Los resultados en Grecia arrojan un panorama político prácticamente idéntico al que salió de las elecciones de enero pero con un importante cambio: la asunción de Syriza de las políticas de austeridad. El partido de Tsipras sale reforzado tras la crisis política generada por la firma del acuerdo con las instituciones europeas. La izquierda antieuro no avanza posiciones en los comicios realizados el 20 de septiembre.
Una mayoría de griegos ha votado hoy 20 de septiembre a favor de los partidos que asumen las condiciones del tercer memorándum de rescate impuesto para el país por las instituciones europeas. Con una participación superior a la registrada en las elecciones de enero de este mismo año –en aquella ocasión fue del 37% y hoy ha estado por encima del 40%–, la Coalición de la Izquierda Radical ha revalidado su victoria en las urnas.
La web del Ministerio de Interior ha certificado la decisión que la población griega ha determinado hoy: que Syriza se quede al borde de la mayoría parlamentaria obteniendo más del 35% de los votos, y que tenga un ramillete de partidos pro-memoranda a los que recurrir para desarrollar la política de austeridad y de privatizaciones establecida desde las instituciones europeas. “Con trabajo duro y constancia saldremos adelante”, ha tuiteado Alexis Tsipras a las diez de la noche, hora de Grecia, para celebrar su elección como futuro primer ministro griego.
Los prorrescate salen fortalecidos
Pese a perder apoyos, Syriza ha superado las estimaciones que le daban los sondeos y necesitará el apoyo de un solo partido pro-memoranda para alcanzar los 151 escaños que completan la mayoría parlamentaria. Syriza tendrá que buscar socios para formar gobierno y el principal candidato es el socialiberalismo del PASOK, que ha salido fortalecido en los comicios de hoy, al pasar de 13 a 17 escaños.
Los nacionalistas de Potami (-7) y los Griegos Independientes de ANEL (-2) han caído con respecto a comicios anteriores, y se sitúan con diez escaños por cabeza, que pueden ser suficientes para garantizar la gobernabilidad de Syriza. ANEL ya sustentó a Syriza durante sus primeros meses de Gobierno y con sus diez escaños puede reeditar esa alianza.
Por último, también permanece abierta la posibilidad de un Gobierno de concentración entre Syriza y la segunda fuerza, Nueva Democracia, algo que va en consonancia con los deseos de rigor por parte de la gobernanza europea tras el acuerdo aceptado el 13 de julio por el gobierno de Syriza.
Poco antes de las 20:00, Vangelis Meimarakis, líder de Nueva Democracia, ha felicitado a Tsipras por su victoria en las urnas. Nueva Democracia apenas ha aumentado sus apoyos en estos comicios, aunque sigue siendo primera fuerza en una docena de departamentos.
Con la victoria de los partidos pro-memoranda, el Gobierno entrante será el encargado de aplicar las nuevas medidas del programa de rescate, que deben ser ejecutadas antes de finalizar el próximo mes, así como la finalización del Memorando III, incluyendo el debate sobre la deuda y la integración del programa del FMI.
Sube Amanecer Dorado
Los resultados de hoy muestran asimismo, el aumento de los apoyos de la organización ultraderechista Amanecer Dorado, que se consolida como tercera fuerza con un discurso antimigración y por la salida del euro. El discurso de Amanecer Dorado ya ha prendido en una Grecia exhausta tras siete años de crisis y el partido neonazi se sitúa como primera fuerza entre los desempleados, según las encuestas realizadas a pie de urna en el día de hoy.
Durante la jornada electoral se han producido diversos incidentes protagonizados por partidarios de la organización neonazi. Entre ellas, las pintadas de esvásticas en un colegio electoral de Creta.
La izquierda contra el euro apenas crece
A la izquierda de una Syriza que ha asumido el papel dictado por el establishment europeo han quedado dos fuerzas políticas con una hoja de ruta similar: salida del euro y nacionalizaciones de activos estratégicos de la economía.
Los comunistas del KKE, dirigidos por Dimitris Kutsumbas y la escisión de Syriza Unidad Popular, encabezados por Panagiotis Lafazanis. Ninguno de los dos partidos ha conseguido amortizar la “domesticación” de Syriza por parte de la ortodoxia austeritaria europea.
El KKE mantiene su base electoral y apenas crece un 0,2% de voto respecto a enero. Dimitris Kutsumbas es el número uno de los comunistas griegos, que tendrán 14 diputados en el Parlamento, uno menos que hasta ahora [Actualizado a las 23:24 hora de Grecia].
El apoyo a Unidad Popular de Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas y azote de la austeridad europea durante la negociación que tuvo lugar entre enero y julio, y de la expresidenta del Parlamento, Zoe Konstantopoulou, han sido insuficientes para conseguir que Unidad Popular capitalizase el descrédito de Syriza en la izquierda griega. Su 2,83% de los votos no le permite entrar siquiera en el Parlamento.
Alexis Tsipras: el transformismo como instrumento para derrotar al sujeto popular
Manuel Monereo
Rebelión
Ellos, los que mandan, nunca se equivocan. Aciertan casi siempre. Su especialidad es cooptar, integrar, domar a los rebeldes para asegurar que el poder de los que mandan de verdad y no se presentan a las elecciones se perpetúe y se reproduzca. El transformismo es eso: instrumento para ampliar la clase política dominante con los rebeldes, con los revolucionarios, asumiendo algunas de sus reivindicaciones a cambio de neutralizar y dividir a las clases subalternas. La clave es esta: para conseguir que el sujeto popular sea no sólo vencido sino derrotado, es necesario cooptar a sus jefes, a sus dirigentes. Con ello se bloquea la esperanza, se promueve el pesimismo y se demuestra que, al final, todos son iguales, todos tienen un precio y que no hay alternativa a lo existente. La organización planificada de la resignación. Con Alexis Tsipras no ha sido fácil. Era un reformista sincero y, además, un europeísta convencido, de los que pensaban que se podrían conseguir concesiones de los socios europeos; que a estos se les podría convencer de que las políticas de austeridad no solo eran injustas sino profundamente ineficaces y que para poder pagar la deuda se debería incentivar un conjunto de políticas diferentes que relanzaran la economía, que solucionaran la catástrofe humanitaria que vivía el país y que hicieran compatible la soberanía popular con la pertenencia a la UE. El ex ministro de Finanzas Yanis Varoufakis ha sido la cara y los ojos de esta estrategia negociadora que él, en algún momento, ha definido como kantiana, es decir, basada en la razón y en la búsqueda del interés común.
La historia es conocida. Hoy sabemos que esa estrategia ha sido un rotundo fracaso: no se consiguió nunca dividir a los estados europeos más poderosos y el dominio alemán fue claro y definitorio desde el comienzo. Todo esto lo sabemos por el propio Varoufakis, que ha ido relatando este auténtico “vía crucis” que nunca implicó realmente una negociación y que, desde el primer momento, fue un chantaje en toda regla del tipo “lo tomas o lo dejas” y, mientras, la presión sostenida y permanente del Banco Central Europeo agotando la liquidez y las instituciones europeas negando los créditos.
Dieciocho contra uno. Así ha sido este proceso, que tenía tres objetivos fundamentales. El primero, combatir el malísimo precedente griego en un sentido claro y rotundo: los países endeudados del sur no pueden tener otras políticas económicas que las dictadas por la troika. En segundo lugar, apoyar firmemente a los gobiernos de la derecha y de la socialdemocracia que, de una u otra manera, en uno u otro momento, se plegaron a las políticas impuestas por el Estado alemán; estos partidos siguen siendo absolutamente necesarios para garantizar las políticas neoliberales dominantes y bajo ningún concepto se les puede dejar caer, máxime cuando emergen fuerzas alternativas, de eso que la UE y los gobiernos de turno llaman populismo. El tercero, el mensaje real que se manda a las poblaciones, sobre todo del sur, es que esta UE, sus políticas y sus relaciones reales de poder, no tienen alternativa. Lo que queda es la estrategia del miedo: o se aceptan estas políticas o se producirá el caos y la catástrofe económica y social de la salida del euro.
En muchos sentidos, el caso griego es bastante excepcional. Grecia es un viejo-joven país con una honda tradición política cultural, con una fuerte identidad como pueblo y con un gran sentido patriótico. Se había ido produciendo en estos años una simbiosis, una nueva relación entre la defensa de los derechos sociales, la independencia nacional y la unidad de una gran parte del pueblo en torno al apoyo a las clases trabajadoras, a los pobres y a los jóvenes que estaban viviendo una grave regresión en sus condiciones de vida y de trabajo. Todo esto terminó identificándose con dos nombres: Syriza y Tsipras. El ejemplo más claro de esto fue la victoria en el referéndum en un país, no se debería olvidar, que estaba viviendo un “corralito”, con amenazas constantes de las “autoridades europeas” y con unos medios de comunicación masivamente partidarios del Sí.
Que al final fuese Tsipras el eslabón más débil de la cadena obliga a pensar las cosas a fondo. Primero, la enorme capacidad de presión de la troika, en un sentido muy preciso y que se olvida con mucha frecuencia: lo que existe es una alianza estratégica entre las instituciones europeas y los poderes económicos dominantes de cada país que el Estado alemán garantiza. Para decirlo con mayor precisión: las clases económicamente dominantes están de acuerdo con esta Europa y con el papel que se asigna a sus países en la división del trabajo que se está definiendo en y desde la crisis. En segundo lugar, lo que Tsipras y la derecha de Syriza expresan es una posición ideológica que no siempre se consigue identificar y que, al final, se ha convertido en una enorme debilidad. Me refiero a eso que se ha llamado europeísmo.
Reformismo socialdemócrata y europeísmo han estado íntimamente relacionados. Se podría decir que la bandera del europeísmo sirvió para camuflar la crisis del proyecto socialdemócrata sobre tres ideas básicas: que la UE era la única construcción posible de Europa; que la UE es un bien en sí, independientemente del conflicto social y de la distribución del poder entre estados y clases; y que el Estado-nación se había convertido en una antigualla que necesariamente había que superar en el proceso de integración europea.
Para Tsipras era inimaginable una Grecia fuera del euro, fuera de las instituciones de la UE, aunque eso significase la ruina económica de su país, continuar con la degradación de las condiciones sociales de la mayoría de la población y la aceptación de que el Estado griego es, de hecho, un protectorado de los países acreedores.
La troika ha conseguido claramente sus objetivos. Las políticas que han venido realizando Tsipras y su Gobierno tras su capitulación (así lo ha definido Varoufakis) nos impiden ser optimistas. La hoja de ruta aprobada por las instituciones europeas la está cumpliendo Tsipras a rajatabla, y a veces da la sensación de que se realiza con el “furor del converso”. Hay datos que nos llevan a pensar que el asunto irá a peor. Tsipras sabía mejor que nadie que no estaba garantizada su mayoría en el próximo congreso de Syriza. La convocatoria a nuevas elecciones que realizó no tiene nada de heroico.
Sabedor de que las cosas en su partido estaban difíciles para él, las convocó para conseguir tres cosas a la vez: garantizarse las siglas, propiciar la ruptura de Syriza huyendo del debate democrático y del posible cuestionamiento de su liderazgo y, por último, buscar el respaldo popular antes de que se empiecen a notar los efectos económicos y sociales de las políticas de austeridad impuestas por la troika y aceptadas por la mayoría del Parlamento griego.
Seguramente Tsipras ganará [el domingo], pero su partido habrá ya cambiado de naturaleza y el movimiento popular y democrático se dividirá por mucho tiempo. Nada será igual. Reconstruir desde abajo la alternativa después de la derrota requerirá tiempo, inteligencia y un compromiso moral especialmente fuerte. Tsipras ahora se muestra como valiente, responsable y realista, y a los otros, sus amigos y camaradas de ayer, los presenta como populistas, maximalistas y euroescépticos. Los que mandan ganan una vez más. ¿Aprenderemos en cabeza ajena? La vida dirá.
Monereo es militante de Izquierda Unida pero cercano al líder de Podemos, Pablo Iglesias. En las últimas semanas se ha distanciado de este último, por el apoyo que Iglesias ha dado en las elecciones griegas a Alexis Tsipras.
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