En todo momento, entre un 20% y un 30% de las camas de cuidados intensivos han permanecido sin ocupar. Esta capacidad de absorber el primer impacto de la enfermedad en el sistema público de salud ha contribuido a que en Suecia no haya reinado el miedo tras no aplicar medidas restrictivas de confinamiento.
El email llega a las diez y media de la noche, aunque en teoría la oficina de prensa de la Autoridad Nacional para la Salud Pública de Suecia cierra cinco horas antes. Todo apunta a que trabajan contra reloj, pues la citación para poder entrevistar al que quizás sea hoy el epidemiólogo más cuestionado del mundo es solo unas pocas horas más tarde, en la mañana siguiente. Anders Tegnell, científico al frente de la excepcional estrategia sueca, llega al encuentro con un escolta del servicio secreto, algo inusual en Suecia, el único país de la Unión Europea que, a pesar de sugerir ciertas medidas de prevención, decidió no confinar a su población. “El confinamiento da resultados a corto plazo —indica—, pero no es sostenible en el tiempo, así que hemos optado por ser una sociedad que permanece abierta”. Aparte del alarmante número de muertes por covid-19, que ya suman 4.395, el doctor Tegnell ha sido criticado por no alcanzar el objetivo de tener en mayo a un 40% de la población de Estocolmo inmunizada, extremo que él admite, aunque con matices. “Puede que mis cálculos fueran un poquito optimistas, pero no demasiado. Tenemos ahora en marcha una investigación que podría apuntar a un 20 o 25% de la capital, lo que se acerca bastante a la cifra que anunciamos hace unas semanas”.
A menos de un kilómetro del lugar donde nos encontramos, se escucha a un helicóptero volar. Acude al helipuerto del Instituto Karolinska, una de las más prestigiosas instituciones médicas del mundo, con hospital, universidad y varios centros de investigación punteros. Los afectados por el virus son llevados de un hospital a otro según las necesidades, habiendo mantenido el país, en todo momento, entre un 20% y un 30% de camas libres en cuidados intensivos. Esta capacidad de absorber el primer impacto de la enfermedad en el sistema público de salud ha contribuido a que en Suecia no haya reinado el miedo. Una sensación que se aprecia al caminar por las calles, donde prácticamente nadie lleva mascarilla, o en los parques y plazas, donde los ancianos salen a pasear y tomar el sol junto a los niños que juegan en los columpios. Tomando un café tras una rueda de prensa, Karin Tegmark-Wisell, jefa de Microbiología del Departamento de Salud Pública, explica y recuerda aspectos beneficiosos del no confinamiento, como “mantener las escuelas abiertas, que es fundamental para la salud de los niños”, entre otros factores que Suecia no ha sabido explicar al mundo, pero que aquí son recordados a menudo por las ONG, como seguir operando en hospitales, realizar nuevos diagnósticos de enfermedades graves o evitar que las mujeres y los niños víctimas de abuso queden aislados en casa junto a sus maltratadores.
En relación a una supuesta búsqueda de la inmunidad de grupo que la Autoridad Nacional para la Salud Pública —y ella misma— ha negado una y otra vez que sea su objetivo, admite con benevolencia que desde el exterior “ha habido malentendidos sobre ello”. Defiende que a esta inmunidad “se llegaría de forma natural” y, en ese proceso, lo vital para ellos sería “cuidar de la salud pública sin que afecte a otras áreas también de la salud pública”.
En relación al miedo que los daneses y noruegos tienen de los suecos, quienes no pueden cruzar la frontera e ir a sus países (no así al contrario, pues ellos sí tienen libre ingreso a Suecia), la microbióloga aporta detalles interesantes sobre las comparaciones hechas entre países por la prensa. “Creemos que es demasiado pronto para compararnos con Dinamarca y Noruega, pero si se hacen comparaciones habría que tener en cuenta que Suecia tiene 21 regiones, de las cuales muy pocas están afectadas. Por ejemplo Skåne, sueca, está muy cerca de la región de Selandia, en Dinamarca. En Skåne no ha habido confinamiento y hay menos infectados que en Selandia, que sí se cerró. Así que hay que analizarlo todo bien y ver qué ha pasado”.
Un aspecto fundamental que, por el motivo que sea, se ha ignorado en la narrativa del exterior, es que la Constitución sueca no permite instaurar medidas draconianas, como confinamientos y toques de queda en tiempo de paz. En este aspecto, el consenso del arco político es pleno, desde la ultraderecha hasta la izquierda pasando por la coalición de socialdemócratas y verdes que gobiernan en este momento. Tanto es así que hasta la fecha ningún grupo parlamentario ha abogado por lanzar una propuesta que busque la forma de alterar nada de esto.
La idea de imponer algo que requiera amplia presencia de la fuerza pública en las calles es difícilmente contemplable en un país que no solo lleva 200 años de paz, sino que mantiene una fórmula de probado éxito social y económico gracias a un modelo de confianza entre Estado y ciudadanos. El ejemplo más claro son las vacunaciones de los niños. No son obligatorias pero las llevan a cabo el 97% de las familias. El ya conocido como “experimento sueco” busca transmitir el mensaje de que su decisión de no confinar a la población no ha sido un error y, para ello, las páginas web de algunas de sus embajadas ponen como ejemplo (sin citar nombres) a otros países que, pese al confinamiento, tienen más víctimas por cada 100.000 habitantes..
En Sollentuna, un municipio 15 kilómetros al norte de Estocolmo, una ambulancia abre sus puertas traseras para dejar pasar a una nueva víctima del coronavirus. Las paramédicos que la atienden llevan trajes especiales y la enferma es montada en una camilla cubierta por una cápsula. Según se calcula hoy, más de la mitad de las muertes por covid-19 se han producido en residencias de ancianos. Muchas de ellas, incluida esta de Sollentuna, han venido siendo privatizadas, en un proceso iniciado en 1992 por Moderaterna, el partido de centro-derecha. Consultados sobre este extremo, han declinado ofrecer respuestas, no así la directora general de la Inspección del Sistema de Salud Público, Sofia Wallström, quien acude al Instituto Karolinska para dar cuenta de la investigación en curso, la cual comprende a 1.045 residencias de las 1.700 que tiene Suecia. Según indica, hay deficiencias que ya se veían antes y se han visto ahora, y si bien aún no disponen de un informe completo que señale cuáles han sido las causas que han hecho de las residencias el talón de Aquiles de la “estrategia sueca”, no duda en señalar la falta de formación de los trabajadores como uno de los factores clave.
Sentado en una butaca de la Biblioteca Parlamentaria, el líder del Partido de Izquierda, Jonas Sjöstedt, va mucho más allá y resalta aspectos que la prensa viene publicando desde hace unas semanas: la precariedad laboral como consecuencia de las privatizaciones en los cuidados a la tercera edad. “Es obvio que es por esto. La mayor parte de las muertes se han producido en Estocolmo, que es donde más se ha privatizado de todo Suecia. Hay muchos actores que solo buscan el beneficio económico. Cuando la gente tiene que ir a trabajar porque tiene inestabilidad y contratos temporales y además no tienes formación o te manda a trabajar estando enfermo”. Este ex europarlamentario habla de “historias de horror como las de los trabajadores que han tenido que ir a trabajar enfermos, sin protección. O que han tenido que desplazarse de una residencia donde está el virus a otras que no lo tenía”.
Respecto a la imagen de un país en el que apenas se había cambiado el modo de vida, o la gente era enviada a trabajar para satisfacer los intereses de los grandes capitales, el líder de izquierda es claro y ahonda en aquello que los diferencia de otros países sin confinamiento como Brasil y Estados Unidos. “Suecia ha cambiado el modo de vida drásticamente. La gente sigue las recomendaciones sin necesidad de toques de queda. Me gusta este método no autoritario. La confianza en las autoridades es grande y se han salvado trabajos”.
Reportaje original publicado en portugués en el diario Expresso y traducido para El Salto por su autor, Unai Aranzadi.
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