintonía (la Argentina y Brasil) y otro alineado con Washington, como México.
Clave ocho. México ya eligió el Nafta (fruto de una decisión política de integración con los Estados Unidos y a la vez consagración de una dependencia comercial y económica respecto del mercado norteamericano), pero un futuro gobierno del Partido Revolucionario Institucional que surja de una victoria eventual el 1ª de julio puede necesitar que a mano haya un foro donde retomar cierta dimensión simbólica de autonomía cultural respecto de su gran vecino. Esa perspectiva sería aún más acuciante si el presidente que suceda a Calderón, del conservador PAN, decidiera cambiar la actual estrategia de enfocar la lucha contra el narcotráfico como una guerra. El enfoque no es sólo intelectual: en México ya murieron más de 40 mil personas en los últimos cuatro años, el narcotráfico no se redujo y el contrabando de armas entre el sur de los Estados Unidos y el norte de México es tan fluido como la trata de inmigrantes.
Clave nueve. La Celac no surge como un organismo dirigido contra los Estados Unidos, y no podría hacerlo por la pluralidad de sus integrantes, pero la mera ausencia de Wa-shington es un indicio de que, siempre que los latinoamericanos eviten el delirio y se abstengan de dar por extinguido el poder de los Estados Unidos, tienen un espacio de autonomía para construir instituciones como Unasur o el Consejo Sudamericano de Defensa.
Clave diez. Chávez no sólo estuvo hábil para utilizar la Celac como una forma de legitimación interna. No podría haber llegado a este punto sin haber desplegado en el Caribe, donde no todos los países son Cuba, Nicaragua o El Salvador, aun con todas las diferencias entre los tres, una diplomacia basada en el activismo que México dejó hace ya 20 años y en la provisión de petróleo más barato.
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